La mañana amanecía agitada para los miembros de la organización Lombardo. Gracias a la astucia y habilidad de Elisa, estaban al tanto de la situación que el detective Castell estaba creando en su contra. Rápidamente hicieron las maletas y decidieron huir a un lugar en Nueva Jersey, lejos del acecho del detective Castell, que seguía sus pasos con sagacidad y firmeza. Una vez que tuvieron todo listo para partir, se metieron en la camioneta. Elisa, con una expresión grave, se dirigió a Max, Elliot y Samuel, quienes estaban allí.—Escuchen —comenzó Elisa, con la voz tensa. —Castell tiene entre ceja y ceja desmantelar y acabar con la organización Lombardo. No podemos quedarnos aquí.Max, con el ceño fruncido, la interrumpió. —¿Qué sabes de Castell?Elisa respiró hondo antes de continuar. —Francesco, tu padre, asesinó a la esposa de Castell, quien estaba embarazada.Max palideció y el horror se reflejó en su rostro. —¿Qué? No sabía nada de eso. ¿Por qué no me lo dijiste antes?Eliiot, que h
Al salir del bullicioso centro comercial, Damon Castell se detuvo un momento para tomar aire fresco. Sacó el teléfono y marcó el número del sargento Mendiola. La llamada fue rápida, pero cargada de emociones.—Mendiola, soy yo. Acabo de conocer a la esposa de Maximiliano Lombardo.—¿En serio? —respondió Mendiola, con un tono de sorpresa. — ¿Y qué tal es?—Es… conmovedora. Está embarazada de gemelos —confesó Damon, sintiendo cómo la nostalgia lo invadía. —Tiene unos ojos azules que me recuerdan a Amy. Es como si estuviera viendo a mi difunta esposa de nuevo.Mendiola suspiró, consciente de la vulnerabilidad de su compañero.—Damon, no te dejes llevar por la emoción. Recuerda por qué estamos aquí. No puedes perder de vista el objetivo.Castell asintió, aunque su mente seguía atrapada en la imagen de Abigail.—Tienes razón, Mendiola. No debo permitir que esto me distraiga. Pero… es difícil no pensar en ella.—Mantente enfocado. Hay mucho en juego —le recordó Mendiola con voz firme.—Lo s
Horas después, al llegar a casa, los pensamientos de Castell comienzan a hacer juicios en su cabeza y descubre que Elisa no es la mujer para él. Se da cuenta de que es muy atrevida y desenfrenada para su gusto, y es todo lo opuesto a su difunta esposa. Luego posiciona sus pensamientos en Abigail, a quien solo vio durante unos minutos, y sostiene que solo un segundo bastó para saber que es un ángel. Y que Maximiliano Lombardo tiene mucha suerte de tener a una mujer como ella a su lado.«¿Qué estoy haciendo?», se pregunta Castell, paseando por su apartamento vacío.Se pregunta a sí mismo: «Elisa es una mujer increíble, pero no es la mujer para mí». Es demasiado fuerte, demasiado independiente. Necesito a alguien más dulce, más tierno, como Abigail.Castell se sienta en el sofá y cierra los ojos, tratando de borrar la imagen de Elisa de su mente y reemplazarla con la de Abigail. Recuerda su dulce sonrisa y sus cálidos ojos azules, y se pregunta cómo sería estar con alguien así.—Lombardo
Meses después, el embarazo de Abigail fue creciendo y su barriga se fue volviendo más pronunciada. Está a punto de dar a luz y los días pasan rápidamente. La expectativa del nacimiento de los gemelos tiene a todos conmocionados. Max sigue esquivando a Castell con la ayuda de Elisa, quien sigue infiltrada en el FBI y los ha mantenido a salvo, permitiéndoles seguir operando sin problemas hasta ahora.Su padre, Francesco, huyendo de los problemas, sigue siendo el gran ausente. Está escondido en Nápoles, disfrutando de una de sus amantes habituales, así que parece vivir una vida sin complicaciones. Para algunos, es la leyenda viva de la mafia italiana. Max, por su parte, está tan feliz que casi no se acuerda de su padre.La llegada de los gemelos se aproxima y todos en la familia se preparan para recibir a los nuevos miembros. Abigail está ansiosa por conocer a sus hijos y Max no puede esperar para ser padre. La atmósfera en la mansión Lombardo es de alegría y expectativa, a pesar de los
Max entró en la habitación de puntillas, con el corazón latiendo con fuerza. Al ver a Abigail, su expresión era una mezcla de ternura y admiración. Ella lo miró y en sus ojos brillaban las lágrimas de felicidad.—Max, no puedo creer que ya sean nuestros —dijo Abigail, con su voz suave y llena de emoción.Max se acercó a la cama, con la mirada fija en ella.—Eres increíble, Abigail. Has hecho algo maravilloso.Su voz temblaba ligeramente, revelando la vulnerabilidad que sentía en ese momento. Abigail sonrió, sintiendo que su corazón se llenaba de amor.—Y tú también, Max. Verte ahí, tan tierno y sereno, me conmueve. Nunca pensé que podrías ser así.—Esos pequeños —dijo Max, señalando el cristal. —Me han cambiado. Me hacen querer ser mejor, por ellos y por ti.Abigail sintió una oleada de emoción al escuchar sus palabras.—Yo me conformo con que mis hijos, sean felices.Max asintió, sintiendo que la vida les ofrecía una nueva oportunidad.—Prometo protegerlos y darles todo lo que necesi
Tiempo después…Mientras caminaba de regreso a su puesto, Damon repasó cada palabra de la conversación. La advertencia de Mendiola resonaba en su mente: Maximiliano Lombardo no era un hombre con quien jugar. La seguridad de su equipo y la suya propia dependían de mantener la distancia con Abigail, pero cada vez que pensaba en ella, su corazón le decía una cosa y su cabeza, otra.Al llegar a su oficina, se sentó en su escritorio e intentó concentrarse en los informes que tenía que revisar. Sin embargo, su mente seguía divagando hacia la imagen de Abigail, su mirada, su voz. Imaginaba que ella era una mujer atrapada en un mundo peligroso y no podía evitar sentir empatía por su situación.De repente, su teléfono móvil sonó y interrumpió sus pensamientos. Era un mensaje de texto de Mendiola.«Necesito que revises los últimos movimientos de Lombardo. No podemos permitirnos ningún error».Damon suspiró, sabiendo que tenía que cumplir con su deber. Se puso a trabajar, pero la imagen de Abiga
Más tarde, en la clínica…Max mira a Norah con preocupación y le pregunta:—¿Qué está pasando? ¿Por qué estás tan nerviosa?—Max, tienes que escucharme. Abigail conversó con Damon Castell, estuvo aquí, el policía que te quiere meter en la cárcel.—¿Qué? ¿Cómo es posible? No lo entiendo... ¿Qué hacía ese tipo aquí?—Recuerda que se conocieron hace meses, por casualidad, en el centro comercial.—Claro, el día que Abigail fue de compras con Rose, yo vi una foto de ellos. Gregory, uno de los guardaespaldas, me la envió. No pensé que ese tipo estuviera siguiendo a Abigail. Voy a despedir a toda la seguridad ahora mismo.—Espera, Max, tienes que calmarte. Abigail podría estar en peligro, pero no podemos entrar en pánico.—Tienes razón. Pero no puedo evitar preocuparme. Tengo que reforzar su seguridad y la de todo nuestro entorno. ¡Maldición!—Primero, vamos a entrar y a ver cómo está. Ahora está dormida, así que debemos asegurarnos de que esté a salvo.—De acuerdo. Vamos a hacerlo. Pero nec
El doctor entró en la habitación sonriendo, seguido de Norah, que acababa de llegar.—Buenas noticias, Abigail —anunció el doctor. —Ya puedes irte a casa. Todo está bien contigo y con los bebés.Max sonrió al escuchar la noticia y se acercó a Abigail, tomando su mano con ternura.—Gracias, doctor —dijo Max, sintiéndose aliviado.—Voy a preparar el alta formalmente —respondió el doctor, asintiendo antes de salir de la habitación.Norah se acercó a Abigail, con una sonrisa iluminando su rostro.—¡Qué alegría! Vamos a arreglarte para que puedas salir de aquí —dijo Norah, mientras Rose entraba con una bolsa llena de cosas.—Sí, vamos a hacer que te veas espectacular —añadió Rose, ayudando a Abigail a levantarse de la cama.Entretanto, Max se quedó en un rincón de la habitación, pensativo. Su mente estaba llena de preocupaciones sobre su esposa y la misteriosa conexión con Damon Castell. No podía sacudirse la inquietud que sentía, preguntándose qué secretos podrían estar ocultos entre ello