Al día siguiente, Norah y Abigail terminan de arreglar las cosas que compraron. Fueron tantas que, agotada, Abigail se quedó dormida rápidamente y no pudo acomodarlas ayer. En ese momento, Max entra con mucho cuidado y, desde la puerta, pregunta:—¿Puedo pasar?Abigail mira a Norah, quien asiente con la cabeza. Max entra y observa todo lo que han comprado. Se siente feliz al ver a Abigail con los ojos llenos de alegría por todo lo que han comprado. Aunque el dinero no siempre trae felicidad, al menos les permite comprar momentos gratos, como los que disfrutaron Abigail y Norah mientras paseaban por Nueva York.—¡Mira todo lo que tenemos! —exclama Norah, sonriendo.—Es impresionante —responde Max. —Me alegra ver que se divirtieron tanto con las compras.—Sí, fue una experiencia increíble—dice Abigail, bostezando lentamente. —No hay nada como explorar la ciudad con una jovencita tan risueña, como Abigail.—Y ahora tenemos todo lo necesario para el bebé —añade Abigail, mirando las bolsas
Max estaba a punto de cruzar la puerta de la mansión cuando de pronto, sintió una mano suave pero firme en su brazo. Se volvió y vio a Norah, que lo miraba con una mezcla de preocupación y determinación.—Max, espera —dijo Norah, guiándolo hacia el jardín, lejos de las miradas curiosas de los demás. —Necesito hablar contigo sobre Elisa.Max frunció el ceño, sabiendo que la conversación no sería fácil.—¿Qué pasa? —preguntó, tratando de mantener la calma.Norah lo miró fijamente, con la voz baja pero firme.—Sé que Elisa estuvo aquí y que la dejaste ver a Abigail. ¿Por qué permitiste eso? Sabes lo que significa Elisa para ti, lo que ha sido en el pasado.Max suspiró, sintiéndose atrapado entre su historia con Elisa y su presente con Abigail.—No quería que se armara un escándalo, Norah. Solo quería que todo fuera lo más tranquilo posible.—¿Tranquilo? —replicó Norah, levantando una ceja. — ¿De verdad crees que eso es posible con Elisa en medio? Ella no se detendrá hasta conseguir lo qu
Días después…Oficina del FBI en Nueva York.Damon Castell se apoyó en la mesa del pequeño despacho, con la mirada fija en el mapa de la ciudad que tenía frente a él, lleno de marcadores que señalaban los lugares donde la organización Lombardo había dejado su huella. Carlos Mendiola, su compañero, lo observaba con atención, consciente de la tensión que se respiraba en el ambiente.—Carlos, esto no es solo un caso de robo —comenzó Damon, con su voz grave y decidida. —Estamos hablando de una red criminal que se extiende mucho más allá de lo que vemos. No solo son ladrones; también están involucrados en la trata de personas, el tráfico de drogas y el sicariato. Si queremos atraparlos, necesitamos más que un par de pruebas. Necesitamos aliados.Carlos asintió, consciente del peso de la responsabilidad que recaía sobre ellos. —Lo sé, Damon. Pero la corrupción está tan arraigada en este sistema que es difícil saber en quién confiar. Muchos de nuestros colegas podrían estar en la nómina de Lo
Al día siguiente...Abigail se miró en el espejo, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. Norah, su amiga y confidente, estaba a su lado, ajustándole un mechón de cabello que se había escapado del elaborado peinado. El vestido suelto que Max había elegido para ella caía con gracia sobre su figura, ocultando su incipiente embarazo, pero resaltando su belleza natural.—No puedo creer que esté haciendo esto —murmuró Abigail, mientras los estilistas terminaban de aplicar el último toque de brillo en sus labios.—¡Vamos, Abigail! —exclamó Norah, sonriendo con complicidad. —Te ves increíble. Max tiene razón al querer que lo acompañes. Este evento es importante y tú eres la mujer que él necesita a su lado.Abigail suspiró, sintiendo cómo la ansiedad la carcomía. —No lo sé, no estoy acostumbrada a este tipo de cosas. Todo este brillo y lujo… Me siento fuera de lugar.—No pienses en eso —la animó Norah. —Piensa en lo que significa para Max. Él quiere que estés a su lado, no solo por la imag
Al entrar al club, los presentes se fijaron de inmediato en Abigail. Su belleza y dulzura iluminaban el ambiente, y no pasó mucho tiempo antes de que un grupo de inversores del proyecto turístico de Las Vegas se acercaran a saludarlos. Uno de ellos, un hombre de mediana edad con una sonrisa amplia, se inclinó hacia Abigail y la admiró.—¡Guau! No puedo dejar de decirlo, tiene usted una belleza deslumbrante —dijo el inversor, con un tono halagador. —Es un verdadero placer conocerla, señora.Max, orgulloso, la tomó del brazo con ternura y sonrió, disfrutando del momento. Sin embargo, mientras el inversor se alejaba, a Abigail le recorrió un escalofrío por la espalda. La atención la hacía sentir vulnerable y no pudo evitar soltar una risa nerviosa.—Ves, ahora todos piensan que soy solo una cara bonita —dijo Abigail, tratando de restarle importancia a la situación, pero su voz temblaba ligeramente.Max la miró con ternura, comprendiendo su incomodidad.—No digas eso, Abigail —respondió,
Horas más tarde, el evento culminó con gran éxito y Maximiliano y Abigail salieron de allí radiantes de felicidad. Los elogios a la belleza y el sutil garbo de la joven resonaban en sus oídos, y la presentación había sido todo un triunfo. Sin embargo, a medida que se dirigían a la mansión, Abigail sintió un antojo irresistible y decidieron detenerse en una pizzería.Al llegar, los guardias de seguridad, siempre atentos, cerraron el local solo para ellos. Abigail, que estaba tan emocionada, no se dio cuenta de que eran los únicos comensales. La pizza llegó humeante y deliciosa, y mientras disfrutaban de la comida, Abigail bromeó con una sonrisa:—¡Parece que al bebé le encantó la pizza y el batido!Max, con una sonrisa juguetona, le respondió:—Solo por esta vez, Abigail. Recuerda que tienes que comer equilibradamente por el bien del bebé.Ambos rieron mientras disfrutaban de una velada sencilla pero romántica. A medida que compartían risas y anécdotas, Abigail comenzó a ver a Max con
A la mañana siguiente, el sol se colaba a través de las ventanas, llenando el pasillo de luz dorada. Abigail se encontró con Max justo al salir de su habitación. A diferencia de las veces anteriores, no había miedo en sus ojos, solo una mezcla de sorpresa y curiosidad. Max sonrió, notando que algo había cambiado entre ellos.—Buenos días, Abigail —dijo él, con un tono suave y esperanzador. — ¿Te gustaría desayunar en el jardín? El día está precioso.Abigail dudó un momento, pero la calidez de su voz la animó.—Claro, Max. Me encantaría —respondió, sintiendo que era un pequeño paso hacia la reconciliación.Ambos se dirigieron al jardín, donde el aroma del café recién hecho se mezclaba con el canto de los pájaros. La criada extendió una manta sobre la mesa y les sirvió el desayuno, mientras el sol brillaba intensamente sobre ellos.—Es un día perfecto —dijo Max, mirando a Abigail con una sonrisa.—Sí, es hermoso —respondió ella, sintiendo una chispa de alegría en su interior.Norah obse
Max amaneció con una sonrisa en los labios, sintiendo que, a pesar de todo, la vida le sonreía. Era como si cada día que pasaba su vida se transformara y avanzara junto a Abigail lentamente, pero con firmeza. Ambos estaban sentados en la sala de espera, compartiendo un momento de complicidad, cuando sus miradas se cruzaron llenas de emoción y expectativa.De repente, la secretaria del doctor apareció en la puerta del consultorio.—Señora Abigail, el doctor está listo para atenderla —anunció con una sonrisa.Max tomó la mano de Abigail, sintiendo cómo la emoción crecía en su interior. Juntos, entraron al consultorio, donde el doctor los recibió con una expresión amable.—¡Hola, pareja! —dijo el doctor. —Hoy es un día especial, ¿verdad?Abigail asintió, con el corazón latiéndole con fuerza.—Sí, estamos ansiosos por saber el sexo del bebé.El doctor sonrió y comenzó a realizar la revisión. Después de unos momentos, les miró con una expresión de sorpresa y alegría.—Bueno, tengo una noti