Horas más tarde, el evento culminó con gran éxito y Maximiliano y Abigail salieron de allí radiantes de felicidad. Los elogios a la belleza y el sutil garbo de la joven resonaban en sus oídos, y la presentación había sido todo un triunfo. Sin embargo, a medida que se dirigían a la mansión, Abigail sintió un antojo irresistible y decidieron detenerse en una pizzería.Al llegar, los guardias de seguridad, siempre atentos, cerraron el local solo para ellos. Abigail, que estaba tan emocionada, no se dio cuenta de que eran los únicos comensales. La pizza llegó humeante y deliciosa, y mientras disfrutaban de la comida, Abigail bromeó con una sonrisa:—¡Parece que al bebé le encantó la pizza y el batido!Max, con una sonrisa juguetona, le respondió:—Solo por esta vez, Abigail. Recuerda que tienes que comer equilibradamente por el bien del bebé.Ambos rieron mientras disfrutaban de una velada sencilla pero romántica. A medida que compartían risas y anécdotas, Abigail comenzó a ver a Max con
A la mañana siguiente, el sol se colaba a través de las ventanas, llenando el pasillo de luz dorada. Abigail se encontró con Max justo al salir de su habitación. A diferencia de las veces anteriores, no había miedo en sus ojos, solo una mezcla de sorpresa y curiosidad. Max sonrió, notando que algo había cambiado entre ellos.—Buenos días, Abigail —dijo él, con un tono suave y esperanzador. — ¿Te gustaría desayunar en el jardín? El día está precioso.Abigail dudó un momento, pero la calidez de su voz la animó.—Claro, Max. Me encantaría —respondió, sintiendo que era un pequeño paso hacia la reconciliación.Ambos se dirigieron al jardín, donde el aroma del café recién hecho se mezclaba con el canto de los pájaros. La criada extendió una manta sobre la mesa y les sirvió el desayuno, mientras el sol brillaba intensamente sobre ellos.—Es un día perfecto —dijo Max, mirando a Abigail con una sonrisa.—Sí, es hermoso —respondió ella, sintiendo una chispa de alegría en su interior.Norah obse
Max amaneció con una sonrisa en los labios, sintiendo que, a pesar de todo, la vida le sonreía. Era como si cada día que pasaba su vida se transformara y avanzara junto a Abigail lentamente, pero con firmeza. Ambos estaban sentados en la sala de espera, compartiendo un momento de complicidad, cuando sus miradas se cruzaron llenas de emoción y expectativa.De repente, la secretaria del doctor apareció en la puerta del consultorio.—Señora Abigail, el doctor está listo para atenderla —anunció con una sonrisa.Max tomó la mano de Abigail, sintiendo cómo la emoción crecía en su interior. Juntos, entraron al consultorio, donde el doctor los recibió con una expresión amable.—¡Hola, pareja! —dijo el doctor. —Hoy es un día especial, ¿verdad?Abigail asintió, con el corazón latiéndole con fuerza.—Sí, estamos ansiosos por saber el sexo del bebé.El doctor sonrió y comenzó a realizar la revisión. Después de unos momentos, les miró con una expresión de sorpresa y alegría.—Bueno, tengo una noti
Al caer la noche, Elisa se encuentra con Elliot, un hombre que, a diferencia de Max, siempre ha deseado algo más profundo y serio con ella. Sin embargo, Elisa es una mujer terca y, en el fondo, teme comprometerse. Su corazón anhela el amor, pero se resiste a la idea de una relación formal. Max, por su parte, siempre ha sido un desafío para ella; al principio, parecía inalcanzable, pero su perseverancia la llevó a conquistar su atención y, con el tiempo, su pasión. Elisa es de esas mujeres que no se rinden fácilmente y, aunque ha tenido a Max en su vida, la conexión con Elliot despierta en ella una mezcla de emociones que la confunden. Mientras la noche avanza, las luces de la ciudad brillan como sus pensamientos, y se debate entre el deseo de lo efímero y la posibilidad de un amor verdadero.En el apartamento, la atmósfera se tornaba tensa mientras Elisa y Elliot compartían un momento que solía ser más íntimo, pero que ahora estaba cargado de complicaciones. Elliot, con la mirada fija
Mientras escuchaba las risas y la emoción de su hija, Timothy se sintió envuelto en una mezcla de nostalgia y anhelo. Recordó los días en que él mismo había sido un padre presente, lleno de sueños y aspiraciones para su familia. Sin embargo, las decisiones equivocadas lo habían llevado por un camino oscuro, que había puesto en peligro no solo su vida, sino también la de aquellos a quienes más amaba. Ahora, al ver la luz en los ojos de Abigail y la firmeza en el rostro de Max, comprendió que tenía una segunda oportunidad.—Quiero formar parte de sus vidas —dijo Timothy, con un ligero temblor en la voz. —Quiero ser un abuelo que les cuente historias, que los lleve a jugar al parque y que les enseñe a montar en bicicleta.Abigail lo miró con ternura y Max asintió, reconociendo el profundo deseo de su suegro de enmendarse.—Sabemos que no será fácil, papá , pero estamos aquí para apoyarte. Queremos que estés presente en la vida de nuestros hijos y eso significa que también tienes que cuid
Max no estaba en casa y la curiosidad de Abigail la llevó a explorar el dormitorio de su esposo, un espacio que siempre había considerado privado y sagrado. Con cada paso que daba, el corazón le latía más rápido, como si estuviera cruzando un rincón prohibido. Miró a su alrededor y observó los detalles que normalmente pasaba por alto: la forma en que la luz del sol se filtraba a través de las cortinas, el olor familiar de su colonia en el aire y el desorden sutil que indicaba que Max había estado allí recientemente. Sin embargo, lo que realmente capturó su atención fue el armario, una puerta cerrada que parecía guardar secretos. Con un ligero temblor en las manos, decidió abrirlo. Al hacerlo, una prenda oscura cayó al suelo: un pasamontaña. Abigail se agachó rápidamente para recogerlo y, al sostenerlo entre sus dedos, su rostro se transformó en una mezcla de asombro y confusión. ¿Qué hacía Maximiliano con un pasamontaña oculto en su armario? Su mente comenzó a divagar, llenándose de p
Castell hizo una pausa y su mirada se oscureció mientras recordaba el dolor que había sentido en su corazón desde aquel fatídico día.—Mendiola, hay algo que nunca he podido dejar atrás —comenzó, con un ligero temblor en la voz. —Hace algunos años, Francesco Lombardo mató a mi esposa a quemarropa. Ella abrió la puerta de nuestro apartamento y el disparo que estaba destinado para mí la alcanzó a ella. En ese momento, estaba embarazada de gemelos.Mendiola, que ya conocía la historia, sintió una punzada de tristeza al ver el sufrimiento en el rostro de su amigo.—Lo siento, Castell. No hay palabras que puedan aliviar ese dolor.—No, no las hay —respondió Castell, con la mirada perdida en un punto distante. —Es por eso que estoy tan enfrascado en acabar con la organización Lombardo. Les debo esto a la memoria de mi esposa y de mis hijos que nunca llegaron a nacer. Cada día que pasa sin que paguen por lo que hicieron es un día más que me alejo de ellos.Elisa, que seguía escuchando desde
La mañana amanecía agitada para los miembros de la organización Lombardo. Gracias a la astucia y habilidad de Elisa, estaban al tanto de la situación que el detective Castell estaba creando en su contra. Rápidamente hicieron las maletas y decidieron huir a un lugar en Nueva Jersey, lejos del acecho del detective Castell, que seguía sus pasos con sagacidad y firmeza. Una vez que tuvieron todo listo para partir, se metieron en la camioneta. Elisa, con una expresión grave, se dirigió a Max, Elliot y Samuel, quienes estaban allí.—Escuchen —comenzó Elisa, con la voz tensa. —Castell tiene entre ceja y ceja desmantelar y acabar con la organización Lombardo. No podemos quedarnos aquí.Max, con el ceño fruncido, la interrumpió. —¿Qué sabes de Castell?Elisa respiró hondo antes de continuar. —Francesco, tu padre, asesinó a la esposa de Castell, quien estaba embarazada.Max palideció y el horror se reflejó en su rostro. —¿Qué? No sabía nada de eso. ¿Por qué no me lo dijiste antes?Eliiot, que h