Después de terminar la reunión con su padre, Max se subió al coche y se dirigió a la mansión, que estaba relativamente cerca. Mientras miraba por la ventana, contempló la imponente ciudad de Manhattan. A pesar de la dureza de la vida, veía a personas sonriendo y hablando animadamente entre ellas, incluso a aquellos que vendían en las calles, aparentemente sin un céntimo en los bolsillos.Una punzada de melancolía lo atravesó. Se preguntó cómo habría sido su vida si su madre hubiera estado viva, si ella lo hubiera criado y protegido de las garras de su padre mafioso. La idea de una infancia más feliz, llena de amor y cuidado, lo afligía.Sin saberlo, Maximiliano vivía engañado: su madre no había muerto, como le había hecho creer su padre, Francesco, toda la vida. Esa verdad, oculta en las sombras de su pasado, podría haber cambiado todo. Mientras el coche avanzaba, Max se perdió en sus pensamientos, deseando que las cosas hubieran sido diferentes.*****Minutos después, al llegar a la
Después de la acalorada discusión con Norah y de la inesperada llegada de su padre a la organización, Max buscaba un momento de calma. Con sigilo, se deslizó en la habitación de Abigail, asegurándose de que nadie lo viera. Miró a su alrededor con cautela para evitar encontrarse con Norah, que descansaba en los cuartos de arriba.Al entrar en la habitación, el ambiente se sentía tenso, pero también reconfortante. La tenue luz iluminaba el rostro de Abigail, que dormía plácidamente. Max se detuvo un instante, con una mezcla de culpa y anhelo. Sabía que su vida estaba llena de decisiones equivocadas, pero en ese momento, todo lo que deseaba era protegerla y ofrecerle un refugio en medio del caos que lo rodeaba.«¿Qué estoy haciendo?», murmuró para sí, sintiendo el peso de sus acciones. Se acercó a la ventana y observó el exterior, mientras su mente luchaba entre el deseo de cambiar y la oscuridad de su entorno. Sabía que debía encontrar una manera de reconciliarse con su vida y, sobre to
Max, por su parte, había ido a visitar a su mejor amigo Elliot, que estaba en casa recuperándose del atentado que había sufrido. Sin saber que Abigail y Norah estaban de compras, Max se sentó junto a Elliot, preocupado, pero decidido a brindarle apoyo en su proceso de sanación.Max suspiró y dejó caer la cabeza hacia atrás en el sofá.—Como comprenderás, papá llegó y es muy exigente. Me tiene trabajando el doble, no quiere hacer nada, solo delegar. ¡Es agotador!Elliot soltó una suave risa, a pesar de su convalecencia.—Bueno, al menos tú no estás en la cama recuperándote, como yo. ¡Imagínate si tuvieras que cuidar de mí también!Max se rió, sintiendo un alivio momentáneo.—Eso sería un desastre total. No sé quién necesitaría más ayuda, tú o yo.—Definitivamente tú —respondió Elliot, sonriendo. —Pero en serio, ¿no puedes hacerle entender que no eres una máquina?—Lo he intentado, pero siempre tiene una excusa lista —dijo Max, encogiéndose de hombros. —Es como si estuviera en modo «jef
Al día siguiente, Norah y Abigail terminan de arreglar las cosas que compraron. Fueron tantas que, agotada, Abigail se quedó dormida rápidamente y no pudo acomodarlas ayer. En ese momento, Max entra con mucho cuidado y, desde la puerta, pregunta:—¿Puedo pasar?Abigail mira a Norah, quien asiente con la cabeza. Max entra y observa todo lo que han comprado. Se siente feliz al ver a Abigail con los ojos llenos de alegría por todo lo que han comprado. Aunque el dinero no siempre trae felicidad, al menos les permite comprar momentos gratos, como los que disfrutaron Abigail y Norah mientras paseaban por Nueva York.—¡Mira todo lo que tenemos! —exclama Norah, sonriendo.—Es impresionante —responde Max. —Me alegra ver que se divirtieron tanto con las compras.—Sí, fue una experiencia increíble—dice Abigail, bostezando lentamente. —No hay nada como explorar la ciudad con una jovencita tan risueña, como Abigail.—Y ahora tenemos todo lo necesario para el bebé —añade Abigail, mirando las bolsas
Max estaba a punto de cruzar la puerta de la mansión cuando de pronto, sintió una mano suave pero firme en su brazo. Se volvió y vio a Norah, que lo miraba con una mezcla de preocupación y determinación.—Max, espera —dijo Norah, guiándolo hacia el jardín, lejos de las miradas curiosas de los demás. —Necesito hablar contigo sobre Elisa.Max frunció el ceño, sabiendo que la conversación no sería fácil.—¿Qué pasa? —preguntó, tratando de mantener la calma.Norah lo miró fijamente, con la voz baja pero firme.—Sé que Elisa estuvo aquí y que la dejaste ver a Abigail. ¿Por qué permitiste eso? Sabes lo que significa Elisa para ti, lo que ha sido en el pasado.Max suspiró, sintiéndose atrapado entre su historia con Elisa y su presente con Abigail.—No quería que se armara un escándalo, Norah. Solo quería que todo fuera lo más tranquilo posible.—¿Tranquilo? —replicó Norah, levantando una ceja. — ¿De verdad crees que eso es posible con Elisa en medio? Ella no se detendrá hasta conseguir lo qu
Días después…Oficina del FBI en Nueva York.Damon Castell se apoyó en la mesa del pequeño despacho, con la mirada fija en el mapa de la ciudad que tenía frente a él, lleno de marcadores que señalaban los lugares donde la organización Lombardo había dejado su huella. Carlos Mendiola, su compañero, lo observaba con atención, consciente de la tensión que se respiraba en el ambiente.—Carlos, esto no es solo un caso de robo —comenzó Damon, con su voz grave y decidida. —Estamos hablando de una red criminal que se extiende mucho más allá de lo que vemos. No solo son ladrones; también están involucrados en la trata de personas, el tráfico de drogas y el sicariato. Si queremos atraparlos, necesitamos más que un par de pruebas. Necesitamos aliados.Carlos asintió, consciente del peso de la responsabilidad que recaía sobre ellos. —Lo sé, Damon. Pero la corrupción está tan arraigada en este sistema que es difícil saber en quién confiar. Muchos de nuestros colegas podrían estar en la nómina de Lo
Al día siguiente...Abigail se miró en el espejo, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. Norah, su amiga y confidente, estaba a su lado, ajustándole un mechón de cabello que se había escapado del elaborado peinado. El vestido suelto que Max había elegido para ella caía con gracia sobre su figura, ocultando su incipiente embarazo, pero resaltando su belleza natural.—No puedo creer que esté haciendo esto —murmuró Abigail, mientras los estilistas terminaban de aplicar el último toque de brillo en sus labios.—¡Vamos, Abigail! —exclamó Norah, sonriendo con complicidad. —Te ves increíble. Max tiene razón al querer que lo acompañes. Este evento es importante y tú eres la mujer que él necesita a su lado.Abigail suspiró, sintiendo cómo la ansiedad la carcomía. —No lo sé, no estoy acostumbrada a este tipo de cosas. Todo este brillo y lujo… Me siento fuera de lugar.—No pienses en eso —la animó Norah. —Piensa en lo que significa para Max. Él quiere que estés a su lado, no solo por la imag
Al entrar al club, los presentes se fijaron de inmediato en Abigail. Su belleza y dulzura iluminaban el ambiente, y no pasó mucho tiempo antes de que un grupo de inversores del proyecto turístico de Las Vegas se acercaran a saludarlos. Uno de ellos, un hombre de mediana edad con una sonrisa amplia, se inclinó hacia Abigail y la admiró.—¡Guau! No puedo dejar de decirlo, tiene usted una belleza deslumbrante —dijo el inversor, con un tono halagador. —Es un verdadero placer conocerla, señora.Max, orgulloso, la tomó del brazo con ternura y sonrió, disfrutando del momento. Sin embargo, mientras el inversor se alejaba, a Abigail le recorrió un escalofrío por la espalda. La atención la hacía sentir vulnerable y no pudo evitar soltar una risa nerviosa.—Ves, ahora todos piensan que soy solo una cara bonita —dijo Abigail, tratando de restarle importancia a la situación, pero su voz temblaba ligeramente.Max la miró con ternura, comprendiendo su incomodidad.—No digas eso, Abigail —respondió,