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Varios días después Carlos Gabriel llegó a casa, se sorprendió al darse cuenta de que el portón estaba con llave, resopló y caminó a toda prisa al interior de la finca.

— ¡Pau! —exclamó llamándola—. Angelito —gritó.

Todo estaba en perfecta calma, y eso no le agradó, la piel se le erizó, entonces miró su móvil y se dio cuenta de que lo tenía apagado.

— ¡Maldición! —gruñó y lo encendió, ahí se dio cuenta de las varias llamadas que Pau le había hecho, caminó con ansiedad a la cocina y parpadeó cuando miró una nota pegada en el refrigerador—. «Te estuve llamando y tenías el móvil apagado, vinieron tus primas a invitar a Gabito a la piscina de la Momposina, él no quiso ir solo, fui con ellos» —finalizó de leer en voz alta, y suspiró profundo aliviado.

Subió a la alcoba a ducharse para ir por ellos, y recordó que aún no sacaba todas las cosas de su equipaje, entonces aprovechó para finalizar de acomodar su ropa y encontró el diario de Pau, hacía mucho que no lo había vuelto a leer, por
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