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—No es como tú piensas —Pau expresó poniéndose de pie de inmediato.

Andrea sonrió de manera irónica y movió su cabeza negando.

—A mí, sí me lo parece —dejó que escurrieran las lágrimas que se amotinaron en sus ojos—, llevo años sintiendo un profundo vacío en el pecho, llorando por tu ausencia, extrañándote, preguntándome si estabas viva, si estabas bien, hasta que nos informaron de tu deceso, entonces el alma se me congeló y te encuentro en una agradable reunión en compañía de la familia a la que creía como mía también —gritó.

—No me juzgues sin escuchar la verdad —solicitó Pau.

—Debes escuchar a tu hermana —intervino Gabo intentando que Andrea se serenara—, hay cosas que debes saber.

—¿Para escuchar más mentiras? —Andy cuestionó mirando con dureza a su cuñado—, no gracias.

—Te vas a arrepentir de no hacerlo —enfatizó Gabo y miró a su padre en ese momento—, no puedes emitir juicios sin saber las razones —resopló.

Andy sollozó.

—Ustedes son los que debieron tener consideraciones con
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