—Nora Valentina Rodríguez Mondragón baja en este momento —gritó su abuelo desde la sala. Álvaro inhaló profundo.—Ángel Gabriel —Álvaro alzó la voz—. También tú, baja en este momento —expresó con seriedad.Norita al escuchar la voz de Francisco se estremeció, y abrió sus ojos con amplitud. —Suena a enojado —murmuró observando a Angelito. —¿No le habrá gustado cómo le quedó el cabello?Angelito abrió los ojos de par en par.—Tampoco mi abuelo se escucha contento —expresó. —¿No se habrá dado cuenta que se ve más joven? —indagó mirando a Norita.La pequeña presionó los labios. —Tengo miedo —susurró.Angelito la tomó de la mano.—También yo —expresó—, mi papá antes gritaba mucho, pero ya no, creo que debemos decirle que los aconseje para que dejen de hacerlo —sugirió—, será mejor que bajemos.—Tienes razón, aunque mi abuelo sonó igualito que mi mamá. —Sonrió—, vayamos a ver qué desean. —Agarró la mano de él. Instantes después los pequeños llegaron y se encontraron con sus abuelos.—¿N
Pau movió la cabeza negando.—Es raro que el abuelo se enoje, pero hoy lo está —expresó—, será mejor esperar a que baje con su nueva imagen. —Presionó sus labios.—Te mereces un buen castigo —añadió Gabo—, además como no vas a la escuela, no sabes utilizar las tijeras, pudiste causar un accidente —indicó. Angelito inclinó su rostro y sus ojos se llenaron de lágrimas.—La abuela dijo que le ayudaríamos a verse mejor —indicó—, y ahora a nosotros nos castigan —reprochó llorando.—Ya hablaremos en casa —Pau mencionó y luego miró a Norita. —¿Tú le teñiste el cabello a tu abuelo? —preguntó.La pequeña asintió, presionaba los labios para no reír, pero no lo pudo evitar. —Angelito me dio la idea, se trajo un spray de Joaquín —declaró. —¿Hurtaste un spray de mi tío? —indagó Gabo a su hijo—, ay no ya causaste una conmoción en la hacienda, debe estar vuelto loco, investigando quién fue. Angelita miró a su papá e inhaló profundo.—No, yo no hurté nada, ni sé qué quiere decir eso, suena muy fe
—¡Pau! —exclamó María Paz entrando a la cocina del coffee lodge.—Hola, ¿Qué se te ofrece? —Paula María salió acomodándose su filipina y le sonrió.—Buenos días, lamento interrumpirte, es que deseo presentarte a alguien —informó—, ven conmigo por favor. —Claro —Pau se acercó a la tía Paz y esperó a que ella tomara la palabra.Ambas salieron de la cocina hasta el restaurante en donde un joven alto de piel clara, cabello castaño y ojos verdes estaba parado observando la decoración. —Gustavo —pronunció Paz aclarándose la voz para captar la atención del joven. El chico giró y lo primero que hizo fue enfocar su mirada en la hermosa chica que acompañaba a la dueña de la hacienda, contempló aquel rostro angelical, y esa mirada azulada. —Pau, te presento a Gustavo, desde hoy va a trabajar con nosotros como guia, hará el trabajo que realizaba Sam en el pasado —informó—, deben ponerse de acuerdo con el menú que se ofrecerá a los turistas que vienen a visitarnos, ustedes saben de eso. —Much
Paula María y Carlos Gabriel, se encontraban supervisando al equipo de decoradores, que contrataron para celebrar los 5 años de vida de su pequeño hijo. Sonreían emocionados al saber que aquella celebración sorpresa para su hijo, le encantaría.Todas las mesas que había en el jardín tenían mantelería de distintos colores, de acuerdo a la vestimenta de los superhéroes, que tanto le gustaban a Gabito, además de cajas largas, simulando ser edificios y en la punta indicaban los años que cumplía el pequeño. Cada una de las sillas tenía una capa. Además, qué hermosas farolas estaban colgadas por todo el lugar, con el rostro de cada uno de aquellos personajes.La mesa de dulces, tenía un escenario de una ciudad en la oscuridad, con torres de globos simulando a un personaje distinto, así como cada delicado postre que Paula María había hecho con todo su amor, estaba decorado con delicadeza.Después de finalizar con la labor, Gabo y Pau se fueron a cambiar de ropa, Carlos Gabriel eligió el pers
Angelito se dio cuenta de que uno de sus amigos, desde que Norita llegó, se acercó demasiado a ella, hacia donde se movía, él lo hacía también, por lo que eso no le agradó, durante unos minutos, estuvo atento a todo lo que hacía y le decía, hasta que no pudo con ese enojo y corrió a enfrentarlo.—No me gusta que estés tan cerca de mi novia —bramó y lo empujó—. Ella vino a mi cumpleaños a verme a mí —gruñó mostrando sus dientes. El pequeño al que empujó se empezó a reír mofándose. —No puede ser tu novia, los niños de tu edad no tienen pareja —refutó—, yo soy más grande, y me gusta Norita —declaró—, le voy a pedir que esté conmigo. —Ni se te ocurra. —Lo señaló—, nosotros nos conocemos de toda la vida —manifestó—. Ella es mi novia —repitió—, no puede serlo de ti —explicó—. Solo se debe querer a una persona y no más.Norita sonrió al escucharlo. —Pero la abuela dice que se puede mirar a los bizcochos sabrosos —expuso, y luego miró al niño más grande—, yo no quiero ser tu novia, soy la
—Es una sorpresa, así que tendré que cubrirte los ojos —indicó y sacó del bolsillo una pañoleta, se aproximó al pequeño y cubrió sus ojitos. —Con cuidado que tengo un golpe por los ojos —indicó—. No te tardes mucho —solicitó.Carlos con cuidado llevó al pequeño a la mitad del jardín, entonces colocó frente a él su obsequió. —Ya puedes mirar —solicitó. Angelito se arrancó con rapidez el vendaje, abrió los ojos de par en par y recorrió con su azulada mirada el flamante pony en color blanco.—Me cumpliste mi sueño —expresó con entusiasmo—. Es increíble. —Brincó con emoción.—¿Puedo tocarlo? —preguntó.—Es todo tuyo, ven, vamos a que lo acaricies, debes cuidarlo mucho —recomendó Carlos. —Sí, lo prometo—. Ahora sí pareceré todo un hacendado —bromeó—. Iré a recorrer las tierras con mi tío abuelo Joaquín. —Carcajeó.—Ibas tan bien, pero tan bien, hasta que tuviste que pronunciar la palabra prohibida —expuso Joaquín bufando—, si dejas de decirme tío abuelo, te daré un lugar en la hacienda
Carlos Duque en la sala de la hacienda mantenía esa hoja arrugada entre sus puños.—Hay que buscar protección, esos tipos ya saben que está viva —masculló—, todo el país sabrá a lo que se dedicaba Paula María. —Miró a Ely. Elizabeth apretaba sus puños, y pensaba la forma de desmentir todo aquello, pero no se le venía nada a la mente, no sabía a quiénes se estaban enfrentando, pero entonces su brillante mente supo que debían hacer. —Hay que buscar los datos de las personas que imprimieron esos volantes y si las imágenes han sido publicadas en algún medio, demandaremos —expuso—, esto es terrible, no pueden exponer a una mujer de esa forma. —Inhaló profundo. Rosario, la madre de Carlos, se conectó con lo que estaba sintiendo en ese momento Paula María. —Debe ser valiente, no puede dejar que esto la destruya, debe hablar, y contar su versión de los hechos, ya no puede seguir ocultándose —propuso y observó a los padres de la joven—. No es justo que la juzguen sin darle la oportunidad d
Carlos Gabriel no podía conciliar el sueño, cada ruido que escuchaba lo sobresaltaba y el corazón le latía desbocado. Suspiró profundo y acarició con delicadeza el dorado cabello de Paula María. —No voy a permitir que vuelvan a lastimarte —susurró—, nadie volverá a hacerte daño, lo juro —expresó apretando los dientes con impotencia. El rugido de un motor provocó que el corazón de Gabo se disparara, se asomó con sigilo a la ventana y notó que era un auto vecino, soltó el aire que estaba conteniendo y salió de la alcoba para ir a revisar a su hijo. Entró intentando hacer el menor ruido y observó al pequeño dormido, agarrado de la mano de Norita, los miró con ternura a ambos, y su corazón se achicó de solo pensar que esos criminales pudieran hacerles daño. —Buscaremos la manera de huir —murmuró bajito acariciando el cabello del niño—, pero no volverán a separarnos, lo prometo —sentenció, y se quedó unos minutos velando el sueño de su hijo. ***A la mañana siguiente.Eran cerca de