Capítulo 37

―A lo mejor tú te alegres, pero yo no estoy ni un poquitito feliz con tus tonterías, ¿sabes? ―le espeto cabreada, a sabiendas de que no puedo hacer nada por deshacerme de su agarre―y ya deberías de dejar de ser tan abusivo, solo porque soy más pequeña que tú―le suelto.

Pero, en lugar de lograr que le dé vergüenza lo que le acabo de decir y que me suelte, me acerca y me da un beso.

―Lo siento―se limita a decirme―pero todo era necesario―me asegura y ahora sus palabras me tienen anonadada.

―Pues, me vas a tener que explicar la necesidad de meterte en camisa de once varas, solamente porque amaneciste algo chistoso―le suelto y él ahora me sonríe.

―Te recuerdo que ese día no dormí, precisamente porque habíamos tenido fuego en el yate―me indica y ahora sí que estoy sorprendida.

― ¿Y qué demonios tiene que ver el incendio con todo lo que hiciste ayer? ―inquiero, con una mezcla de sentimientos que van entre estar ofuscada y ansiosa.

―Pues, muy sencillo, porque, tal y como confirmó el investiga
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