Ronda llevaba más de un año sin saber nada de Andy Mc Abott, ni siquiera las funcionarias de prisiones se habían prestado a darle ninguna información sobre él, por lo que lo imaginó fuera de aquella prisión, viviendo su vida, sin acordarse de la egoísta Ronda que lo había seducido para conseguir privilegios, y después había terminado por caer en su propia trampa.Aquel día, que para Ronda era como cualquier otro, cambió cuando recibió una carta que no esperaba. No es que recibiera mucha correspondencia, pues ni su familia, ni sus antiguos amigos querían saber nada de ella, ahora que había caído en desgracia. Así que cuando le entregaron el pulcro sobre blanco sin remite, lo abrió cuidadosamente, y sacó de su interior dos cuartillas escritas con tinta azul, y exquisita caligrafía.“Querida Ronda. He necesitado que pasara un año entero para que mi alma te perdonara, y ahora sé que no eres del todo culpable de lo sucedido. Yo me dejé engatusar, caí en tus redes, aún cuando sabía que eras
El despertador de Meg sonaba con su estridente melodía, y la pobre chica, que estaba agotada, porque la noche anterior se había quedado estudiando hasta la madrugada, se levantó, y lo apagó. Como cada día, eran las cinco de la mañana, y al igual que cada día, el frío golpeó a Meg que estaba aún adormilada, y no era consciente de que no había encendido la calefacción porque no le quedaba suficiente dinero hasta final de mes.Se duchó rápidamente, se puso su uniforme de limpiezas Carol’s, y tomó al pequeño Ben en brazos, aún profundamente dormido. Ben, que ya tenía cuatro años, era su alegría de vivir, aún cuando pasaran penalidades y ella tuviera que hacer horas extra en la empresa de limpieza, se sentía feliz de que el pequeño Ben hubiera llegado a su vida.Cargó con él hasta el piso que est
Levy llevaba al menos una hora subido en su bicicleta estática, mirando como amanecía tras el inmenso ventanal de su moderno apartamento del centro de la ciudad. Sentía el sudor corriendo por su espalda, por su frente, e incluso se le metía en los ojos, obligándolo a pestañear; pero nada de eso le importaba. Necesitaba quemar calorías, liberar tensión, y sentir el ardor en sus músculos antes de ducharse y acudir a la cita que su padre le había impuesto esa mañana.Levy Gordon I, es decir, el padre de Levy, le había pedido que llevara el nuevo contrato a una de las cooperativas de lasque mayores beneficios obtenían, y él sabía que habría problemas. El contrato nuevo era mucho más exigente, y él sabía que en aquella cooperativa, los agricultores no tenían demasiado dinero, y dependían de sus cultivos para sobrevivir. Así se lo
Varias horas después Meg se frotó los riñones con las manos, intentando calmar el dolor que sufría. Había pasado cinco horas limpiando los baños de aquellas oficinas, y lo cierto es que estaba absolutamente agotada. Se dio prisa en recoger sus cosas, y cuando llegó a la calle, vio que la furgoneta de su jefe ya la estaba esperando.- Hola Mike, ¿llevas mucho esperando?Mike, que tenía pocos años más que Meg, era el hijo del jefe de la empresa de limpiezas, y era el encargado de llevar a los trabajadores de su padre de una ubicación a otra. Aunque tenía un carácter gruñón, y pocas veces estaba de buen humor, lo cierto es que a Meg le caía bien, y le gustaba conversar con él.- No, Meg, acabo de aparcar, de hecho estaba a punto de ir a por un café, pero has llegado más pronto de lo que pensaba.- ¿Quieres que vay
Levy miró su reloj de pulsera, y vio que se había entretenido dos horas más de lo previsto, maldijo entre dientes y decidió que tenía que finalizar aquella reunión cuanto antes si quería llegar a su propia fiesta de compromiso.- Señores.- dijo con su profunda voz.- sé que esperaban a mi padre, pero les aseguro que he recibido instrucciones precisas por su parte, y si no desean firmar, les ruego que me lo digan.- Levy, muchacho, no te pongas así.- dijo uno de los hombres más mayores.- es solo que estos asuntos los manejaba siempre tu padre.Levy los miró con el ceño fruncido, y rezó en su interior porque su expresión facial mostrara una seguridad que realmente no sentía. Su padre, que había acudido esa mañana a una cita muy importante, le había pedido que se encargara de cerrar ese trato en su pueblo natal; una pequeña loca
Meg sonrió con alegría en cuanto divisó la casa de sus padres en la distancia. Inicialmente había pensado que no sería capaz de llegar con el estado en el que se encontraba la carretera, pero finalmente, con mucho cuidado, y circulando muy lentamente, había conseguido atravesar la autovía, y desviarse en el carril de acceso que llevaba al lugar donde vivían sus progenitores.En cuanto estuvo un poco más cerca, se dio cuenta de que su madre estaba ya en la puerta, haciendo visera con la mano, y vestida con una cazadora acolchada que la cubría de arriba a abajo. Su madre debió de verla casi a la vez, porque comenzó a avanzar por el estrecho pasillo que habían liberado para acceder a la casa, y en pocos minutos estuvieron en el mismo punto.Meg abrió la puerta de su furgoneta, y sintió el azote del frío, y la vent
Después de llevar una hora circulando muy lentamente ir la autopista, el coche de Levy patinó, y a punto estuvo de golpearse con el guardaraíl; afortunadamente, pudo controlarlo y de ese modo volver a la carretera. Aunque todo fue en vano, pues pocos kilómetros mas adelante se encontró con varios vehículos detenidos, que no podían continuar debido a varios accidentes que dificultaban la circulación.Levy se bajó del coche, y se acercó a la ventanilla del coche que se encontraba justo delante del suyo, era un viejo utilitario de color rojo, carcomido por el sol, que conducía una mujer muy mayor, tanto que a Levy le pareció que no tenía edad para conducir, pero prefirió guardar silencio. La mujer abrió la portezuela del coche, y lo miró con ojillos reprobadores, lo que Levy supuso que se debía a que
- ¿Señora? ¿Se encuentra usted bien?Meg se sbresaltó al escuchar el sonido seco de los nudillos golpeando la ventana de su furgoneta. Ella llevaba ya un buen rato detenida, y había señalizado su posición, ya que la furgoneta era blanca, y temía que no la vieran. Se asomó, y se alarmó al ver que se trataba dela policia.- Si, si.- se apresuró a responder.- me encuentro perfectamente, ¿sabe cuándo podremos salir de la carretera?- Precisamente por eso venía, quería informarla de que las máquinas quitanieves no circularán hasta mañana temprano, por lo que tendrán que pasar aquí la noche.- Pero eso no puede ser… ¿cómo voy a pasar aquí la noche? Necesito llegar a mi casa.- ¿Está usted enferma o necesita medicación urgente?- No, no es eso, es que tengo un ni