Meg sonrió con alegría en cuanto divisó la casa de sus padres en la distancia. Inicialmente había pensado que no sería capaz de llegar con el estado en el que se encontraba la carretera, pero finalmente, con mucho cuidado, y circulando muy lentamente, había conseguido atravesar la autovía, y desviarse en el carril de acceso que llevaba al lugar donde vivían sus progenitores.
En cuanto estuvo un poco más cerca, se dio cuenta de que su madre estaba ya en la puerta, haciendo visera con la mano, y vestida con una cazadora acolchada que la cubría de arriba a abajo. Su madre debió de verla casi a la vez, porque comenzó a avanzar por el estrecho pasillo que habían liberado para acceder a la casa, y en pocos minutos estuvieron en el mismo punto.
Meg abrió la puerta de su furgoneta, y sintió el azote del frío, y la ventisca.
- Mamá, aquí tengo las pastillas.- dijo tendiéndole una bolsita de cartón con letras azules.
- Muchas gracias, cariño, menos mal que has podido venir, estaba realmente preocupada por tu padre.
- Yo también me alegro de estar aquí, pero lo cierto es que debería emprender el regreso.
- Meg, no puedes irte con este tiempo, tendrás un accidente, quédate a pasar la noche, y mañana temprano ya emprendes el regreso, ¿te parece?
Meg la miró atónita, tanto su madre como ella sabían que no sería bien recibida en aquella casa, pues su padre le negaba la palabra desde hacía cinco años; aún así, optó por no disgustar más a la mujer que le había dado la vida, y buscó otra cosa que pudiera ser creíble para su madre.
- No puedo, mamá, Ben está en casa de mi vecina, y ya bastante ha hecho quedándose con él tantas horas, no puedo obligarla a que lo cuide también durante la noche.
Después de un par de minutos de discusión, su madre le tendió una bolsa nevera, igual que las que usaban para salir al campo a hacer picnics cuando ella era pequeña, y le suplicó que tuviera mucho cuidado en el viaje de vuelta.
Meg supuso que su madre se había sentido aliviada con su decisión de no quedarse allí a pasar la noche, pues la situación hubiera sido muy incómoda para todos, pero no dijo nada, y simplemente se alegro de haberla visto, se despidió con un beso rápido, y emprendió el camino de regreso muy lentamente.
Estaba segura de que en cuanto abandonara el camino de acceso al pequeño pueblo en que vivían sus padres, y se incorporara a la autopista, todo estaría solucionado, pues a esas alturas, las máquinas quitanieves ya debían de estar circulando, y por tanto, habrían despejado ya la carretera.
Tardó casi media hora en encontrar el desvió que buscaba, y cuando lo hizo, toda su positividad se hundió, la autopista estaba completamente cubierta de nieve, y aunque algunos coches si que circulaban por ella, la velocidad era lentísima, por lo que sabía que tardaría al menos dos horas en estar de nuevo en su confortable sillón, cubierta con una manta, y cenando pizza con Ben. Aprovechando la circulación tan lenta que estaban sufriendo, llamó a Emma, su vecina, y le explicó cual era la situación del camino, y que tardaría más de lo previsto en llegar. Ella le dijo que no había ningún problema, y que si veía que la situación se complicaba, podía regresar a casa de sus padres, y volver a la ciudad al día siguiente; y a punto estuvo de hacerlo, pero cuando ya había tomado la determinación de pasar la noche en la casa de su infancia, escuchó la dulce voz de Ben preguntando por detrás si su mamá había comprado ya los ingredientes para la pizza que cenarían esa noche; y aunque era una locura, y ella lo sabía, reinició la marcha, y tomó la determinación de llegar a su casa, incluso aunque tuviera que conducir en medio de esa ventisca durante dos horas. No quería defraudar a su hijo una vez más, y esa era su noche de pizza, siempre cenaban pizza, veían una película de dibujos animados, y al final el pobre Ben caía dormido de agotamiento, y Meg lo llevaba en brazos a la cama. Así que se prometió a si misma que seguiría circulando, y llegaría a tiempo para hacer la compra en el supermercado.
Después de llevar una hora circulando muy lentamente ir la autopista, el coche de Levy patinó, y a punto estuvo de golpearse con el guardaraíl; afortunadamente, pudo controlarlo y de ese modo volver a la carretera. Aunque todo fue en vano, pues pocos kilómetros mas adelante se encontró con varios vehículos detenidos, que no podían continuar debido a varios accidentes que dificultaban la circulación.Levy se bajó del coche, y se acercó a la ventanilla del coche que se encontraba justo delante del suyo, era un viejo utilitario de color rojo, carcomido por el sol, que conducía una mujer muy mayor, tanto que a Levy le pareció que no tenía edad para conducir, pero prefirió guardar silencio. La mujer abrió la portezuela del coche, y lo miró con ojillos reprobadores, lo que Levy supuso que se debía a que
- ¿Señora? ¿Se encuentra usted bien?Meg se sbresaltó al escuchar el sonido seco de los nudillos golpeando la ventana de su furgoneta. Ella llevaba ya un buen rato detenida, y había señalizado su posición, ya que la furgoneta era blanca, y temía que no la vieran. Se asomó, y se alarmó al ver que se trataba dela policia.- Si, si.- se apresuró a responder.- me encuentro perfectamente, ¿sabe cuándo podremos salir de la carretera?- Precisamente por eso venía, quería informarla de que las máquinas quitanieves no circularán hasta mañana temprano, por lo que tendrán que pasar aquí la noche.- Pero eso no puede ser… ¿cómo voy a pasar aquí la noche? Necesito llegar a mi casa.- ¿Está usted enferma o necesita medicación urgente?- No, no es eso, es que tengo un ni
Cinco años antesLa boca de Meg se abrió instintivamente cuando el chico alto y rubio que se había presentado como Levy, posó sus labios sobre los suyos. Levy era atlético, y sus ojos azules habían calentado el interior de Meg desde el primer momento.Era la primera vez que sus amigas y ella se colaban en una fiesta universitaria, y Meg estaba segura de que las pillarían antes de entrar, pero lo cierto es que no fue así. Meg se fijó en Levy en cuanto llegaron, y aunque habitualmente era tímida, esa noche se deshinibió, y se acercó al lugar en el que estaba el chico.Una vez allí, observó como los ojos del chico se posaban en ella, y como su sonrisa se curvaba en una mueca sensual. No era más que un muchacho, pero sus rasgos masculinos volvieron loca a Meg. Se presentaron, hablaron de trivialidades, y diez minutos después, Meg y Levy ya es
En la actualidad - Meg, ¿estás enfadada? Meg volvió al presente cuando se dio cuenta de que llevaba más tiempo sin responder del que habitualmente se considera adecuado, y en ese momento, pensó que tenía que decir algo si no quería despertar todas las alarmas. - No, claro que no, es que no pensaba volver a verte. - Ya, eso me imagino. En cualquier caso, muchas gracias por acogerme. - La policia me ha pedido ayuda, no podía negarme, ¿no? - Bueno, supongo que no cualquier acogería a un desconocido en su furgoneta. - Ya, si, pues yo si que lo he hecho. ¿Tienes hambre? - Lo cierto es que si, apenas pude comer nada al mediodía, y no llevaba nada comestible en el coche. Meg se encaminó al lugar en el que había dejado la bolsa que su madre le entregó cuando estaba a punto de volver a la carretera, y sacó de su interior un par de recipientes llenos de comida, y un termo. Calentó el contenido de las tarter
Levy se despertó antes de que amaneciera, cuando las primeras luces del amanecer comenzaban a insinuarse en horizonte, y rápidamente se dio cuenta de que no estaba en la cómoda cama de su casa. En primer lugar porque el colchón de la cama en la que se encontraba era muy duro, y se le clavaban los muelles en las costillas; en segundo lugar porque una figura femenina se enroscaba a su cuerpo, y él siempre dormía solo.Abrió los ojos muy velozmente, inquieto, y fue consciente de su situación, se había quedado atrapado en la nieve, y la amable Meg lo había acogido en su furgoneta, lo que no tenía claro es como Meg había llegado a entrelazarse con su cuerpo.Estaba rodeándole la cintura con el brazo, y había colado una de sus piernas entre las dos suyas; la cadera de Meg se apretaba contra la suya, y en cuanto notó ese contacto, sintió una erección creciend
Meg viajaba en la furgoneta de rescate, pero su mente estaba muy lejos de allí, estaba perdida en un océano de recuerdos. En su mente se fusionaban imágenes de lo que acababa de suceder minutos antes en su furgoneta, cuando ella, como una estúpida había vuelto a entregarse a Levy, y a punto había estado de acostarse con é; de hecho, de no haber sido por la llegada de la policía, que venía en su rescate, para sacarlos de la nieve; se hubiera entregado al deseo, y hubiera vuelto a cometer el mismo error que ya cometió cinco años atrás.Su mente viajó, sin poder evitarlo, a lo sucedido en el pasado, al momento en el que ella vio su vida cambiar, y dejó de ser una princesa; para convertirse en una pobre empleada de limpieza sin un centavo.Cinco años antesMeg se sentó sobre la taza del wc de su casa familiar, y lloró, sabiendo que estaba amparada p
Ronda había dormido poco, y por eso le molestó profundamente despertarse tan temprano. Entornó los ojos para ver lo que la había despertado, y comprobó que había sido Marlon, que estaba dejando la habitación casi de puntillas.- ¿Te ibas sin despedirte?- dijo Ronda, que acababa de colocarse sobre la cama en una pose sensual, y que con su comentario hizo que el hombre diera un respingo.- Tengo mucho trabajo pendiente, princesa.- Marlon le guiñó uno de sus preciosos ojos azules, y Ronda se derritió.- ¿Estás seguro de que ese trabajo no puede esperar?- dijo ella dando unos golpecitos sobre el colchón.Marlon la miró cargado de lujuria, y Ronda dejó que el fino tirante de su camisón cayera deslizándose por su hombro; uno de sus pechos quedó semi expuesto, y la reacción de Marlon fue instantánea. Cerró la p
Meg llegó a casa completamente exhausta. El vehículo de rescate los dejó en un punto del centro de la ciudad, pero debido a la enrome nevada que había caído durante toda la noche, el autobús, que era el único medio para llegar a su casa, no funcionaba, y por tanto, le tocó caminar durante más de una hora, hasta que al fin se adentró en el barrio de las afueras en el que Ben y ella vivían.Subió las escaleras del edificio contenta, esperando ver a su hijo, y en cuanto llegó al piso en el que se encontraba su pequeño apartamento, llamó a la puerta de Emma, su vecina.Emma apareció en el quicio de la puerta medio adormilada, y Meg se sintió mal por haber interrumpido su descanso, supuso que como el clima era tan malo esa mañana, Emma habría aprovechado para descansar, y dormir más de lo que habitualmente podía.- ¡