- ¿Señora? ¿Se encuentra usted bien?
Meg se sbresaltó al escuchar el sonido seco de los nudillos golpeando la ventana de su furgoneta. Ella llevaba ya un buen rato detenida, y había señalizado su posición, ya que la furgoneta era blanca, y temía que no la vieran. Se asomó, y se alarmó al ver que se trataba dela policia.
- Si, si.- se apresuró a responder.- me encuentro perfectamente, ¿sabe cuándo podremos salir de la carretera?
- Precisamente por eso venía, quería informarla de que las máquinas quitanieves no circularán hasta mañana temprano, por lo que tendrán que pasar aquí la noche.
- Pero eso no puede ser… ¿cómo voy a pasar aquí la noche? Necesito llegar a mi casa.
- ¿Está usted enferma o necesita medicación urgente?
- No, no es eso, es que tengo un niño pequeño.
- ¿Está el niño solo? ¿Corre peligro?
- No, está con mi vecina, pero le he prometido que llegaría antes del anochecer, y cenaríamos pizza.
- Lo siento de veras, señora, pero ahora mismo no podemos hacer nada por usted, estamos evacuando a varias personas que se encuentran en situaciones graves, y a pesar de que comprendo su inquietud, no podemos llevarla. De hecho, estaba a punto de preguntarle si puede hacerse cargo de otro de los pasajeros que se han quedado atrapados por la nieve, ya que se encuentra solo, y ha sufrido un leve accidente.
- ¡Oh, Dios mío! ¿Está herido?
- No, se ha caído al salir de su vehículo, pero no podemos evacuarlo, pues actualmente estamos llevándonos a varias personas que se encuentran en grave riesgo de hipotermia, o que necesitan medicación de forma urgente, y aunque él es joven, se encuentra magullado, y preferiríamos que pasara la noche acompañando. ¿Le importaría a usted darle alojamiento durante unas horas hasta que pueda reanudarse el tráfico con normalidad?
- No, por favor, pídale que venga, yo le habilitaré un espacio aqui, esta furgoneta es grande, y podemos pasar la noche ambos.
- Le agradecemos mucho su buena disposición, y le deseamos una buena noche, mañana a primera hora vendrá un vehículo de rescate y los sacará de aquí, no se preocupe.
Mientras esperaba la llegada del hombre que la policía le había pedido que acogiera, llamó a casa de su vecina Emma, y le explicó la situación, ella se mostró muy comprensiva, y le pidió que no dudara en llamarla si tenía algún otro problema; pero el pobre Ben, comenzó a llorar al otro lado del auricular, y se negó a pronunciar palabra a pesar de que Meg le prometió que pasarían todo el día siguiente juntos; así que al final, cuando sintió el golpeteo de unos nudillos en la puerta de su furgoneta, tuvo que finalizar la llamada, quedándose con mal sabor de boca por el enfado de su hijo.
Abrió la puerta, y el frío polar del exterior, dio paso a un hombre completamente embozado, que una vez en el interior de la furgoneta comenzó a quitarse capas. Lo hizo de espaldas a ella, intentado no ensuciar mucho el entorno que sería su casa en las próximas horas, y Meg no pudo, sino observar que el hombre tenía una espalda ancha, y unas caderas estrechas que provocaban calor en su interior. Se fijó en que iba vestido con un traje elegante,y en como la chaqueta se pegaba a sus anchos hombros, y a sus brazos musculosos, que se tensaron en el momento en que el hombre forcejeó con los guantes que se le habían quedado adheridos a la piel.
Luego se giró, con la intención de presentarse, pero sus palabras murieron en su boca, y fueron sustituidas por una expresión de asombro.
- ¡Eres tú!.- dijo.- No puedo creerme que vuelva a verte tantos años después…
La charla de Levy siguió, pero la sangre había abandonado el rostro de Meg, que se veía incapaz de pensar, pues allí, en su furgoneta, se encontraba Levy, el padre de su hijo Ben, el hombre que nunca quiso convertirse en padre, y que la evadió cuando ella trató de localizarlo.
- ¿Levy?-consiguió decir.
- Si, claro, soy yo, ha pasado tanto tiempo, ¿cuánto hace que nos conocimos?
- Cinco años.- respondió Meg en un tono seco e impersonal.
- Cinco años… parece que haya sido una vida entera…
- Ya lo creo.- le respondió Meg, pensando en su pequeño Ben, y en como su vida se había visto completamente transformada después de una sola noche juntos.
- Meg, ¿estás enfadada?
Pero Meg no estaba enfadada, solamente perdida en un mar de recuerdos que de repente se le hacían insoportables, y que la inundaron, sin darle tregua.
Cinco años antesLa boca de Meg se abrió instintivamente cuando el chico alto y rubio que se había presentado como Levy, posó sus labios sobre los suyos. Levy era atlético, y sus ojos azules habían calentado el interior de Meg desde el primer momento.Era la primera vez que sus amigas y ella se colaban en una fiesta universitaria, y Meg estaba segura de que las pillarían antes de entrar, pero lo cierto es que no fue así. Meg se fijó en Levy en cuanto llegaron, y aunque habitualmente era tímida, esa noche se deshinibió, y se acercó al lugar en el que estaba el chico.Una vez allí, observó como los ojos del chico se posaban en ella, y como su sonrisa se curvaba en una mueca sensual. No era más que un muchacho, pero sus rasgos masculinos volvieron loca a Meg. Se presentaron, hablaron de trivialidades, y diez minutos después, Meg y Levy ya es
En la actualidad - Meg, ¿estás enfadada? Meg volvió al presente cuando se dio cuenta de que llevaba más tiempo sin responder del que habitualmente se considera adecuado, y en ese momento, pensó que tenía que decir algo si no quería despertar todas las alarmas. - No, claro que no, es que no pensaba volver a verte. - Ya, eso me imagino. En cualquier caso, muchas gracias por acogerme. - La policia me ha pedido ayuda, no podía negarme, ¿no? - Bueno, supongo que no cualquier acogería a un desconocido en su furgoneta. - Ya, si, pues yo si que lo he hecho. ¿Tienes hambre? - Lo cierto es que si, apenas pude comer nada al mediodía, y no llevaba nada comestible en el coche. Meg se encaminó al lugar en el que había dejado la bolsa que su madre le entregó cuando estaba a punto de volver a la carretera, y sacó de su interior un par de recipientes llenos de comida, y un termo. Calentó el contenido de las tarter
Levy se despertó antes de que amaneciera, cuando las primeras luces del amanecer comenzaban a insinuarse en horizonte, y rápidamente se dio cuenta de que no estaba en la cómoda cama de su casa. En primer lugar porque el colchón de la cama en la que se encontraba era muy duro, y se le clavaban los muelles en las costillas; en segundo lugar porque una figura femenina se enroscaba a su cuerpo, y él siempre dormía solo.Abrió los ojos muy velozmente, inquieto, y fue consciente de su situación, se había quedado atrapado en la nieve, y la amable Meg lo había acogido en su furgoneta, lo que no tenía claro es como Meg había llegado a entrelazarse con su cuerpo.Estaba rodeándole la cintura con el brazo, y había colado una de sus piernas entre las dos suyas; la cadera de Meg se apretaba contra la suya, y en cuanto notó ese contacto, sintió una erección creciend
Meg viajaba en la furgoneta de rescate, pero su mente estaba muy lejos de allí, estaba perdida en un océano de recuerdos. En su mente se fusionaban imágenes de lo que acababa de suceder minutos antes en su furgoneta, cuando ella, como una estúpida había vuelto a entregarse a Levy, y a punto había estado de acostarse con é; de hecho, de no haber sido por la llegada de la policía, que venía en su rescate, para sacarlos de la nieve; se hubiera entregado al deseo, y hubiera vuelto a cometer el mismo error que ya cometió cinco años atrás.Su mente viajó, sin poder evitarlo, a lo sucedido en el pasado, al momento en el que ella vio su vida cambiar, y dejó de ser una princesa; para convertirse en una pobre empleada de limpieza sin un centavo.Cinco años antesMeg se sentó sobre la taza del wc de su casa familiar, y lloró, sabiendo que estaba amparada p
Ronda había dormido poco, y por eso le molestó profundamente despertarse tan temprano. Entornó los ojos para ver lo que la había despertado, y comprobó que había sido Marlon, que estaba dejando la habitación casi de puntillas.- ¿Te ibas sin despedirte?- dijo Ronda, que acababa de colocarse sobre la cama en una pose sensual, y que con su comentario hizo que el hombre diera un respingo.- Tengo mucho trabajo pendiente, princesa.- Marlon le guiñó uno de sus preciosos ojos azules, y Ronda se derritió.- ¿Estás seguro de que ese trabajo no puede esperar?- dijo ella dando unos golpecitos sobre el colchón.Marlon la miró cargado de lujuria, y Ronda dejó que el fino tirante de su camisón cayera deslizándose por su hombro; uno de sus pechos quedó semi expuesto, y la reacción de Marlon fue instantánea. Cerró la p
Meg llegó a casa completamente exhausta. El vehículo de rescate los dejó en un punto del centro de la ciudad, pero debido a la enrome nevada que había caído durante toda la noche, el autobús, que era el único medio para llegar a su casa, no funcionaba, y por tanto, le tocó caminar durante más de una hora, hasta que al fin se adentró en el barrio de las afueras en el que Ben y ella vivían.Subió las escaleras del edificio contenta, esperando ver a su hijo, y en cuanto llegó al piso en el que se encontraba su pequeño apartamento, llamó a la puerta de Emma, su vecina.Emma apareció en el quicio de la puerta medio adormilada, y Meg se sintió mal por haber interrumpido su descanso, supuso que como el clima era tan malo esa mañana, Emma habría aprovechado para descansar, y dormir más de lo que habitualmente podía.- ¡
Cinco años antesDespués de la visita que Meg hizo al ginecólogo, ocultó su estado tanto tiempo como pudo, tenía miedo de que el doctor Cooper les hablará a sus padres de los planes que tenía para su bebé; pero a la vez se sentía tan asustada, que decidió acudir en busca de Levy, y pedirle que la ayudara con su futuro hijo.No le resultó fácil encontrarlo, pues no tenía muchos datos sobre el paradero del chico que la había dejado embarazada. Al final, decidió acudir al piso en el que lo conoció, y allí se topó con la señora de la limpieza, que le dijo que no conocía a ningún Levy.Ella le dejó una nota para que se la entregara a cualquiera de los inquilinos de aquel piso de estudiantes, suponiendo que ellos si que debían de cono
Desde que regresó a casa, Levy estaba enfadado. No demasiado enfurecido, pero si lo suficiente como para que en el hospital lo evitaran sus compañeros, y en casa, ningún amigo le sugieriera planes. Llevaba así desde la noche que pasó encerrado con Meg en la furgoneta.Habían compartido una de las mejores experiencias de su vida, habían estado a punto de acostarse juntos, y ella lo había deseado tanto como él mismo, y sin embargo, tras ese interludio amoroso, ella se había negado a darle su número de teléfono.Si al menos le hubiera confirmado que salía con alguien, él… ¿él qué? Pensó de repente. Si le hubiera dicho que tenía una pareja se habría enfadado aún más, y le hubiera recriminado el comportamiento que tuvieron al despertarse. Y era consciente de ello, aunque no quisiera admitirlo.Salió de