Varias horas después Meg se frotó los riñones con las manos, intentando calmar el dolor que sufría. Había pasado cinco horas limpiando los baños de aquellas oficinas, y lo cierto es que estaba absolutamente agotada. Se dio prisa en recoger sus cosas, y cuando llegó a la calle, vio que la furgoneta de su jefe ya la estaba esperando.
- Hola Mike, ¿llevas mucho esperando?
Mike, que tenía pocos años más que Meg, era el hijo del jefe de la empresa de limpiezas, y era el encargado de llevar a los trabajadores de su padre de una ubicación a otra. Aunque tenía un carácter gruñón, y pocas veces estaba de buen humor, lo cierto es que a Meg le caía bien, y le gustaba conversar con él.
- No, Meg, acabo de aparcar, de hecho estaba a punto de ir a por un café, pero has llegado más pronto de lo que pensaba.
- ¿Quieres que vaya a por un café al puesto de la esquina? Los preparan para llevar.- ofreció Meg.
- No, tranquila, si de hecho no creo que tarde en volver a casa hoy.
- ¿Y eso? ¿Quién nos va a recoger?
- De eso quería hablarte, Meg, debido a la previsión de tiempo, mi padre ha decidido suspender los servicios de última hora, he venido a llevarte a casa.
- Pero, Mike, eso no puede ser, yo contaba con el dinero de esta limpieza, no puedes hacerme ésto, llévame hasta el sitio, y luego ya me las apañaré yo para volver a casa.
- No puedo, Meg, lo siento, es que mi padre ya ha hablado con todos los lugares, y le han dicho que están de acuerdo, que el temporal previsto es demasiado grande, y que les da miedo que los trabajadores puedan quedarse atrapados en los edificios.
Meg no dijo nada más, y durante todo el camino hasta su casa, adonde amablemente la llevó Mike; aunque habitualmente, tras el útimo servicio, la dejaba en la sede de la compañía, y ella tomaba el autobús; fue haciendo un cálculo de las cosas que tendría que suprimir de la lista de la compra de esa semana. Si no podía hacer todos los trabajos previstos, cobraría menos, y eso suponía que esta semana tampoco podría encender la calefacción.
Cuando Mike la dejó en la puerta de su bloque de apartamentos, y le entregó el sobre con la paga, ella le dio las gracias, y sonrió tristemente.
- Lo siento, Meg, de verdad.- dijo él.
- No pasa nada, Mike, así son las cosas.
Meg subía por la escalera, cabizbaja, cuando su teléfono comenzó a vibrar en su bolso. Lo sacó preocupada, pues a esa hora nunca la llamaba nadie, y temió que a Ben le hubiera sucedido algo.
Vio que se trataba de su madre, y se preocupó aún más, pues pensó que tal vez le hubiera ocurrido algo a su padre.
- ¿Mamá? - dijo colocándose el pequeño teléfono en la oreja.
- Meg, cariño, espero no haberte interrumpido, ¿estabas trabajando?
- No, ya he terminado por hoy, ¿qué sucede?
- Cariño, a tu padre se le han terminado las pastillas para su enfermedad, y en la farmacia no disponen de ellas, y no saben cuando las traerán.
- Pero eso no es posible, mamá, ¿por qué iban a quedarse sin medicamentos en la farmacia?
- Es que ha comenzado a nevar, y han suspendido los servicios de entrega, y estoy muy preocupada, temo que a tu padre le suceda algo sin su medicación.
- Tranquila, mamá, ante todo no te alarmes.
- Meg, cariño, me duele pedirte ésto, pero ¿crees que podría conseguir las pastillas en la ciudad y traérmelas?
Meg se quedó en silencio, escuchando la respiración entrecortada al otro lado del teléfono. No había vuelto a su casa natal desde que su padre la echara, al enterarse de su embarazo. Ni siquiera cuando su padre sufrió un infarto, y tuvo que ser hospitalizado durante una semana, le permitió ir a verlo, Meg había sentido como el corazón se le rompía al escuchar a su padre diciendo que no quería volver a verla, pero a pesar de ello, seguía queriéndolo con todo su corazón.
- Claro que si.
- Meg, eres tan buena… de verdad, ¡qué haría yo sin ti!
Meg y su madre si que seguían en contacto, de hecho, la pobre mujer, preocupada por alterar a su marido, enfermo del corazón, hacía frecuentes visitas a la ciudad. Pero lejos de ir de compras, como siempre le decía a él, pasaba el día con su hija y con su nieto, y regresaba a casa siempre con la mirada empañada por las lágrimas, y disculpándose por no poder quedarse durante más rato.
- Envíame la receta del médico, mamá, así podré mostrarla en la farmacia.
- Por supuesto, cariño. Por favor, conduce con mucho cuidado, el clima está muy mal, y lo último que quiero es que tengas un accidente por mi culpa.
- Relájate, mamá, te prometo que conduciré con precaución, y no sucederá nada.
Meg se despidió de su madre, habló con su vecina para pedirle que recogiera a Ben del colegio, y cuando salió a la calle, en busca de las pastillas para su padre, se percató de que la nieve ya había empezado a caer, y de que una fina capa blanca ya alfombraba las aceras. Aceleró el paso con la esperanza de solucionar el problema con rapidez, y en menos de media hora, se encontró subida al volante de su vieja furgoneta.
Levy miró su reloj de pulsera, y vio que se había entretenido dos horas más de lo previsto, maldijo entre dientes y decidió que tenía que finalizar aquella reunión cuanto antes si quería llegar a su propia fiesta de compromiso.- Señores.- dijo con su profunda voz.- sé que esperaban a mi padre, pero les aseguro que he recibido instrucciones precisas por su parte, y si no desean firmar, les ruego que me lo digan.- Levy, muchacho, no te pongas así.- dijo uno de los hombres más mayores.- es solo que estos asuntos los manejaba siempre tu padre.Levy los miró con el ceño fruncido, y rezó en su interior porque su expresión facial mostrara una seguridad que realmente no sentía. Su padre, que había acudido esa mañana a una cita muy importante, le había pedido que se encargara de cerrar ese trato en su pueblo natal; una pequeña loca
Meg sonrió con alegría en cuanto divisó la casa de sus padres en la distancia. Inicialmente había pensado que no sería capaz de llegar con el estado en el que se encontraba la carretera, pero finalmente, con mucho cuidado, y circulando muy lentamente, había conseguido atravesar la autovía, y desviarse en el carril de acceso que llevaba al lugar donde vivían sus progenitores.En cuanto estuvo un poco más cerca, se dio cuenta de que su madre estaba ya en la puerta, haciendo visera con la mano, y vestida con una cazadora acolchada que la cubría de arriba a abajo. Su madre debió de verla casi a la vez, porque comenzó a avanzar por el estrecho pasillo que habían liberado para acceder a la casa, y en pocos minutos estuvieron en el mismo punto.Meg abrió la puerta de su furgoneta, y sintió el azote del frío, y la vent
Después de llevar una hora circulando muy lentamente ir la autopista, el coche de Levy patinó, y a punto estuvo de golpearse con el guardaraíl; afortunadamente, pudo controlarlo y de ese modo volver a la carretera. Aunque todo fue en vano, pues pocos kilómetros mas adelante se encontró con varios vehículos detenidos, que no podían continuar debido a varios accidentes que dificultaban la circulación.Levy se bajó del coche, y se acercó a la ventanilla del coche que se encontraba justo delante del suyo, era un viejo utilitario de color rojo, carcomido por el sol, que conducía una mujer muy mayor, tanto que a Levy le pareció que no tenía edad para conducir, pero prefirió guardar silencio. La mujer abrió la portezuela del coche, y lo miró con ojillos reprobadores, lo que Levy supuso que se debía a que
- ¿Señora? ¿Se encuentra usted bien?Meg se sbresaltó al escuchar el sonido seco de los nudillos golpeando la ventana de su furgoneta. Ella llevaba ya un buen rato detenida, y había señalizado su posición, ya que la furgoneta era blanca, y temía que no la vieran. Se asomó, y se alarmó al ver que se trataba dela policia.- Si, si.- se apresuró a responder.- me encuentro perfectamente, ¿sabe cuándo podremos salir de la carretera?- Precisamente por eso venía, quería informarla de que las máquinas quitanieves no circularán hasta mañana temprano, por lo que tendrán que pasar aquí la noche.- Pero eso no puede ser… ¿cómo voy a pasar aquí la noche? Necesito llegar a mi casa.- ¿Está usted enferma o necesita medicación urgente?- No, no es eso, es que tengo un ni
Cinco años antesLa boca de Meg se abrió instintivamente cuando el chico alto y rubio que se había presentado como Levy, posó sus labios sobre los suyos. Levy era atlético, y sus ojos azules habían calentado el interior de Meg desde el primer momento.Era la primera vez que sus amigas y ella se colaban en una fiesta universitaria, y Meg estaba segura de que las pillarían antes de entrar, pero lo cierto es que no fue así. Meg se fijó en Levy en cuanto llegaron, y aunque habitualmente era tímida, esa noche se deshinibió, y se acercó al lugar en el que estaba el chico.Una vez allí, observó como los ojos del chico se posaban en ella, y como su sonrisa se curvaba en una mueca sensual. No era más que un muchacho, pero sus rasgos masculinos volvieron loca a Meg. Se presentaron, hablaron de trivialidades, y diez minutos después, Meg y Levy ya es
En la actualidad - Meg, ¿estás enfadada? Meg volvió al presente cuando se dio cuenta de que llevaba más tiempo sin responder del que habitualmente se considera adecuado, y en ese momento, pensó que tenía que decir algo si no quería despertar todas las alarmas. - No, claro que no, es que no pensaba volver a verte. - Ya, eso me imagino. En cualquier caso, muchas gracias por acogerme. - La policia me ha pedido ayuda, no podía negarme, ¿no? - Bueno, supongo que no cualquier acogería a un desconocido en su furgoneta. - Ya, si, pues yo si que lo he hecho. ¿Tienes hambre? - Lo cierto es que si, apenas pude comer nada al mediodía, y no llevaba nada comestible en el coche. Meg se encaminó al lugar en el que había dejado la bolsa que su madre le entregó cuando estaba a punto de volver a la carretera, y sacó de su interior un par de recipientes llenos de comida, y un termo. Calentó el contenido de las tarter
Levy se despertó antes de que amaneciera, cuando las primeras luces del amanecer comenzaban a insinuarse en horizonte, y rápidamente se dio cuenta de que no estaba en la cómoda cama de su casa. En primer lugar porque el colchón de la cama en la que se encontraba era muy duro, y se le clavaban los muelles en las costillas; en segundo lugar porque una figura femenina se enroscaba a su cuerpo, y él siempre dormía solo.Abrió los ojos muy velozmente, inquieto, y fue consciente de su situación, se había quedado atrapado en la nieve, y la amable Meg lo había acogido en su furgoneta, lo que no tenía claro es como Meg había llegado a entrelazarse con su cuerpo.Estaba rodeándole la cintura con el brazo, y había colado una de sus piernas entre las dos suyas; la cadera de Meg se apretaba contra la suya, y en cuanto notó ese contacto, sintió una erección creciend
Meg viajaba en la furgoneta de rescate, pero su mente estaba muy lejos de allí, estaba perdida en un océano de recuerdos. En su mente se fusionaban imágenes de lo que acababa de suceder minutos antes en su furgoneta, cuando ella, como una estúpida había vuelto a entregarse a Levy, y a punto había estado de acostarse con é; de hecho, de no haber sido por la llegada de la policía, que venía en su rescate, para sacarlos de la nieve; se hubiera entregado al deseo, y hubiera vuelto a cometer el mismo error que ya cometió cinco años atrás.Su mente viajó, sin poder evitarlo, a lo sucedido en el pasado, al momento en el que ella vio su vida cambiar, y dejó de ser una princesa; para convertirse en una pobre empleada de limpieza sin un centavo.Cinco años antesMeg se sentó sobre la taza del wc de su casa familiar, y lloró, sabiendo que estaba amparada p