César intenta rechazar a Hannah

Isabel.

Me paralice en cuanto lo vi, creí que estaría dormido mientras me iba. Él solo me ve bajando las escaleras, como si hubiese visto un fantasma.

—¿Ya te vas? —dice sin poder creerlo.

—Pues querías que me fueras —dije obvia.

—Pero puedes hacerlo mañana, Isabel, es tarde, piensa en tu hijo.

—Estoy pensando en él, por eso me voy ahora —conteste fría.

Duele, pero ya decidí subir ese interruptor y no deseo bajarlo, voy a proteger a mi corazón. Él suelta un suspiro, lo aceptará, no se esforzará para que me quede.

—Déjame ayudarte por lo menos —se ofrece y me lo pienso.

¿Hay algo de malo que lo haga? Puedo recibir ayuda, lo único que no debo recibir es más humillación y que me ayude con la maleta no es una humillación. Así que permito que lo haga.

—César… —escucho una voz reconocida.

Hannah sale de la sala y desorbito los ojos, ¿La llamó? Nada dura para siempre supongo, y aunque esto me derriba por dentro, no voy a demostrárselo. Me retracto de que me ayude a llevar mis cosas.

—Estas
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