Soltando mil suspiros comencé a poner en cada asiento una copia de lo que se hablaría en la reunión.
—¿Qué sucede lindura? —pregunto Manuel acercándose a mi oído mientras llegaba por mi espalda.
«¿Qué acaso no pueden venir desde un punto de vista en donde los pueda ver llegar?»
—Lo siento —agache la cabeza tomando distancia de Manuel —estoy acabando de arreglar ciertos detalles para la junta que empieza en breve.
—Supongo que Alexander ya te comento quien era —soltó una risilla, no como la primera… esta risa era curiosa y dispuesta a ser cómplice de hacer una maldad —realmente me gustas lindura y quisiera que me dieras una oportunidad para conquistarte.
—Disculpe señor… usted será el socio de mi jefe y no es correcto que salgamos, además, ya tengo alguien que me gusta —un leve sonrojo se elevó por mis mejillas.
—¿Alexander? —dijo directo. Dio unos cuantos pasos hacia mí y yo retrocedí otros cuantos hasta quedar de espaldas en la pared gris de la oficina, el pecho me subía y bajaba de los nervios, olía a perfume caro y se veía muy guapo.
Encajo una de sus manos en el bolsillo de su pantalón y la otra fue directo a mi cabello, hizo ondas en el mientras me veía fijamente de arriba hacia abajo.
—¿P-podrías dejar de tocarme? —refute nerviosa y lo confieso, algo enojada.
—¿Por qué? —Pregunto mirándome fijamente a los ojos y continuo haciendo ondas —¿te molesta lindura? Si cooperas estoy seguro de que te va a gustar y créeme… te gustara, vas a querer más.
Mis cara se tiño completamente de rojo, entonces sus ojos brillaron de deseo, algo en el hizo conexión y sus ojos brillaron de deseo. Lo vi morderse el labio inferior y ver a mis pechos, bajo a mis caderas —no dejo pasar mi zona intima— y culmino en mis pequeños pies que vestían con los zapatos de tacón bajo de siempre.
Tome aire e intente ser agresiva. Este hombre provocaba en mí unos nervios increíbles y no de los que siento con Alexander, eran de aquellos intensos que no te dejaban respirar o mantener la calma frente a él, de aquellos que hacen a personas como Manuel disfrutar de la estupidez que estas desarrollando y gracias a eso se aprovecha.
—Señor… le agradezco que se aleje un poco de mi —refute —esto se llama acoso y no me agrada, ¿no sabe acercarse a las personas sin tocarlas? Además, le recuerdo que usted será el nuevo socio de mi jefe y le repito, no me gustaría envolverme con usted.
Manuel emitió una risa burlona y alzo las cejas.
—Sí que eres agresiva… —acerco su rostro a mi oído con suavidad —pensé que como eras virgen serias más dulce conmigo —sentí algo parecido dentro de mí a una subida de fiebre —pero veo que eres muy bravucona, me equivoque en pensar que eras tranquila, lindura.
La mano que antes jugaba con mi cabello bajo hasta mi mejilla y la acaricio con suavidad.
—¡No soy agresiva! Y tampoco soy… —pase el trago amargo de la verdad que había acabado de decirme en la cara.
Me trague mis palabras cuando vi sus ojos brillar aún más mientras esperaban las palabras que estaban por confesar.
Quería saber si no tenía experiencia.
Quería confirmar.
Quería hacerme suya sin ser mi corazón de él.
—¿No eres? —insistió. Observe la misma mano que acaricio antes mi mejilla, abrir el primer botón de mi blusa.
—Nada —le di un pequeño empujón, arregle mi cabello, tome la última hoja de que había quedado en el escritorio por entregar y la puse en su lugar, abroche mi botón y me retire de la oficina —con permiso señor Manuel —sonreí tranquila.
Corrí a mí puesto de trabajo en búsqueda de Alicia a quien no vi por ningún lado. Después de un rato la vi salir de la oficina de Alexander arreglándose la blusa manga larga de color rojo y la falda negra ajustada hasta las rodillas que tanto le gustaba.
«Mierda» pensé, esperando equivocarme en absolutamente todo lo que estaba pasando por mi cabeza.
—¿Alicia? —Pregunte levantando una ceja —¿Qué hacías allí dentro? Parece que te estaban asaltando o algo parecido.
Soltó una risa nerviosa que entendí con rapidez.
Era virgen, pero no inepta.
—Estaba arreglando unos detalles con Alexander —respondió rápidamente. Sus mejillas estaban rojas, un poco de sudor resbalaba por su frente y su respiración estaba agitada —es… sobre la reunión que esta por empezar.
—Comprendo —cierro mis ojos y le regale la mejor sonrisa fingida que tenía. Ella comprendió de inmediato mi acción y antes de que pudiese seguir viéndome la cara de inepta corrí a la oficina de Alexander.
Toque una vez sin dar tiempo de su respuesta y entre.
—¿Te dije que pasaras?
Respondió arrogante, pero yo solo me fije en otra cosa… su camisa desabotonada, besos marcados por todo su pecho hasta casi llegar a la V del camino a la gloria y del mismo tono del pintalabios de Alicia, el pantalón sin correa y aun semi abierto dejando ver su perfecto bóxer negro.
Algo dentro de mí se rompió en pedazos. Espero estar equivocada y estaba segura que no lo estaba tras ver correr con rapidez a Alicia detrás de mí y los ojos de Alexander rodar respecto a la molestia de resolver el caos que se había desatado.
—¡Lucia, amiga espera un minuto! No puedes entrar así a la oficina del jefe.
Respire profundo y aunque mis piernas temblaban, tenía las lágrimas al borde y en mi garganta reposaba un nudo, comí la valentía para hablar.
—¿Y tú si puedes? —mis facciones se endurecieron, tense la mandíbula y proseguí —sabias lo que sentía y aun así no te importo romperme en mil pedazos… ¿pero yo debo de preocuparme por no entrar a la oficina de NUESTRO jefe? —enfatice «nuestro» en voz alta.
Alicia agacho su cabeza. La deje de lado y voltee hacia Alexander con los ojos aguados hasta el límite de ya no poder más.
—Jefe. Me retiro a mi casa, no me siento bien así que pediré mis vacaciones de inmediato.
Mantuvo el silencio y la cara sin ninguna clase expresión durante un rato, tomo la botella de whisky que reposaba siempre en su escritorio, sirvió un poco en su vaso favorito y se lo bebió de un golpe.
—Bien —tenso los dientes —pasa por recursos humanos para que te atiendan y diles que yo te envié.
—Gracias, señor.
—Alexander.
—¿Señor? —pregunte sin entender su énfasis.
—Señor Alexander o Alexander a secas para ti —Alicia abrió los ojos de par en par.
—Prefiero quedarme con el señor a secas, gracias.
Le escuche gruñir y me retire lo más antes posible de la oficina, no quería oír de ninguno otras palabras mediocres de parte de ambos y claramente no quería verle la cara al acosador de Manuel Smith.
Alexander MillerHa pasado una semana desde que Lucia tomo sus vacaciones. Manuel sigue viniendo sin falta a mi empresa y los proyectos se vuelven aburridos sin ella por los alrededores teniendo sus ocurrencias o actuando como un conejito asustado cuando estoy cerca de ella.—¡Amigo! —Interviene Manuel para sacarme de mis absurdos pensamientos por una mujer —¿Qué haremos hoy? Tengo cosas más que buenas pensadas para los dos.—Ilústrame —respondo de mala gana. Supongo que será algo sobre chicas, autos o licor. Él nunca sale de esas 3 cosas.—Una apuesta —soltó una risa perversa.«¿Una apuesta? Esto no huele nada bien, siempre que tiene algún invento fuera de lo usual sale muy mal y no para él, sale mal para mí. Acabo pagando su parte, la mía y jodiendo por completo mi vida»—¿De que estas hablando, Manuel? —Me llevo una mano a la cara y espero con insistencia su respuesta —no quiero inventos en el que sé con certeza o mejor dicho, sabemos, que saldré perdiendo.—Todo lo contrario amig
Un sonido altamente perturbador rompió el glorioso silencio de la habitación.Entre abrí los ojos con cierta molestia y tomé el celular para contestar el mensaje que me habían enviado.«Buenos días, Lucía.Quisiera saber si me puede responder una pregunta que está solicitando recursos humanos: ¿Mantiene su cuerpo virgen?Mis mejores deseos».—¿Qué diablos le pasa a Alexander con este tipo de preguntas? —Maldije al sonrojarme las mejillas —responderé de todos modos, tal vez sea cierto. «Buenos días, Sr. Alexander.Ante la pregunta del departamento, mi respuesta es: sí.Saludos».Volví a dejar el celular sobre la mesa, suspiré y me recosté en la cama pensando en lo que pasó en esa oficina, gracias a Dios no vi nada más que me hiciera sentir peor, pero no estoy feliz de ver el resto.Me levanté y fui a la ducha, al volver me encontré con tres llamadas perdidas de Alexander en el teléfono, algo raro por su parte, desde que me fui de vacaciones no me había llamado ni una sola vez y mucho
Mi corazón comenzó a latir sin control, me sentí como un caballo desbocado cuando esos ojos azules me miraron fijamente y esta vez se comportaron diferentes cuando los vi bajar a mis labios.Una de las manos de Alexander acarició mi mejilla y su pulgar acarició suavemente mis labios enfocándose en ese labial rosa que me había regalado por mi cumpleaños.—Tienes rosa en los labios, te queda bien… —dijo, apretando ligeramente mi labio inferior —me dan ganas de besarte y sacarlo del camino.Los nervios erizaron cada vello de mi cuerpo ante esas palabras. Estaba parado frente a mí diciendo eso cuando en muchas ocasiones simplemente me intimidaba con su presencia y claramente parecía gustarle eso.Di un paso atrás dejándolo con los ojos muy abiertos y desorientados. Nunca me había retractado de tener a Alexander frente a mí así, en mi vida me hubiera atrevido a hacerlo, pero la verdad es que en este momento lo odié y odié a Alicia por lo que hizo.Me lastimó sin piedad.—¿Qué quieres
Los dedos de Alexander se escabulleron por debajo de mi blusa y rosaron mi piel, di un respingón y trate de apartarlo con ambas manos, sentí su pecho duro y su corazón latir aparentemente rápido.—¡Espera! ¿Qué estás haciendo? —abrí mis ojos sonrojada hasta las orejas.—¿Acaso no es obvio? —dijo el con un tono seductor y esa voz ronca —quiero conocer más de ti.—No —Respiré hondo tratando de calmarme —s-señor, por favor váyase o quédese a tomar café y galletas, pero no voy a hacer estas cosas.Alexander frunció el ceño y me miró de mala gana, estaba enojado y estaba muy seguro de que quería matarme por no dejarlo continuar con sus planes.Pero si quería tener sexo con una mujer, en mi humilde opinión, Alicia era perfecta para apagarlo.—No vas a dejar que te haga nada, ¿verdad? —Pregunto con resignación, con la mandíbula apretada.Negué con la cabeza, me dirigió una última mirada, esta vez intensa, y me retiré a la sala para sentarme en un sofá de cuero que me encantaba.—Creo
La semana pareció enamorarse de Alejandro y cumplió su exigencia de ir rápido. Durante el transcurso de la misma tuve a Alexander en mi casa en varias ocasiones, me sorprendía que pasara tanto tiempo compartiendo conmigo en otro lugar que no era la oficina.Llegó el día que no esperaba para nada nada porque tendría que verle la cara a Alicia, fui al armario en busca de un atuendo decente para presentarme, por suerte encontré mi falda negra favorita que se ajustaba a mi cuerpo haciendo que se notara más mi figura, la blusa blanca que se notaba en mi sostén y que me encantaba porque el sudor en ella no era opción, odiaba sudar y mostrarlo, sobre todo porque tenía que caminar mucho y no podían faltar mis tacones bajos, esos que eran muy altos no eran mi estilo y me costaba caminar con ellos aunque me pareciesen de muerte.Bajé a la cocina y empaqué mi desayuno como siempre, una vez que todo estuvo listo me dispuse a subir al auto e ir a la oficina.Esta vez sería diferente, no hubo pa
Pasaron los minutos y entre negociaciones Alejandro y yo pudimos ponernos de acuerdo. El sonido de un golpe resonó a través de las paredes de la habitación justo cuando las puertas se abrieron para notar que era Alicia. Ambos fruncimos el ceño y el pensamiento de ellos dos en esta misma oficina vino a mi cabeza, mis dientes se endurecieron, verla me puso enferma, mi piel ardió, mis puños apretados y millones de pensamientos vinieron a mi cabeza.Dejo escapar un suspiro para apaciguar mi ira. Alexander me tomó de la cintura y me acerco a él tratando de calmarme a su manera, él sabía perfectamente —gracias al departamento de recursos humanos— que la condición de mi corazón no era del todo estable.—Cálmate —susurro en mi oído sin apartar los ojos de Alicia, asentí.—Muy bien… —susurré, aclarándome la garganta para no cometer el error de que Alicia no escuchara mis palabras y sobre todo mi advertencia —Alicia, si quisiera hacer algo con Alexander, ya lo habría hecho, yo lo he tenido
Durante la reunión Manuel y Alexander me miraron de reojo, yo estaba muy enojada, extremadamente enojada, no quería que nadie me hablara y mucho menos ellos, solo de pensarlo me enojaba aún más.Minutos después de repartir los documentos a cada empresario presente, me senté en el mostrador y al instante llegó Alicia con la nariz y los ojos completamente rojos. Si hubiera sido la de antes hubiera sentido un poco de dolor, pero ya no, sabía el tipo de persona que era y ahora solo podía sentir asco de considerarla mi amiga.Me aclaro la garganta y le paso uno de los documentos que me sobraron.—Gracias —dijo suavemente.—De nada —respondí secamente, ella sonrió como si le hubiera hablado de la forma más hermosa, arrugué las cejas y la vi por el rabillo del ojo borrando a regañadientes esa sonrisa de su rostro.Unas horas más tarde, la reunión había terminado. Alicia me ayudó a recoger todas las cosas de la mesa: bolígrafos, papeles que habían quedado, comida servida que no consumier
Caminamos en silencio hacia la salida y nuestros ojos están enfocados en una cosa.Está lloviendo y el estacionamiento está al otro lado de la calle.Nos miramos un momento, ninguno de los dos tiene un paraguas que nos ayude a cruzar, tomamos aire y corremos lo más rápido que podemos, terminando completamente mojados.Siento la mirada de Alexander sobre mí, sus ojos viendo algo en mi ropa que me hace querer mirar y sentirme avergonzada de ver cómo mi sostén de encaje rosa se muestra en detalle a través de mi camisa.Inmediatamente levanto mis brazos para taparme los senos, Alexander tiene esa cara de querer hacer algo muy malo y eso para mi no es bueno y mucho menos en este lugar lleno de cámaras de seguridad.Lo observo quitarse el abrigo azul marino que usa sobre su traje y cierro los ojos al verlo caminar hacia mí hasta que siento un calor en mis hombros y ese mismo calor recorre mi espalda.El olor a perfume corre por mis fosas nasales y la tranquilidad llega a mi corazón cu