Reencuentros

Un sonido altamente perturbador rompió el glorioso silencio de la habitación.

Entre abrí los ojos con cierta molestia y tomé el celular para contestar el mensaje que me habían enviado.

«Buenos días, Lucía.

Quisiera saber si me puede responder una pregunta que está solicitando recursos humanos: ¿Mantiene su cuerpo virgen?

Mis mejores deseos».

—¿Qué diablos le pasa a Alexander con este tipo de preguntas? —Maldije al sonrojarme las mejillas —responderé de todos modos, tal vez sea cierto.

 «Buenos días, Sr. Alexander.

Ante la pregunta del departamento, mi respuesta es: sí.

Saludos».

Volví a dejar el celular sobre la mesa, suspiré y me recosté en la cama pensando en lo que pasó en esa oficina, gracias a Dios no vi nada más que me hiciera sentir peor, pero no estoy feliz de ver el resto.

Me levanté y fui a la ducha, al volver me encontré con tres llamadas perdidas de Alexander en el teléfono, algo raro por su parte, desde que me fui de vacaciones no me había llamado ni una sola vez y mucho menos me había escrito un texto.

Pensé en dejar el teléfono sobre la mesa, lamentablemente no toco la madera por la llamada de Alexander. Era demasiado insistente y sospechaba que estaba buscando algo, no estaba acostumbrado a tener esa forma de ser.

Cogí el teléfono todavía en toalla y respondí:

—¿Hola?

Escuché un suspiro medio pesado del otro lado, rodé los ojos pensando que tal vez alguna mujer la estaba chupando o incluso mi supuesta amiga estaba ahí abajo aparentemente muy entretenida, detuve esos pensamientos cuando escuché la voz de Alexander salir.

—¿Lucia? ¿Estás muy ocupada?

—Disculpe, ¿de qué está hablando, señor? —Pregunte medio confundida.

—Te necesito en la oficina, hay unos documentos que quedaron sueltos y que no se pudieron arreglar por tu ausencia.

Puse los ojos en blanco y definitivamente no quería verlo, especialmente si estaba esa mujer del demonio allí y que podía encargarse de todo como yo lo hacía.

—Lo siento, Sr.  Alexander, le recuerdo que estoy de vacaciones y que Alicia puede hacer lo mismo que yo.

—Alicia no es mi secretaria más cercana, Lucia —le escuche soltar un suspiro de molestia.

—Con el debido respeto, señor, parece que están más que cerca —le espeté a regañadientes —por favor, llámela y dígale qué hacer, debería ser posible que haga su trabajo por una vez.

—Estás en el altavoz, Lucía, ella te está escuchando —dijo, soltando una carcajada.

—Alicia, ya me escuchaste —le dije en un tono exigente —No creo que deba repetirte, ¿verdad?

Alicia arrugó las cejas al otro lado del teléfono, Alexander contuvo la risa y trató de hablar en serio, nunca lo había escuchado reír, mucho menos conmigo o de mí.

—Sí Lucía, te escuché muy bien, lo haré de inmediato.

—Muy bien, y les agradecería que no me llamaran para estas cosas, estoy de vacaciones.

Colgué y finalmente dejé el teléfono en la mesa de madera donde lo dejaría antes. Me vestí y bajé a cocinarme algo rico, luego iba al supermercado y llenaba mi repertorio de comida, en cuando volviera al trabajo no me quedarían las faldas.

Comí rápido y me subí al auto, conduje hasta el supermercado y comencé a poner todo lo que podía en el carrito del supermercado, definitivamente subiría de peso felizmente y cuando comenzara a trabajar nuevamente, perdería peso con mucho ejercicio.

En la sección de postres me encontré con una vieja amiga y ex secretaria de Alexander, ella me había enseñado todo lo que sabía y gracias a ella pude ayudar a Alexander en todo.

—¿Lucia? Te ves hermosa y radiante, ¡Dios mío!

—¡Angélica! —Sonreí ampliamente y estiré los brazos caminando hacia ella —Cuánto tiempo sin verte, mi querida amiga y mentora.

—Demasiado tiempo diría yo, ¿Alexander sigue siendo el mismo?

—¿Mujeriego? Sí, definitivamente sigue siendo un mujeriego y no quieres saber lo que pasó recientemente, fue horrible —negué con la cabeza con un suspiro —demasiado horrible, tenías razón en todo sobre esa chica.

—Alicia es así, te dije que ser amiga de ella no era una buena opción y recuerda que fue antes de que entrara a la oficina.

—Lo sé, créeme, me acordé de ti en ese momento —volteé los ojos, estaban tristes y oscuros, completamente herido.

—Ten mucho cuidado de ahora en adelante.

Asentí y seguimos caminando por los pasillos, ella puso lo que necesitaba si estaba en un estante y yo lo que necesitaba. Al final fuimos a la caja registradora a pagar, la chica nos vio como bichos raros hasta que Angélica en un tono molesto le dijo a la cajera si quería un autógrafo o si quería algo de nosotras.

La joven se dio cuenta y apenada comenzó a pasar los productos, preguntando si los productos estaban en la misma compra, lo cual negamos al mismo tiempo.

Embalaron todo por separado y caminamos hasta la salida, allí nos despedimos deseándonos lo mejor, sabíamos que los dos éramos trabajadoras y que Alexander no era fácil de llevar.

El último abrazo y un adiós cortaron la comunicación, cada una se fue a su auto rumbo a su casa.

Al llegar noto el auto de Alexander estacionado frente a mi casa, era imposible no reconocer ese auto deportivo Ford Mustang GT Premium de color rojo. Dejo mi auto en el lugar de siempre y lo veo asomarse a la ventana de su auto.

—Buenas tardes, Lucía.

—¿Alexander? Debes estar en la empresa y no aquí, ¿necesitas algo específico?

—Qué glorioso que me llames por mi nombre, señorita Jones —sonrió —ya era hora de que lo hicieras, te sientes tan lejos llamándome «señor».

—«Señor» —junté el dedo índice y medio de ambas manos levantadas para hacer el efecto de las comillas mientras repetía la palabra que acababa de decirme —¿Qué necesita? Te recuerdo que debes estar en tu oficina y no aquí.

—No me diga señor, usted no tiene la costumbre de llamarme así y entiendo si está molesta conmigo, Lucía.

Alexander abrió la puerta del auto y se paró frente a mí con su rostro serio haciéndome temblar hasta mis bragas.

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