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El comienzo de la apuesta

Alexander Miller

Ha pasado una semana desde que Lucia tomo sus vacaciones.  Manuel sigue viniendo sin falta a mi empresa y los proyectos se vuelven aburridos sin ella por los alrededores teniendo sus ocurrencias o actuando como un conejito asustado cuando estoy cerca de ella.

—¡Amigo! —Interviene Manuel para sacarme de mis absurdos pensamientos por una mujer —¿Qué haremos hoy? Tengo cosas más que buenas pensadas para los dos.

—Ilústrame —respondo de mala gana. Supongo que será algo sobre chicas, autos o licor. Él nunca sale de esas 3 cosas.

—Una apuesta —soltó una risa perversa.

«¿Una apuesta? Esto no huele nada bien, siempre que tiene algún invento fuera de lo usual sale muy mal y no para él, sale mal para mí. Acabo pagando su parte, la mía y jodiendo por completo mi vida»

—¿De que estas hablando, Manuel? —Me llevo una mano a la cara y espero con insistencia su respuesta —no quiero inventos en el que sé con certeza o mejor dicho, sabemos, que saldré perdiendo.

—Todo lo contrario amigo mío —esbozo una sonrisa burlona —tienes la victoria en bandeja de plata —guiño un ojo.

«Esto me da muy mala espina…»

—Preséntame la apuesta y te diré si acepto.

—Primero déjame explicarte algo muy interesante que descubrí cuando la lindura de tu secretaria aún se encontraba  en horario laboral —guiño un ojo tomando acomodo en su asiento. Levante una ceja y sentí mi curiosidad activarse tras escuchar de ella —para empezar me gustaría comentarte que tenemos una virgen frente a nosotros.

—¿¡Que!? Lucia no es pura, solo es ingenua —voltee mi vista hacia la ventana bien pulida de mi oficina. Definitivamente se había vuelto loco Manuel si creía que me creería eso —de cualquier modo, no me interesa.

—Escríbele y compruébalo —se encogió de hombros y fue directo en búsqueda del licor de su agrado en el bar de mi oficina —sé que lo es, le pregunte y se quedó petrificada, tanto que no me quiso responder de inmediato. Cortó su explicación y se insistió en ser altamente cortante. Todo su comportamiento acierta que es correcta mi sospecha y lo digo por experiencias, que es así.

Giro la botella y respiro el delicioso aroma que emergía del licor. Su comportamiento era de por demás relajado, si mintiera respecto a algo, me daría de cuenta sin tardanza.

Tome el celular y busque el número de Lucia. Sentía la mirada de Manuel sobre mí y su interés en confirmar que su sospecha era cierta. Redacte mi mensaje sobre aquella duda e invente una excusa de que era solicitud de recursos humanos y como se con certeza que no preguntaría a ellos, lo envié.

—Listo… enviado.

Escuche a Manuel soltar una risa casi en un susurro y seguido el aviso de un mensaje recibido.

—¿Qué te dijo? —pregunto volviendo a tomar asiento.

—Es cierto… ella… —un sinfín de pensamientos decentes y no tan decentes rondaron por mi cabeza. Aquella mujer ¿de verdad? ¿No me tomaba el pelo? Era imposible que así fuera, ella siempre ha sido muy seria con la empresa y conmigo —¿Cuál es tu apuesta?

—Si logras hacerte con su virginidad, te daré lo que me pidas —mis ojos saltaron. Era el momento perfecto para conseguir el contrato que él estaba tan dudoso de firmar y viendo el comportamiento de Lucia hacia mí, sería mucho más fácil lograrlo.

—Trato —estire mi mano hacia el queriendo sellar el trato, pero continuo.

—Por supuesto que no es tan fácil amigo, ya que tenemos que hablar de lo que ganare yo, ¿no es así? —levanto las cejas y subió una pierna hasta formar un cuatro.

—¿Y tú qué quieres? —lo vi ponerse serio. Siempre que lo hacía era por avaricia, poder o quizás algo más creativo estaba paseando por su mente —sin rodeos que no tengo todo el día.

—Tu empresa… quiero por completo el mando de tu empresa y por supuesto, obtendré mi primera virgen —tomo otro trago. Sentí mi estómago revolverse con aquellas palabras. Lucia podía decidir qué hacer con su vida y sus piernas, pero yo no le dejaría mi empresa a alguien como él —entonces que dices, ¿aceptas? Después de todo es una buena apuesta.

—No. Y no lo es, no es una buena apuesta —refute. Tome algunos papeles que hace semanas los había dejado Lucia y aun reposaban en mi escritorio esperando por mi atención —para ti, quizás, pero para mí no es algo tentador —bufe.

—¿Qué es exactamente lo que no te convenció? —pregunto molesto y tomando un trago aún más grande —puedo hacerla más atractiva si no te agrado lo que propuse.

—Hazlo. Quiero que sea como las modelos que tanto me gusta cogerme, pero antes déjame aclararte lo que creo —junto mis manos formando un puño y apoye los brazos en mi escritorio —Lucia puede cuidarse sola y puedes hacer lo que gustes con ella, pero no estoy dispuesto a poner mi empresa como parte del trato en esta estúpida apuesta.

—Así que tu molestia es por la pequeña parte en referencia a tu empresa —asentí —¡vaya! Y yo que pensé que te había molestado lo de la pequeña Lucia Jones —levanto las cejas y soltó otra de sus típicas risas burlonas —supongo que no te molesta que la conquiste, besar esos labios carnosos de color rosado tierno y besar por completo su piel blanca durante toda una noche.

Sentí muy dentro de mí… una inseguridad, algo extraño me pasaba siempre que tenía algo que ver Lucia como si fuese mi debilidad, me enojaba que alguien más que yo se imaginara escenarios con ella.

Sus delicados labios me pertenecían a mí, sus manos, quería que sus ojos me vieran solo a mí, quería que su voz solo dijera mi nombre y el de nadie más, la quería solo para mí y aunque me molestaba las intenciones de Manuel, sabia con perfección que ella solo me vería a mí.

Quería confiar en ello.

Confiaba en Lucia.

Sabía que algún día podría confesarle mis sentimientos por ella.

—Ella… Lucia me gusta, Manuel —confesé —acepto tu apuesta.

—¡No se diga más! —Hizo una sonrisa de victoria y del mismo modo en que lo había hecho antes, estiro su mano para sellar el trato —tenemos un trato, Alexander Miller, mi querido y gran amigo.

Dudando un poco de lo que había aceptado sin pensarlo bien estire mi mano y cerré el trato con mi supuesto amigo que deseaba desde muchos años atrás el mando de mi empresa.

—Que gane el mejor y suerte para ambos —comente a baja voz. Él sonrió, asintió y volvió al bar en búsqueda de otro trago.

Observe desde mi asiento unos cuantos mechones rubios que descansaban escondidos detrás de la puerta semi abierta de color negro. Alicia seguramente se encontraba escuchando todo. Dudaba que le interesara la situación de a quien llamaba «su mejor amiga» y en cambio sacara provecho del escenario que se había presentado.

¿Qué pediría a cambio si realmente lo había escuchado? ¿Otra noche de sexo como la hace unos años atrás o hace unas semanas antes de que Lucia lo supiera? ¿Dinero? O quizás… solo disfrutaría del espectáculo.

Me encontraba ansioso por saber qué clase de mujer era Alicia Queens… hija de un viejo amigo y empresario en bancarrota.

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