—Ella no es parte de tus juegos, Manuel —advirtió enfurecido—, así que déjala fuera de tus bromas retorcidas.
—No me digas que te molestaste, amigo mío —soltó muerto de risa—. No la veo como un juego, todo lo contrario, ella me gusta.
Los ojos de Alexander se encendieron como dos llamas venidas del infierno. "¿Acaso le gusto? ¡Eso es imposible, Lucia, déjate de tonterías!"
El sonido de unos ligeros golpes en la puerta nos hizo volver a retomar la compostura. Alexander se retiró, aún con la camisa sin abotonar, dejando ver un poco más su pecho fuerte y musculoso, hasta su asiento y exclamó desde allí un "adelante" con voz fuerte mientras tomaba los botones de su camisa para finalmente cerrarla.
—Señor… —la joven rubia lo observó abotonándose y logró entender un poco de la situación.
—¿Qué necesitabas, Alicia? —preguntó de mala gana Alexander.
—Vine a traerle la camisa limpia, pero… veo que se me adelantaron —sonrió gentilmente—. Ya que está resuelto ese problema. Te necesito en nuestro puesto, Lucia, ¿te molestaría acompañarme? Debemos arreglar algunas cosas antes de la junta.
Asentí con la cabeza mientras caminaba detrás de ella.
—Me retiro, jefe, y fue un gusto conocerlo, señor…
—¡Manuel! Llámame Manu, por favor —soltó con una sonrisa llena de lujuria—. El gusto fue todo mío, señorita Lucia, aunque prefiero decirte "lindura" —guiñó un ojo.
Mis mejillas se sonrojaron por completo y siguieron rojas hasta escuchar a Alexander carraspear la garganta.
Corrí hacia la puerta, donde se encontraba Alicia aún esperándome.
Mis mejillas ardían, ¿Qué diablos había acabado de suceder? Todo este show y Alexander haciendo aquella escena, no parecía ser el hombre frío, posesivo e irritante que conocía.
—¿Todo bien allí adentro? —me pregunta Alicia, quien al igual que yo, no podía creer lo que había acabado de suceder, y eso que ella no había visto todo lo que presencie—. Eso fue muy extraño.
—Supongo que está todo en orden… —suspiré—. Es solo que… acaba de presentarse una escena que jamás llegué a creer que sucedería.
—¿Me lo dices a mí? —dijo Alicia mientras apoyaba ambas manos en el escritorio de madera oscura una vez llegadas a nuestro puesto, tal y como ordenó—. Acabo de ver a Alexander con el pecho desnudo mientras se ponía una camisa limpia que, a saber de dónde salió, a un hombre súper guapo llamarte "lindura" y a ti en medio de los dos —dijo escandalizada.
Tomé aire esperando calmar los fuertes latidos de mi corazón. Coloqué una mano en mi pecho y con la otra busqué apoyo, al igual que Alicia, en el escritorio. Pronto debería poner en marcha la junta, debía incluir la presentación en la laptop de Alexander, y él se había esforzado bastante en su trabajo para que pudiéramos cerrar el contrato con éxito.
—Estoy tan en shock como tú —dije notando algo extraño en su mirada, como… una pizca de molestia—. ¿Te encuentras bien, Alicia?
—¡Sí! —Ella llevó una mano hacia su nuca—. Lo siento, solo estoy un poco atónita y distraída.
Levanté una ceja sorprendía y recordé de inmediato que debía ir lo antes posible a la sala de reuniones.
—Debo irme, Alicia, gracias por la ayuda y no pienses tanto en lo que acaba de suceder… de todos modos, alguien como él no se fijaría en mí, mucho menos dos hombres así de monumentales —confesé de manera cortante.
No lograba entender por qué Alicia había tenido aquella reacción.
«¿Ocultaba algo? Es mi mejor amiga desde hace mucho y siempre me saca de los problemas con Alexander, no tengo por qué pensar mal de ella».
—Oh, no me refería a…
Tomé mi libreta y el pendrive sin dejarla acabar y, aunque no pensaba mal de ella, tampoco quería escuchar su explicación. Su reacción había sido la típica de una secretaria que le gustaba su jefe, y a ella, en efecto, le volvía loca el mío.
—Hablamos más tarde, Ali, cuídate y si el señor Alexander necesita algo, por favor, atiéndelo por mí —agité mi mano—. ¡Gracias!
Corrí hasta la sala de reuniones, encendí la laptop e inserté el pendrive. Todo debía estar allí dentro antes de empezar la reunión, y todo debía salir perfecto.
Sentí una figura aproximándose hacia mí. Se inclinó y apoyó ambas manos en el escritorio de vidrio que reposaba en la hermosa oficina de cristales brillantes, que se veían en un tono azul claro gracias al tono de la pared.
Escuché su voz ronca y sexy dirigirse hacia mí con unas simples palabras.
—¿Está todo listo?
Me preguntó Alexander mientras dejaba pasear su aliento cerca de mi cuello. Me miraba desde unos centímetros hacia arriba, haciendo que mis lentes empañaran debido a mi agitada respiración caliente de la vergüenza después de sentir su miembro rozar mi trasero mientras me acorralaba entre el escritorio y él.
—¡Lucía! ¿Estás en el planeta Tierra? —preguntó Alexander insistente—. Joder… esta mujer se la pasa en las nubes, me vuelve loco —le escuché musitar.
—Disculpe, jefe —volví la mirada a la laptop. No era buena idea seguir viendo sus ojos azules fijarse en los míos, y esa barba estándar bien cuidada le quedaba de las mil maravillas—. Estoy enviando los datos desde el pendrive a la laptop, y con eso culmino mi trabajo para la reunión.
—¿Sabes quién es el hombre que estaba antes en la oficina? —Giro su cabeza hacia un lado desviando su mirada al cristal que nos reflejaba estando en la vergonzosa posición, bajo la mirada nuevamente hacia mi clavando sus ojos claros en mis labios —el hombre que te llamo lindura —le escuche gruñir.
«¿Acaso eso es propio de él? ¿Desde cuándo? Se ve tan jodidamente sexy»
—No señor… no tengo idea de quién es el —respondí tratando de ser valiente sin tartamudear, Alexander odiaba que lo hiciera, se volvía impaciente y acababa por irse del sitio en que estábamos.
—Como te dijo se llama Manuel, su apellido es Smith y es el dueño de Alimentos Smith.
Abrí los ojos como platos.
—¿¡El del contrato!? —exclame dirigiendo mi vista hacia él mientras golpeaba el escritorio y daba un pequeño salto. Le escuché soltar un gruñido y tras ver mi trasero aún más cerca de su miembro traté de separarme un poco —lo siento s-señor, no fue mi intención, por favor no me despida —junto ambas manos y cierro los ojos.
—Descuida Lucia… fui yo quien invadió tu espacio personal, nos vemos en la reunión. Continúa con tu trabajo.
Sin decir una palabra más le escuche suspirar, planto un beso en mi cabeza y se retiró de la sala llevándose su perfume y mi tranquilidad junto con él.
Soltando mil suspiros comencé a poner en cada asiento una copia de lo que se hablaría en la reunión.—¿Qué sucede lindura? —pregunto Manuel acercándose a mi oído mientras llegaba por mi espalda.«¿Qué acaso no pueden venir desde un punto de vista en donde los pueda ver llegar?»—Lo siento —agache la cabeza tomando distancia de Manuel —estoy acabando de arreglar ciertos detalles para la junta que empieza en breve.—Supongo que Alexander ya te comento quien era —soltó una risilla, no como la primera… esta risa era curiosa y dispuesta a ser cómplice de hacer una maldad —realmente me gustas lindura y quisiera que me dieras una oportunidad para conquistarte.—Disculpe señor… usted será el socio de mi jefe y no es correcto que salgamos, además, ya tengo alguien que me gusta —un leve sonrojo se elevó por mis mejillas.—¿Alexander? —dijo directo. Dio unos cuantos pasos hacia mí y yo retrocedí otros cuantos hasta quedar de espaldas en la pared gris de la oficina, el pecho me subía y bajaba de
Alexander MillerHa pasado una semana desde que Lucia tomo sus vacaciones. Manuel sigue viniendo sin falta a mi empresa y los proyectos se vuelven aburridos sin ella por los alrededores teniendo sus ocurrencias o actuando como un conejito asustado cuando estoy cerca de ella.—¡Amigo! —Interviene Manuel para sacarme de mis absurdos pensamientos por una mujer —¿Qué haremos hoy? Tengo cosas más que buenas pensadas para los dos.—Ilústrame —respondo de mala gana. Supongo que será algo sobre chicas, autos o licor. Él nunca sale de esas 3 cosas.—Una apuesta —soltó una risa perversa.«¿Una apuesta? Esto no huele nada bien, siempre que tiene algún invento fuera de lo usual sale muy mal y no para él, sale mal para mí. Acabo pagando su parte, la mía y jodiendo por completo mi vida»—¿De que estas hablando, Manuel? —Me llevo una mano a la cara y espero con insistencia su respuesta —no quiero inventos en el que sé con certeza o mejor dicho, sabemos, que saldré perdiendo.—Todo lo contrario amig
Un sonido altamente perturbador rompió el glorioso silencio de la habitación.Entre abrí los ojos con cierta molestia y tomé el celular para contestar el mensaje que me habían enviado.«Buenos días, Lucía.Quisiera saber si me puede responder una pregunta que está solicitando recursos humanos: ¿Mantiene su cuerpo virgen?Mis mejores deseos».—¿Qué diablos le pasa a Alexander con este tipo de preguntas? —Maldije al sonrojarme las mejillas —responderé de todos modos, tal vez sea cierto. «Buenos días, Sr. Alexander.Ante la pregunta del departamento, mi respuesta es: sí.Saludos».Volví a dejar el celular sobre la mesa, suspiré y me recosté en la cama pensando en lo que pasó en esa oficina, gracias a Dios no vi nada más que me hiciera sentir peor, pero no estoy feliz de ver el resto.Me levanté y fui a la ducha, al volver me encontré con tres llamadas perdidas de Alexander en el teléfono, algo raro por su parte, desde que me fui de vacaciones no me había llamado ni una sola vez y mucho
Mi corazón comenzó a latir sin control, me sentí como un caballo desbocado cuando esos ojos azules me miraron fijamente y esta vez se comportaron diferentes cuando los vi bajar a mis labios.Una de las manos de Alexander acarició mi mejilla y su pulgar acarició suavemente mis labios enfocándose en ese labial rosa que me había regalado por mi cumpleaños.—Tienes rosa en los labios, te queda bien… —dijo, apretando ligeramente mi labio inferior —me dan ganas de besarte y sacarlo del camino.Los nervios erizaron cada vello de mi cuerpo ante esas palabras. Estaba parado frente a mí diciendo eso cuando en muchas ocasiones simplemente me intimidaba con su presencia y claramente parecía gustarle eso.Di un paso atrás dejándolo con los ojos muy abiertos y desorientados. Nunca me había retractado de tener a Alexander frente a mí así, en mi vida me hubiera atrevido a hacerlo, pero la verdad es que en este momento lo odié y odié a Alicia por lo que hizo.Me lastimó sin piedad.—¿Qué quieres
Los dedos de Alexander se escabulleron por debajo de mi blusa y rosaron mi piel, di un respingón y trate de apartarlo con ambas manos, sentí su pecho duro y su corazón latir aparentemente rápido.—¡Espera! ¿Qué estás haciendo? —abrí mis ojos sonrojada hasta las orejas.—¿Acaso no es obvio? —dijo el con un tono seductor y esa voz ronca —quiero conocer más de ti.—No —Respiré hondo tratando de calmarme —s-señor, por favor váyase o quédese a tomar café y galletas, pero no voy a hacer estas cosas.Alexander frunció el ceño y me miró de mala gana, estaba enojado y estaba muy seguro de que quería matarme por no dejarlo continuar con sus planes.Pero si quería tener sexo con una mujer, en mi humilde opinión, Alicia era perfecta para apagarlo.—No vas a dejar que te haga nada, ¿verdad? —Pregunto con resignación, con la mandíbula apretada.Negué con la cabeza, me dirigió una última mirada, esta vez intensa, y me retiré a la sala para sentarme en un sofá de cuero que me encantaba.—Creo
La semana pareció enamorarse de Alejandro y cumplió su exigencia de ir rápido. Durante el transcurso de la misma tuve a Alexander en mi casa en varias ocasiones, me sorprendía que pasara tanto tiempo compartiendo conmigo en otro lugar que no era la oficina.Llegó el día que no esperaba para nada nada porque tendría que verle la cara a Alicia, fui al armario en busca de un atuendo decente para presentarme, por suerte encontré mi falda negra favorita que se ajustaba a mi cuerpo haciendo que se notara más mi figura, la blusa blanca que se notaba en mi sostén y que me encantaba porque el sudor en ella no era opción, odiaba sudar y mostrarlo, sobre todo porque tenía que caminar mucho y no podían faltar mis tacones bajos, esos que eran muy altos no eran mi estilo y me costaba caminar con ellos aunque me pareciesen de muerte.Bajé a la cocina y empaqué mi desayuno como siempre, una vez que todo estuvo listo me dispuse a subir al auto e ir a la oficina.Esta vez sería diferente, no hubo pa
Pasaron los minutos y entre negociaciones Alejandro y yo pudimos ponernos de acuerdo. El sonido de un golpe resonó a través de las paredes de la habitación justo cuando las puertas se abrieron para notar que era Alicia. Ambos fruncimos el ceño y el pensamiento de ellos dos en esta misma oficina vino a mi cabeza, mis dientes se endurecieron, verla me puso enferma, mi piel ardió, mis puños apretados y millones de pensamientos vinieron a mi cabeza.Dejo escapar un suspiro para apaciguar mi ira. Alexander me tomó de la cintura y me acerco a él tratando de calmarme a su manera, él sabía perfectamente —gracias al departamento de recursos humanos— que la condición de mi corazón no era del todo estable.—Cálmate —susurro en mi oído sin apartar los ojos de Alicia, asentí.—Muy bien… —susurré, aclarándome la garganta para no cometer el error de que Alicia no escuchara mis palabras y sobre todo mi advertencia —Alicia, si quisiera hacer algo con Alexander, ya lo habría hecho, yo lo he tenido
Durante la reunión Manuel y Alexander me miraron de reojo, yo estaba muy enojada, extremadamente enojada, no quería que nadie me hablara y mucho menos ellos, solo de pensarlo me enojaba aún más.Minutos después de repartir los documentos a cada empresario presente, me senté en el mostrador y al instante llegó Alicia con la nariz y los ojos completamente rojos. Si hubiera sido la de antes hubiera sentido un poco de dolor, pero ya no, sabía el tipo de persona que era y ahora solo podía sentir asco de considerarla mi amiga.Me aclaro la garganta y le paso uno de los documentos que me sobraron.—Gracias —dijo suavemente.—De nada —respondí secamente, ella sonrió como si le hubiera hablado de la forma más hermosa, arrugué las cejas y la vi por el rabillo del ojo borrando a regañadientes esa sonrisa de su rostro.Unas horas más tarde, la reunión había terminado. Alicia me ayudó a recoger todas las cosas de la mesa: bolígrafos, papeles que habían quedado, comida servida que no consumier