Diana se encontraba aparcando el auto en el garaje de su casa.Acababa de regresar de su viaje y lo había hecho tres días antes para darle una sorpresa a su esposo.Ese día era su primer aniversario de boda y por nada del mundo lo pasaría alejada de él.Deseaba ver su cara de sorpresa al verla llegar. No había avisado a nadie, ni siquiera a su mejor amiga.Antes de entrar a su casa decidió marcarle para decirle que ya se encontraba de vuelta en la ciudad y que se verían al día siguiente, pero no contestó.«¿Entonces para qué me insiste tanto para que le avise de mi llegada?», pensó y después recordó que apenas eran las siete de la mañana y que seguro debía estar dormida.Diana guardó de nuevo su teléfono en el bolso y salió del coche.Era sábado y esperaba encontrar a su marido aún en la cama.Al entrar en la casa se quitó los tacones para no hacer ruido y se dirigió a la habitación.Antes de abrir la puerta, una sonrisa se le asomó a su rostro al pensar en el reencuentro. A pesar de
Cinco años después…A Diana la vida no le fue cómo esperaba después de su separación.Descubrió de un solo golpe que el mundo que la había rodeado era superficial y que cuando perdías el estatus social, las personas que creías amigos te daban la espalda.Izan se ocupó de que nadie le ayudara, ni le diera trabajo.La quería hacer regresar a toda costa y ella no estaba dispuesta a dejarse humillar de esa forma.Su exmarido mintió a todo el mundo y cambió los hechos diciendo que él la había encontrado a ella engañándolo con el chofer.Para terminar de destruirla, aseguró que había intentado robarle para fugarse con su amante.Falsificó pruebas y compró testigos para asegurarse de que en el acuerdo de divorcio ella se quedaba sin nada y lo tuvo muy fácil gracias a su error. La noche que se acostó con aquel desconocido había quedado embarazada. Le hicieron pruebas de ADN y el resultado fue el esperado, Izan no era el padre de su hija.Diana escuchó los golpes en la puerta de su pequeño ap
Diana había buscado al padre de su hija durante su embarazo y unos meses después de que su hija naciera.Lo buscó porque la vida se le había caído a pedazos y su pequeña no tenía la culpa de nada.Lo continuó buscando cuando el dinero se le había acabado y no le daban trabajo en ningún lugar.Y se rindió en su búsqueda cuando tuvo que dejar de ser Diana Miller, la educada, adinerada y glamourosa hija de Albert Miller, para convertirse en Cherry, la conejita.La mujer que bailaba cada noche en un club de mala muerte y dejaba que los hombres metieran billetes en su ropa interior.Los primeros meses lloraba hasta caer rendida al sueño cuando llegaba a casa, pero gracias a ese trabajo pagaba las cuentas, a su casera para que le hiciera de niñera y su hija y ella no morían de hambre.Con el tiempo dejó de llorar, de sentir y de creer, se adaptó y dejó de buscar al padre de su hija para que la ayudara y decidió salir adelante por sí misma.Ahora se encontraba caminando detrás del «señor gua
—Creo que estás muy confundido —le dijo Diana apenas cerraron la puerta y se quedaron a solas—. ¿Qué pretendes diciéndole eso a los niños? Mira, señor guapo, ya sé que te crees la última Coca-Cola del desierto porque eres un hombre grande, fuerte, poderoso. Pero nadie, escúchame, nadie, va a romperle el corazón a mi hija haciéndole creer cosas que no van a ocurrir.¡¿Qué se creía ese hombre?! Ahora le tocaría a ella hacerle entender a Victoria que no podía volver a ver a esos niños y que no viviría en esa casa de ensueño que le estaban describiendo.Había visto la mirada ilusionada de su hija cuando ese hombre prepotente había soltado que tenía que hablar con su nueva mamá.—Lo primero, siéntate, me gusta hablar con la gente viéndola a los ojos para que sepan que hablo con la verdad. Y segundo, puedes dejar de llamarme señor guapo, mi nombre es Alexander Turner.Diana hizo memoria al escuchar ese nombre.Nunca había estado muy pendiente de los negocios de su exmarido y de su padre, la
Diana regresó a su casa para recoger sus pertenencias.Cuando Alexander le dijo el sueldo que tendría como niñera de esos adorables pequeños intentó permanecer impasible.Aquello era maravilloso, ¿qué tan difícil podía ser? Gabriel y Nathan se veían tranquilos, bien educados, al igual que su hijita.A ella le encantaban los niños, era muy maternal y siempre hacía todo lo posible por dedicarle su tiempo a Victoria.Llenaría de amor a esos pequeños, su hija conviviría con sus hermanos y no tendrían que vivir debajo de un puente. Todo era perfecto.Se tuvo que tragar su orgullo y le pidió un adelanto de su sueldo a su nuevo jefe, no podía marcharse sin pagar a su casera.Además, quería asegurarse de mantener el apartamento un tiempo más, al menos hasta que estuviera segura de que ese trabajo sería duradero.—La voy a extrañar, se convirtió en una bruja en cuanto se enteró de mi profesión, pero aun así sé que siempre cuidó a mi hija con mucho amor.Diana se permitió decirle bruja a su cas
Cuando la mañana llegó, Diana ya se había olvidado del malestar que sintió con el rechazo de Alexander y estaba dispuesta a afrontar todo lo que se le pusiera por delante.El optimismo llenaba su vida.Todo era fantástico.En su contrato también estaba estipulado que, para que no perdiera el tiempo en cruzar la ciudad para llevar a los niños a diferentes escuelas, Victoria también sería matriculada con Nathan y Gabriel.Pero eso comenzaría a partir de la siguiente semana, cuando Alexander pudiera arreglarlo con la institución.Feliz salió de la cama, se duchó y se arregló incluso más de lo que debería, pero no pudo evitarlo.Se dijo a sí misma que debía estar presentable para su primer día y que ese era el único motivo.—Buenos días, niños, es hora de levantarse —dijo al entrar a la habitación de los pequeños, encender la luz y encontrarse con que aquella habitación parecía un campo de minas.La sonrisa se le borró por un momento, pero recordó de nuevo que no la habían contratado para
Puede que el día no hubiera comenzado de la mejor manera y que hubiera hecho un ridículo considerable, pero ella era una mujer muy optimista.Solo había sido un percance y eso no cambiaría su buen humor.Llevó a los pequeños a la escuela, los abrazó con cariño antes de entrar y se maravilló de lo cariñosos que eran.—¿Vendrás a buscarnos a la salida? —preguntó Gabriel.—Claro, peque, estaré aquí la primera y cuando hayan hecho sus tareas jugaremos, ¿qué les parece?—¡Sííí! Ya quiero que sea la hora de la salida.—Pero ¿por qué Victoria se quedará contigo en casa? —preguntó Nathan—. Papá dijo que iríamos juntos a la escuela. Yo también quiero quedarme.Diana se agachó para estar a la misma altura del niño y le acarició la mejilla con cariño.—Victoria comenzará el lunes, papá tuvo que hablar para cambiarla de escuela. Solo será por hoy y tendremos todo el fin de semana para nosotros.—Está bien, mami. Cuando mi hermana entre a la escuela, Gabriel y yo la cuidaremos —la forma en que Nat
Cuando Alexander llegó a su casa y entró, no podía creer la paz que reinaba en el ambiente.Miró a su alrededor y no se escuchaban gritos, ni quejas, ni había ningún incidente que solucionar.Aquello no era normal.Le había escrito un mensaje a Diana para preguntar cómo iba todo un par de horas antes y no contestó.Tuvo el impulso de regresar a su casa en ese mismo instante, pero estaba demasiado ocupado y debía confiar en que en esa ocasión los niños se portarían bien.Había visto que les agradaba Diana, tenía que darles el beneficio de la duda.Cuando se encontró a una empleada la detuvo para preguntarle.—¿Dónde se encuentran mis hijos?—Han estado toda la tarde jugando con la nueva niñera y su hija en la casa del árbol. Todavía continúan allí.Alexander sintió como su boca se iba abriendo poco a poco.¿Se había equivocado de casa o cuando estaba regresando a casa entró en algún bucle temporal que lo cambió a otra dimensión?¿Nathan y Gabriel tranquilos toda la tarde? No, eso era i