Dos años después…Tras el desengaño sufrido con Natalie, Roger se propuso dar un cambio radical.Dejó atrás la idea de formar una familia y de buscar el amor para saltar de flor en flor o de falda en falda.¿Para qué iba a seguir buscándolo? No tenía sentido.Si ninguna lo había querido siendo un asistente que tampoco lo buscaran cuando lo vieran triunfar.Se hizo cargo de la empresa de su familia y por más que el negocio de la moda era muy distinto a lo que había trabajado con su amigo Alexander a lo largo de los años, él había aprendido muy bien a ser un tiburón de las finanzas.En los dos años que llevaba a cargo de la empresa trabajó de forma incansable y ni todos los escándalos que llevaba a su espalda lograban que se hubiera hecho un nombre en el mundo de la moda y de las mujeres.Roger podría ser considerado un soltero de oro si no tuviera una fama de mujeriego tan nefasta.Había dejado de perseguir a las mujeres para que fueran ellas las que lo persiguieran a él.Las modelos de
Diana llegó a la empresa a ayudar a su esposo con la entrevista para elegir a su nuevo asistente.Habían pasado casi dos meses desde que Roger se fue, pero continuaba sin elegir uno.La última conversación que tuvieron con él fue cuando rompió su compromiso y habían estado buscando a alguien adecuado para delegar algunas funciones.Ambos querían ir a verlo porque sabían que no se encontraba demasiado bien, pero hasta el momento no había sido posible.Diana le había prometido ayudarle con la elección ya que él los rechazaba a todos y también le dijo que no se metería en su decisión porque al final con quien trabajaría sería con él.Solo estaba allí de espectadora, nada más.—¡¿Por qué te tardaste tanto?! —la increpó su esposo apenas entró a la oficina—. Ya deberíamos haber comenzado hace media hora. Por cierto, qué bonita estás hoy, duendecilla.Diana se acercó a él y le dio un beso en agradecimiento por su alago.Sabía que estaba mintiendo porque se había visto al espejo antes de sali
—Diana, ¿qué haces aquí? —preguntó Natalie como si su presencia allí, en la oficina de su marido, fuera lo más normal.Ella que ya pensaba que no iba a tenerla que ver nunca más.Lo último que supo de esa mujer fue que le rompió el corazón a Roger y que se había marchado con su hermano.—Duendecilla, yo no tengo nada que ver con la presencia de esta mujer aquí —le susurró su marido y ella que estaba sentada a su lado no quiso mostrar el coraje que sentía en ese momento.Por eso se dispuso a contestar con toda la calma de la que disponía.—¿No me digas que vienes a presentarte al puesto de asistente? —preguntó Diana con una sonrisa en la cara que no auguraba nada bueno.Pero Natalie, que no debía tener amueblado ni medio cerebro, tomó su sonrisa como una invitación a pasar y sentarse.—No venía por eso, ni siquiera sabía que Alexander estaba buscando una asistente —la forma en la que pronunció el nombre de su esposo y la mirada que le echó hizo que Diana tuviera que usar toda su contenc
Diana llegó con Victoria, Nathan y Gabriel a casa de sus suegros.Ya lo había intentado antes con su madre, pero había fingido tener demencia y no recordarla para no cuidarle a los niños.La niñera no podía controlar a los cinco por mucho tiempo y a Diana le costaba encontrar personas de confianza para dejarle a sus hijos un par de días.Solo dos, no necesitaba más, quería tener un poco de intimidad con su esposo antes de que el ogro que vivía en él se hiciera más insoportable.Cada vez que lo intentaban alguno de sus hijos aparecía en la habitación.La noche anterior fue Victoria diciendo que tenía miedo y se colocó entre ambos hasta que salió el sol.—¿Qué haces aquí? —gruñó su suegra apenas la vio, pero le cambió el rostro en cuanto vio a los niños—. ¿Vienen a ver a los abuelos? Nos extrañaban, ¿cierto?Nathan iba a ser tan sincero como siempre y soltar algo que estropeara que la odiosa mujer quisiera pasar un tiempo con ellos, pero Diana le cubrió la boca.—Sí, estaban como locos p
Diana se encontraba aparcando el auto en el garaje de su casa.Acababa de regresar de su viaje y lo había hecho tres días antes para darle una sorpresa a su esposo.Ese día era su primer aniversario de boda y por nada del mundo lo pasaría alejada de él.Deseaba ver su cara de sorpresa al verla llegar. No había avisado a nadie, ni siquiera a su mejor amiga.Antes de entrar a su casa decidió marcarle para decirle que ya se encontraba de vuelta en la ciudad y que se verían al día siguiente, pero no contestó.«¿Entonces para qué me insiste tanto para que le avise de mi llegada?», pensó y después recordó que apenas eran las siete de la mañana y que seguro debía estar dormida.Diana guardó de nuevo su teléfono en el bolso y salió del coche.Era sábado y esperaba encontrar a su marido aún en la cama.Al entrar en la casa se quitó los tacones para no hacer ruido y se dirigió a la habitación.Antes de abrir la puerta, una sonrisa se le asomó a su rostro al pensar en el reencuentro. A pesar de
Cinco años después…A Diana la vida no le fue cómo esperaba después de su separación.Descubrió de un solo golpe que el mundo que la había rodeado era superficial y que cuando perdías el estatus social, las personas que creías amigos te daban la espalda.Izan se ocupó de que nadie le ayudara, ni le diera trabajo.La quería hacer regresar a toda costa y ella no estaba dispuesta a dejarse humillar de esa forma.Su exmarido mintió a todo el mundo y cambió los hechos diciendo que él la había encontrado a ella engañándolo con el chofer.Para terminar de destruirla, aseguró que había intentado robarle para fugarse con su amante.Falsificó pruebas y compró testigos para asegurarse de que en el acuerdo de divorcio ella se quedaba sin nada y lo tuvo muy fácil gracias a su error. La noche que se acostó con aquel desconocido había quedado embarazada. Le hicieron pruebas de ADN y el resultado fue el esperado, Izan no era el padre de su hija.Diana escuchó los golpes en la puerta de su pequeño ap
Diana había buscado al padre de su hija durante su embarazo y unos meses después de que su hija naciera.Lo buscó porque la vida se le había caído a pedazos y su pequeña no tenía la culpa de nada.Lo continuó buscando cuando el dinero se le había acabado y no le daban trabajo en ningún lugar.Y se rindió en su búsqueda cuando tuvo que dejar de ser Diana Miller, la educada, adinerada y glamourosa hija de Albert Miller, para convertirse en Cherry, la conejita.La mujer que bailaba cada noche en un club de mala muerte y dejaba que los hombres metieran billetes en su ropa interior.Los primeros meses lloraba hasta caer rendida al sueño cuando llegaba a casa, pero gracias a ese trabajo pagaba las cuentas, a su casera para que le hiciera de niñera y su hija y ella no morían de hambre.Con el tiempo dejó de llorar, de sentir y de creer, se adaptó y dejó de buscar al padre de su hija para que la ayudara y decidió salir adelante por sí misma.Ahora se encontraba caminando detrás del «señor gua
—Creo que estás muy confundido —le dijo Diana apenas cerraron la puerta y se quedaron a solas—. ¿Qué pretendes diciéndole eso a los niños? Mira, señor guapo, ya sé que te crees la última Coca-Cola del desierto porque eres un hombre grande, fuerte, poderoso. Pero nadie, escúchame, nadie, va a romperle el corazón a mi hija haciéndole creer cosas que no van a ocurrir.¡¿Qué se creía ese hombre?! Ahora le tocaría a ella hacerle entender a Victoria que no podía volver a ver a esos niños y que no viviría en esa casa de ensueño que le estaban describiendo.Había visto la mirada ilusionada de su hija cuando ese hombre prepotente había soltado que tenía que hablar con su nueva mamá.—Lo primero, siéntate, me gusta hablar con la gente viéndola a los ojos para que sepan que hablo con la verdad. Y segundo, puedes dejar de llamarme señor guapo, mi nombre es Alexander Turner.Diana hizo memoria al escuchar ese nombre.Nunca había estado muy pendiente de los negocios de su exmarido y de su padre, la