—Espero que no te estés refiriendo a mí de esa manera por mi ceguera — bromeé en un tono más serio que de chiste.
—¡No, por supuesto que no! O sea, me refiero a que... — como quisiera ver sus expresiones ahora mismo—. No tiene sentido. Lo que menos quiero es volver a tener una discusión innecesaria contigo. Ahora si me lo permites, tengo que seguir trabajando.
—Me gustaría hacerte una propuesta.
—¿Sobre qué? — respondió en automático.
—De trabajo.
—¿En serio? ¿Por qué? — se escuchaba sorprendida.
—No sé si te hayas dado cuenta antes lo bien que cantas. ¿Qué te parece si hablamos del tema con más calma?
—Oh, ¿y quién me asegura que no te quieres vengar de mí por las supuestas ofensas que crees que te he dicho?
Escuché la risa de mi padre a mi espalda, y quise reír como él, pero me mantuve estoico como de costumbre.
—¿Crees eso?
—Nadie me dice que no sea así.
—En fin. Necesito una maestra de canto en mi academia, pero si no quieres aceptar el trabajo, dímelo ahora mismo y no pierdo mi tiempo hablando contigo.
—Muchacho — mi papá me golpeó la espalda en clara señal de regaño—. Señorita, le ofrezco una disculpa, mi hijo suele ser...
—Sí, ya sé, es un hombre raro. Digo, ¿de qué trata el trabajo?
—Habla con ella en la academia y de paso le enseñas el lugar. Yo iré con tu madre, debe necesitar de mi presencia con suma urgencia — es la excusa más barata que me ha dicho mi padre en todos sus años de vida—. Sé cortés, Yulek.
—Desde luego — sonreí—. Esmeralda, ¿verdad?
—Qué buena memoria tiene — aludió.
—Recuerdo todo a la perfección, más cuando de un meloncito se trata.
—Ay, por favor...
—Ven conmigo, te enseñaré la academia y de paso hablamos sobre el trabajo que tendrías que realizar. Claro está, si es que aceptas trabajar con nosotros.
—Bien, pero que sepa que me sé defender.
—¿De un ciego? — no pude contener la risa.
—Dios, es imposible... — murmuró casi audible.
Caminamos a la academia en completo silencio. El aura entre los dos se siente incómodo y tenso. Su aroma tiene a todos mis sentidos adormecidos. Apenas puedo pensar con ese olor tan concentrado a frutas que desprende de su cuerpo y se a colado en mis pensamientos. Tener en mente la textura y suavidad de sus senos no me ayudan en lo absoluto.
Abrí la puerta de la academia y la dejé pasar primero. La academia es una casa pequeña, pero cuenta con todos los instrumentos necesarios para enseñar.
—Es un lugar muy bonito — musitó.
—¿Ahora me crees lo que te decía o sigues pensando que te haré algo...?
—Le creo. Créame que le creo — se apresuró a responder.
—Bien. La academia cuenta con dos aulas, en una mi padre enseña y en la otra enseño yo. Enseñamos a todos los niños que deseen aprender, pero mayormente vienen pequeños con varias discapacidades. La música es un gran estímulo para fortalecer sus crecimientos. Te sorprenderías al escucharlos tocar — fui caminando con total libertad mientras ella se mantenía muy cerca de mí—. Solo somos mi padre, mi secretaria y yo, pero ninguno de los tres canta como los dioses. Llevo escuchando tu voz las últimas dos semanas y realmente me gusta mucho la tonalidad que fluye de ti con naturalidad. Pareces un dulce ángel cantando. Por eso es que he pensado en ofrecerte el trabajo como maestra de canto en la academia.
—Vaya... no sé qué decir. Es muy raro que acerquen a ti de un momento para el otro y te ofrezcan un trabajo.
—Mientras el trabajo sea honesto no veo el problema de aceptarlo. La paga es al mes, pero es más de lo que ganas tocando en el parque en semanas. Trabajando aquí tendrás un lugar seguro.
—Acepto — la emoción en su voz no me pasó desapercibida—. ¿Desde cuándo empezaría?
—Desde mañana. Entre más rápido los pequeños se adapten a ti, mucho mejor. ¿Tienes algún otro trabajo? Porque de ser así, tendrías que renunciar. Acá vas a permanecer mucho tiempo, incluso en los fines de semana.
—No, este es el primer trabajo que consigo desde que llegué aquí.
Tenía curiosidad de preguntarle muchas cosas, pero me abstuve y fui profesional. Luego de haberle enseñado lo que en un inicio había tenido preparado para la maestra de canto y todo el lugar en sí, le hablé de cada uno de los niños y sus condiciones. Al finalizar el recorrido firmó el contrato que la vincula a la academia por un lapso de tiempo indefinido.
—Puedo acompañarlo a dónde desee. Ya está de noche — mencionó una vez salimos de la academia.
—No te preocupes, vivo en el edificio que queda frente al parque. ¿Vives muy lejos?
—A unas diez calles de aquí, pero ¿en serio estarás bien? No me gustaría que te sucediera algo de camino. Está muy oscuro por el parque.
—He estado rodeado de oscuridad toda mi vida.
—Creo que confundes mis palabras, no me refería a eso, sino a los peligros externos que hay y nos hace vulnerables a todos. Se debe cruzar una vía para llegar al parque, sin contar que está de noche y la visibilidad de los conductores se disminuye considerablemente.
—Bien, entonces acompáñame — no sé por qué accedí, pero tampoco me resultó mala idea sentir un poco más su aroma fresco y frutal—. Pero solo si regresas a tu casa en taxi.
—No puedo darme ese lujo — musitò.
—Yo pago la carrera, no te preocupes.
No nos dijimos ni una sola palabra de la academia al edificio donde vivo. Aunque tampoco es como si tuviéramos mucho que hablar, pues somos dos completos desconocidos que se han tropezado dos veces en toda su vida. Se siente extraño caminar junto a alguien que no es ni mi madre ni mi padre, sobretodo porque soy un hombre que no tiende a socializar con las demás personas. Siempre he sido muy solitario.
—Gracias por acompañarme — me detuve en la entrada de mi edificio sin saber qué más decir—. Detén un taxi.
—No creo que un taxi vaya a pasar. Estas calles están muy solas. Espero pases buena noche, ¡nos vemos mañana! — apreté los labios para no reír—. Maldición, perdón. Bueno, te veo, tú...
—Hasta mañana, Srta. Arias — le sonreí cortésmente, ignorando el aleteo poco rítmico de mi corazón—. Tenga mucho cuidado.
—Hasta mañana...
Entré al edificio dejando sus palabras al aire, más porque me sentí fuera de mi zona de confort, y de esa manera no es como mi vida está planificada. Me gusta estar solo, me gusta la oscuridad que me abraza a diario y de la cual ya estoy acostumbrado. Me sentí desnudo por segunda vez frente a ella; como aquel día en que mis gafas cayeron de mis ojos y mostré algo muy mío a alguien más.
EsmeMe había rendido luego de varias semanas en las que me vi en la obligación de seguir cantando en el parque para comer y ahorrar un poco de dinero. No quería regresar a mi país, pero tampoco tenía opción de quedarme en un lugar donde la estaba pasando realmente mal.Siempre hay un ángel dándonos abrigo sin que lo notemos a nuestro alrededor. Agradezco mucho que ese ángel me haya escuchado y me haya enviado a uno de los suyos para darme, aunque sea una oportunidad para no seguir en esa desesperación que me tenía al borde de la locura. Yulek no es un amor de persona conmigo, pero es un tierno bomboncito que le da mucho cariño a los niños cada día con su música. Da igual si me habla con sarcasmo, por obligación o n
No podía negar lo nerviosa que me encontraba por la presentación en la casa gubernamental de la ciudad. No es que tuviera miedo al público, pero me resultaba un poco diferente e incómodo cantar junto a Yulek, aún sabiendo que para él yo no era absolutamente nadie. Ni siquiera porque soy su empleada o compañera se ha dignado a hablarme. No entiendo por qué vive de mal humor, ignorando al resto del mundo como si el fuese un ser superior y el resto solo un polvo sobre su hombro.Llegamos desde muy temprano a la casa de gobierno para prepararlo todo con anterioridad. Los niños llegaban tiempo después en compañía de sus padres, por lo que aproveché que solo estábamos Yulek y yo en el salón afinando los instrumentos para cortar con ese silencio tan mordaz que ha tenido conmigo desde
Desperté por los insistentes golpes en mi puerta. La noche fue horrible como todas las anteriores. Llevo días sin poder dormir y descansar como es debido, pues estando sola y en silencio la ansiedad es mucho mayor. Se supone que debía descansar, pero al no venir tomando mis medicamentos con frecuencia, más por el hecho de no tener el dinero suficiente para comprarlos, hace que acostumbrarme nuevamente a sus efectos sea una completa agonía.Salí de la cama con las cobijas enredadas a mi cuerpo y abrí la puerta con cara de pocos amigos. Ver a Yulek muy bien arreglado y perfumado frente a mí era algo que no había esperado ni en bromas.—Dios mío, ¿cómo es que llegaste aquí? — musité tras verme en mis horribles fachas mie
Nos guié fuera de la casa y emprendimos camino por las soleadas calles en completo silencio. Estoy como viviendo en un sueño, pues nunca me imaginé estar tomada del brazo de un hombre tan guapo mientras caminamos sin ningún rumbo en específico. Sus brazos se sienten anchos y muy reconfortantes a través de la tela de su gabán. Su perfume es delicioso, no he dejado de aspirar con disimulo su aroma cada que tengo la oportunidad de hacerlo.En un principio lo sentía tenso, más cuando me atreví a prensar su brazo con el mío para poder ayudarlo a guiarse mejor ya que no conoce estas calles, pero a medida que avanzamos los pasos, fue relajando los músculos. Ahora caminamos en un silencio muy agradable uno al lado del otro.Tal vez suene irracional, p
YulekTodo lo que gira en torno a Esmeralda me resulta llamativo y demasiado miedoso, y no precisamente porque tema a ella, sino a esa fuerte atracción que me genera con solo escuchar los tonos altos y bajos de su voz. Su perfume se ha grabado en mis pensamientos y lo puedo distinguir a la perfección entre varios aromas mezclados. Incluso percibo su olor en el aire cuando ella no está cerca de mí. A eso y muchos más sentires es a lo que verdaderamente temo. Y por más que trato de mantenerme a una distancia prudente, algo en mí no me permite hacerlo. Me conformo con escuchar su voz y sentir el olor de su perfume envolviéndome en esa red que hechiza mis sentidos, aunque no voy a mentir, lo daría todo por su rostro y verme en el brillo de sus ojos, pero sé que eso sería mucho pedir en esta vida oscura.
—¿Estás segura? — la escuché decir con la voz entrecortada, alertando mis sentidos en un instante.—¿Cuándo he dicho mentiras? Esmeralda, créeme cuando te digo que eres preciosa — hubo un corto silencio, por lo que me quedé expectante a lo siguiente que Anabella diría—. Todas estas marcas son trazos; los trazos de tu piel cuentan una historia, ya sea llena de tristeza o felicidad, pero lo hacen. Viviste para contarlos, así que luce esos trazos con orgullo y la cabeza en lo más alto, porque hacen de ti una mujer única y radiante. Tus padres están situados en tu corazón, déjalos ahí para siempre. Sé que no es fácil olvidar y seguir como si nada hubiera pasado, pero recuerda que la mejor forma de recordar su amor y traer su esencia a la tierra, es vivir de los momentos más felices que compartieron juntos.E
Dimos pasos lentos y torpes hasta donde se supone se encuentra la cinta. Al devolvernos, caminamos un poco más rápido, pero el roce constante de nuestros cuerpos me tenía en grandes aprietos. Esmeralda debe estar pensando que soy un completo degenerado, y no es para menos, he vuelto a dar una pésima impresión de mi persona. ¿Por qué siempre debo vivir momentos tan incómodos con ella?—No ganamos, pero lo importante fue que llegamos juntos — soltó ella en medio de risitas.Llegamos juntos, ¿eh? ¿Tiene alguna idea de lo perverso que acaba de sonar aquello?—Esmeralda, te puedo pedir un favor — me incliné hacia ella sin saber dónde quedaba con exactitud su oreja.—D-Dime, ¿en qué te puedo ayudar? — tartamudeó.—Me podrías guiar al baño, por favor... —
EsmeNunca cruzó por mi mente que ese día tan bochornoso en el que, sin duda alguna y sin mentir confirmé lo mucho que Yulek me gusta, cambiaría nuestra relación. Podría decirse que ya no existe un distante y frío saludo entre los dos, que ya no siento ese enorme abismo que cada día se me estaba haciendo mucho más grande. Es decir, vivimos momentos incomodos mientras nos dirigimos la palabra, pero ya no es un hombre distante, y ese hecho, embota mis sentidos.Crucé por su aula y me quedé viéndolo tocar el violín. Se ve tan atractivo estando perdido en sus notas; acariciando violenta y suavemente las cuerdas en movimientos rápidos y concisos que desprenden melodías muy hermosas. Que esté sin sus gafas oscuras me hace ilusión de ver una vez más el cielo de sus ojos. Es tan precioso, pero sé que eso es mucho pedir; él no m