Esme
Me había rendido luego de varias semanas en las que me vi en la obligación de seguir cantando en el parque para comer y ahorrar un poco de dinero. No quería regresar a mi país, pero tampoco tenía opción de quedarme en un lugar donde la estaba pasando realmente mal.
Siempre hay un ángel dándonos abrigo sin que lo notemos a nuestro alrededor. Agradezco mucho que ese ángel me haya escuchado y me haya enviado a uno de los suyos para darme, aunque sea una oportunidad para no seguir en esa desesperación que me tenía al borde de la locura. Yulek no es un amor de persona conmigo, pero es un tierno bomboncito que le da mucho cariño a los niños cada día con su música. Da igual si me habla con sarcasmo, por obligación o no, me basta con que me permita trabajar con él.
Su padre, el Sr. Rubén es el que me ha ayudado mucho en estos días con mis clases, ya que Yulek parece odiarme o no soportarme. Cada que siente mi presencia cerca la expresión feliz o tranquila le cambia radicalmente a una de desagrado y enfado. No sé por qué me pidió que trabajara con él si iba a comportarse de esa manera tan grosera cada que intento acercarme o hablarle de algo.Por el momento este trabajo es lo único que tengo, pero si el día de mañana me llegara a salir un trabajo mucho mejor, en cuanto al ambiente con mi jefe, no dudaría en tomarlo. Aunque dejar a los pequeños sería un golpe duro, pues en pocas semanas les he tomado demasiado cariño como para dejarlos solos.
Terminando con la limpieza del salón de clases, vi pasar a Yulek por el frente y en automático dejé de cantar. La emoción de haber llamado su atención con mi voz se ha esfumado de un momento para el otro. No es que creyera que seríamos los mejores amigos o algo por el estilo, pero esperaba a alguien con quien hablar, aunque sea por unos cuantos minutos en el día que no fuera mi pez Oscar.
—¿Te estás cuidando, Ana? — le escuché decir a su secretaria, por lo que volví a ponerme los audífonos y seguí cantando para no escuchar su voz.
¿Será que de verdad le molesta mi presencia? ¿Tanto le desagrado como persona? ? ¿O sigue pensando que en cualquier momento lo voy a ofender, aunque no haya sido así? Con Anita es muy bueno, amable y siempre le habla con cariño. En cambio conmigo no pasa de un saludo formal, distante y frío.
Tomé mi bolso y mi guitarra y salí disparada despidiéndome con la mano de Ana, pero ella me hizo señas para que me despidiera de él. No quería hacerlo, porque eso sería que dejara de sonreír de esa manera tan dulce. Y es de las pocas veces que sonríe de esa forma, ya que la mayor parte del tiempo se mantiene estoico y odiando al resto del mundo.
—No puedes irte aún, Esme. Te dejaron algo — mencionó ella con las mejillas coloradas.
Yulek giró la cabeza por encima de su hombro, borrando la sonrisa de su rostro de ipso facto. Ese tipo de cambios siempre hacen que mi pecho duela sin razón alguna. Aún no entiendo por qué quema tanto por dentro. Siento que se siente en obligación conmigo, que no soy buena cantando como me lo hizo creer hace unas semanas cuando me pidió que trabajara en la academia. Presiento que no encuentra las palabras adecuadas para decirme que me vaya y no regrese nunca más. Y eso duele, duele no ser aceptada ni mucho menos querida por las demás personas.
—¿Qué cosa? — susurré.
—Toma. Es una carta de algún enamorado secreto o quizás una invitación a cenar — se encogió de hombros—. ¡Ábrela!
—¿Una carta para mí?
—Sí — asintió emocionada.
Ana es una mujer de unos treinta o treinta y cinco años que sufre de un cáncer muy violento que la dejó en silla de ruedas hace diez años atrás. Es una mujer muy hermosa, de cabellos rubios y sedosos, ojos verdes y piel blanca. En un principio creí que tenía una relación con Yulek, pues se tratan con mucha confianza y cariño, pero con el pasar de los días me di cuenta que solo son muy buenos amigos. Además de que ella es una mujer casada y tiene un pequeño niño de doce años.
Tomé la supuesta carta en mis manos. Era un dibujo hermoso que una de las niñas de mi clase pintó para mí. Estábamos Yulek, la pequeña Tamara y yo; los tres rodeados de muchos corazones de colores. Es lo más bonito que alguien me ha podido regalar en muchísimo tiempo.
—Oh, que hermoso — suspiré.
—¿Tienes cena esta noche? — me guiñó un ojo, esbozando una sonrisa divertida.
No podía responderle, me causaba gracia sus expresiones y sus comentarios. Además de que me sentía muy incómoda al tener a Yulek a mi lado y en completo silencio. Parecía una estatua, con el ceño fruncido y apretando su bastón entre sus manos con fuerza.
—En realidad es...
—¡Tienes un admirador! — chilló, negando con la cabeza y quitándome la hoja de mis manos—. Qué romántico, qué tierno, qué belleza de hombre —suspiró dramáticamente, mientras la observaba como si le hubieran salido tres cabezas—. Acepta su invitación, capaz y este hombre es el amor de tu vida...
—Encárgate de cerrar, Anabella, recordé que tengo cosas que hacer — Yulek la interrumpió, y por el tono de su voz, no se oía nada contento—. Mañana no es necesario que vengas. Descansa. Hasta luego, Srta. Arias.
—Hasta luego, Sr. Graham.
Dio la vuelta y casi que se estrella con la pared, por eso mismo corrí a él y lo tomé del brazo para ayudarlo.
—Déjame ayudarte...
—Puedo solo — se zafó de mi agarre—. Ocúpate de tus cosas — tanteó la pared hasta que encontró la puerta y salió de la academia dando un fuerte portazo.
Esa frialdad no me gusta, me hace sentir no deseada en su mundo.
—¿Qué le pasa? ¿Por qué es tan difícil tratar con él?
—No lo sé, siempre es así de malhumorado. Con los días te acostumbrarás a sus cambios — soltó una risita—. Perdóname por decir esas cosas, pero quería comprobar algo.
—¿Qué querías comprobar?
—No me hagas caso. Ve a descansar. Nos vemos el sábado en la presentación que daremos en la gobernación para recaudar fondos.
—Sí, claro. Hasta el sábado entonces — salí, pensando que este mundo está lleno de gente extraña.
No podía negar lo nerviosa que me encontraba por la presentación en la casa gubernamental de la ciudad. No es que tuviera miedo al público, pero me resultaba un poco diferente e incómodo cantar junto a Yulek, aún sabiendo que para él yo no era absolutamente nadie. Ni siquiera porque soy su empleada o compañera se ha dignado a hablarme. No entiendo por qué vive de mal humor, ignorando al resto del mundo como si el fuese un ser superior y el resto solo un polvo sobre su hombro.Llegamos desde muy temprano a la casa de gobierno para prepararlo todo con anterioridad. Los niños llegaban tiempo después en compañía de sus padres, por lo que aproveché que solo estábamos Yulek y yo en el salón afinando los instrumentos para cortar con ese silencio tan mordaz que ha tenido conmigo desde
Desperté por los insistentes golpes en mi puerta. La noche fue horrible como todas las anteriores. Llevo días sin poder dormir y descansar como es debido, pues estando sola y en silencio la ansiedad es mucho mayor. Se supone que debía descansar, pero al no venir tomando mis medicamentos con frecuencia, más por el hecho de no tener el dinero suficiente para comprarlos, hace que acostumbrarme nuevamente a sus efectos sea una completa agonía.Salí de la cama con las cobijas enredadas a mi cuerpo y abrí la puerta con cara de pocos amigos. Ver a Yulek muy bien arreglado y perfumado frente a mí era algo que no había esperado ni en bromas.—Dios mío, ¿cómo es que llegaste aquí? — musité tras verme en mis horribles fachas mie
Nos guié fuera de la casa y emprendimos camino por las soleadas calles en completo silencio. Estoy como viviendo en un sueño, pues nunca me imaginé estar tomada del brazo de un hombre tan guapo mientras caminamos sin ningún rumbo en específico. Sus brazos se sienten anchos y muy reconfortantes a través de la tela de su gabán. Su perfume es delicioso, no he dejado de aspirar con disimulo su aroma cada que tengo la oportunidad de hacerlo.En un principio lo sentía tenso, más cuando me atreví a prensar su brazo con el mío para poder ayudarlo a guiarse mejor ya que no conoce estas calles, pero a medida que avanzamos los pasos, fue relajando los músculos. Ahora caminamos en un silencio muy agradable uno al lado del otro.Tal vez suene irracional, p
YulekTodo lo que gira en torno a Esmeralda me resulta llamativo y demasiado miedoso, y no precisamente porque tema a ella, sino a esa fuerte atracción que me genera con solo escuchar los tonos altos y bajos de su voz. Su perfume se ha grabado en mis pensamientos y lo puedo distinguir a la perfección entre varios aromas mezclados. Incluso percibo su olor en el aire cuando ella no está cerca de mí. A eso y muchos más sentires es a lo que verdaderamente temo. Y por más que trato de mantenerme a una distancia prudente, algo en mí no me permite hacerlo. Me conformo con escuchar su voz y sentir el olor de su perfume envolviéndome en esa red que hechiza mis sentidos, aunque no voy a mentir, lo daría todo por su rostro y verme en el brillo de sus ojos, pero sé que eso sería mucho pedir en esta vida oscura.
—¿Estás segura? — la escuché decir con la voz entrecortada, alertando mis sentidos en un instante.—¿Cuándo he dicho mentiras? Esmeralda, créeme cuando te digo que eres preciosa — hubo un corto silencio, por lo que me quedé expectante a lo siguiente que Anabella diría—. Todas estas marcas son trazos; los trazos de tu piel cuentan una historia, ya sea llena de tristeza o felicidad, pero lo hacen. Viviste para contarlos, así que luce esos trazos con orgullo y la cabeza en lo más alto, porque hacen de ti una mujer única y radiante. Tus padres están situados en tu corazón, déjalos ahí para siempre. Sé que no es fácil olvidar y seguir como si nada hubiera pasado, pero recuerda que la mejor forma de recordar su amor y traer su esencia a la tierra, es vivir de los momentos más felices que compartieron juntos.E
Dimos pasos lentos y torpes hasta donde se supone se encuentra la cinta. Al devolvernos, caminamos un poco más rápido, pero el roce constante de nuestros cuerpos me tenía en grandes aprietos. Esmeralda debe estar pensando que soy un completo degenerado, y no es para menos, he vuelto a dar una pésima impresión de mi persona. ¿Por qué siempre debo vivir momentos tan incómodos con ella?—No ganamos, pero lo importante fue que llegamos juntos — soltó ella en medio de risitas.Llegamos juntos, ¿eh? ¿Tiene alguna idea de lo perverso que acaba de sonar aquello?—Esmeralda, te puedo pedir un favor — me incliné hacia ella sin saber dónde quedaba con exactitud su oreja.—D-Dime, ¿en qué te puedo ayudar? — tartamudeó.—Me podrías guiar al baño, por favor... —
EsmeNunca cruzó por mi mente que ese día tan bochornoso en el que, sin duda alguna y sin mentir confirmé lo mucho que Yulek me gusta, cambiaría nuestra relación. Podría decirse que ya no existe un distante y frío saludo entre los dos, que ya no siento ese enorme abismo que cada día se me estaba haciendo mucho más grande. Es decir, vivimos momentos incomodos mientras nos dirigimos la palabra, pero ya no es un hombre distante, y ese hecho, embota mis sentidos.Crucé por su aula y me quedé viéndolo tocar el violín. Se ve tan atractivo estando perdido en sus notas; acariciando violenta y suavemente las cuerdas en movimientos rápidos y concisos que desprenden melodías muy hermosas. Que esté sin sus gafas oscuras me hace ilusión de ver una vez más el cielo de sus ojos. Es tan precioso, pero sé que eso es mucho pedir; él no m
Nerviosa era poco a como me sentía realmente. El corazón pretende salir por mi boca en cualquier momento y las manos no me han dejado de sudar. Desde que salimos juntos de la academia, mi estómago parece ser el nido de muchas mariposas, pues entre cada tanto las siento revoletear sin control en mi interior.Nos encontramos en la cafetería que queda muy cerca de la academia, pero ninguno de los dos se ha atrevido a romper el silencio que se formó entre nosotros según entramos en el establecimiento. Tan pronto la camarera nos trajo lo que pedimos, empezamos a comer envueltos en el mismo silencio, pero en lugar de sentirse incomodo o desagradable, se siente bien estar en su compañía. No importa si no nos dirigimos palara alguna, así me siento plena y a gusto; es como olvidar por pocos segundos lo sola que me encuentro en este lugar.—¿Cómo es Colombia? — cortó el si