CAPÍTULO SEXTO
DESDE EL PUNTO DE VISTA DE DOTHER
Dother –o Liam, como le llamaban– salió del armario.
Estaba poseído. Subió corriendo las escaleras hasta el piso superior, maldiciendo.
– No puede ser. No puede ser.
Fue a su despacho. Cerró la puerta de un portazo, furioso. Se paseó de un lado a otro pasándose las manos por el pelo. ¿Qué demonios acababa de ocurrir?
Estaba seguro de que el Salvador estaba en sus manos. Ella se sentía atraída por él, era obvio. Igual que todos los malditos cientos de mujeres a lo largo de los siglos. Era sólo cuestión de tiempo que se enamorara y se entregara espontáneamente.
Quería devorarla y librarse de la estúpida maldición. Caer en el mundo e ir a buscar a su novia.
Dother no podía obligar a Sofía a sentirse atraída por él. No, tenía que ser espontáneo.
Pero él no era idiota, y podía sentir la excitación que emanaba de la chica. Ambos se deseaban. Una relación entre los dos sería el resultado natural.
Sin embargo, las tonterías de Aileen estropearon sus planes.
Dother no se detendría por algo tan estúpido. Decidió utilizar la hipnosis –uno de sus dones como dios– para eliminar ese obstáculo de la mente de la chica.
No necesitaban hacer pública su relación. Sólo necesitaban follar en secreto durante unos meses, hasta que Sofía se enamorara de él.
Decidió recurrir a la hipnosis para eliminar la culpa de su mente.
Sólo que... No funcionó. Sofía simplemente no se sintió obligada.
¿Cómo? Nunca en siglos un ser humano se había resistido a su hipnosis. ¡Era un maldito dios!
Furioso, Dother lanzó una lámpara contra la pared, maldiciendo y jadeando.
¿Qué iba a hacer ahora? La hipnosis frustrada le hacía quedar como un tonto delante de Sofía. ¿Cómo iba a revertir la situación? ¿Cómo iba a resistirse a su don?
¿Qué era ella? ¿Podría ser que por ser la Salvadora, una criatura mística por naturaleza, Sofía no pudiera ser obligada?
Era la única explicación plausible. Tenía que serlo.
Alguien abrió la puerta del despacho. Liam ni siquiera tuvo que girarse para ver quién era. La única persona que vivía en la casa y no estaba en la fiesta.
– Vete de aquí, Dain. No estoy para charlas.
Dain –o Austin, su nombre humano– entró en la oficina de todos modos. Sarcástico y lleno de tatuajes.
– Déjame adivinar... – tenía una malvada satisfacción en su voz. – ¿Estás cabreado porque no pudiste seducir al Salvador?
Dother se tiró en su silla. Apoyó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos.
– Lo digo en serio. No estoy de humor para tus provocaciones. Váyase de aquí.
De hecho, fue culpa de Dother. Tirar la pantalla a la pared era violencia, y el acto atrajo a Dain a la habitación. La violencia era lo que le gustaba.
Dain le ignoró y se tiró en una silla.
– Qué trágico, hermanito. Supongo que siglos atrapado en esta deprimente ciudad te han dejado oxidado. Ya no eres tan irresistible como antes.
– No es mi ego el que está en juego, imbécil. El problema es mucho más grave.
– ¿Qué sería...?
Dother miró a su despreciable hermano. Necesitaba desahogarse sobre la situación con alguien, y la información no podía salir de la familia.
– Lo que voy a decir no puede salir de esta habitación. Ha ocurrido algo absurdo. El Salvador no cayó en mi hipnosis.
– ¿Intentaste hipnotizarla para seducirla? Eso no está permitido. El libre albedrío de los humanos...
– ¡Joder, no! – le cortó, frustrado. – ¿Crees que soy estúpido? Ella ya estaba interesada en mí. Sólo se resistía por su tonta lealtad a Aileen. Intenté hipnotizarla para quitarle la culpa de tener una aventura secreta conmigo. Pero... no funcionó.
Dain frunció el ceño.
– ¿Qué quieres decir con "no funcionó"? Tú no fallas. Eres un dios.
– Eso es lo que estoy diciendo. Hice todo bien, pero ella no estaba obligada.
Por primera vez, Dain se tomaba la conversación en serio. Se peleaban, sí. Pero cuando se trataba de toda la familia, dejaban a un lado sus diferencias.
– Eso es imposible. Incluso los monstruos de baja casta pueden ser obligados por nosotros dos y Dub.
Dub era el verdadero nombre del otro hermano, Declan.
Los tres eran dioses de una casta superior. Estaban por encima de monstruos estúpidos como demonios y banshees. Eran hijos de la mismísima diosa del mal.
Toda esa maldición fue creada para contenerlos. Los tres hermanos malvados que sembraron el terror por toda Irlanda. Los monstruos atrapados con ellos fueron sólo un efecto secundario.
– ¿Entiendes ahora mi conmoción?
Dain se levantó, preocupado. Se paseó de un lado a otro.
– Los tres somos las criaturas más poderosas que han pisado Irlanda. Es imposible para un simple ser humano como Sofia Nolan resistirse a su hipnosis.
Dother se masajeó la frente, irritado.
– Exactamente. Se me acaba de ocurrir una explicación. Sofía es la Salvadora, la puerta y la llave de salida a nuestra maldición. Una criatura mística única con sangre poderosa. ¿Podría ser que, por su naturaleza, sea inmune a nuestros poderes?
– Así que ella sería la primera criatura en la Tierra en serlo. No tiene sentido. Nada en los documentos que detallan la maldición dice que el Salvador tenga poderes especiales. ¿Cómo pudo omitirse esta información durante siglos?
– Es la única explicación.
– No. No es la única.
Dother palideció. Ya había considerado la posibilidad, pero...
Era demasiado absurdo para decirlo en voz alta.
– No. Imposible.
– Sabemos que sólo una persona en el mundo puede resistirse a tus encantos. La persona a la que tratarás como a un igual. La única mujer que realmente supondrá un reto en tu inmortal y miserable vida. La que has estado buscando durante siglos...
Dother se levantó, horrorizada.
– ¡No te atrevas a seguir hablando!
Dain se cruzó de brazos:
– Es una posibilidad real, Dother. Entrar en la negación no va a cambiar el hecho.
Dother tragó saliva. Era la primera vez que sentía miedo en siglos.
– ¿Crees que... ¿Crees que ella podría ser mi...
– ¿La novia que estabas buscando? Sí.
Dother se desplomó en su silla, mirando fijamente a la nada.
No. Aquila sería un giro muy cruel. ¿La novia que buscaba era Sofía? ¿Era por eso que ella no cayó en su hipnosis? ¿Era por eso que él también se sentía tan ferozmente atraído por ella?
concluyó Dain, muy serio:
– Si realmente es tu prometida, estás completamente jodido. Hay toda una ciudad de monstruos que quieren devorarla. Y si no la matas, estarás atrapado con la maldición para siempre. Es un callejón sin salida para ti.
– No. Sería una coincidencia muy cruel.
– ¿Coincidencia? Dame un respiro, no hay tal cosa. Sería un movimiento brillante. ¡¿No lo entiendes?! ¡Este fue el castigo de la diosa Danu para ti! ¡Tu presa y tu prometida son la misma persona! Tendrás que elegir entre las dos. O su amor o tu libertad.
Dother no podía creerlo. Si amaba a Sofía, estaría condenado. Atado a la maldición para siempre. ¡La chica sería como cadenas en sus talones, aprisionándolo en un castigo eterno!
Si es verdad, la diosa Danu fue un genio. Usó a la única criatura que importaba contra él.
Dother hizo mucho mal en su vida. Su castigo fue aparentemente mucho más severo que el confinamiento solitario.
No. Se negó a creerlo.
– Aún no sabemos si es la novia. Podría ser mera especulación.
– Es la alternativa más apropiada hasta ahora. Sabemos que Danu quería castigarte a ti en particular. Dub y yo fuimos efectos secundarios. Tú, Dother, fuiste el peor de nosotros. El sirviente más leal del Karma y el que más víctimas se cobró. Sería justicia poética. Un toque de refinamiento de la Diosa para castigarte.
– No. Necesito más pruebas. Sofía debe tener algún tipo de escudo contra la hipnosis...
– Espero que sea eso. De lo contrario, mi hermano... – Dain rió, dándose cuenta de la ironía de la situación. – La diosa te ha jodido. Eso es lo que yo llamo una venganza bien pensada.
Con eso, Dain salió de la oficina – dejando Dother solo para pensar en la horrible posibilidad.
Su prometida era su única debilidad. Su mayor sueño. La única criatura que le importaba en su aburrida vida inmortal.
Su novia sería su igual. La única capaz de domarlo.
Dother siempre había supuesto que sería una diosa tan poderosa como él. Pero tal vez... Tal vez no era una diosa. Quizás era un ser místico y legendario que tardó muchos siglos en nacer.
Se pasó una mano por el pelo, mortificado. No puede ser, ¿verdad?
¿Fue Sofia Nolan su perdición? ¿Estuvo su prometida delante de sus narices todo el tiempo?
Y lo más importante...
¿Cómo iba a protegerla Dother de los miles de monstruos hambrientos que querían devorarla? ¿Incluso de sus dos hermanos, dioses tan poderosos como él?
No había otro camino. Necesitaba hablar con la única persona que conocía muy bien al Salvador.
Cogió el teléfono y llamó a su enemiga mortal. La banshee que le había denunciado a la diosa Danu –y, en consecuencia, atrapado a todos los monstruos en la maldición–. La criatura que más odiaba en el mundo.
Aileen.
Marcó el despreciable número. Aileen contestó a la última llamada.
"¿Por qué me llamas, criatura infernal?", le espetó.
"Tenemos que hablar, Banshee. Una m****a muy grande acaba de explotar".
CAPÍTULO SÉPTIMOLlegué a casa. Entré. No quería despertar a Aileen.Me dolía mucho la cabeza. Fui a la cocina y bebí un vaso de agua. Estaba que echaba humo, enfadado y frustrado. No puedo creer que casi traicionara la confianza de Aileen por culpa de ese odioso McFeerley.El tipo no valía nada. ¡Ni siquiera sabía cómo recibir una ofensa!¿Sabes quién soy?", había dicho.Resoplé. Qué soberbia. Todavía me palpitaba la cabeza. Cuando salí de aquel armario, sentí una punzada en la sien y el dolor no hizo más que extenderse.Afortunadamente, no había bebido. Pude volver a mi coche.Conducir era un reto, ya que el dolor me nublaba la vista. Era extraño, ya que nunca he sido propenso a los dolores de cabeza. Tampoco había aspirinas en mi habitación. Como rara vez me ponía enfermo, no llevaba medicamentos.Rebusqué en los armarios de la cocina en busca de un botiquín. Prácticamente todas las casas tenían uno.No encontraba nada. Entonces vi el frasco de pastillas de Evie sobre la mesa. Lo
CAPÍTULO OCTAVOLa comisaría era pequeña. Sólo había tres celdas separadas. Me metieron en una de ellas.Respiré con ansiedad. Mi cerebro hizo las conexiones.Aileen era una auténtica banshee. La historia que contaba sobre la madre que perdió a su hija –y se convirtió en un espíritu ululante para vengarse– era real. Era su historia.Los cuadros de su estudio representaban a su hija, Eyre. La humana de belleza surrealista a quien Dother destruyó. A quien Liam destruyó.Joder. Estaba viviendo entre asesinos.Se paseaba de un lado a otro de la celda, masajeándose la nuca. Era demasiada información para asimilar. Una realidad imposible, increíble.Sólo yo, tan cínica y realista... ¿Cómo acabé en esta situación? ¿Atrapada en una ciudad llena de monstruos donde reinaba lo sobrenatural? ¿Cómo llegué yo, la no creyente Sofía Nolan, a ser la maldita Salvadora? ¿Una criatura mística esperada durante siglos?¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuál era mi conexión con esta historia?De repente, surgió un recuerdo
CAPÍTULO NOVENOSEGUNDA PARTEDENTRO DE LA GUARIDA DEL MONSTRUO– Levántate. – Gruñí. – Estás haciendo el ridículo.Levantó la cara con incredulidad.– ¿Cómo es?– Verás, monstruo, no es por ser tu prometida por lo que me gustas. Ni siquiera tenía intención de confesarte mi secreto. Sólo lo hice para salvarme. Quiero dejar esto muy claro: no somos novios ni nada por el estilo. Para mí, sólo eres un bote salvavidas. Nada más.Apretó la mandíbula. En sus ojos verdes, un destello de dolor.– Ya veo. – Se levantó, limpiándose la ropa. Intentaba mantener su dignidad. – Nuestro encuentro no fue lo que esperaba.– Tampoco voy a lanzar fuegos artificiales.Me analizó de arriba abajo, con astucia.– Tengo que preguntar... ¿Cómo supiste que éramos monstruos?– Las pastillas de Evie. Después de su intento de hipnosis, me dolía la cabeza. Las tomé y empecé a tener recuerdos de la desastrosa cena.– Trabajan sobre el olvido. Evie descubrió nuestro secreto hace años y no se lo tomó bien. Aileen usa
CAPÍTULO DÉCIMOLiam aceptó sin pestañear. Aunque era una decisión muy importante e irreversible.– ¿Seguro? – Apenas pude balbucear.Me miró consternado.– Todo para ti.Llevaron a Liam a otra habitación. Los médicos comenzaron a prepararme para la operación. Nos colocaron a los dos uno al lado del otro en camillas separadas en el quirófano.Los médicos preparaban la anestesia. Me introdujeron la aguja en el brazo, calmándome. Hicieron lo mismo con Liam.Temblaba de miedo. La operación sería arriesgada. Tenía un cincuenta por ciento de posibilidades de morir. Podrían ser mis últimos momentos despierto.Por instinto, miré a Liam. Él me devolvió la mirada. Ese dios extraordinario, poderoso y malvado estaba allí, tumbado en la camilla a mi lado, dispuesto a donarme un órgano. Como si yo fuera lo más importante de su vida. Alguien por quien valía la pena sacrificarse.Una donación de órganos era un acto de amor. El más puro de todos.Y le estaba engañando para conseguirlo.Las lágrimas m
PREFACIONarrado por la hija de la noviaOctubre de 2087NOTA DEL AUTOR EVELYN E. NOLANEstimado lector,Este libro contará la historia de mi madre. Se llamaba Sofía Nolan. Será una recopilación de sus asombrosas historias. Historias mágicas que escuché a lo largo de mi vida.Mi madre era una criatura fuerte y vivaz. Murió a los 92 años. Tranquila, contenta.Sin embargo, guardaba sus secretos. Muchos, muchos secretos. Al final de su vida, me confió su historia. Misterios que había vivido en el pasado y guardado durante años. Una historia increíble que ella personalmente me pidió que pusiera por escrito.Quería que el mundo conociera a algunas personas. Personas especiales que había conocido en un pasado lejano y que durante décadas sólo habían existido en su memoria y en su corazón.He cumplido su última voluntad escribiendo este libro. Todos los hechos se contarán desde su perspectiva.Puedes creer la historia de mi madre, o no. Yo misma aún no sé si creerla. Pero ella murió jurando
DESDE EL PUNTO DE VISTA DE DOTHEREl dios del malDother estaba en su despacho.Yo solía escribir un memorándum a mano. Prefería el viejo y buen papel. Odiaba la tecnología moderna, como los ordenadores. Era el dios del mal, por favor, no un becario de marketing.Oyó pasos acercándose antes que nadie. Maldito oído poderoso.Gruñó, irritado. Aquí viene.Dain abrió violentamente la puerta del despacho. Entró sin pedir permiso.– ¿Te has enterado?Dain era el dios de la violencia. La sutileza no era realmente su fuerte.Dother ni siquiera levantó la vista de sus papeles.– ¿Has oído que el Salvador ha llegado a nuestra ciudad? Sí, claro. Soy el alcalde. – Su aroma invadió todas las calles. La chica emanaba un aroma delicioso, irresistible para los monstruos. – Por cierto, no puedes entrar en el despacho del alcalde como si fuera tu casa.– A la mierda. – escupió Dain. – El Salvador está aquí, a nuestro alcance. ¿A qué estamos esperando? ¡A por ella!Dother dejó el bolígrafo y se reclinó
CAPÍTULO SEGUNDOEn cuanto crucé la frontera, frené.Había un coche parado en medio de la carretera. El vehículo era lujoso. Una mujer joven estaba inclinada sobre el capó. Tenía los brazos cruzados, esperando a alguien.Me detuve en el arcén y salí del coche.– Hola.Cuando me vio, esbozó una sonrisa.– ¡Ah, hola! Usted debe ser la Srta. Nolan.– Sí, soy yo. – Me sorprendió. ¿Cómo lo sabía?Se acercó a mí y me estrechó la mano.– Encantada de conocerte. Soy Evie, la asistente personal de la Sra. Aileen. – Era guapa. Piel negra, pelo largo y rizado. – Cuando llamaste, me envió a recogerte a la frontera. Como el pueblo no recibe muchos visitantes, no hay muchas señales. Puede ser un poco confuso para los viajeros.Vaya, ¿asistente personal? La Sra. Aileen debe haber sido realmente una viuda rica.– Ah, gracias. El placer es mío.Les había llamado para avisarles de que había llegado, pero sólo por educación. No esperaba un séquito de recepción.Evie propuso:– ¿Nos vamos? Aileen te está
CAPÍTULO TERCEROMe desperté al día siguiente. Mi reloj marcaba las 11 de la mañana.– Maldita sea. – Me levanté de un salto. Me cambié de ropa y bajé las escaleras.Encontré a Evie en la cocina.– Buenos días... – Entré en la habitación, subiendo la cremallera de mi abrigo. Hacía frío.Evie estaba revolviendo ollas en la cocina.– ¿Buenos días a quién? – murmuró.– Veo que mi profecía se ha hecho realidad. Tienes resaca.– No me digas, Nostradamus.Me reí.– Y con el tequila viene el mal humor. ¿Dónde está la Sra. Aileen?– Fuera. Reunión del Consejo de Historiadores de la ciudad.Oh, vaya. Eso sonaba a trabajo para un escritor privado.– Sinceramente... – Me masajeé las sienes y me senté a la mesa de la cocina. – Ya he empezado con mal pie. Si no hubiera salido, me habría levantado temprano y la habría acompañado. – Podría haber aprendido mucho sobre ella en aquella reunión. – No deberíamos haber salido anoche.– La verdad es que no. Tengo un terrible dolor de cabeza. Anoche perdí m