PREFACIONarrado por la hija de la noviaOctubre de 2087NOTA DEL AUTOR EVELYN E. NOLANEstimado lector,Este libro contará la historia de mi madre. Se llamaba Sofía Nolan. Será una recopilación de sus asombrosas historias. Historias mágicas que escuché a lo largo de mi vida.Mi madre era una criatura fuerte y vivaz. Murió a los 92 años. Tranquila, contenta.Sin embargo, guardaba sus secretos. Muchos, muchos secretos. Al final de su vida, me confió su historia. Misterios que había vivido en el pasado y guardado durante años. Una historia increíble que ella personalmente me pidió que pusiera por escrito.Quería que el mundo conociera a algunas personas. Personas especiales que había conocido en un pasado lejano y que durante décadas sólo habían existido en su memoria y en su corazón.He cumplido su última voluntad escribiendo este libro. Todos los hechos se contarán desde su perspectiva.Puedes creer la historia de mi madre, o no. Yo misma aún no sé si creerla. Pero ella murió jurando
DESDE EL PUNTO DE VISTA DE DOTHEREl dios del malDother estaba en su despacho.Yo solía escribir un memorándum a mano. Prefería el viejo y buen papel. Odiaba la tecnología moderna, como los ordenadores. Era el dios del mal, por favor, no un becario de marketing.Oyó pasos acercándose antes que nadie. Maldito oído poderoso.Gruñó, irritado. Aquí viene.Dain abrió violentamente la puerta del despacho. Entró sin pedir permiso.– ¿Te has enterado?Dain era el dios de la violencia. La sutileza no era realmente su fuerte.Dother ni siquiera levantó la vista de sus papeles.– ¿Has oído que el Salvador ha llegado a nuestra ciudad? Sí, claro. Soy el alcalde. – Su aroma invadió todas las calles. La chica emanaba un aroma delicioso, irresistible para los monstruos. – Por cierto, no puedes entrar en el despacho del alcalde como si fuera tu casa.– A la mierda. – escupió Dain. – El Salvador está aquí, a nuestro alcance. ¿A qué estamos esperando? ¡A por ella!Dother dejó el bolígrafo y se reclinó
CAPÍTULO SEGUNDOEn cuanto crucé la frontera, frené.Había un coche parado en medio de la carretera. El vehículo era lujoso. Una mujer joven estaba inclinada sobre el capó. Tenía los brazos cruzados, esperando a alguien.Me detuve en el arcén y salí del coche.– Hola.Cuando me vio, esbozó una sonrisa.– ¡Ah, hola! Usted debe ser la Srta. Nolan.– Sí, soy yo. – Me sorprendió. ¿Cómo lo sabía?Se acercó a mí y me estrechó la mano.– Encantada de conocerte. Soy Evie, la asistente personal de la Sra. Aileen. – Era guapa. Piel negra, pelo largo y rizado. – Cuando llamaste, me envió a recogerte a la frontera. Como el pueblo no recibe muchos visitantes, no hay muchas señales. Puede ser un poco confuso para los viajeros.Vaya, ¿asistente personal? La Sra. Aileen debe haber sido realmente una viuda rica.– Ah, gracias. El placer es mío.Les había llamado para avisarles de que había llegado, pero sólo por educación. No esperaba un séquito de recepción.Evie propuso:– ¿Nos vamos? Aileen te está
CAPÍTULO TERCEROMe desperté al día siguiente. Mi reloj marcaba las 11 de la mañana.– Maldita sea. – Me levanté de un salto. Me cambié de ropa y bajé las escaleras.Encontré a Evie en la cocina.– Buenos días... – Entré en la habitación, subiendo la cremallera de mi abrigo. Hacía frío.Evie estaba revolviendo ollas en la cocina.– ¿Buenos días a quién? – murmuró.– Veo que mi profecía se ha hecho realidad. Tienes resaca.– No me digas, Nostradamus.Me reí.– Y con el tequila viene el mal humor. ¿Dónde está la Sra. Aileen?– Fuera. Reunión del Consejo de Historiadores de la ciudad.Oh, vaya. Eso sonaba a trabajo para un escritor privado.– Sinceramente... – Me masajeé las sienes y me senté a la mesa de la cocina. – Ya he empezado con mal pie. Si no hubiera salido, me habría levantado temprano y la habría acompañado. – Podría haber aprendido mucho sobre ella en aquella reunión. – No deberíamos haber salido anoche.– La verdad es que no. Tengo un terrible dolor de cabeza. Anoche perdí m
CAPÍTULO CUARTOMe desperté a la mañana siguiente.Me he sentido muy bien. Ayer fue maravilloso. La cena fue divertida y los amigos de Aileen fueron amables y acogedores. Todos me trataron muy bien.De alguna manera, me sentía como en casa entre ellos.Aquella mañana había tomado una decisión. Me quedaría en la ciudad y aceptaría el trabajo.¿Por qué no? Aileen sería una gran jefa. Sus historias eran muy interesantes. Su casa y su ciudad eran acogedoras. Podría quedarme aquí un año e incluso... Ser un poco feliz.Además, sería una locura rechazar un salario muy alto.Me cambié y bajé al primer piso.Encontré a Aileen desayunando en la despensa. Estaba sola.– Buenos días. – la saludé alegremente.– Buenos días... – esbozó una brillante sonrisa. – Parece que alguien se ha levantado de buen humor.– Sí, tengo noticias para ti.Se puso la mano en el pecho.– No me digas. ¿Es eso lo que estoy pensando?– ¡Sí! ¡He decidido quedarme!– ¡Ah, cariño! – se levantó y me abrazó. – Estoy muy cont
CAPÍTULO QUINTO Llegué a casa de Aileen.Era una fiesta. Se alegró mucho de mi regreso.Me instalé en mi nueva habitación. Aileen me ayudó a guardar las cosas en el armario.Era fin de semana. Evie estaba en su piso. Más tarde, la llamé y le conté la noticia. "¡No me lo puedo creer!", Evie estaba extasiada. "¡Así que ahora es oficial! Voy a tener una amiga viviendo conmigo!"."Sí", me reí, "soy oficialmente residente de Tearmann. ¿Quién lo iba a decir?"Le conté lo de la invitación de Liam.Al otro lado de la línea, vaciló.¿"Una fiesta en casa de los McFeerley"? No sé, no... Aileen podría sentirse traicionada.""Pero ella le invitó a cenar", argumenté."No invitó, se presentó. Es diferente. Él quería enfrentarse a ella. La única razón por la que no le echó fue porque es muy educada".Le rogué a Evie que me acompañara, pero era demasiado leal a Aileen. Tendría que ir solo.No quería molestar a mi jefe. Por supuesto que no. Pero una reunión con Liam era demasiado tentadora como para
CAPÍTULO SEXTODESDE EL PUNTO DE VISTA DE DOTHERDother –o Liam, como le llamaban– salió del armario.Estaba poseído. Subió corriendo las escaleras hasta el piso superior, maldiciendo.– No puede ser. No puede ser. Fue a su despacho. Cerró la puerta de un portazo, furioso. Se paseó de un lado a otro pasándose las manos por el pelo. ¿Qué demonios acababa de ocurrir?Estaba seguro de que el Salvador estaba en sus manos. Ella se sentía atraída por él, era obvio. Igual que todos los malditos cientos de mujeres a lo largo de los siglos. Era sólo cuestión de tiempo que se enamorara y se entregara espontáneamente. Quería devorarla y librarse de la estúpida maldición. Caer en el mundo e ir a buscar a su novia.Dother no podía obligar a Sofía a sentirse atraída por él. No, tenía que ser espontáneo.Pero él no era idiota, y podía sentir la excitación que emanaba de la chica. Ambos se deseaban. Una relación entre los dos sería el resultado natural.Sin embargo, las tonterías de Aileen estropea
CAPÍTULO SÉPTIMOLlegué a casa. Entré. No quería despertar a Aileen.Me dolía mucho la cabeza. Fui a la cocina y bebí un vaso de agua. Estaba que echaba humo, enfadado y frustrado. No puedo creer que casi traicionara la confianza de Aileen por culpa de ese odioso McFeerley.El tipo no valía nada. ¡Ni siquiera sabía cómo recibir una ofensa!¿Sabes quién soy?", había dicho.Resoplé. Qué soberbia. Todavía me palpitaba la cabeza. Cuando salí de aquel armario, sentí una punzada en la sien y el dolor no hizo más que extenderse.Afortunadamente, no había bebido. Pude volver a mi coche.Conducir era un reto, ya que el dolor me nublaba la vista. Era extraño, ya que nunca he sido propenso a los dolores de cabeza. Tampoco había aspirinas en mi habitación. Como rara vez me ponía enfermo, no llevaba medicamentos.Rebusqué en los armarios de la cocina en busca de un botiquín. Prácticamente todas las casas tenían uno.No encontraba nada. Entonces vi el frasco de pastillas de Evie sobre la mesa. Lo