DESDE EL PUNTO DE VISTA DE DOTHER
El dios del mal
Dother estaba en su despacho.
Yo solía escribir un memorándum a mano. Prefería el viejo y buen papel. Odiaba la tecnología moderna, como los ordenadores. Era el dios del mal, por favor, no un becario de marketing.
Oyó pasos acercándose antes que nadie. Maldito oído poderoso.
Gruñó, irritado. Aquí viene.
Dain abrió violentamente la puerta del despacho. Entró sin pedir permiso.
– ¿Te has enterado?
Dain era el dios de la violencia. La sutileza no era realmente su fuerte.
Dother ni siquiera levantó la vista de sus papeles.
– ¿Has oído que el Salvador ha llegado a nuestra ciudad? Sí, claro. Soy el alcalde. – Su aroma invadió todas las calles. La chica emanaba un aroma delicioso, irresistible para los monstruos. – Por cierto, no puedes entrar en el despacho del alcalde como si fuera tu casa.
– A la m****a. – escupió Dain. – El Salvador está aquí, a nuestro alcance. ¿A qué estamos esperando? ¡A por ella!
Dother dejó el bolígrafo y se reclinó en la silla. Miró aburrido a su hermano.
– Así no es como funciona, y lo sabes. No podemos simplemente llevárnosla. Ella necesita entregarse a nosotros. Entregarse espontáneamente.
– Así que vamos a seducirla. ¿No se supone que eres el más irresistible de nosotros? ¿El dios que se folló a las mujeres durante siglos? Ve a hacer tu trabajo.
Sí, así es. Los dioses malignos se alimentaban de la energía de las mujeres humanas. Antes de la maldición, la necesitaban para sobrevivir.
– Literalmente acaba de cruzar los límites de la ciudad, Dain. Sé razonable. No puedo acercarme a ella tan pronto. Lo encontraría extraño.
– No me importa lo que piense. No pido la opinión de mi presa.
– Pero debería importar. Sofia Nolan cree que esta es una ciudad normal, no una prisión para monstruos.
Mientras Sofía estuviera en la ciudad, todos debían comportarse como humanos. No podía sospechar nada, o huiría.
Como era humana, no podía ver las caras reales de los monstruos. Eso era parte del hechizo que camuflaba la ciudad. Tearmann tenía fronteras invisibles y no aparecía en los mapas. Y si un humano lograba entrar, podía ver a los habitantes con rostros humanos.
Dother y sus hermanos se parecían mucho a los hombres humanos. Sólo les diferenciaban sus estrechas pupilas ofidianas. Además, por supuesto, de sus cuerpos extremadamente fuertes y su belleza única.
Eran depredadores. Las mujeres humanas, sus presas. La belleza era un artificio para seducir. Era parte de su naturaleza malvada.
– ¿Así que eso es todo? – Dain estaba indignado. – ¿Vamos a dejar libre a la Salvadora en casa de Aileen? ¿Quedarnos sentados como idiotas esperando a que se entregue a nosotros? ¿Y si la vieja la devora primero?
Uno de los monstruos tendría que consumir al Salvador. Sólo entonces se liberarían de la maldición. Quien la devorara podría abandonar la ciudad prisión y regresar al mundo real.
Dother se enfadó.
– Aileen no se atrevería a actuar tan pronto. Nos acercaremos a Sofía Nolan cuando llegue el momento. La observaré de cerca para entender cómo piensa y actúa primero.
– Argh. Usa esa ridícula y hermosa cara tuya para algo útil. Tráenos al Salvador.
Dother enarcó una ceja.
– ¿Por qué estás tan ansioso? Sabes que sólo uno de nosotros podrá devorarlo, ¿verdad?
– Por supuesto. Lo decidiremos en un duelo.
– Que ganaré.
Era el mayor y el más fuerte de los tres hermanos. Siempre les ganaba.
– No jodas, Dother. Ya he tenido suficiente de tu arrogancia.
– ¿No follar? Eso tiene clase. El siglo XXI realmente ha refinado tu vocabulario.
– Llevo años entrenando contra ti. Dub también. No estés tan seguro, ambos hemos mejorado mucho. Puedo sorprenderte en el campo de batalla. Ahora, deja esa ridícula fachada de burócrata y haz lo que mejor sabes hacer: híncale los colmillos a esa chica. Somos putos monstruos, no humanos. Deja de actuar como tal.
– Haré lo que quiera, cuando quiera. Sal de mi oficina y no hagas ninguna estupidez. Y sí, es una orden.
Había una jerarquía en la familia. El mayor mandaba.
Dain apretó los dientes.
– Tienes 48 horas para actuar. Después de eso, no responderé por mí mismo. – Y se fue, dando un violento portazo.
Dother se levantó, suspirando.
Ah, amor fraternal.
Aunque vivían en la misma casa, los tres hermanos no se llevaban bien. Lo cual no era de extrañar. Eran Dother, Dub y Dain, los dioses del mal, la oscuridad y la violencia. No habían nacido precisamente en una familia feliz.
Dother se acercó al espejo del escritorio. Miró su reflejo y se ajustó la corbata. Cuando se reuniera con Sofia Nolan, tenía que parecer normal. Un humano que no fuera amenazador en absoluto.
Su nombre artístico era Liam McFeerley. Sólo los monstruos le conocían como Dother.
Se alisó el traje. Su reflejo le devolvió a un hombre alto, pálido, con el pelo color bronce y los ojos muy verdes. Pupilas ofidianas como las de una serpiente.
La característica no sería un problema. El Salvador sólo vería pupilas normales. Los humanos no podían ver lo sobrenatural.
Dother miró su propio reflejo, seguro de sí mismo. Su extraordinaria belleza había sido antaño la ruina de muchas mujeres. Aunque llevaba siglos encarcelado, seguía siendo bueno en lo que hacía.
Era hora de demostrar sus habilidades. En primer lugar, pretendía seducir a la humana. Cuando cayera en sus garras, la manipularía para que se entregara a él. Una vez que la hubiera devorado, se libraría por fin de la maldición.
Estaba decidido. Nadie se interpondría en sus planes.
Los otros monstruos querían devorar al Salvador para salir de la ciudad. Para vagar por el mundo sembrando la destrucción, como siempre hacían. Después de todo, siglos encerrado en un pequeño pueblo volvería loco a cualquiera.
Pero Dother tenía motivos más nobles.
Quería salir porque necesitaba buscar a alguien. Su prometida estaba en algún lugar del mundo. La mujer profetizada para él. La que siempre había esperado. La única capaz de hacerle sentir algo.
Pero no podía encontrarla si estaba encerrado.
Dother era el monstruo más poderoso de la ciudad. Los únicos que podían suponer un peligro eran sus hermanos. Sin embargo, Dub y Dain no tenían la obstinación que él tenía.
Dother tenía el poder, la voluntad y una motivación real. Devoraría al Salvador y nada se interpondría en su camino.
Sofía Nolan no sabía dónde se había metido. Después de todo, ¿quién se metería en una guarida de monstruos esperando salir vivo?
CAPÍTULO SEGUNDOEn cuanto crucé la frontera, frené.Había un coche parado en medio de la carretera. El vehículo era lujoso. Una mujer joven estaba inclinada sobre el capó. Tenía los brazos cruzados, esperando a alguien.Me detuve en el arcén y salí del coche.– Hola.Cuando me vio, esbozó una sonrisa.– ¡Ah, hola! Usted debe ser la Srta. Nolan.– Sí, soy yo. – Me sorprendió. ¿Cómo lo sabía?Se acercó a mí y me estrechó la mano.– Encantada de conocerte. Soy Evie, la asistente personal de la Sra. Aileen. – Era guapa. Piel negra, pelo largo y rizado. – Cuando llamaste, me envió a recogerte a la frontera. Como el pueblo no recibe muchos visitantes, no hay muchas señales. Puede ser un poco confuso para los viajeros.Vaya, ¿asistente personal? La Sra. Aileen debe haber sido realmente una viuda rica.– Ah, gracias. El placer es mío.Les había llamado para avisarles de que había llegado, pero sólo por educación. No esperaba un séquito de recepción.Evie propuso:– ¿Nos vamos? Aileen te está
CAPÍTULO TERCEROMe desperté al día siguiente. Mi reloj marcaba las 11 de la mañana.– Maldita sea. – Me levanté de un salto. Me cambié de ropa y bajé las escaleras.Encontré a Evie en la cocina.– Buenos días... – Entré en la habitación, subiendo la cremallera de mi abrigo. Hacía frío.Evie estaba revolviendo ollas en la cocina.– ¿Buenos días a quién? – murmuró.– Veo que mi profecía se ha hecho realidad. Tienes resaca.– No me digas, Nostradamus.Me reí.– Y con el tequila viene el mal humor. ¿Dónde está la Sra. Aileen?– Fuera. Reunión del Consejo de Historiadores de la ciudad.Oh, vaya. Eso sonaba a trabajo para un escritor privado.– Sinceramente... – Me masajeé las sienes y me senté a la mesa de la cocina. – Ya he empezado con mal pie. Si no hubiera salido, me habría levantado temprano y la habría acompañado. – Podría haber aprendido mucho sobre ella en aquella reunión. – No deberíamos haber salido anoche.– La verdad es que no. Tengo un terrible dolor de cabeza. Anoche perdí m
CAPÍTULO CUARTOMe desperté a la mañana siguiente.Me he sentido muy bien. Ayer fue maravilloso. La cena fue divertida y los amigos de Aileen fueron amables y acogedores. Todos me trataron muy bien.De alguna manera, me sentía como en casa entre ellos.Aquella mañana había tomado una decisión. Me quedaría en la ciudad y aceptaría el trabajo.¿Por qué no? Aileen sería una gran jefa. Sus historias eran muy interesantes. Su casa y su ciudad eran acogedoras. Podría quedarme aquí un año e incluso... Ser un poco feliz.Además, sería una locura rechazar un salario muy alto.Me cambié y bajé al primer piso.Encontré a Aileen desayunando en la despensa. Estaba sola.– Buenos días. – la saludé alegremente.– Buenos días... – esbozó una brillante sonrisa. – Parece que alguien se ha levantado de buen humor.– Sí, tengo noticias para ti.Se puso la mano en el pecho.– No me digas. ¿Es eso lo que estoy pensando?– ¡Sí! ¡He decidido quedarme!– ¡Ah, cariño! – se levantó y me abrazó. – Estoy muy cont
CAPÍTULO QUINTO Llegué a casa de Aileen.Era una fiesta. Se alegró mucho de mi regreso.Me instalé en mi nueva habitación. Aileen me ayudó a guardar las cosas en el armario.Era fin de semana. Evie estaba en su piso. Más tarde, la llamé y le conté la noticia. "¡No me lo puedo creer!", Evie estaba extasiada. "¡Así que ahora es oficial! Voy a tener una amiga viviendo conmigo!"."Sí", me reí, "soy oficialmente residente de Tearmann. ¿Quién lo iba a decir?"Le conté lo de la invitación de Liam.Al otro lado de la línea, vaciló.¿"Una fiesta en casa de los McFeerley"? No sé, no... Aileen podría sentirse traicionada.""Pero ella le invitó a cenar", argumenté."No invitó, se presentó. Es diferente. Él quería enfrentarse a ella. La única razón por la que no le echó fue porque es muy educada".Le rogué a Evie que me acompañara, pero era demasiado leal a Aileen. Tendría que ir solo.No quería molestar a mi jefe. Por supuesto que no. Pero una reunión con Liam era demasiado tentadora como para
CAPÍTULO SEXTODESDE EL PUNTO DE VISTA DE DOTHERDother –o Liam, como le llamaban– salió del armario.Estaba poseído. Subió corriendo las escaleras hasta el piso superior, maldiciendo.– No puede ser. No puede ser. Fue a su despacho. Cerró la puerta de un portazo, furioso. Se paseó de un lado a otro pasándose las manos por el pelo. ¿Qué demonios acababa de ocurrir?Estaba seguro de que el Salvador estaba en sus manos. Ella se sentía atraída por él, era obvio. Igual que todos los malditos cientos de mujeres a lo largo de los siglos. Era sólo cuestión de tiempo que se enamorara y se entregara espontáneamente. Quería devorarla y librarse de la estúpida maldición. Caer en el mundo e ir a buscar a su novia.Dother no podía obligar a Sofía a sentirse atraída por él. No, tenía que ser espontáneo.Pero él no era idiota, y podía sentir la excitación que emanaba de la chica. Ambos se deseaban. Una relación entre los dos sería el resultado natural.Sin embargo, las tonterías de Aileen estropea
CAPÍTULO SÉPTIMOLlegué a casa. Entré. No quería despertar a Aileen.Me dolía mucho la cabeza. Fui a la cocina y bebí un vaso de agua. Estaba que echaba humo, enfadado y frustrado. No puedo creer que casi traicionara la confianza de Aileen por culpa de ese odioso McFeerley.El tipo no valía nada. ¡Ni siquiera sabía cómo recibir una ofensa!¿Sabes quién soy?", había dicho.Resoplé. Qué soberbia. Todavía me palpitaba la cabeza. Cuando salí de aquel armario, sentí una punzada en la sien y el dolor no hizo más que extenderse.Afortunadamente, no había bebido. Pude volver a mi coche.Conducir era un reto, ya que el dolor me nublaba la vista. Era extraño, ya que nunca he sido propenso a los dolores de cabeza. Tampoco había aspirinas en mi habitación. Como rara vez me ponía enfermo, no llevaba medicamentos.Rebusqué en los armarios de la cocina en busca de un botiquín. Prácticamente todas las casas tenían uno.No encontraba nada. Entonces vi el frasco de pastillas de Evie sobre la mesa. Lo
CAPÍTULO OCTAVOLa comisaría era pequeña. Sólo había tres celdas separadas. Me metieron en una de ellas.Respiré con ansiedad. Mi cerebro hizo las conexiones.Aileen era una auténtica banshee. La historia que contaba sobre la madre que perdió a su hija –y se convirtió en un espíritu ululante para vengarse– era real. Era su historia.Los cuadros de su estudio representaban a su hija, Eyre. La humana de belleza surrealista a quien Dother destruyó. A quien Liam destruyó.Joder. Estaba viviendo entre asesinos.Se paseaba de un lado a otro de la celda, masajeándose la nuca. Era demasiada información para asimilar. Una realidad imposible, increíble.Sólo yo, tan cínica y realista... ¿Cómo acabé en esta situación? ¿Atrapada en una ciudad llena de monstruos donde reinaba lo sobrenatural? ¿Cómo llegué yo, la no creyente Sofía Nolan, a ser la maldita Salvadora? ¿Una criatura mística esperada durante siglos?¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuál era mi conexión con esta historia?De repente, surgió un recuerdo
CAPÍTULO NOVENOSEGUNDA PARTEDENTRO DE LA GUARIDA DEL MONSTRUO– Levántate. – Gruñí. – Estás haciendo el ridículo.Levantó la cara con incredulidad.– ¿Cómo es?– Verás, monstruo, no es por ser tu prometida por lo que me gustas. Ni siquiera tenía intención de confesarte mi secreto. Sólo lo hice para salvarme. Quiero dejar esto muy claro: no somos novios ni nada por el estilo. Para mí, sólo eres un bote salvavidas. Nada más.Apretó la mandíbula. En sus ojos verdes, un destello de dolor.– Ya veo. – Se levantó, limpiándose la ropa. Intentaba mantener su dignidad. – Nuestro encuentro no fue lo que esperaba.– Tampoco voy a lanzar fuegos artificiales.Me analizó de arriba abajo, con astucia.– Tengo que preguntar... ¿Cómo supiste que éramos monstruos?– Las pastillas de Evie. Después de su intento de hipnosis, me dolía la cabeza. Las tomé y empecé a tener recuerdos de la desastrosa cena.– Trabajan sobre el olvido. Evie descubrió nuestro secreto hace años y no se lo tomó bien. Aileen usa