Alejandro Fendi era un hombre ocupado, por lo que no podía perder el tiempo.
Luego de aquel almuerzo él y Ariel se dirigirían hacia la casa que compartía con su madre y su pequeña hermana, Annie, pero Alessia vivía muy cerca de allí, junto con su molestoso esposo, por lo que con la excusa de ver a su madre pasaba mucho tiempo en aquella casa.
¿Por qué vivían juntos? ¿Y por qué no? Su madre era muy mayor y de vez en cuando su salud peligraba, sus hijos querían estar cerca, muy cerca de ella y ninguno dejaría que el otro pasara más tiempo con ella, porque realmente era una competencia interna.
Ariel, a su lado en el coche, iba muy nerviosa, se iba a casar con aquel hombre en algún momento y por alguna razón no se sentía con derecho a objetar.
—Estás decidiendo por mí— Dijo en voz baja, pero Alejandro la escuchó.
—Podría decirse que sí—respondió.
—¿También podría decirse que me estás obligando?—preguntó.
—Solo si quieres hacerte la víctima. Míralo de este modo, te estaré forzando a tener una vida mejor, en un fututo pensarás en agradecerme, eso te lo aseguro— dijo, convencido.
—Alejandro, yo…— Necesitaba pensar las cosas, pero seguía siendo todo muy confuso para ella.
—¿Qué? ¿Tienes novio? ¿Tienes hijos? ¿Alguien te espera en algún basurero?— Soltó una risa burlona y observó a Ariel todavía con todo el jabón esparcido por el cuerpo. Esperaba que eso no fuera tanto para su madre y empeorara su salud. Pretendía presentar a Ariel así, tal cuál estaba. Que fueran conscientes de que, si lo acorralaban, nada iba a salir bien. Sabrían lo que era oponerse a Alejandro o intentar acorralarlo—. No te preocupes, de ahora en adelante me tendrás a mí. Eso sí, mi madre es un poco convencional, le costó mucho aceptar que mi exnovia durmiera conmigo en casa. Pero con el tiempo se acostumbró, le dará en unos días igual que tú duermas conmigo.
—¿Q-Qué?— Aquello no se lo esperaba, si él dijo que no habría amor, ¿por qué tendrían que dormir juntos? Si no había amor y no se iban a enamorar, Ariel no estaría con aquel hombre y eso lo tenía muy claro —. ¡No haré tal cosa! ¡Sería como darte mi cajita de música! Mi cuerpo también es mi tesoro ¡y no lo pretendo compartir!— Declaró Ariel con firmeza. Ante eso no podía ceder.
Sorprendido, Alejandro sonrió. Estiró su mano hasta el rostro de ella y le acarició la mejilla, se enfocó en sus enormes ojos y vio la pureza en aquellos ojos brillantes de color marrón.
Se daba cuenta que Ariel era virgen.
—Está bien, pero vamos a compartir cama, aunque no compartas tu cuerpo conmigo. Estaremos casados y ante todos será así. Quizás no te ame, tal vez no me ames, pero será un matrimonio real. Eso sí, soy un hombre que disfruta de los placeres del cuerpo, la castidad no es lo mío.— En pocas palabras, no iba a estar con Ariel, pero eso no significaba que iba a renunciar a tener sexo con otras mujeres.
Alejandro sonrió de forma perversa y aquello hizo que Ariel se estremeciera, comprendía perfectamente a lo que él se refería y ella no podía decir nada, había dejado claro que no compartiría su cuerpo con él, por lo que su futuro esposo estaba dispuesto a buscar otras opciones para satisfacer su cuerpo, sus deseos.
—Bien.— Mordió su labio inferior y luego mantuvo su vista al frente cuando Alejandro retiró su mano. —¿Qué edad tienes tú, Alejandro?—preguntó.
—Treinta y cuatro, recién cumplidos—dijo.
Aparcaron frente a la casa y el chofer se apresuró a abrirles la puerta del coche, aún sin entender cómo era posible que su jefe solo se hubiera detenido frente a un basurero y eligiera esa muchacha como su futura esposa.
Para él su jefe solo podía estar loco, no le encontraba otra lógica, alguna otra explicación.
Cuando abrieron la puerta de la casa, Ariel mantenía su mirada en el suelo, consciente de que cada cosa allí dentro la iba a dejar muy sorprendida y no quería pasar la vergüenza o avergonzar a Alejandro.
Iban hacia algún lado dentro de la casa, pero ella no se atrevía a levantar la mirada. Sabía que allí dentro había un olor muy rico, olía delicioso, como a galletas calientes, a un horno recién abierto donde salía algo delicioso. Se sentía un lugar cálido, lleno de amor y armonía…o esa fue la impresión que se llevó Ariel.
La realidad era más oscura.
—¿Alejandro?— La voz de su madre denotaba el asombro al ver que su hijo regresaba con esa mujer tomada de la mano—. ¿Esto que significa?— Era consciente de que esta acción no era propia de Alejandro, por lo que la señora Fendi se sintió preocupada.
—¡Madre de Dios!— Exclamó la pequeña Annie al entrar en la sala y ver semejante cosa de la mano de su hermano, pero mientras ellos se asombraban, Alejandro estaba más que complacido, su plan estaba funcionando —. Puedo asegurar que la acabas de sacar de un basurero, ¿no sientes la peste que emana de ella? ¡Es asqueroso!—gritó con burla y asco.
—¡Annie!— Exclamó su madre —. Más respeto, por favor. Es un ser humano y tu hermano debe de tener alguna explicación para traer esa…cosa a casa.— Observó a su hijo a la espera de que este dijera algo, miró a Ariel, quien aún no levantaba la mirada.
—No va a decir nada, es que ya se ha vuelto loco. Solo sé que Alessia tiene razón, debes de ceder el mando, Alejandro, has perdido la cordura y ahora traes a ese monstruo del lago a la casa. ¡Siento arcadas!—volvió a gritar, fingiendo una arcada.
—Pues solo sal de la habitación, mi charla será con mamá, no contigo—espetó.
—¡Qué peste! ¡Qué asco!—dijo una vez más.
Aunque Ariel sabía que realmente su olor era incómodo, pensó que el jabón líquido que esparció por su cuerpo lo disimulaba un poco, no esperó menos de la situación, pero aquellas palabras de esa mujer desconocida hicieron que sus lágrimas se derramaran, quiso huir, forcejeó con la mano de Alejandro que la sostenían, pero de poco sirvió, él mantuvo su agarre con firmeza.
—Quiero irme, por favor— Le dijo en voz baja, más él no respondió —. Por favor, quiero salir de aquí— Repitió un poco más alto por si él no la había escuchado.
—Bueno, al menos sabemos que habla.— Annie se acercó a ella y tocó con asco su hombro, miró la horrenda tela que cubría su cabeza y su cabello y luego captó la atención aquello que Ariel llevaba en su mano, contra su pierna —. ¿De dónde robaste eso?— Con afán de molestar, Annie tomó la caja de música de la mano de Ariel, haciéndola enfurecer.
—¡Es mía, dámela! ¡Es mi tesoro!— Mientras Annie reía, Ariel forcejeaba con fuerzas para zafarse de la mano de Alejandro, este no pretendía soltarle y ella solo miraba como aquella mujer se reía de su tesoro. Sin más remedio, Ariel golpeó a Alejandro en la entrepierna, haciendo que él no durara en soltarla, ella corrió hacia Annie y allí intentó tomar lo que era suyo, su tesoro.
—¡Aléjate de mí! ¡Apestas!— Asqueada, al ver como se acercaba Ariel a ella, Annie arrojó la caja de música al suelo, lejos de ella.
Era pequeña, no funcionaba, ciertamente aquel tesoro de Ariel era muy frágil, por eso cuando Annie lo arrojó al suelo, todas sus piezas se esparcieron hasta que la caja de música se convirtió en nada.
Cuando ella se dio la vuelta y vio lo que había pasado, sintió como si su corazón se rompiera. Miró a Alejandro con sus ojos llenos de lágrimas y no podía decir lo que había en la expresión de aquel hombre.
Ariel no dudó en arrojarse al suelo y comenzar a recoger sus piezas.
Alejandro se acercó en silencio y detuvo sus manos.
—Detente, no podrás arreglarla, no podrás hacer nada, Ariel.— Más ella no le hizo caso, recogió hasta el último trozo de su pequeño tesoro sin dejar de llorar.
Se sentía muy triste y ya odiaba a aquella horrenda mujer y a Alejandro por no hacer nada ni soltarla a tiempo.
—Esta caja de música era como yo— Dijo entre el llanto—. Parecía inservible, pero aún tenía un valor, ¿por qué más nadie lo vio?— La llevó a su pecho y la protegió de todos—. ¿Tampoco viste su valor, Alejandro?— Aquello dejó a Ariel muy triste y devastada, no solo era una caja de música que no servía, era un objeto que alguien había señalado como inservible y que ella le iba a dar otro uso, otro valor, una nueva apreciación.
Así mismo era como Ariel trataba a sus tesoros que encontraba en la basura, como mismo quería que la tratasen a ella, que vieran más allá de las piezas rotas y sucias, quizás dañadas, que vieran su valor interno, pero ella sabía que Alejandro no era capaz de verlo y por alguna razón se sintió decepcionada de aquel extraño con el que se casaría.
¿Se casaría con él?
Después de aquella burla y el llanto de Ariel, Alejando la llevó a su habitación, no sin antes desatar el caos en su familia al decir que con aquella mujer se iba a casar, que Ariel Sánchez sería su esposa.—Lo siento, me esperaba un escándalo, pero no que rompieran tu caja de música.— Había sido mejor de lo esperado para él, la caja de música es lo que menos le importó, era un objeto sin valor, aquel que ella sacó de la basura, sino la reacción de su madre y su hermana, quien no dudó en salir corriendo para contarle a Alessia, la hermana mayor.Aquella no tardaría en llegar junto a su esposo, Marco Albini.—Es una bruja— Dijo entre gimoteos, refiriéndose a Annie.—Te compraré las que quieras, tanto como quieras, las mejores o una idéntica a esta. No llores y ya olvídate de ella. — Pero Ariel se giró hacia él y lo miró con indignación, sus ojos no dejaban de llorar, mordía sus labios tanto como podía pero sabía que las palabras le saldrían de todos modos, no había forma de detenerlas.
Cuando Alessia vio a su hermano acercarse de la mano de aquella mujer, no podía creer lo que veía. Sus hermosos ojos azules observaron a Ariel y no dudó en acercarse a ella, era tal como su pequeña hermana Annie había dicho, su hermano se había vuelto loco y llevó a casa a una mujer de la calle.—¡Explícate ahora mismo!— Exigió con brusquedad la hermana mayor mientras su esposo dejaba sus manos sobre sus hombros para que se calmara, algo que no lograba desde que vio que eran ciertas las palabras de Annie.Marco Albini estaba gozando con aquella escena, era como ver a Alejandro minimizado a nada, no hubo un escándalo tan grande desde que se supo que él terminó la relación con Abigail Clinton.Contempló a detalle a la mujer junto a su cuñado, si es que se le podía llamar mujer, pues su rostro era muy joven, su cabello largo y húmedo cayendo sobre su pecho, más aquella camiseta que claramente era de Alejandro, sumándole sus pies descalzos y lo inocente que se sujetaba a ese hombre mientr
Centro comercial Fendi. Allí estaban, cuando el coche se aparcó más de diez empleados esperaban a Alejandro y su invitada, todos dispuestos a ayudar en lo que fuera necesario, pero Alejandro tenía mejores cosas que hacer que ir de compras con Ariel, su vida era muy ocupada y ya había consumido muchas horas del día con aquel jueguito, había caído la tarde, pero él tenía que ir a la oficina.Sabía que Alessia no se quedaría de brazos cruzados e intentaría meterle el pie sea como sea, en conjunto con su esposo Marco, por lo que Alejandro no podía darse el lujo de perder el tiempo.Aquel era un juego divertido, pero también tenía sus peligros.Ambos trabajaban en la empresa y ahora todo sería un caos, pues su fastidiosa hermana se pondría a molestarlo con más frecuencia, aumentando así sus intentos por hacerlo caer.Sabía que ella y su esposo tenían más de un as bajo la manga y ahora que no había funcionado lo de la boda, moverían sus otras fichas.No se podía relajar ni un solo segundo
Frente al centro comercial con todas sus bolsas, Ariel esperaba con desespero a Alejandro. Hace más de una hora que dijo que iría a recogerla, pero no había sido así.Al ver su coche que se aparcaba, ella agitó su mano con mucha alegría de ver que ya llegaba. El chofer y los empleados los ayudaron a colocar las bolsas, haciendo que pudieran entrar en perfecto estado en el maletero del coche y parte de ellas junto a Alejandro y Ariel.En el camino él iba en silencio, Ariel iba muy pegada a él, algo que molestaba a Alejandro. Recién acababa de hacer con Abigail algunas cosas y por alguna razón que no era posible no deseaba que Ariel lo supiera.—¿Podrías…?— Le iba a pedir que se despegara un poco, sobre todo porque Abigail era muy astuta y no se le salía a Alejandro de la mente la posibilidad de que dejara alguna marca en él. La miró a su lado al sentir que su cabeza pegaba a su hombro, del otro lado estaba lleno de bolsas sin que ella pudiera despegarse de él, notó que la joven se habí
Marco Albini acostumbraba a fumar detrás de su casa, su esposa no soportaba el olor a tabaco y se negaba a que él les diera un mal ejemplo a sus hijos al fumar en su presencia, por lo que el único lugar que quedaba era detrás de su casa.Comenzó a caminar sin rumbo, pensando en aquella noche que se avecinaba. Esos días Alessia se ponía muy insoportable, más de lo habitual, con toda la tensión de la cena, los invitados y que quedara perfecto, pero lo que tenía a Marco preocupado, más de lo normal, era el hecho de que Alejandro todavía no se deshacía de la joven de pies descalzos.¿Y si iba en serio? ¿Realmente se casaría con esa mujer?Hacía una comparación mental entre Abigail y esa joven, no entendía como era que Alejandro la había elegido por sobre Abigail. Le daba curiosidad qué más veía Alejandro en ella.«Quizás su inocencia. A lo mejor le causaba mucho placer tener debajo suyo a alguien de escasa experiencia y era introducirla en el sexo lo que le provocaba deleite a Alejandro.
—¡Que no sé nada de ella!— Repitió Annie por décima vez.Su madre confirmó lo que ella dijo, pues Annie no se había acercado a aquella habitación.—¡Como me estés mintiendo, vas a tener problemas conmigo, Annie!— Gritó furioso Alejandro.—¡Suéltame, maldito bruto! ¡No me acercaría a esa mugrosa! ¿Con qué motivos?—le gritó, haciendo una mueca con su cara ante la horrible idea de que ella se acerca a la mugrosa Ariel.—Alejandro, suelta ahora mismo a tu hermana. ¿Qué crees que pudimos haber hecho con esa muchacha? No nos hemos nunca acercado a esa habitación, puede que solo se haya ido— dijo su madre.Alejandro corrió por toda la casa, buscando en cada habitación y gritando su nombre.—¡Ariel! ¡Ariel! ¡Ya basta! ¡Sal de donde quiera que estés! ¡No es divertido! —Pero Ariel no apareció.Por su mente pasó la idea de ir a casa de Alessia, ya para dar por hecho que había buscado en todos lados y aceptar que Ariel se había marchado.Tomó el coche para llegar más rápido y por si no estaba all
Lloraba todo el camino.Había corrido tanto que tardó menos de lo que pensó en llegar a la carretera.Cansada, se tiró al suelo para descansar mientras lloraba, ¿cuántas veces había escupido y pasado sus manos por sus labios con la intención que borrar aquel asqueroso beso? No sabía cómo sentirse aparte de asqueada, estaba molesta, pero también había sentido tanto miedo al estar tan indefensa.Aquel lugar no lo conocía, podrían quedarle horas de camino y prefería no tener que recorrerlo mientras caía la noche, sabía que de noche era aún más peligroso, sobre todo en una carretera, donde alguien podría detenerse a recogerla y nadie se daría cuenta.Los locos y desquiciados siempre abundaban.Se puso de pie y comenzó a caminar, manteniendo el ritmo para no cansarse, pero también adelantando el paso.Pensaba en el poco tiempo que duró en aquella casa y el sinsentido que era permanecer allí o casarse con ese hombre. Era una buena oportunidad para no volver a saber algo de Alejandro o de lo
—Yo…— no era como que no intentara retirar su mano, Alejandro se la dejaba sobre su erección y Ariel no sabía debajo de qué piedra meterse—. Ha sido un movimiento involuntario, lo siento.— Trató de excusarse por haberlo tocado. Y así había sido realmente, después del increíble beso, su cuerpo quedó muy caliente y su mano se movió sin recibir ninguna orden de ella, quedando sobre la erección de Alejandro.—Claro que lo sientes, tienes tu mano sobre él. Un beso y has provocado esto. Te atreves a tocarlo.— Dejó que ella retirara su mano pero Alejandro se colocó frente a ella, agachándose dentro de la tina—. Me intriga como de un momento a otro pasas de ser tímida, tierna y callada, para ser atrevida, inocente y curiosa. No logro saber cuál faceta me gusta más, pero una cosa sí sé…— dejó nuevamente un dedo sobre los labios de ella—. Me ha encantado ese beso, espero que no sea el último.—Salió de la tina y comenzó a desnudarse.Al ver que Alejandro se quitaba la ropa, ella salió con prisa d