|Capítulo tres|

Alejandro Fendi era un hombre ocupado, por lo que no podía perder el tiempo.

Luego de aquel almuerzo él y Ariel se dirigirían hacia la casa que compartía con su madre y su pequeña hermana, Annie, pero Alessia vivía muy cerca de allí, junto con su molestoso esposo, por lo que con la excusa de ver a su madre pasaba mucho tiempo en aquella casa.

¿Por qué vivían juntos? ¿Y por qué no? Su madre era muy mayor y de vez en cuando su salud peligraba, sus hijos querían estar cerca, muy cerca de ella y ninguno dejaría que el otro pasara más tiempo con ella, porque realmente era una competencia interna.

Ariel, a su lado en el coche, iba muy nerviosa, se iba a casar con aquel hombre en algún momento y por alguna razón no se sentía con derecho a objetar.

—Estás decidiendo por mí— Dijo en voz baja, pero Alejandro la escuchó.

—Podría decirse que sí—respondió.

—¿También podría decirse que me estás obligando?—preguntó.

—Solo si quieres hacerte la víctima. Míralo de este modo, te estaré forzando a tener una vida mejor, en un fututo pensarás en agradecerme, eso te lo aseguro— dijo, convencido.

—Alejandro, yo…— Necesitaba pensar las cosas, pero seguía siendo todo muy confuso para ella.

—¿Qué? ¿Tienes novio? ¿Tienes hijos? ¿Alguien te espera en algún basurero?— Soltó una risa burlona y observó a Ariel todavía con todo el jabón esparcido por el cuerpo. Esperaba que eso no fuera tanto para su madre y empeorara su salud. Pretendía presentar a Ariel así, tal cuál estaba. Que fueran conscientes de que, si lo acorralaban, nada iba a salir bien. Sabrían lo que era oponerse a Alejandro o intentar acorralarlo—. No te preocupes, de ahora en adelante me tendrás a mí. Eso sí, mi madre es un poco convencional, le costó mucho aceptar que mi exnovia durmiera conmigo en casa. Pero con el tiempo se acostumbró, le dará en unos días igual que tú duermas conmigo.

—¿Q-Qué?— Aquello no se lo esperaba, si él dijo que no habría amor, ¿por qué tendrían que dormir juntos? Si no había amor y no se iban a enamorar, Ariel no estaría con aquel hombre y eso lo tenía muy claro —. ¡No haré tal cosa! ¡Sería como darte mi cajita de música! Mi cuerpo también es mi tesoro ¡y no lo pretendo compartir!— Declaró Ariel con firmeza. Ante eso no podía ceder.

Sorprendido, Alejandro sonrió. Estiró su mano hasta el rostro de ella y le acarició la mejilla, se enfocó en sus enormes ojos y vio la pureza en aquellos ojos brillantes de color marrón.

Se daba cuenta que Ariel era virgen.

—Está bien, pero vamos a compartir cama, aunque no compartas tu cuerpo conmigo. Estaremos casados y ante todos será así. Quizás no te ame, tal vez no me ames, pero será un matrimonio real. Eso sí, soy un hombre que disfruta de los placeres del cuerpo, la castidad no es lo mío.— En pocas palabras, no iba a estar con Ariel, pero eso no significaba que iba a renunciar a tener sexo con otras mujeres.

Alejandro sonrió de forma perversa y aquello hizo que Ariel se estremeciera, comprendía perfectamente a lo que él se refería y ella no podía decir nada, había dejado claro que no compartiría su cuerpo con él, por lo que su futuro esposo estaba dispuesto a buscar otras opciones para satisfacer su cuerpo, sus deseos.

—Bien.— Mordió su labio inferior y luego mantuvo su vista al frente cuando Alejandro retiró su mano. —¿Qué edad tienes tú, Alejandro?—preguntó.

—Treinta y cuatro, recién cumplidos—dijo.  

Aparcaron frente a la casa y el chofer se apresuró a abrirles la puerta del coche, aún sin entender cómo era posible que su jefe solo se hubiera detenido frente a un basurero y eligiera esa muchacha como su futura esposa.

Para él su jefe solo podía estar loco, no le encontraba otra lógica, alguna otra explicación.

Cuando abrieron la puerta de la casa, Ariel mantenía su mirada en el suelo, consciente de que cada cosa allí dentro la iba a dejar muy sorprendida y no quería pasar la vergüenza o avergonzar a Alejandro.

Iban hacia algún lado dentro de la casa, pero ella no se atrevía a levantar la mirada. Sabía que allí dentro había un olor muy rico, olía delicioso, como a galletas calientes, a un horno recién abierto donde salía algo delicioso. Se sentía un lugar cálido, lleno de amor y armonía…o esa fue la impresión que se llevó Ariel.

La realidad era más oscura.

—¿Alejandro?— La voz de su madre denotaba el asombro al ver que su hijo regresaba con esa mujer tomada de la mano—. ¿Esto que significa?— Era consciente de que esta acción no era propia de Alejandro, por lo que la señora Fendi se sintió preocupada.

—¡Madre de Dios!— Exclamó la pequeña Annie al entrar en la sala y ver semejante cosa de la mano de su hermano, pero mientras ellos se asombraban, Alejandro estaba más que complacido, su plan estaba funcionando —. Puedo asegurar que la acabas de sacar de un basurero, ¿no sientes la peste que emana de ella? ¡Es asqueroso!—gritó con burla y asco.

—¡Annie!— Exclamó su madre —. Más respeto, por favor. Es un ser humano y tu hermano debe de tener alguna explicación para traer esa…cosa a casa.— Observó a su hijo a la espera de que este dijera algo, miró a Ariel, quien aún no levantaba la mirada.

—No va a decir nada, es que ya se ha vuelto loco. Solo sé que Alessia tiene razón, debes de ceder el mando, Alejandro, has perdido la cordura y ahora traes a ese monstruo del lago a la casa. ¡Siento arcadas!—volvió a gritar, fingiendo una arcada.

—Pues solo sal de la habitación, mi charla será con mamá, no contigo—espetó.

—¡Qué peste! ¡Qué asco!—dijo una vez más.

Aunque Ariel sabía que realmente su olor era incómodo, pensó que el jabón líquido que esparció por su cuerpo lo disimulaba un poco, no esperó menos de la situación, pero aquellas palabras de esa mujer desconocida hicieron que sus lágrimas se derramaran, quiso huir, forcejeó con la mano de Alejandro que la sostenían, pero de poco sirvió, él mantuvo su agarre con firmeza.

—Quiero irme, por favor— Le dijo en voz baja, más él no respondió —. Por favor, quiero salir de aquí— Repitió un poco más alto por si él no la había escuchado.

—Bueno, al menos sabemos que habla.— Annie se acercó a ella y tocó con asco su hombro, miró la horrenda tela que cubría su cabeza y su cabello y luego captó la atención aquello que Ariel llevaba en su mano, contra su pierna —. ¿De dónde robaste eso?— Con afán de molestar, Annie tomó la caja de música de la mano de Ariel, haciéndola enfurecer.

—¡Es mía, dámela! ¡Es mi tesoro!— Mientras Annie reía, Ariel forcejeaba con fuerzas para zafarse de la mano de Alejandro, este no pretendía soltarle y ella solo miraba como aquella mujer se reía de su tesoro. Sin más remedio, Ariel golpeó a Alejandro en la entrepierna, haciendo que él no durara en soltarla, ella corrió hacia Annie y allí intentó tomar lo que era suyo, su tesoro.

—¡Aléjate de mí! ¡Apestas!— Asqueada, al ver como se acercaba Ariel a ella, Annie arrojó la caja de música al suelo, lejos de ella.

Era pequeña, no funcionaba, ciertamente aquel tesoro de Ariel era muy frágil, por eso cuando Annie lo arrojó al suelo, todas sus piezas se esparcieron hasta que la caja de música se convirtió en nada.

Cuando ella se dio la vuelta y vio lo que había pasado, sintió como si su corazón se rompiera. Miró a Alejandro con sus ojos llenos de lágrimas y no podía decir lo que había en la expresión de aquel hombre.

Ariel no dudó en arrojarse al suelo y comenzar a recoger sus piezas.

Alejandro se acercó en silencio y detuvo sus manos.

—Detente, no podrás arreglarla, no podrás hacer nada, Ariel.— Más ella no le hizo caso, recogió hasta el último trozo de su pequeño tesoro sin dejar de llorar.

Se sentía muy triste y ya odiaba a aquella horrenda mujer y a Alejandro por no hacer nada ni soltarla a tiempo.

—Esta caja de música era como yo— Dijo entre el llanto—. Parecía inservible, pero aún tenía un valor, ¿por qué más nadie lo vio?— La llevó a su pecho y la protegió de todos—. ¿Tampoco viste su valor, Alejandro?— Aquello dejó a Ariel muy triste y devastada, no solo era una caja de música que no servía, era un objeto que alguien había señalado como inservible y que ella le iba a dar otro uso, otro valor, una nueva apreciación.

Así mismo era como Ariel trataba a sus tesoros que encontraba en la basura, como mismo quería que la tratasen a ella, que vieran más allá de las piezas rotas y sucias, quizás dañadas, que vieran su valor interno, pero ella sabía que Alejandro no era capaz de verlo y por alguna razón se sintió decepcionada de aquel extraño con el que se casaría.

¿Se casaría con él?

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