Después de aquella burla y el llanto de Ariel, Alejando la llevó a su habitación, no sin antes desatar el caos en su familia al decir que con aquella mujer se iba a casar, que Ariel Sánchez sería su esposa.
—Lo siento, me esperaba un escándalo, pero no que rompieran tu caja de música.— Había sido mejor de lo esperado para él, la caja de música es lo que menos le importó, era un objeto sin valor, aquel que ella sacó de la basura, sino la reacción de su madre y su hermana, quien no dudó en salir corriendo para contarle a Alessia, la hermana mayor.
Aquella no tardaría en llegar junto a su esposo, Marco Albini.
—Es una bruja— Dijo entre gimoteos, refiriéndose a Annie.
—Te compraré las que quieras, tanto como quieras, las mejores o una idéntica a esta. No llores y ya olvídate de ella. — Pero Ariel se giró hacia él y lo miró con indignación, sus ojos no dejaban de llorar, mordía sus labios tanto como podía pero sabía que las palabras le saldrían de todos modos, no había forma de detenerlas.
—¡Eres un idiota!— Soltó con enojo, todas las piezas volvieron a caer al suelo, esparcidas por todos lados cuando Alejandro sujetó sus hombros con brusquedad al ella llamarlo de esa manera. Encaró a Ariel y esta no apartó la vista de él, sosteniendo aquella fría y enojada mirada ante la osadía de llamarlo idiota.
—Repite eso, niña estúpida.— Lentamente acercó su rostro al de ella, Ariel tenía su ceño fruncido y arrugaba su boca, haciendo de sus labios una línea muy fina; miró los ojos de Alejandro y no se acobardó ni por un segundo, ¿de dónde salía toda esa repentina fuerza de enfrentarlo? Que rompieran su caja de música y que luego él se ofreciera a reemplazarla como si nada, había causado mucho enojo en ella.
—I D I O T A.— Se atrevió a repetir la rubia mugrienta.
Cansado de sus tonterías, Alejandro la subió en sus hombros mientras ella pataleaba; la llevó al baño, aquel baño era tan grande como Ariel no se imaginó, golpeó la espalda de él y gritó para que la bajara, movía sus piernas e intentaba soltarse, salir corriendo de allí, pero solo terminó en la tina mientras Alejandro echaba agua sobre ella.
—A ver si ahora te quedas callada y aprendes a morder tu lengua antes de querer insultarme. — Extendió su mano hacia su cabeza y quitó aquella sucia tela que cubría su cabello, dejando así caer toda la larga y abundante cabellera rubia de Ariel.
Asombrado, al ver aquel cabello tan bello, Alejando lo tocó, se sentía suave, sedoso. Limpio.
Podía ser la única parte de su cuerpo que se conservaba limpia.
Tomó champú entre sus manos y comenzó a lavarle el pelo, pasó poco tiempo hasta que Ariel se quedó quieta, sintiendo los dedos de Alejandro masajear su cuero cabelludo.
Se sentía tan bien tomar un baño o lavar su cabello debajo de tanta agua, que ella no pudo seguir peleando contra eso.
Ariel comenzó a estregar sus brazos y todo el sucio salía de ella, frotó su rostro, su cuello, sus maltratados pies y cada parte de su cuerpo que no era cubierta por la ropa.
Alejandro esparció su cabello a ambos lados de sus hombros, se quitó la chaqueta mojada, los zapatos, el pantalón y solo se quedó en camisa y calzoncillos.
—¡¿Pero qué haces?!— Exclamó Ariel al ver que él se había despojado de una parte de su ropa. Tenía a un hombre semidesnudo frente a ella y eso la escandalizaba.
Sin hacerle caso él entró a la tina con ella y se acercó, volvió a tomar su cabello y con un cepillo en su mano derecha comenzó a peinarla.
Ariel volvió a quedarse quieta.
Siempre cuidó muy bien su cabello en la medida de lo posible, lo llevaba cubierto siempre porque como era muy largo y ella hurgaba en la basura, no quería que este se llenara de piojos.
Era la primera vez que alguien le lavaba el cabello o la peinaba, era la primera vez de muchas cosas en aquel día de la vida de Ariel.
Se quedó muy quieta para no estorbarle y él la peinaba con cuidado, sin tirar de ella.
Cuando Alejando bajó su mirada, pudo ver la tela de la fea camiseta de Ariel pegarse a sus pechos, sintió un tirón en su estómago al ver claramente los pezones de ella ante la tela toda desgastada, tragó saliva y luego volvió a prestar atención a su cabello, aunque sus ojos bajaron un par de veces más hacia aquellos pechos tan firmes y hermosos.
Levantó el rostro de ella y este había tomado otro aspecto, no solo porque estaba del todo limpio, sino por su cabello que le adornaba la cara.
El agua siguió cayendo sobre los dos y Alejando también estaba empapado, desabotonó su camisa y la arrojó al suelo. Había una esponja cerca de la ducha, tomó gel de baño y lo vertió en ella, lo segundo que hizo fue comenzar a estregar el cuerpo de Ariel.
—No te muevas— Pidió con amabilidad.
—No tienes que bañarme, sé cómo hacerlo—dijo Ariel, sus palabras saliendo sin fuerza—. Se siente raro.
—Pronto seré su esposo, eso no importa ahora.
Los ojos de ella estaban perdidos en el pecho de Alejandro, miraba su figura y no pudo resistirse a levantar su mano y tocar sus pectorales, Alejandro sintió su toque, pero lo disimuló, pues él también había visto los pechos de ella. La curiosa mano de Ariel siguió bajando hasta quedar sobre el abdomen perfectamente marcado de Alejando Fendi.
Alejandro se detuvo, tomó la mano de ella y la pegó más a su cuerpo.
—Si vas a tocar, tienes que hacerlo con más firmeza, más confianza. Es molesto si no lo haces con seguridad— Declaró ante ella. La situación peligraba y sintió la tensión y curiosidad de parte de Ariel, por lo que él salió de la ducha sin previo aviso. Estaba claro que ella sentía curiosidad por ese cuerpo desnudo frente a ella—. Creo que lo que queda tienes que hacerlo a solas.— Tomó una toalla y se envolvió en ella, salió del baño para vestirse.
Por unos minutos Ariel observó su mano, su tristeza se había ido con aquel gesto de Alejandro al lavar su cabello y peinarla con tanta delicadeza.
«Quizás no es un hombre malo» Pensó la inocente Ariel.
Se desvistió y se bañó como era debido.
En la habitación ya Alejando se había vestido, ahora recogía cada una de las piezas de la pequeña y rota caja de música de Ariel. Echó todas las piezas que encontró en el cajón de su mesita de noche y luego buscó un calzoncillo de él y una camiseta para que ella se vistiera, no se le ocurría otra cosa, la joven mujer era muy delgada como para usar un pantalón de él.
Ariel salió del baño con su cuerpo cubierto por una toalla, tenía la intención de recoger las partes de su tesoro, pero vio que ya no estaban.
—¿D-Dónde están?—preguntó, algo nerviosa.
—Las he tirado, te dije que ya no servían. Si no quieres una nueva, bien, pero no te quedarás con esa que no serán más que trozos inservibles por más que los atesores o resguardes contra tu pecho. —Ella tenía que comprender que también había cosas que no servían, que ya no tenían arreglo.
La idea de un hombre malo volvió al pensamiento de Ariel.
—Eres horrible.— No tenía ganas de discutir, la tristeza volvía a ella. Sostuvo la ropa que él le daba y entró de regreso al baño para cambiarse.
Cuando Ariel vio que era un calzoncillo de él, comenzó a reír, retiró la etiqueta y se lo puso, al igual que la camiseta.
—Ahora sí, Ariel Sánchez, vas a conocer a la familia Fendi, ¿me das tu mano? Esta vez nadie te insultará.— Dudosa, ella le dio la mano a Alejandro, juntos salieron hacia el salón donde la hermana mayor tenía todo un alboroto, a su lado estaba Annie y Marco Albini, el esposo de Alessia.
Sonriente, Alejandro se adentró hacia donde esperaba su familia, a esperas de explicaciones lógicas y sensatas sobre la decisión que él había tomado de hacer su esposa a aquella mujer de la calle.
—¿Alguien me va a pegar? —preguntó Ariel, pegándose al brazo de Alejandro.
—Nadie puede ponerte ni un solo dedo encima o los destruyo. Eso tenlo por seguro.
Cuando Alessia vio a su hermano acercarse de la mano de aquella mujer, no podía creer lo que veía. Sus hermosos ojos azules observaron a Ariel y no dudó en acercarse a ella, era tal como su pequeña hermana Annie había dicho, su hermano se había vuelto loco y llevó a casa a una mujer de la calle.—¡Explícate ahora mismo!— Exigió con brusquedad la hermana mayor mientras su esposo dejaba sus manos sobre sus hombros para que se calmara, algo que no lograba desde que vio que eran ciertas las palabras de Annie.Marco Albini estaba gozando con aquella escena, era como ver a Alejandro minimizado a nada, no hubo un escándalo tan grande desde que se supo que él terminó la relación con Abigail Clinton.Contempló a detalle a la mujer junto a su cuñado, si es que se le podía llamar mujer, pues su rostro era muy joven, su cabello largo y húmedo cayendo sobre su pecho, más aquella camiseta que claramente era de Alejandro, sumándole sus pies descalzos y lo inocente que se sujetaba a ese hombre mientr
Centro comercial Fendi. Allí estaban, cuando el coche se aparcó más de diez empleados esperaban a Alejandro y su invitada, todos dispuestos a ayudar en lo que fuera necesario, pero Alejandro tenía mejores cosas que hacer que ir de compras con Ariel, su vida era muy ocupada y ya había consumido muchas horas del día con aquel jueguito, había caído la tarde, pero él tenía que ir a la oficina.Sabía que Alessia no se quedaría de brazos cruzados e intentaría meterle el pie sea como sea, en conjunto con su esposo Marco, por lo que Alejandro no podía darse el lujo de perder el tiempo.Aquel era un juego divertido, pero también tenía sus peligros.Ambos trabajaban en la empresa y ahora todo sería un caos, pues su fastidiosa hermana se pondría a molestarlo con más frecuencia, aumentando así sus intentos por hacerlo caer.Sabía que ella y su esposo tenían más de un as bajo la manga y ahora que no había funcionado lo de la boda, moverían sus otras fichas.No se podía relajar ni un solo segundo
Frente al centro comercial con todas sus bolsas, Ariel esperaba con desespero a Alejandro. Hace más de una hora que dijo que iría a recogerla, pero no había sido así.Al ver su coche que se aparcaba, ella agitó su mano con mucha alegría de ver que ya llegaba. El chofer y los empleados los ayudaron a colocar las bolsas, haciendo que pudieran entrar en perfecto estado en el maletero del coche y parte de ellas junto a Alejandro y Ariel.En el camino él iba en silencio, Ariel iba muy pegada a él, algo que molestaba a Alejandro. Recién acababa de hacer con Abigail algunas cosas y por alguna razón que no era posible no deseaba que Ariel lo supiera.—¿Podrías…?— Le iba a pedir que se despegara un poco, sobre todo porque Abigail era muy astuta y no se le salía a Alejandro de la mente la posibilidad de que dejara alguna marca en él. La miró a su lado al sentir que su cabeza pegaba a su hombro, del otro lado estaba lleno de bolsas sin que ella pudiera despegarse de él, notó que la joven se habí
Marco Albini acostumbraba a fumar detrás de su casa, su esposa no soportaba el olor a tabaco y se negaba a que él les diera un mal ejemplo a sus hijos al fumar en su presencia, por lo que el único lugar que quedaba era detrás de su casa.Comenzó a caminar sin rumbo, pensando en aquella noche que se avecinaba. Esos días Alessia se ponía muy insoportable, más de lo habitual, con toda la tensión de la cena, los invitados y que quedara perfecto, pero lo que tenía a Marco preocupado, más de lo normal, era el hecho de que Alejandro todavía no se deshacía de la joven de pies descalzos.¿Y si iba en serio? ¿Realmente se casaría con esa mujer?Hacía una comparación mental entre Abigail y esa joven, no entendía como era que Alejandro la había elegido por sobre Abigail. Le daba curiosidad qué más veía Alejandro en ella.«Quizás su inocencia. A lo mejor le causaba mucho placer tener debajo suyo a alguien de escasa experiencia y era introducirla en el sexo lo que le provocaba deleite a Alejandro.
—¡Que no sé nada de ella!— Repitió Annie por décima vez.Su madre confirmó lo que ella dijo, pues Annie no se había acercado a aquella habitación.—¡Como me estés mintiendo, vas a tener problemas conmigo, Annie!— Gritó furioso Alejandro.—¡Suéltame, maldito bruto! ¡No me acercaría a esa mugrosa! ¿Con qué motivos?—le gritó, haciendo una mueca con su cara ante la horrible idea de que ella se acerca a la mugrosa Ariel.—Alejandro, suelta ahora mismo a tu hermana. ¿Qué crees que pudimos haber hecho con esa muchacha? No nos hemos nunca acercado a esa habitación, puede que solo se haya ido— dijo su madre.Alejandro corrió por toda la casa, buscando en cada habitación y gritando su nombre.—¡Ariel! ¡Ariel! ¡Ya basta! ¡Sal de donde quiera que estés! ¡No es divertido! —Pero Ariel no apareció.Por su mente pasó la idea de ir a casa de Alessia, ya para dar por hecho que había buscado en todos lados y aceptar que Ariel se había marchado.Tomó el coche para llegar más rápido y por si no estaba all
Lloraba todo el camino.Había corrido tanto que tardó menos de lo que pensó en llegar a la carretera.Cansada, se tiró al suelo para descansar mientras lloraba, ¿cuántas veces había escupido y pasado sus manos por sus labios con la intención que borrar aquel asqueroso beso? No sabía cómo sentirse aparte de asqueada, estaba molesta, pero también había sentido tanto miedo al estar tan indefensa.Aquel lugar no lo conocía, podrían quedarle horas de camino y prefería no tener que recorrerlo mientras caía la noche, sabía que de noche era aún más peligroso, sobre todo en una carretera, donde alguien podría detenerse a recogerla y nadie se daría cuenta.Los locos y desquiciados siempre abundaban.Se puso de pie y comenzó a caminar, manteniendo el ritmo para no cansarse, pero también adelantando el paso.Pensaba en el poco tiempo que duró en aquella casa y el sinsentido que era permanecer allí o casarse con ese hombre. Era una buena oportunidad para no volver a saber algo de Alejandro o de lo
—Yo…— no era como que no intentara retirar su mano, Alejandro se la dejaba sobre su erección y Ariel no sabía debajo de qué piedra meterse—. Ha sido un movimiento involuntario, lo siento.— Trató de excusarse por haberlo tocado. Y así había sido realmente, después del increíble beso, su cuerpo quedó muy caliente y su mano se movió sin recibir ninguna orden de ella, quedando sobre la erección de Alejandro.—Claro que lo sientes, tienes tu mano sobre él. Un beso y has provocado esto. Te atreves a tocarlo.— Dejó que ella retirara su mano pero Alejandro se colocó frente a ella, agachándose dentro de la tina—. Me intriga como de un momento a otro pasas de ser tímida, tierna y callada, para ser atrevida, inocente y curiosa. No logro saber cuál faceta me gusta más, pero una cosa sí sé…— dejó nuevamente un dedo sobre los labios de ella—. Me ha encantado ese beso, espero que no sea el último.—Salió de la tina y comenzó a desnudarse.Al ver que Alejandro se quitaba la ropa, ella salió con prisa d
Los ojos de Ariel quedaron deslumbrados cuando Alejandro llegó al salón, no es que no lo haya visto vestido de manera formal, era como casi únicamente lo había visto en las semanas que llevaba allí, pero era diferente, para ella era diferente.Saldrían los dos a una cena importante a donde él había decidido llevarla, ¿se imaginan la emoción que sentía Ariel?Él la estaba tomando en cuenta.Por primera vez en toda su corta vida, alguien la estaba tomando en cuenta y eso hacía que su corazón diera saltos de felicidad.—¿Nos vamos?—preguntó Alejandro, sintiéndose muy feliz por la esposa que había elegido.—Sí.— Tomó la mano que él le ofrecía y se puso de pie. —¿Dónde es?—Hasta ahora preguntaba.—En casa de mi hermana Alessia, está al lado. ¿Quieres ir caminando? —dijo. Alejando quiso avanzar, pero el cuerpo de Ariel no se movió.Alessia era la esposa de Marco Albini, el hombre que hace solo una horas se atrevió a perseguirla y tocar su cuerpo sin permiso alguno.Bajó la mirada y observó