La noche se había cerrado en torno a la residencia de los Clinton cuando Alejandro llegó. La elegancia del lugar era inconfundible, desde los jardines meticulosamente cuidados hasta el suave brillo que emanaba de las luces interiores. Entró y encontró a Abigail esperándolo en el vestíbulo, con una expresión de anticipación en su rostro.—Estás aquí. No quise llamarte para saber donde estabas porque seguro que te querías quedar a solas poniendo tus pensamientos en orden, Alejandro.—Tan pronto como él entró, ella se lanzó a sus brazos, atrayéndolo hacia ella con una pasión que Alejandro no esperaba. Sus labios buscaron los de él, y aunque Alejandro respondió al beso, su mente estaba en otra parte.—Estoy cansado.— Dijo, al ver el rumbo que tenían los labios de Abigail.El perfume de Abigail, una mezcla de jazmín y rosas, llenó sus sentidos. Pero, en su mente, todavía podía imaginar el olor suave y natural que siempre acompañaba a Ariel, y las memorias de Ariel lo atormentaban. Era un r
El despacho del señor Clinton estaba en silencio cuando Alejandro llegó. La seriedad de su rostro reflejaba la turbulencia de sus emociones. Al cruzar la puerta, Clinton levantó la vista, sus ojos inquisitivos analizando cada gesto de Alejandro.—Alejandro,— dijo el señor Clinton, —te veo preocupado. ¿Qué te trae por aquí? Un hombre como tú debería de estar feliz por su libertad, esa no es la expresión que tienes. Con las ganas que tenías de salir. ¿Ha sucedido algo? Espero que no hayas ido a enfrentar a Marco o a tu hermana. Eso no sería una buena idea.—Con un suspiro, Alejandro habló, luego de haber pensando en sus palabras, de modo que las cosas quedaban bien para todos. Tenía muchas cosas que hacer, importantes cosas que hacer, pero… lo de Ariel tenía mucha prioridad para él.—Señor Clinton, necesito ver a Ariel. No quiero causar problemas, solo... quiero entregarle dinero. Una especie de indemnización por todo lo que ha pasado.—Clinton se quedó pensativo por un momento. No espe
El aire estaba cargado de electricidad mientras Ariel caminaba hacia la casa. Aunque todo a su alrededor permanecía estático, su mundo interior estaba en plena tormenta. En su mente, imágenes de Alejandro se entremezclaban con recuerdos de tiempos más felices, creando un torbellino de nostalgia y dolor.Aquella casa, aquel lugar, fue lo primero que Ariel conoció como un verdadero hogar en toda su vida, lo más real que había sentido y ahora parecía estar tan en el pasado, que no se podía creer que no había transcurrido tanto tiempo.A medida que se acercaba a la puerta, un nudo en su estómago se apretaba más y más. Alejandro, el hombre que alguna vez había prometido amarla por siempre, ahora era una figura envuelta en sombras de dudas y resentimientos.La puerta se abrió lentamente, revelando a Alejandro. Sus ojos, oscuros y penetrantes, la escrutaron, y Ariel sintió como si el tiempo se hubiera detenido.Ella estaba allí, justo frente a él.Sentía muchas cosas en su interior y Alejand
La luz del bar, tenue y apagada, creaba sombras alargadas en cada rincón. Alejandro se encontraba sumido en ellas, con un vaso en mano, mientras intentaba ahogar las penas y el dolor en el fondo de cada trago. La noticia de Ariel y su nuevo matrimonio le atormentaba, acosándolo con cada latido de su corazón.Las notas de una vieja canción de amor sonaban de fondo, haciendo que la herida en su pecho se hiciera más profunda. En su intento por escapar de la realidad, Alejandro había bebido más de lo que su cuerpo podía soportar. Sin embargo, la insoportable idea de no saber quién era el hombre que había robado a Ariel de su lado lo carcomía.Desesperado por respuestas, tomó su teléfono y marcó a Fabio, un viejo amigo y confidente. Hace mucho que no lo veía, pero Fabio ya sabía que él estaba libre, tenían que encontrarse. Necesitaba alguien que lo entendiera, alguien que pudiera proporcionarle una brizna de esperanza o, al menos, un poco de claridad.No pasó mucho tiempo antes de que Fabi
La oficina del señor Clinton era amplia y estaba decorada con un gusto exquisito, reflejo del poder y la riqueza que poseía le daba la bienvenida a la señorita Martínez.Lucía Martínez, quien estaba a cargo del la defensa de Alejandro Fendi, caminaba por los pasillos de mármol, sintiendo la presión del caso que le habían asignado y a quien ya había sacado bajo fianza.Alejandro Fendi, uno de los nombres más sonados en los últimos meses, era su cliente y el peso de su situación legal recaía sobre sus hombros. Porque sí, estaba libre, pero todavía tenía que demostrar su inocencia. Además de eso, debía recuperar sus riquezas, todos sus bienes, los cuales estaban a cargo de su hermana, Alessia Fendi.Al entrar a la oficina, Lucía fue recibida por la mirada intensa del señor Clinton, quien estaba sentado detrás de su escritorio, con las manos entrelazadas.—Lucía, gracias por venir tan rápido— dijo con un tono amable pero firme. —Toma asiento, por favor.—Por supuesto, señor Clinton. Es un
Al día siguiente, luego de seguir en lo mismo y como solo quedaban dos días para que Norman se marchara otra vez, ambos decidieron tomar un respiro y pasear por el pequeño y pintoresco pueblo. Mientras caminaban, conversando y disfrutando de la tranquilidad del lugar, Ariel notó un pequeño mercado en una de las plazas del pueblo.Era un lugar lleno de color y vida, donde varios artesanos locales exponían sus creaciones. Había puestos de bisutería, cerámica, tejidos y otras artesanías. Ariel se detuvo a observar con atención los delicados trabajos de bisutería, admirando la habilidad y creatividad de los artesanos.—Sería increíble poder tener un puesto aquí y mostrar mis creaciones—, comentó Ariel con emoción, sus ojos brillando al imaginar la posibilidad.Norman la miró y sonrió, viendo lo mucho que esta nueva pasión la había animado.—¿De verdad te gustaría hacer eso, Ariel? Porque si es así, puedo averiguar cómo podrías conseguir un puesto aquí—, dijo decidido a ayudarla a hacer su
La puerta de la casa se abrió bruscamente, revelando la figura tambaleante de Alejandro, su ropa desgarrada y manchada de sangre. Abigail, que estaba en la sala, se levantó de un salto, sus ojos agrandándose ante la visión de Alejandro en ese estado lastimero.—Oh, Dios mío, Alejandro—, exclamó, corriendo hacia él y brindándole apoyo para que no cayera. —¿Qué te ha pasado?Alejandro intentó sonreír, pero el dolor era demasiado intenso.—Tuve un... encuentro desafortunado—, dijo con voz ronca.Abigail, con lágrimas en los ojos, lo ayudó a sentarse en el sofá, examinando sus heridas con una mezcla de preocupación y furia.—Voy a buscar el botiquín—, murmuró, pero Alejandro la detuvo, sujetándola suavemente por la muñeca.—No, espera—, dijo él, sus ojos encontrando los de ella. —Necesito que sepas algo. Esto no fue un accidente. Fue una pelea con Marco Albini.El corazón de Abigail se aceleró al escuchar ese nombre. Sabía que Marco era peligroso, pero no se había dado cuenta de hasta qué
Era temprano de la mañana cuando Ariel comenzó a desplegar sus creaciones, cada una reluciendo con el prometido potencial del día. Era una mañana como cualquier otra, llena de expectativas modestas, hasta que el ir y venir de los clientes dio paso a dos encuentros que prometían cambiar su destino.Tan solo llevaba un mes haciendo aquello y no se imaginó que podría entretenerla de tal manera o que eso despertaría en ella una pasión a la cuál no le había hecho mucho caso o a lo que le restó importancia. O, más que nada, de lo cuál creyó que solo ella podría ver el valor o la belleza en eso.Aquella mañana sería muy diferente para ella.Primero, fue la señora Marjorie, una clienta leal que siempre mostraba un entusiasmo particular por las delicadas piezas de Ariel.—Querida,— dijo con una sonrisa cálida, mientras sostenía un broche de intrincada filigrana, —tus manos tejen magia, y la magia debe tener un hogar propio. ¿Has pensado en abrir una tienda? El mundo merece ver más de esto, y t