La luz del bar, tenue y apagada, creaba sombras alargadas en cada rincón. Alejandro se encontraba sumido en ellas, con un vaso en mano, mientras intentaba ahogar las penas y el dolor en el fondo de cada trago. La noticia de Ariel y su nuevo matrimonio le atormentaba, acosándolo con cada latido de su corazón.Las notas de una vieja canción de amor sonaban de fondo, haciendo que la herida en su pecho se hiciera más profunda. En su intento por escapar de la realidad, Alejandro había bebido más de lo que su cuerpo podía soportar. Sin embargo, la insoportable idea de no saber quién era el hombre que había robado a Ariel de su lado lo carcomía.Desesperado por respuestas, tomó su teléfono y marcó a Fabio, un viejo amigo y confidente. Hace mucho que no lo veía, pero Fabio ya sabía que él estaba libre, tenían que encontrarse. Necesitaba alguien que lo entendiera, alguien que pudiera proporcionarle una brizna de esperanza o, al menos, un poco de claridad.No pasó mucho tiempo antes de que Fabi
La oficina del señor Clinton era amplia y estaba decorada con un gusto exquisito, reflejo del poder y la riqueza que poseía le daba la bienvenida a la señorita Martínez.Lucía Martínez, quien estaba a cargo del la defensa de Alejandro Fendi, caminaba por los pasillos de mármol, sintiendo la presión del caso que le habían asignado y a quien ya había sacado bajo fianza.Alejandro Fendi, uno de los nombres más sonados en los últimos meses, era su cliente y el peso de su situación legal recaía sobre sus hombros. Porque sí, estaba libre, pero todavía tenía que demostrar su inocencia. Además de eso, debía recuperar sus riquezas, todos sus bienes, los cuales estaban a cargo de su hermana, Alessia Fendi.Al entrar a la oficina, Lucía fue recibida por la mirada intensa del señor Clinton, quien estaba sentado detrás de su escritorio, con las manos entrelazadas.—Lucía, gracias por venir tan rápido— dijo con un tono amable pero firme. —Toma asiento, por favor.—Por supuesto, señor Clinton. Es un
Al día siguiente, luego de seguir en lo mismo y como solo quedaban dos días para que Norman se marchara otra vez, ambos decidieron tomar un respiro y pasear por el pequeño y pintoresco pueblo. Mientras caminaban, conversando y disfrutando de la tranquilidad del lugar, Ariel notó un pequeño mercado en una de las plazas del pueblo.Era un lugar lleno de color y vida, donde varios artesanos locales exponían sus creaciones. Había puestos de bisutería, cerámica, tejidos y otras artesanías. Ariel se detuvo a observar con atención los delicados trabajos de bisutería, admirando la habilidad y creatividad de los artesanos.—Sería increíble poder tener un puesto aquí y mostrar mis creaciones—, comentó Ariel con emoción, sus ojos brillando al imaginar la posibilidad.Norman la miró y sonrió, viendo lo mucho que esta nueva pasión la había animado.—¿De verdad te gustaría hacer eso, Ariel? Porque si es así, puedo averiguar cómo podrías conseguir un puesto aquí—, dijo decidido a ayudarla a hacer su
La puerta de la casa se abrió bruscamente, revelando la figura tambaleante de Alejandro, su ropa desgarrada y manchada de sangre. Abigail, que estaba en la sala, se levantó de un salto, sus ojos agrandándose ante la visión de Alejandro en ese estado lastimero.—Oh, Dios mío, Alejandro—, exclamó, corriendo hacia él y brindándole apoyo para que no cayera. —¿Qué te ha pasado?Alejandro intentó sonreír, pero el dolor era demasiado intenso.—Tuve un... encuentro desafortunado—, dijo con voz ronca.Abigail, con lágrimas en los ojos, lo ayudó a sentarse en el sofá, examinando sus heridas con una mezcla de preocupación y furia.—Voy a buscar el botiquín—, murmuró, pero Alejandro la detuvo, sujetándola suavemente por la muñeca.—No, espera—, dijo él, sus ojos encontrando los de ella. —Necesito que sepas algo. Esto no fue un accidente. Fue una pelea con Marco Albini.El corazón de Abigail se aceleró al escuchar ese nombre. Sabía que Marco era peligroso, pero no se había dado cuenta de hasta qué
Era temprano de la mañana cuando Ariel comenzó a desplegar sus creaciones, cada una reluciendo con el prometido potencial del día. Era una mañana como cualquier otra, llena de expectativas modestas, hasta que el ir y venir de los clientes dio paso a dos encuentros que prometían cambiar su destino.Tan solo llevaba un mes haciendo aquello y no se imaginó que podría entretenerla de tal manera o que eso despertaría en ella una pasión a la cuál no le había hecho mucho caso o a lo que le restó importancia. O, más que nada, de lo cuál creyó que solo ella podría ver el valor o la belleza en eso.Aquella mañana sería muy diferente para ella.Primero, fue la señora Marjorie, una clienta leal que siempre mostraba un entusiasmo particular por las delicadas piezas de Ariel.—Querida,— dijo con una sonrisa cálida, mientras sostenía un broche de intrincada filigrana, —tus manos tejen magia, y la magia debe tener un hogar propio. ¿Has pensado en abrir una tienda? El mundo merece ver más de esto, y t
La noticia del avance legal trajo una alegría efímera a la casa de los Fendi. Mientras se sentaban juntos en el salón, con los últimos rayos del atardecer tiñendo de oro la habitación, Alejandro compartía su intención de cerrar un capítulo pendiente de su pasado.—Abigail, hay algo que debo hacer para poder seguir adelante,— dijo Alejandro, su voz teñida de una solemnidad que no presagiaba buenas nuevas. Sabía que aquello haría sentir a Abby un poco mal, pero era algo que decidió hacer hace mucho tiempo y ya iba siendo hora, con una parte de su fortuna recuperada, era hora de dar ese paso.Abigail, aún en el resplandor de su victoria, sintió un temor premonitorio. Sentía que algo no andaba bien y poco a poco su alegría fue menguando, aún sin Alejandro decir lo que pretendía.—¿De qué se trata, Alejandro?— preguntó con cautela.Alejandro respiró hondo, como preparándose para un salto al vacío, no quería hacer de esa idea todo un teatro o motivo para discutir, porque de todos modos no h
Ariel se paró frente al escaparate del local, mirando su reflejo sobreimpreso en el cristal que protegía las promesas de un nuevo comienzo. La sensación de deja vu la envolvió, llevándola a un tiempo y un lugar donde otro hombre, Alejandro, estaba a su lado compartiendo sueños similares. Una punzada de nostalgia le apretó el pecho, pero la disipó con un suspiro y se volvió hacia Norman.—No, este no me convence mucho,— dijo, aunque su voz traicionaba la duda de sus propios sentimientos.Norman asintió, captando la nota de melancolía en su voz, y la guió a otro local. Cuando lo encontraron, Ariel supo que era el indicado. La luz del sol se filtraba a través de los grandes ventanales, tocando los suelos de madera que se extendían frente a ellos. Estaba ubicado en el corazón palpitante de la ciudad, donde el río de la vida nunca dejaba de fluir.Era un buen lugar.A medida que discutían los detalles, el teléfono de Norman vibró. La llamada del Dr. Spencer fue un baldazo de agua fría cuan
La pequeña tienda de Ariel, un mosaico de colores y creatividad, brillaba bajo el sol de la tarde. Era el gran día de apertura, y mientras los clientes comenzaban a filtrarse, explorando curiosos entre las estanterías, Ariel sentía una mezcla de nerviosismo y emoción palpitar en su pecho. Aquello se dio de manera rápida gracias a Norman, que se encargó de llenar todos los huecos que ella pasaba por alto y al final salió grandioso, un trabajo en equipo.Norman, a su lado, le ofrecía una sonrisa tranquilizadora, viendo lo nerviosa que ella estaba.—Va a ir bien,— le susurró, aunque detectaba la preocupación que se escondía detrás de los ojos de Ariel. —Tienes un talento increíble. La gente va a amar esto. Solo míralos, apenas entran y ya sus ojos curiosean por todos lados, esto es tan nuevo como maravilloso.Ariel asintió, aunque su mente vagaba momentáneamente hacia Alejandro. Había tomado la difícil decisión de no buscarlo más, de dejar que sus caminos siguieran separados. Era una ele