La noticia del avance legal trajo una alegría efímera a la casa de los Fendi. Mientras se sentaban juntos en el salón, con los últimos rayos del atardecer tiñendo de oro la habitación, Alejandro compartía su intención de cerrar un capítulo pendiente de su pasado.—Abigail, hay algo que debo hacer para poder seguir adelante,— dijo Alejandro, su voz teñida de una solemnidad que no presagiaba buenas nuevas. Sabía que aquello haría sentir a Abby un poco mal, pero era algo que decidió hacer hace mucho tiempo y ya iba siendo hora, con una parte de su fortuna recuperada, era hora de dar ese paso.Abigail, aún en el resplandor de su victoria, sintió un temor premonitorio. Sentía que algo no andaba bien y poco a poco su alegría fue menguando, aún sin Alejandro decir lo que pretendía.—¿De qué se trata, Alejandro?— preguntó con cautela.Alejandro respiró hondo, como preparándose para un salto al vacío, no quería hacer de esa idea todo un teatro o motivo para discutir, porque de todos modos no h
Ariel se paró frente al escaparate del local, mirando su reflejo sobreimpreso en el cristal que protegía las promesas de un nuevo comienzo. La sensación de deja vu la envolvió, llevándola a un tiempo y un lugar donde otro hombre, Alejandro, estaba a su lado compartiendo sueños similares. Una punzada de nostalgia le apretó el pecho, pero la disipó con un suspiro y se volvió hacia Norman.—No, este no me convence mucho,— dijo, aunque su voz traicionaba la duda de sus propios sentimientos.Norman asintió, captando la nota de melancolía en su voz, y la guió a otro local. Cuando lo encontraron, Ariel supo que era el indicado. La luz del sol se filtraba a través de los grandes ventanales, tocando los suelos de madera que se extendían frente a ellos. Estaba ubicado en el corazón palpitante de la ciudad, donde el río de la vida nunca dejaba de fluir.Era un buen lugar.A medida que discutían los detalles, el teléfono de Norman vibró. La llamada del Dr. Spencer fue un baldazo de agua fría cuan
La pequeña tienda de Ariel, un mosaico de colores y creatividad, brillaba bajo el sol de la tarde. Era el gran día de apertura, y mientras los clientes comenzaban a filtrarse, explorando curiosos entre las estanterías, Ariel sentía una mezcla de nerviosismo y emoción palpitar en su pecho. Aquello se dio de manera rápida gracias a Norman, que se encargó de llenar todos los huecos que ella pasaba por alto y al final salió grandioso, un trabajo en equipo.Norman, a su lado, le ofrecía una sonrisa tranquilizadora, viendo lo nerviosa que ella estaba.—Va a ir bien,— le susurró, aunque detectaba la preocupación que se escondía detrás de los ojos de Ariel. —Tienes un talento increíble. La gente va a amar esto. Solo míralos, apenas entran y ya sus ojos curiosean por todos lados, esto es tan nuevo como maravilloso.Ariel asintió, aunque su mente vagaba momentáneamente hacia Alejandro. Había tomado la difícil decisión de no buscarlo más, de dejar que sus caminos siguieran separados. Era una ele
El dinero que Ariel contenía venía de tres partes. Primero, lo poco que le quedaba del dinero que Fabio, en su momento, le entregó, el dinero que le entregaron los Clinton. Ella había estado viviendo de ese dinero y jamás, jamás en su vida se había sentido tan arrepentida de algo.Creía que hizo mal al usar el dinero que quedó de lo que Alejandro le ordenó a Fabio darle, pero… él había dicho que ella podía usar ese dinero, ¿qué otra cosa podía hacer? ¿De qué otro ingreso podría sostenerse? Solo le quedaba usar el dinero que ellos le habían dado.Había gastado una considerable parte cuando intentó hacer la repostería, el alquiler de la casa y demás gastos, luego obtuvo lo que el señor Clinton le dio.En su segunda mudanza, donde vivía en la actualidad, ella estaba usando lo que le quedaba, alquiler, comida, gastos básicos, sin desperdiciar un solo centavo. Cuando Norman le consiguió el puesto en el mercado los fines de semana, Ariel consiguió una entrada de dinero que venía de sus esfu
El silencio en el pequeño local de Ariel era ensordecedor, interrumpido solo por el sonido sordo de los pasos de Norman mientras recogía los billetes esparcidos y los restos del altercado, cada trozo de las creaciones de Ariel, notando con pena que no quedó nada que sirviera, ni un solo objeto recuperable, cada uno de ellos estaba roto, sus piezas esparcidas y todo el esfuerzo de Ariel desperdiciado. Migo, el pequeño cachorro, se movía inquieto a sus pies, percibiendo la tensión en el aire. Con un sentimiento de ira e impotencia, Norman se dirigió al ordenador para revisar las cámaras de seguridad, porque no lograba entender cuál había sido el detonador de todo eso, no se podía imaginar la manera tan grande en la que Alejandro Fendi afectaba a Ariel y eso lo enojaba mucho. ¿Por qué aparecía allí de la nada? ¿Por qué seguía buscándola? Era algo sin sentido a menos que estuviera detrás de ella solo para hacerla sentir mal, para verla sufrir de manera desesperada como estaba haciendo ell
El rostro de Alessia Fendi estaba marcado por la ira y la humillación cuando irrumpió en la casa familiar. La desesperación se agitaba en su pecho, alimentada por el rechazo y la traición que sentía hacia su hermano Alejandro. Empujó la puerta de la habitación de su madre con un movimiento brusco, encontrándola sentada junto a la ventana, una figura solitaria sumida en su propio mundo de tristeza.—¡Mamá! Alejandro me ha despedido, me ha humillado frente a todos. ¡Necesito que me escuches!—, exclamó Alessia, buscando desesperadamente algo de simpatía o apoyo. La señora Fendi, sin embargo, permanecía inmóvil, su mirada fija en el vacío más allá de la ventana. Las palabras de Alessia parecían no alcanzarla, perdidas en la distancia entre ellas. Frustrada, Alessia se acercó a su madre, implorando atención. —¡Mamá, por favor, di algo!Fue entonces cuando las lágrimas empezaron a rodar por las mejillas de la señora Fendi, y con una voz rota por el dolor, susurró:—Hace días que he perdido
La desesperación y el miedo se apoderaban de Norman Spencer con cada día que pasaba sin noticias de Ariel. Había denunciado su desaparición, una decisión que lo había llevado a una búsqueda frenética y angustiosa. Su hermano, un hombre de recursos e influencias, había movilizado todos los medios a su alcance para encontrar a Ariel, pero las primeras semanas de búsqueda habían sido infructuosas.Norman se sentía atrapado en un ciclo interminable de esperanza y desilusión. Cada llamada, cada golpe en la puerta, cada informe de la policía, lo llenaba de una mezcla de ansiedad y deseo de buenas noticias, solo para dejarlo caer de nuevo en la incertidumbre.—No hay rastro de ella, Norman,— le dijo su hermano una tarde, su voz reflejando la misma frustración que Norman sentía. —Hemos revisado cámaras de seguridad, hablado con taxistas, revisado estaciones de tren y autobús... nada. Es más que obvio que salió del país y… la búsqueda aquí no tiene sentido.—Norman se pasó las manos por el cab
Su pierna infectada era una fuente de gran preocupación; la infección había avanzado sin tratamiento durante demasiado tiempo. La fiebre alta que había experimentado era un claro indicador de que su cuerpo estaba luchando contra una infección seria.El equipo médico decidió actuar de inmediato. Primero, abordaron la deshidratación y la anemia. Ariel recibió líquidos intravenosos y transfusiones de sangre para estabilizar estos problemas inmediatos. La hipotermia, aunque preocupante, había sido mitigada por la rápida acción de los oficiales y paramédicos que la encontraron. Esa ya no había sido un problema que pasó a se mayor.El verdadero desafío era la pierna infectada.El equipo médico, tras una cuidadosa evaluación, determinó que la infección no había alcanzado el hueso, lo cual era una buena noticia. Sin embargo, la infección de tejidos blandos era grave. Decidieron iniciar un tratamiento agresivo con antibióticos intravenosos para combatir la infección. Paralelamente, realizaron