Capítulo 2

Seis personas recorrían el aeropuerto esa fría mañana de noviembre; tres amigos iban escoltados hacia sus asientos de primera clase, sin la menor preocupación por su equipaje o los trámites requeridos, para eso estaban sus asistentes. Mientras tanto, otras tres amigas corrían registrando sus maletas y todo lo demás que debían hacer para su primer viaje internacional, tal vez el destino fuera el mismo, pero todo lo demás en ellos era un abismo de diferencia.

Luego de dieciséis horas, por fin arribaron a su destino, y de la misma manera, mientras el grupo de ejecutivos era recibido por un chofer privado y una limusina, el otro grupo, el de las chicas, batallaba con sus valijas para conseguir un taxi.

Ya en sus respectivos hoteles, un merecido baño y algo de descanso era lo más anhelado. Para las mujeres, tantas horas de vuelo en sillas de clase turista tenían sus cuerpos adoloridos, habían previsto eso, tenían programada esa noche de descanso, iniciarían su aventura al día siguiente.

Así pasaron los días, unos en un hotel de lujo, con todo a su disposición, gastando sumas exorbitantes de dinero en el casino, sin el menor remordimiento, y disfrutando de todos los lujos y privilegios que les permitía su estatus.

Las jovencitas, en su hotel barato, en recorridos de autobús para turistas, en piscinas públicas y pequeños bares, y, aun así, se sentían las reinas del mundo, todo estaba saliendo como lo planearon, incluso mejor, estaban disfrutando cada segundo de ese viaje, realmente había valido la pena todo el esfuerzo.

Ya quedaban solo dos días en ese lugar, esa noche, era la tan anhelada celebración del cumpleaños de Rebecca, se estaban vistiendo con sus mejores ropas, arreglando su cabello y maquillándose un poco, iban a ir al lugar donde solo asistían las estrellas y los millonarios, era más que un sueño y pensaban aprovechar cada segundo.

—Te ves preciosa, Becca, hoy sin duda vas a conseguir la presa que no pudiste en estos días, estoy segura de que en ese lugar estarán los hombres más guapos y ricos del mundo.

—Tal vez, Hanna, solo espero que haya alguien a quien yo le guste.

—Claro que sí, pareces un ángel, todos van a voltear a verte.

—Solo porque iré a tu lado, mírate, estas despampanante.

—Este es mi estado natural, querida. —Las dos amigas soltaron carcajadas por sus bromas mientras Donna rodaba los ojos, ese par eran todas unas divas cuando se lo proponían.

—Bueno, divas, vámonos de una vez.

Mientras tanto, en el Caesars Palace, Charles y sus amigos, que se alojaban en una suite de lujo, se preparaban para bajar al bar, sería su última noche de fiesta, pensaban descansar la siguiente para no viajar con resaca, así que tenían grandes planes para esta noche.

Ryan había conseguido unas acompañantes de lujo, pero Charles se había negado a acostarse con ellas, decía que estaban muy flacas o muy gordas, muy altas o muy bajas, muy blancas o muy morenas, y ninguna había sido de su agrado, probó también con algunos chicas, pero tampoco obtuvo un resultado positivo.

Julian y él habían disfrutado como locos esos días y, aunque Charles no era que estuviera aburrido, Ryan consideraba que un viaje a Las Vegas sin sexo no valía la pena, así que se encargó de conseguir unas pastillas que ayudarían a su amigo a relajarse, le dijeron que eran similares al éxtasis, harían que Charlie estuviera más divertido y más dispuesto, también tenían un poco de afrodisiaco; eran la receta perfecta para una noche loca y Ryan había planeado dárselas cuando estuvieran en el bar y hacer esa noche inolvidable, como debía ser.

Las horas comenzaron a pasar y la fiesta a volverse más intensa, Rebecca y sus amigas llegaron al famoso bar, se identificaron y las escoltaron a la barra, donde un muy amable barman le mostró la carta y le explicó en qué consistía cada cóctel para que ella pudiera escoger sus veintiuno, sabía que no sería capaz con toda esa bebida así que entre las tres decidieron cuáles querían y, de esa manera, empezó su noche.

Definitivamente los cócteles americanos no eran iguales a los coreanos, rápidamente el alcohol se apoderó de sus sentidos, empezaron a bailar y a dejarse llevar por el ambiente de la fiesta.

Misma fiesta en la que un alterado Charles se encontraba con sus amigos; cuando los hilos del destino se movieron, Ryan se fijó en el grupo de chicas coreanas, su apariencia hermosa y sus cuerpos curvilíneos llamaron su atención. El rubio se encargó de que también los notaran sus compañeros, las tres chicas destacaban, se veían muy divertidas y bailaban sin inhibición.

Eran realmente hermosas, una pelinegra de baja estatura, curvas generosas en sus caderas y pecho, ojos enormes y labios acorazonados, se veía muy linda; la otra era una rubia un poco más alto y más delgada, su ropa ajustada marcaba su pronunciada cintura y tenía el rostro más bello que Ryan haya visto en su vida, con lindos ojos marrones y una boca muy provocativa; y por último, una chica castaña, de estatura media, con un cuerpo de infarto, meneaba su redondo y pronunciado trasero mientras sonreía amplio con una cara de ángel impresionante, ojitos pequeños delineados y una enorme sonrisa cuadrada, podría robarle el aliento a cualquiera.

Las tres amigas eran realmente bellísimas y Ryan quiso probar suerte, tal vez fueran americanas, pero si eran coreanas, aprovecharía esa oportunidad para conocerlas; se acercó primero a la castaña, para invitarla a bailar, pero justo en ese momento la chica decidió dirigirse al baño, así que se desvió a la rubia y la invitó, la chica aceptó y se dirigieron a la pista mientras hablaban de la grata coincidencia de encontrar compatriotas en ese lugar.

Por su parte, Charles se sentía muy acalorado y extraño, parecía que esa noche el alcohol lo estaba afectando más y quiso ir al baño a refrescarse, iba caminando distraído y no se fijó en la pequeña chica que caminaba por el mismo pasillo, por eso la estrelló y estuvo a punto de arrojarla de bruces al suelo, pero reaccionó a tiempo y la tomó por la cintura inclinándose un poco sobre ella.

Por unos segundos se quedaron mirándose, Rebecca estaba sorprendida por el choque y por el increíblemente apuesto hombre que la sostenía, todo su cuerpo empezó a hormiguear y no podía dejar de verlo. Charles, por su parte, estaba igualmente sorprendido por la preciosa chica que tenía entre sus brazos, observó con detenimiento sus facciones admirando su belleza, eran pocas las chicas que había visto que le resultaran tan atractivas; estaba aturdido por el alcohol y le sonrió ladino muy seductoramente mientras se enderezaba, pero no la soltó.

—Lo siento, venía distraído, discúlpame. —Esa voz hizo que las piernas de Becca temblaran aún más, tan grave y sexy que tuvo toda clase de malos pensamientos en ese segundo.

—E-está bien, tra-tranquilo no pasó nada.

—Bueno, a mí me parece que sí pasó, casi te hago caer, déjame invitarte un trago como disculpa.

—Oh, claro.

Rebecca sabía que debía tener cara de idiota en ese momento, no podía dejar de babear por ese hombre, era como un sueño hecho realidad, incluso pensó que era producto del alcohol, seguramente hacía que viera más guapa a la gente, porque no podría existir un ser humano tan perfecto, tan alto, guapo y sexy.

—Soy Charles, un placer. —Charles la sacó de sus divagaciones y le extendió su mano.

—Rebecca.

—Qué nombre tan bonito, casi tan hermoso como su dueña. —Charles sabía que era un piropo de porquería, pero su cerebro estaba licuado en ese momento y solo quería entretener a la chica para que no se fuera, le parecía demasiado hermosa para dejarla ir así nomás. Sin embargo, el sonrojo de la chica y su risita nerviosa le fascinó, la hacía ver aún más linda y adorable a sus ojos.

—Gracias, mmmh yo debo ir con mis amigas, ellas me están esperando.

—Vamos, me aseguraré de dejarte con ellas para que nadie más te lastime, y te compraré ese trago que prometí.

—Gracias. —Becca sentía que flotaba, además de ser tan jodidamente caliente, el hombre la trataba bonito, no podía evitar sentir cosquillas por todos lados, especialmente en su espalda baja, donde Charles mantenía su mano mientras la dirigía de regreso a la barra.

—¡Becca! Tienes que conocer a estos chicos, también son de Seúl. —dijo una muy emocionada Johanna mientras señalaba a Ryan y Julian que se encontraban con ellos.

—Son mis amigos. —respondió Charles con una amplia sonrisa.

Ver que sus amigos habían congeniado con las amigas de Rebecca, le daba la oportunidad perfecta para seguir hablando con la chica, en ese momento se dio cuenta de que las tres eran muy atractivas e iban muy bien arregladas, tal vez fueran modelos o algo así y él no las conocía.

—¿En serio? Wow qué coincidencia. —Rebecca también sonreía amplio, debía ser el destino el que los juntó esa noche.

—Debe ser el destino. —susurró Charles en su oído de la forma más coqueta posible con su seductora voz, la chica le regaló la más preciosa sonrisa como respuesta, y ese fue el inicio de esa noche.

Bebieron, bailaron, hablaron y siguieron bebiendo, los tragos no dejaban de llegar a la mesa, cortesía de los mayores, y ya ninguno se encontraba en sus cinco sentidos, pero todos lo estaban pasando de lo mejor.

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