Charles se había cansado de discutir con sus amigos, a veces, se preguntaba si realmente él era el jefe. Ese par nunca le obedecía, pero, después de todo, eran los únicos amigos sinceros que tenía.
Julian prácticamente creció con él, y ahora era el Asesor Jurídico de su empresa, ya que manejaba su propio Bufete de abogados. Por otro lado, a Ryan lo conoció en la empresa, llegó hace casi veinte años como un joven pasante lleno de sueños y aspiraciones; congenió rápido con el joven Charles de esa época y se convirtieron en grandes amigos. Trabajaron hombro a hombro para hacer de la pequeña empresa de su familia, el gigante comercial que es hoy en día, razón suficiente para ser su mano derecha y tener su entera confianza.
Siendo las cosas de esa manera, por más que quisiera, Charles no podía enojarse con ellos, y menos cuando el motivo de discusión era el plan que ellos tenían para celebrar su cumpleaños número cuarenta. Claro, Charles no podía reconocer frente a sus amigos que le abrumaba la cifra, y por eso no quería festejarlo. Llegar al cuarto piso generaba sentimientos encontrados en su persona.
Por una parte, estaba en la plenitud de su vida profesional, era ampliamente reconocido por su talento y sus logros, teniendo más dinero del que podría gastar en tres vidas. Pero por el otro lado, su vida personal era un desastre, aunque siempre lo negara frente a los demás, no podía mentirse a sí mismo, realmente comenzaba a sentirse solo y a pensar que los años le estaban pasando sin encontrar a alguien que valiera la pena para establecerse y tener sus herederos.
Empezaba a cuestionarse si había valido la pena el estilo de vida que había llevado, si él muriera ahora, no habría nadie de su sangre que heredara su fortuna, siendo hijo único y con sus padres muertos, seguramente, sus bienes serían para sus amigos, alguna caridad o buitres extraños que se encargarían de adueñarse de todo.
Esta clase de pensamiento lo estaba consumiendo últimamente, aún era joven, es decir, aún podía casarse y tener hijos, aún podía encontrar a una bella mujer que le diera hermosas hijos, que se dedicara a su cuidado y lo esperara en casa con una deliciosa cena, sí, eso sonaba como una buena opción.
Seguía siendo un hombre apuesto, lo sabía, era muy alto, se ejercitaba y había construido un excelente cuerpo; tenía facciones masculinas y definidas, pero sus ojos grandes, almendrados y profundos, siempre le habían dado un aire infantil que ahora lo hacía parecer mucho más joven. Se cuidaba mucho en su alimentación y gozaba de una excelente salud.
Viéndolo de manera objetiva, era un excelente prospecto de hombre, entonces, ¿por qué era tan difícil encontrar a alguien que lo amara? Esa siempre fue la pregunta del millón. A veces, lo atribuía a su mal carácter, era muy exigente, tenía poca paciencia y le gustaba que le obedecieran.
En su juventud fue bastante romántico, pero con el tiempo se fue cansando de eso, se había vuelto más práctico, podía salir con las modelos o actrices más famosas, tener una relación corta, disfrutar de sus cuerpos y su compañía, y luego, al darse cuenta de que bajo esos hermosas rostros no había nada más interesante, él simplemente se aburría y se alejaba.
Tal vez ese era el problema, no había encontrado a nadie que lo hiciera sentir pleno, que le atrajera física y mentalmente, y a estas alturas, ya estaba convencido de que eso era una fantasía y que nunca iba a aparecer una persona así. Solo debía buscar alguien que le atrajera, con quien pudiera disfrutar de un buen sexo, que tuviera una personalidad sumisa, para que no chocara con su carácter dominante, y eso era todo.
No podía aspirar a un amor épico, ya era muy tarde para eso, simplemente debería pensar en la practicidad y encontrar una compañía compatible para pasar lo que le quedaba de vida y tener hijos. Porque si de algo estaba seguro, era de que deseaba un heredero.
Saliendo de sus cavilaciones, se dirigió al despacho de Ryan, debían ultimar los detalles del dichoso viaje del que no le habían dado mucha información; solo sabía que debían partir al día siguiente en la mañana, y que serían quince largas horas de vuelo, con escala en Los Ángeles, rumbo a la ciudad del pecado: Las Vegas, Nevada.
No era la primera vez que iban, así que se podía hacer una idea de lo que le esperaba, al igual que en sus otros viajes, seguramente beberían mucho, gastarían montones de dinero en el casino y en chicas hermosas, ya conocía a sus amigos.
—Ryan, ¿todo listo?
—Hola, Charlie, con respecto a la oficina, sí, tendremos la semana libre, ya dejé todo arreglado para que no nos molesten.
—¿No crees que es mucho tiempo? Podríamos tomar solo tres días.
—¿Es en serio, Charlie? Solo el viaje serían unas cincuenta horas con los tiempos de espera y movimientos. ¿En qué momento nos divertiríamos? —Su amigo le dio una sonrisa ladina indicándole que tenía planes perversos.
—Bien, no voy a discutir más, llegando del viaje, tendremos que sumergirnos de lleno en la adecuación de la empresa china que compramos, así que tienes razón, debemos aprovechar este descanso.
—Claro que sí, Charlie, no todos los días se cumplen cuarenta años.
—Afortunadamente.
—Vamos, viejo, no empieces con tus achaques.
—Sabes que eso no me afecta, me veo más joven que tú. —La amplia sonrisa de satisfacción de Charles apagó las burlas de su amigo, evidentemente parecía más joven que todos ellos.
—Bien, golpe bajo, mejor vamos, aquí todo quedó listo y debo despedirme de mi amorcito antes del viaje.
—¿Le dijiste a dónde vamos?
—¿Estás loco? Si supiera que vamos a Las Vegas la tendría colgada del cuello en total estado de histeria. No, Irene no debe saber nada, le dije que íbamos a Los Ángeles a revisar una propuesta de fusión.
—Eres mentiroso profesional, vamos, me comprometí a recoger a Julian.
Los dos amigos dejaron el imponente edificio de la empresa, cada uno tenía sus planes para esa noche, una semana de ausencia, solo de vacaciones, era algo que no habían hecho en mucho tiempo.
En otro lugar de la ciudad, uno mucho más sencillo, se encontraba un grupo de amigas, también ultimando los detalles para el viaje de sus vidas.
Rebecca siempre fue una joven alegre y vivaz, demasiado activa y traviesa para el gusto de sus padres, pero era una buena chica. Se había mudado a Seúl casi cuatro años atrás, para estudiar en la universidad, solo pudo hacerlo gracias a una beca ya que sus padres eran personas humildes, tenían un pequeño restaurante en la costa y ese había sido el sustento de su familia, nunca les faltó nada, pero tampoco podían gozar de lujos; estudiar en la capital, ciertamente era un lujo que no podían costear habiendo opciones más económicas y cercanas.
No obstante, era el sueño de Rebecca y se esforzó mucho por alcanzarlo; podía parecer muy inquieta, pero cuando se proponía algo, no había nada que la detuviera, su cerebro privilegiado también le ayudaba bastante, por eso, había sido la mejor de la clase toda su vida y lo seguía siendo en la universidad, continuaba becada y ganaba cada concurso de diseño al que se presentaba.
Ahora estaba particularmente obsesionada con los videojuegos, siempre les hallaba fallas a todos, así que trabajaba en sus tiempos libres desarrollando lo que, según ella, sería el juego perfecto, soñaba con poder lanzarlo al mercado algún día.
Otro de sus grandes sueños, había sido celebrar su cumpleaños número veintiuno en América, particularmente en Las Vegas. Fueron muchas las películas americanas que vio mientras crecía, y le parecía maravilloso que existiera una ciudad donde todo estuviera permitido, así que moría de ganas por conocer ese lugar.
Aunque ya era mayor de edad desde hace un año en su país, en Las Vegas apenas lo sería en pocos días y quería beber los veintiún cócteles diferentes que ofrecía gratis el hotel más lujoso de la ciudad, a quienes cumplían su mayoría de edad en ese país. Solo necesitaría su identificación para disfrutar de una noche maravillosa en un lugar de ensueño.
Junto a sus dos cómplices, sus mejores amigas y compañeras de apartamento: Donna y Johanna, habían creado el plan perfecto, reservaron sus vuelos con mucho tiempo para conseguir precios de oferta y consiguieron el hotel más barato posible cerca del gran y famoso Caesars Palace, no podían permitirse ni una sola noche en la habitación más pequeña de ese lugar, era demasiado costoso para ellas, pero una parte del casino y uno de los bares eran abiertos al público general.
Precisamente, ese bar prometía servir, gratis, veintiún cócteles de la carta para los cumpleañeros que demostraran, con documento en mano, que ese día festejaban su mayoría de edad. Así que el plan estaba hecho, tenían marcadas las atracciones que visitarían y el dinero que podían gastar, estaban convencidos de que sería la aventura más inolvidable de sus vidas. Pusieron todo el sudor de un arduo año de trabajo en ese plan, nada podía fallar.
—Johanna, no podemos llevar tanto equipaje, no vas a usar toda esa ropa, tienes que escoger.
—No te atrevas, Rebecca Evans, no sabemos qué más pueda pasar, debemos estar preparadas.
—Sabes que vamos a pasar la mayoría del tiempo en bikini, ¿verdad? ¿Dónde crees que vamos a usar un vestido de gala? No podemos pagar los lugares que lo requieren. —La rubia hizo un pronunciado puchero mientras asentía, Becca tenía razón, debía deshacerse de al menos una de sus maletas.
—Bien, tú ganas, dejaré algunas cosas.
—Lo mío está listo —Donna entró a la sala arrastrando su maleta, aunque era grande, al menos era una sola.
—Creo que soy la única que planea pasar mucho tiempo desnuda. —Rebecca soltó una carcajada, ella no había preparado tantas cosas, pensaba disfrutar de las piscinas, los recorridos, y tal vez, cometer alguna travesura con un guapo americano.
—Rebecca, eres la bendita virgen entre nosotras, ¿me vas a decir que piensas acostarte con un extraño?
—Sería la mejor anécdota de la vida, cuando mis hijos me pregunten por mi primera vez, les diré que fue en Las Vegas con el hombre más apuesto del lugar, no muchas pueden contar esa historia, será perfecto.
—Nunca estoy de acuerdo con tus locas decisiones, pero tampoco nunca me haces caso, así que da igual, haz lo que quieras. —sentenció Donna rodando los ojos, ya sabía que su amiga era un caso perdido.
—Bueno, jovencitas, a la cama, tenemos que levantarnos temprano y por nada del mundo podemos llegar tarde al aeropuerto, si perdemos el vuelo tendríamos que vender un riñón para tomar uno de última hora.
—Ni lo digas, ni lo pienses.
—Bien, a dormir.
Las tres amigas se dirigieron a sus habitaciones, su plan era tan milimétrico que no podían darse el lujo de fallar en nada. Esta era una oportunidad única en sus vidas y la iban a disfrutar al máximo.
Seis personas recorrían el aeropuerto esa fría mañana de noviembre; tres amigos iban escoltados hacia sus asientos de primera clase, sin la menor preocupación por su equipaje o los trámites requeridos, para eso estaban sus asistentes. Mientras tanto, otras tres amigas corrían registrando sus maletas y todo lo demás que debían hacer para su primer viaje internacional, tal vez el destino fuera el mismo, pero todo lo demás en ellos era un abismo de diferencia.Luego de dieciséis horas, por fin arribaron a su destino, y de la misma manera, mientras el grupo de ejecutivos era recibido por un chofer privado y una limusina, el otro grupo, el de las chicas, batallaba con sus valijas para conseguir un taxi.Ya en sus respectivos hoteles, un merecido baño y algo de descanso era lo más anhelado. Para las mujeres, tantas horas de vuelo en sillas de clase turista tenían sus cuerpos adoloridos, habían previsto eso, tenían programada esa noche de descanso, iniciarían su aventura al día siguiente.As
Ya era de día cuando la necesidad fisiológica de ir al baño despertó a Rebecca; sentía que su vejiga iba a explotar y se sentó de golpe en la cama, lo cual fue un gravísimo error, al mismo tiempo su cabeza y su estómago dieron vueltas, su parte baja también punzó en un terrible dolor que la dejó congelada.Muy lentamente se levantó de la cama y se tocó esa parte, realmente le dolía. ¿Se había caído? Debió hacerlo estando ebria porque era evidente que tenía una resaca terrible, entonces, se dio cuenta de que no reconocía el lugar donde estaba, observó detenidamente la lujosa habitación y se percató de la enorme figura bajo las sábanas de la cama que dormía a su lado, no se asustó, estaba preparada mentalmente para cualquier locura que pudiera cometer en ese lugar, así que se acercó lentamente para observar al hombre que yacía profundamente dormido y sonrió.Rebecca había tenido esta fantasía por mucho tiempo, así que no se arrepentía de nada, ahora entendía que ese extraño dolor locali
Un profundo silencio se extendió por la amplia oficina, parecía que ninguno de los presentes era capaz de respirar mientras procesaban las palabras dichas por Julian.—¡¿Qué dijiste?! —Ryan, que se había mantenido expectante, escupió su trago.—Pensé que era algo serio, Julian, esa broma es de muy mal gusto.—No es una broma, Charles. Cuando me enteré empecé a hacer las investigaciones del caso porque no lo podía entender, hasta que recordé nuestras vacaciones en las vegas de hace dos meses.Tanto Ryan como Charles palidecieron al ver el rumbo que tomaba la conversación. Julian mantenía su rostro angustiado, pero siguió con su explicación.—Resulta que ese matrimonio oficiado por Elvis en esa iglesia ficticia es completamente válido y legal; tanto que la misma Oficina de Registro de Las Vegas se encargó de enviar copia del Certificado de Matrimonio a la embajada de Corea, y ellos, a su vez, legalizaron el documento en el Registro Civil de aquí. Legalmente estás casado con esa chica, y
Ya estaba anocheciendo cuando Julian se acercó a la cafetería en la que trabajaba Rebecca, consideró que era un lugar más apropiado para hablar que en la universidad, pero tan pronto como ingresó, se encontró con su conquista de esa noche, no recordaba su nombre, pero sí tenía muy claro el recuerdo de su cuerpo desnudo y todo lo que habían hecho; así que tan pronto la vio, no pudo evitar sonreírle de manera coqueta.La pelinegra, por su parte, quedó congelada cuando lo vio y cuando pudo reaccionar corrió a esconderse en la cocina, buscando a sus amigas para que la cubrieran, lo reconoció de inmediato y la vergüenza la abrumó, no esperaba volver a verlo, no sabía si era algo bueno o malo, y la verdad, no quería averiguarlo. Pero, cuando estaba por contarles, su supervisor se acercó llamando a Rebecca, diciéndole que un cliente la solicitaba directamente a ella y que se tomara su tiempo, al parecer era algo importante.Julian le había ofrecido al jefe del lugar una suma equivalente a la
Charles estaba a punto de empezar a comerse las uñas, había estado llamando a Julian sin obtener respuesta y su mente se imaginaba los peores escenarios. El alma le volvió al cuerpo cuando su amigo se presentó.—Qué bueno que llegas, estaba preocupado. ¿Qué pasó? —exclamó tan pronto como Julian atravesó la puerta de su oficina.—Todo salió mejor de lo que esperaba, Rebecca firmó sin problemas. —respondió Julian con una gran sonrisa de satisfacción.—¿De verdad? ¡Eso es estupendo! Imagino que esa suma de dinero es más de lo que ha visto en su vida.—Tal vez, pero no lo aceptó. —Julian hizo mala cara, no le gustaba la actitud de Charles con la chica.—¿Qué quieres decir? ¿No dijiste que había firmado? —Charles se tensó y frunció el ceño, la idea de tener líos legales con esa mujer lo estresaba mucho.—Sí, ella firmó, pero no aceptó el dinero, incluso me pidió que te dijera que lo sentía mucho, que nunca fue su intención ocasionarte problemas, ella también estaba ebria; aunque sí recuerd
Mientras que Julian intentaba lidiar con un Charles furioso, Ryan llegó tras escuchar los gritos que lo inquietaron y se sorprendió al ver a su amigo caminar de un lado a otro como una fiera enjaulada. Julian le resumió el terrible panorama y él se sintió más culpable que nunca.—Tranquilo, Charlie —Ryan estaba realmente preocupado, pocas veces había visto a su amigo tan descontrolado y nada bueno quedaba de eso—. Buscaremos la forma de que funcione, tendremos que hablar con la chica y explicarle, por lo que ha dicho Julian, es alguien bastante razonable, tal vez puedan llegar a un acuerdo para fingir el matrimonio por un año, solo tienen que vivir bajo el mismo techo y superar las visitas, nadie los obliga a relacionarse de ninguna otra manera.—¡Esto es una mierda! ¿Cómo diablos voy a vivir con ella? Ni siquiera la conozco, me piden que lleve a una completa extraña a vivir en mi casa. ¡Mi casa! No quiero ni volverla a ver por el resto de mi vida, mucho menos quiero compartir mi espa
Todos los escenarios posibles aparecieron a toda velocidad en la cabeza de Charles. ¿Rebecca estaba enferma? ¿Le había pasado algo? O peor, ¿estaba embarazada? Esa última duda lo hizo palidecer y se clavó como una espina en su corazón, él sí quería un hijo, más que nada en el mundo, pero no así, no con ella, no en esas circunstancias.Mientras hacían el recorrido se dedicó a observarla, en esa condición parecía un ángel dormido, él veía su cabello desordenado, la perfecta forma de su cara, su blanca piel de porcelana, sus ojos cerrados adornados de esas largas y oscuras pestañas, su nariz pequeñita, su boca entreabierta con esos labios rosados tan jugosos que le provocaba besar en ese mismo instante.Ella era absolutamente perfecta y ese pensamiento lo asustó demasiado, la chica irradiaba inocencia, pureza y ternura, el último de los sentimientos que él debería experimentar hacia ella, era el deseo, pero ahí estaba, contemplándola y deleitándose con la idea de que esa preciosa mujer h
—Deja de disculparte, no es necesario, en todo caso, soy yo quien debería disculparse contigo, evidentemente yo soy mayor que tú y debí comportarme de una manera más sensata, lo lamento, Rebecca; pero en este momento me parece más importante que hablemos de la situación en la que estamos involucrados.—Tiene razón, lo sien... Lo escucho.—Hay varias cosas que quiero aclarar contigo, la primera de ellas es que me gustaría presentarme, algo me dice que ni siquiera sabes quién soy —la chica asintió suavemente—. Bien, mi nombre es Charles Taylor, soy el dueño de Taylor Corp., tengo cuarenta años y también estaba en Las Vegas celebrando mi cumpleaños, aunque la fecha ya había pasado. Como podrás deducir, soy un hombre de negocios y tengo bastante dinero, es por eso que necesito que hablemos muy claro y con total honestidad respecto a este asunto.La cara sorprendida de la chica le hizo darse cuenta de que Julian tenía razón, no era alguien que lo hubiera buscado con intenciones ocultas, to