Una noche en Las Vegas
Una noche en Las Vegas
Por: Victoria Park
Capítulo 1

Charles se había cansado de discutir con sus amigos, a veces, se preguntaba si realmente él era el jefe. Ese par nunca le obedecía, pero, después de todo, eran los únicos amigos sinceros que tenía.

Julian prácticamente creció con él, y ahora era el Asesor Jurídico de su empresa, ya que manejaba su propio Bufete de abogados. Por otro lado, a Ryan lo conoció en la empresa, llegó hace casi veinte años como un joven pasante lleno de sueños y aspiraciones; congenió rápido con el joven Charles de esa época y se convirtieron en grandes amigos. Trabajaron hombro a hombro para hacer de la pequeña empresa de su familia, el gigante comercial que es hoy en día, razón suficiente para ser su mano derecha y tener su entera confianza. 

Siendo las cosas de esa manera, por más que quisiera, Charles no podía enojarse con ellos, y menos cuando el motivo de discusión era el plan que ellos tenían para celebrar su cumpleaños número cuarenta. Claro, Charles no podía reconocer frente a sus amigos que le abrumaba la cifra, y por eso no quería festejarlo. Llegar al cuarto piso generaba sentimientos encontrados en su persona.

Por una parte, estaba en la plenitud de su vida profesional, era ampliamente reconocido por su talento y sus logros, teniendo más dinero del que podría gastar en tres vidas. Pero por el otro lado, su vida personal era un desastre, aunque siempre lo negara frente a los demás, no podía mentirse a sí mismo, realmente comenzaba a sentirse solo y a pensar que los años le estaban pasando sin encontrar a alguien que valiera la pena para establecerse y tener sus herederos.

Empezaba a cuestionarse si había valido la pena el estilo de vida que había llevado, si él muriera ahora, no habría nadie de su sangre que heredara su fortuna, siendo hijo único y con sus padres muertos, seguramente, sus bienes serían para sus amigos, alguna caridad o buitres extraños que se encargarían de adueñarse de todo.

Esta clase de pensamiento lo estaba consumiendo últimamente, aún era joven, es decir, aún podía casarse y tener hijos, aún podía encontrar a una bella mujer que le diera hermosas hijos, que se dedicara a su cuidado y lo esperara en casa con una deliciosa cena, sí, eso sonaba como una buena opción.

Seguía siendo un hombre apuesto, lo sabía, era muy alto, se ejercitaba y había construido un excelente cuerpo; tenía facciones masculinas y definidas, pero sus ojos grandes, almendrados y profundos, siempre le habían dado un aire infantil que ahora lo hacía parecer mucho más joven. Se cuidaba mucho en su alimentación y gozaba de una excelente salud.

Viéndolo de manera objetiva, era un excelente prospecto de hombre, entonces, ¿por qué era tan difícil encontrar a alguien que lo amara? Esa siempre fue la pregunta del millón. A veces, lo atribuía a su mal carácter, era muy exigente, tenía poca paciencia y le gustaba que le obedecieran.

En su juventud fue bastante romántico, pero con el tiempo se fue cansando de eso, se había vuelto más práctico, podía salir con las modelos o actrices más famosas, tener una relación corta, disfrutar de sus cuerpos y su compañía, y luego, al darse cuenta de que bajo esos hermosas rostros no había nada más interesante, él simplemente se aburría y se alejaba.

Tal vez ese era el problema, no había encontrado a nadie que lo hiciera sentir pleno, que le atrajera física y mentalmente, y a estas alturas, ya estaba convencido de que eso era una fantasía y que nunca iba a aparecer una persona así. Solo debía buscar alguien que le atrajera, con quien pudiera disfrutar de un buen sexo, que tuviera una personalidad sumisa, para que no chocara con su carácter dominante, y eso era todo.

No podía aspirar a un amor épico, ya era muy tarde para eso, simplemente debería pensar en la practicidad y encontrar una compañía compatible para pasar lo que le quedaba de vida y tener hijos. Porque si de algo estaba seguro, era de que deseaba un heredero.

Saliendo de sus cavilaciones, se dirigió al despacho de Ryan, debían ultimar los detalles del dichoso viaje del que no le habían dado mucha información; solo sabía que debían partir al día siguiente en la mañana, y que serían quince largas horas de vuelo, con escala en Los Ángeles, rumbo a la ciudad del pecado: Las Vegas, Nevada.

No era la primera vez que iban, así que se podía hacer una idea de lo que le esperaba, al igual que en sus otros viajes, seguramente beberían mucho, gastarían montones de dinero en el casino y en chicas hermosas, ya conocía a sus amigos.

—Ryan, ¿todo listo?

—Hola, Charlie, con respecto a la oficina, sí, tendremos la semana libre, ya dejé todo arreglado para que no nos molesten.

—¿No crees que es mucho tiempo? Podríamos tomar solo tres días.

—¿Es en serio, Charlie? Solo el viaje serían unas cincuenta horas con los tiempos de espera y movimientos. ¿En qué momento nos divertiríamos? —Su amigo le dio una sonrisa ladina indicándole que tenía planes perversos.

—Bien, no voy a discutir más, llegando del viaje, tendremos que sumergirnos de lleno en la adecuación de la empresa china que compramos, así que tienes razón, debemos aprovechar este descanso.

—Claro que sí, Charlie, no todos los días se cumplen cuarenta años.

—Afortunadamente.

—Vamos, viejo, no empieces con tus achaques.

—Sabes que eso no me afecta, me veo más joven que tú. —La amplia sonrisa de satisfacción de Charles apagó las burlas de su amigo, evidentemente parecía más joven que todos ellos.

—Bien, golpe bajo, mejor vamos, aquí todo quedó listo y debo despedirme de mi amorcito antes del viaje.

—¿Le dijiste a dónde vamos?

—¿Estás loco? Si supiera que vamos a Las Vegas la tendría colgada del cuello en total estado de histeria. No, Irene no debe saber nada, le dije que íbamos a Los Ángeles a revisar una propuesta de fusión.

—Eres mentiroso profesional, vamos, me comprometí a recoger a Julian.

Los dos amigos dejaron el imponente edificio de la empresa, cada uno tenía sus planes para esa noche, una semana de ausencia, solo de vacaciones, era algo que no habían hecho en mucho tiempo.

En otro lugar de la ciudad, uno mucho más sencillo, se encontraba un grupo de amigas, también ultimando los detalles para el viaje de sus vidas.

Rebecca siempre fue una joven alegre y vivaz, demasiado activa y traviesa para el gusto de sus padres, pero era una buena chica. Se había mudado a Seúl casi cuatro años atrás, para estudiar en la universidad, solo pudo hacerlo gracias a una beca ya que sus padres eran personas humildes, tenían un pequeño restaurante en la costa y ese había sido el sustento de su familia, nunca les faltó nada, pero tampoco podían gozar de lujos; estudiar en la capital, ciertamente era un lujo que no podían costear habiendo opciones más económicas y cercanas.

No obstante, era el sueño de Rebecca y se esforzó mucho por alcanzarlo; podía parecer muy inquieta, pero cuando se proponía algo, no había nada que la detuviera, su cerebro privilegiado también le ayudaba bastante, por eso, había sido la mejor de la clase toda su vida y lo seguía siendo en la universidad, continuaba becada y ganaba cada concurso de diseño al que se presentaba.

Ahora estaba particularmente obsesionada con los videojuegos, siempre les hallaba fallas a todos, así que trabajaba en sus tiempos libres desarrollando lo que, según ella, sería el juego perfecto, soñaba con poder lanzarlo al mercado algún día.

Otro de sus grandes sueños, había sido celebrar su cumpleaños número veintiuno en América, particularmente en Las Vegas. Fueron muchas las películas americanas que vio mientras crecía, y le parecía maravilloso que existiera una ciudad donde todo estuviera permitido, así que moría de ganas por conocer ese lugar.

Aunque ya era mayor de edad desde hace un año en su país, en Las Vegas apenas lo sería en pocos días y quería beber los veintiún cócteles diferentes que ofrecía gratis el hotel más lujoso de la ciudad, a quienes cumplían su mayoría de edad en ese país. Solo necesitaría su identificación para disfrutar de una noche maravillosa en un lugar de ensueño.

Junto a sus dos cómplices, sus mejores amigas y compañeras de apartamento: Donna y Johanna, habían creado el plan perfecto, reservaron sus vuelos con mucho tiempo para conseguir precios de oferta y consiguieron el hotel más barato posible cerca del gran y famoso Caesars Palace, no podían permitirse ni una sola noche en la habitación más pequeña de ese lugar, era demasiado costoso para ellas, pero una parte del casino y uno de los bares eran abiertos al público general.

Precisamente, ese bar prometía servir, gratis, veintiún cócteles de la carta para los cumpleañeros que demostraran, con documento en mano, que ese día festejaban su mayoría de edad. Así que el plan estaba hecho, tenían marcadas las atracciones que visitarían y el dinero que podían gastar, estaban convencidos de que sería la aventura más inolvidable de sus vidas. Pusieron todo el sudor de un arduo año de trabajo en ese plan, nada podía fallar.

—Johanna, no podemos llevar tanto equipaje, no vas a usar toda esa ropa, tienes que escoger.

—No te atrevas, Rebecca Evans, no sabemos qué más pueda pasar, debemos estar preparadas.

—Sabes que vamos a pasar la mayoría del tiempo en bikini, ¿verdad? ¿Dónde crees que vamos a usar un vestido de gala? No podemos pagar los lugares que lo requieren. —La rubia hizo un pronunciado puchero mientras asentía, Becca tenía razón, debía deshacerse de al menos una de sus maletas.

—Bien, tú ganas, dejaré algunas cosas.

—Lo mío está listo —Donna entró a la sala arrastrando su maleta, aunque era grande, al menos era una sola.

—Creo que soy la única que planea pasar mucho tiempo desnuda. —Rebecca soltó una carcajada, ella no había preparado tantas cosas, pensaba disfrutar de las piscinas, los recorridos, y tal vez, cometer alguna travesura con un guapo americano.

—Rebecca, eres la bendita virgen entre nosotras, ¿me vas a decir que piensas acostarte con un extraño?

—Sería la mejor anécdota de la vida, cuando mis hijos me pregunten por mi primera vez, les diré que fue en Las Vegas con el hombre más apuesto del lugar, no muchas pueden contar esa historia, será perfecto.

—Nunca estoy de acuerdo con tus locas decisiones, pero tampoco nunca me haces caso, así que da igual, haz lo que quieras. —sentenció Donna rodando los ojos, ya sabía que su amiga era un caso perdido.

—Bueno, jovencitas, a la cama, tenemos que levantarnos temprano y por nada del mundo podemos llegar tarde al aeropuerto, si perdemos el vuelo tendríamos que vender un riñón para tomar uno de última hora.

—Ni lo digas, ni lo pienses.

—Bien, a dormir.

Las tres amigas se dirigieron a sus habitaciones, su plan era tan milimétrico que no podían darse el lujo de fallar en nada. Esta era una oportunidad única en sus vidas y la iban a disfrutar al máximo.

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