Grenor Constantine miró todo a su alrededor mientras leía concienzudamente cada una de las palabras escritas en la carta.
'' Tienes un hijo. Sabes muy bien lo que hiciste con Dara hace 5 años. Ve a buscarlo. Él te necesita''.
¿Quién pudo ser capaz de jugar tan cruelmente con su cerebro?
Demasiado tiempo atrás tuvo una aventura de un par de meses con su secretaria.
Bueno.
Mas bien la secretaria suplente de su padre. Una mujer norteamericana oriunda de chicago que su padre contrato de manera temporal cuando su secretaria, Herna, tomo licencia por una dermatitis alérgica.
¿Por qué ahora?
¿Por qué justo cuando iba a asumir el cargo como CEO de la empresa que durante años había luchado por una posición de renombre?
Ahora que la tenía, no iba a detenerse ante
por favor.
Grenor no dejó que ella siguiera analizando las cosas y Nala se lo agradeció silenciosamente. El la agarró de una mano y la atrajo hacia sí, comenzaron a quitarse las cortinas de su alrededor y esta cayó al suelo desparramada. El tiró de ella haciendo que ella cayera encima de él en la cama, él se le salió de abajo y le acarició sus enrojecidas y cálidas mejillas, ella se quedó prácticamente sin respiración, un torbellino de mariposas le ocupó el estómago, era una sensación que jamás había sentido, la incertidumbre, el deseo de cumplir lo que tanto había anhelado, estaba ahí indeleble el sentimiento que había de por medio entre ellos dos.
Grenor se colocó con un costado en la cama y el otro de frente, estaba desnuda bajo su cuerpo, su cabello estaba desparramado en la cama, se sintió cohibida de repente y el instinto de cubrirse casi la supera. Estando casi debajo de él por un momento llegó a pensar que la besaría de inmediato, pero en cambio, él pasó la mano por sus mejillas lentamente, por su labio inferior, lo sentía en cada parte de su cuerpo, en cada parte de su ser. Era justo como había soñado que sería su encuentro, con esa delicadeza casi dolorosa. Sintió como se erizaron los vellos de la nuca a medida que él se iba acercando más a sus labios, la boca de Grenor tocó suavemente la suya y ella cerró los ojos dejándose llevar por la pasión. Nunca nadie la había besado de aquella forma tan sublime y casi artística. Él la estaba tratando como si ella fuese una obra de arte a la que había que proteger y cuidar.
Grenor alzó la cabeza un segundo, Nala sentía su boca cerca de la suya, su aliento le rozaba la piel sensible de sus labios, luego él volvió a acercarse y a cerrarse sobre los de ella, aumentando sutilmente la presión que le hacía a su cuerpo.
Por primera vez Nala sintió como la sangre en su cuerpo corría a presión, el sentir la primera caricia de la lengua Grenor dentro de su boca, fue incluso mejor que la primera vez que se habían besado cuando él estaba convaleciente en la cama, y mucho mejor que la vez que se besaron en la playa. No había punto de comparación. Aquella ocasión era distinta, tal vez porque ellos dos eran distintos, habían cambiado ambos, a su forma, habían madurado y encontrado eso que les estaba haciendo falta. Esta vez era distinta y ella no descifraba la razón. Abrió un poquito los labios y suavemente él entró firme, pero con fuerza y aun así su boca se sintió suave y aterciopelada. Él buscó su lengua y la encontró, juntos se debatieron en un vuelo y Nala pensó que se iba a desmayar de tanto júbilo. Notó como sus pechos se ponían pesados, como sus pezones se ponían duros, él se acercó un poco más hacia ella sus piernas se entrelazaron y ella casi se derrite al sentir la erección de Grenor, su masculinidad en plena acción. Él deslizó uno de sus muslos entre los de ella y se pegó un poco más a su cuerpo ávido de contacto, la pasión estalló en su interior abrumando su cuerpo por completo, recorriéndolo como si fuera un torbellino que amenazaba con derrumbarse a su paso, con destruir las barreras que ella había construido en esos veinticinco años.
La boca de él era como el fuego en una gasolinera, esparciéndose, explotando todo a su paso y ella por consiguiente iba derritiéndose debajo de él y quemándose con el tacto de sus manos. El pasó sus manos por sus muslos y las fue subiendo lentamente acariciando su piel. Ella estaba ardiendo de placer. Era como si un volcán estuviera a punto de hacer erupción en su interior. Quiso explotar. Aquello no era para nada comparado con lo que había visto o escuchado. Grenor envolvió con sus manos sus senos, acariciando sus pezones con intensidad. Su vientre dio un vuelco cuando él tocó por primera vez unos pechos, sintió morirse allí mismo, morirse de placer, llegar al cielo de excitación, gritarle a los ángeles qué estaba sintiendo, lo que era ser amada por un hombre. Estando debajo de Grenor como Dios la trajo al mundo, se sintió nueva, él se separó entonces un poco de ella y sus labios le hicieron falta, su calor y suavidad. Grenor en la miró a los ojos y le dijo:
—Necesito que estés segura. No quiero hacerlo…
—Estoy más segura. Deja de dudar. Quiero esto — ella tenía una infinidad de cosas que decirle, pero sólo eso salió de su boca y él lo aceptó complacido. No quería desperdiciar ni un segundo. Aunque sabía que deseaba aquello, tenía miedo de arrepentirse, de que las dudas pudieran embargarla y hacerle sentir que aquello no era correcto.
— No quiero que pienses que me estoy aprov
. Es mi hermana menor. — le había respondido.
Salieron de la ducha y se comenzaron a vestir, ambos debían regresar a trabajar, no podía quedarse con ella en su cama por más que lo deseara.
—No tenemos problema entonces. Odias a tu hermana, no quieres hijos y desprecias que tu hermana trabaje en un hogar de acogida.? ¿Entendí bien?
—Cuando lo pones así me haces sonar como una perra. No soy mala persona, Grenor.
—Suena como quieres que suene. No me importa tampoco. Son tus temas familiares.
—Eres un maldito. — se rio ella mientras se ponía de forma sensual las bragas.
—Y tu una mujer muy sensual y promiscua. Deja de pensar en tu hermana, dame tiempo a mi en esa cabecita tuya.
—Vine a disfrutar, a gozar de lo que la vida puede darme. ¿Eso me hace una mala persona?
—Siempre que me permitas disfrutar de tu cuerpo, me vale una m****a lo que eso te haga.
Eso era lo único que recordaba haber conversado sobre el tema y por tal motivo, ese descubrimiento de que ella no había interrumpido el embarazo le pareció absurdo, incluso difícil de creer.
Su teléfono timbró a todo sonido con la canción de rock, ubicando su mente donde estaba su cuerpo.
En la oficina aún.
Lidiando con su peor pesadilla.
Un hijo no deseado.
Un hijo no planeado.
Un desastre. Un niño de cinco años. Un niño producto de una aventura con Dara, una aventura que le hacia desear desaparecer de su cabeza.
—Grenor.
—Papá. — respondió de inmediato.
—¿En qué diablos estabas pensando cuando te acostaste con Anastasia?
—¿Directo al grano, no padre?Anker Alexandro no se andaba por las ramas, era un tipo franco y siempre le hablaba a su hijo como a un igual.Parte de los problemas matrimoniales de él y su madre, era que su padre lo educó y le dio la crianza como si de un hermano se tratara.El matrimonio de Anker Constantine y Anielly Calendre se dio cuando ambos eran apenas unos adolescentes cruzando a la etapa de adulto. Un error que les obligó a ser adultos antes de tiempo. Cuando Anker tenía apenas diecinueve años dejó embarazada a su madre Anielly, su novia de toda la secundaria y con la que pretendía casarse.Pero no cuando ella aún tenía 18 años.Pero un embarazo en la familia Constantine era algo que no se tomaba a la ligera.Un mes después ambos estaban ante el altar jurándose amor eterno.—Señor, lo he confirmado. La mujer que tiene a su presunto hijo es Nala Prescok. Delgada, ojos verdes, mide 1,52…—No me jodas la paciencia. Esa m*****a desgraciada sabía quién era yo desde un principio. —A
Nala Prescok miró la notificación del banco Believe en sus manos.¿Creer?¡Creer que estaba quebrada!—¿Por qué yo? — le preguntó al silencio de su sala mientras cerraba la puerta y sentía como las lágrimas comenzaban a caer de sus ojos y mojaban la carta.Estimada Señora Prescok…¿Cómo era posible que su hermana la dejara con tal deuda sin siquiera decirle nada?Dara era egoísta, una mujer que desde niña siempre había pensado solo en ella y nadie más. ¿De qué se sorprendió entonces?Jamás creyó que su hermana sería capaz de hipotecar la casa que sus padres le habían dejado como herencia.¡A saber lo que hizo su hermana con el dinero!No sabía nada de Dara desde hacía poco más de cinco años. No
——Señor, lo he confirmado. La mujer que tiene a su presunto hijo es Nala Prescok. Delgada, ojos verdes, mide 1,52…—No me jodas la paciencia. Esa m*****a desgraciada sabía quién era yo desde un principio. —Asumió Grenor sintiendo la ira correr por sus venas.—Existe la posibilidad de que la mujer no sepa de…—¿Quién demonios crees que soy? ¡Todos saben quien soy! — Gritó enfurecido. —Por supuesto que esa mujer sabe quien soy.Lo que más le incomodaba a Grenor en aquel momento, era el hecho de sentirse un idiota por haberle dado un puñetazo al supuesto ladrón.Supuesto ladrón, ahora todo debía ponerlo en duda.Conociendo a Dara, era muy probable que todo fuera una farsa y que aquella mujer que se le mostró tan inocente, no fuera más que una treta, un medio para hacerlo caer en las redes.Tan débil que era con las mujeres. Se daba cuenta que tenía muy mal ojo para juzgar cuando de féminas se trataba.—Ella cuida a mi hijo..Eso era algo que su hermana jamás se había detenido a pensar.E
El hombre sonrió y miró a su sobrino fijamente que se escondió detrás de las piernas delgadas de Nala. Ella levantó las cejas y se preguntó en silencio qué demonios le miraba su sobrino. —¿Tiene usted hijos? —le preguntó entonces para sacar un poco de conversación mientras pasaba el peso de su cuerpo de un pie a otro, aguardando pues el hombre estaba más que callado. —Si quiere le invito el café y así lo compenso por esa mano que le amanecerá hinchada mañana. Él sonrió y metió las manos en los bolsillos de su pantalón. —Un café estaría bien, gracias por ofrecerlo. Acabo de llegar de bastante lejos y aún no he tomado una buena taza de café. —él volvió a sonreírle y Nala por un momento se quedó sin respiración, su corazón dejó de latir, sus ojos se dilataron, su boca se resecó y pasó suavemente la lengua por sus labios intentando que ésta no se partiera en pedazos y cayera al piso delante del hombre. —Sí, creo que hay un café cerca de aqu
Nala salió acelerada de su casa iba. Iba a llegar tarde. No podía darse el lujo de llegar tarde el primer día. Llevaba un bulto de mano pequeño de color negro y franjas naranjas. No era para nada profesional, pero era el único bolso decente que tenía para viajar. Cubierta con un minivestido que le había servido de su amiga Ghita y unos zapatos de tacón de la misma, se sintió expuesta, incomoda y llena de ansiedad.¿Cómo era posible que hubiera aceptado tal propuesta? se preguntó mientras caminaba hasta la avenida principal para intentar conseguir un taxi.En el afán de llegar más rápidamente, uno de sus pies decidió no caminar y casi la hace que se tropezar, pero logró controlar la caída y no llegó a tocar el suelo.—¡Esto sólo me pasa a mí! —exclamó enderezándose y arreglándose
Cuatro horas exactamente habían pasado desde que habló con su detective privado y le solicitó que investigase todo lo concerniente a la mujer que cuidaba de su hijo.—Necesito averiguar todo sobre ella. Situación financiera, estados de cuenta, busca si es propietaria de la casa. ¿A qué se dedica? ¿En que pasaba el tiempo? ¿Hay algún hombre en su vida?—Si, señor.—Necesito todo. Busca hasta el nombre de sus abuelos y quienes están vivos.Grenor dio la orden y se sintió nervioso por lo que pudiera descubrir. Aunque era necesario, jamás se había sentido tan entrometido al hurgar en
—¿Estás seguro? —preguntó sin poder creerlo.—Señor, lo he confirmado. La mujer que tiene a su presunto hijo es Nala Prescok. Delgada, ojos verdes, mide 1,52…—No me jodas la paciencia. Esa m*****a desgraciada sabía quién era yo desde un principio. —Asumió Grenor sintiendo la ira correr por sus venas.—Existe la posibilidad de que la mujer no sepa de…—¿Quién demonios crees que soy? ¡Todos saben quien soy! — Gritó enfurecido. —Por supuesto que esa mujer sabe quien soy.Lo que más le incomodaba a Grenor en aquel momento, era el hecho de sentirse un idiota por haberle dado un puñetazo al supuesto ladrón.Supuesto ladrón, ahora todo debía ponerlo en duda.Conociendo a Dara, era muy probable que todo fuera una farsa y que aquella mujer que se le mostró tan inocente, no fuera más que una treta, un medio para hacerlo caer en las redes.Tan débil que era con las mujeres. Se daba cuenta que tenía muy mal ojo para juzgar cuando de féminas se trataba.—Ella cuida a mi hijo..—Señor, lo he confir
Nala se quedó petrificada mientras sintió los brazos del desconocido apuesto que había ocupado sus sueños ese día. Se sintió como una colegiala y no como una mujer de veinticinco años.—Tu... —dijo ella mientras su cerebro hacía cortocircuito y buscaba todas las formas de concretar una oración con sentido.—Qué casualidad.. —dijo él y ella pudo jurar que el hombre le sonrió.El corazón de Nala comenzó a palpitar tan deprisa, pasando de un frío congelador a fuego ardiente que amenazó con consumirla y volverla una papilla.Nala se alejó del hombre como si este tuviera la peste, o más bien como si su piel fuera a quemarse en cualquier momento bajo el tacto de Grenor.Nala recogió la bandeja de metal que había hecho escándalo al caer pero ella sólo tuvo ojos y sentidos para el hombre de traje que evitó que cayera de espalda al suelo en frente de todos los invitados que estaban allí presentes para ese compromiso de uno de los hombres más ricos de Chicago.Ella no era una tonta, sabía muy bi