Epílogo
Un año después.
—Te ves hermosa. — le dijo Ghita mientras le hacía dar una vuelta sobre sí misma para que la toga danzara a su alrededor. — Estoy tan orgullosa de ti. Es como si yo misma me estuviera graduando otra vez.
— No exageres. — le dijo aunque estaba sonrojada y ella también se sentía pletórica.
—¿Exageración? ¡Nala, te estás graduando hoy de la universidad! ¡Finalmente has cumplido tu sueño! —chilló Ghita super emocionada. —¡Es que no puedo creer que lo lograras!
—Vaya, gracias por el voto de confianza y honestidad.
—No me jodas, Nala. Sabes muy bien porque lo digo. — su voz se tornó amargada y triste.
—No te pongas así. Lo que me ha sucedido, lo que nos sucedió a todos e
El día estaba soleado. Las olas del mar vibraban con fuerza, chocándose unas con otras llegando hasta la orilla y arrastrando los pequeños caracoles que se quedaban en la arena. Como el sol, afuera, las nubes despejadas, el cielo tan azul como el color de los ojos de su pequeña hija, Greg supo que era un hombre afortunado.Todo comenzó con el recibimiento de una carta sin nombre, sin postal, sin nada que pudiera significar que su vida cambiaría en un abrir y cerrar de ojos.Cuando recibió aquella carta, lo cierto es que hizo hasta lo imposible por alejar a su esposa. De su vida en aquel entonces. Para él, ella solo era un incordio, era lo que tenía que él estuviera en la vida de su hijo de una vez y por todas. Aún conociendo a la her
Disfrutando de su vida de soltero, Grenor Constantine se quedó mudo la enterarse que tenía un hijo.Una aventura con su secretaria de aquel entonces Dana Prescok, una americana efusiva, ardiente y de cuerpo escultural, dio como resultado ese pequeño que ahora necesita un padre.Él, CEO de Melandros Construction y ella, una asistente muy dispuesta a complacer.Ahora, Grenor tenía una sola tarea: que su hijo no creciera sin un padre.Nala Prescok, hermana de Dara es quien tiene la custodia de él pequeño Peter, jamás se imaginó que su hermana mayor la dejaría a cargo de un pequeño tan hermoso e inteligente, para irse a disfrutar la vida que ella c
Grenor Constantine miró todo a su alrededor mientras leía concienzudamente cada una de las palabras escritas en la carta.''Tienes un hijo. Sabes muy bien lo que hiciste con Dara hace 5 años. Ve a buscarlo. Él te necesita''.¿Quién pudo ser capaz de jugar tan cruelmente con su cerebro?Demasiado tiempo atrás tuvo una aventura de un par de meses con su secretaria.Bueno.Mas bien la secretaria suplente de su padre. Una mujer norteamericana oriunda de chicago que su padre contrato de manera temporal cuando su secretaria, Herna, tomo licencia por una dermatitis alérgica.¿Por qué ahora?¿Por qué justo cuando iba a asumir el cargo como CEO de la empresa que durante años había luchado por una posición de renombre?Ahora que la tenía, no iba a detenerse ante nadie, ni s
—¿Directo al grano, no padre?Anker Alexandro no se andaba por las ramas, era un tipo franco y siempre le hablaba a su hijo como a un igual.Parte de los problemas matrimoniales de él y su madre, era que su padre lo educó y le dio la crianza como si de un hermano se tratara.El matrimonio de Anker Constantine y Anielly Calendre se dio cuando ambos eran apenas unos adolescentes cruzando a la etapa de adulto. Un error que les obligó a ser adultos antes de tiempo. Cuando Anker tenía apenas diecinueve años dejó embarazada a su madre Anielly, su novia de toda la secundaria y con la que pretendía casarse.Pero no cuando ella aún tenía 18 años.Pero un embarazo en la familia Constantine era algo que no se tomaba a la ligera.Un mes después ambos estaban ante el altar jurándose amor eterno.Ocho meses después nació Grenor.Lo
Nala Prescok miró la notificación del banco Believe en sus manos.¿Creer?¡Creer que estaba quebrada!—¿Por qué yo? — le preguntó al silencio de su sala mientras cerraba la puerta y sentía como las lágrimas comenzaban a caer de sus ojos y mojaban la carta.Estimada Señora Prescok…¿Cómo era posible que su hermana la dejara con tal deuda sin siquiera decirle nada?Dara era egoísta, una mujer que desde niña siempre había pensado solo en ella y nadie más. ¿De qué se sorprendió entonces?Jamás creyó que su hermana sería capaz de hipotecar la casa que sus padres le habían dejado como herencia.¡A saber lo que hizo su hermana con el dinero!No sabía nada de Dara desde hacía poco más de cinco años. No
—¿A dónde vamos? —preguntó Peter nada más salir de casa.La civilización frente a ella estaba más que avanzada, varios edificios se levantaban como rascacielos intentando alcanzar las nubes. Así era el ser humano en general, buscaba siempre la manera de ser superior a los demás y los edificios parecían una competencia vívida de cuál era más grande y alto o cual tenía más lujos en su lobby.Su casa era una de las pocas que quedaban intactas en la manzana, junto a unas cinco más, y otras que comenzaron a ceder a la nueva era y les hicieron segundo piso y un garaje más amplio.—Vamos a ir al parque, cariño. Te he dicho que hoy me la pasaré contigo.Nala había pasado la noche entera llorando en una casa vacía con su sobrino durmiendo a su lado, mientras intentaba contemplar una opción viable para
El hombre sonrió y miró a su sobrino fijamente que se escondió detrás de las piernas delgadas de Nala. Ella levantó las cejas y se preguntó en silencio qué demonios le miraba su sobrino. —¿Tiene usted hijos? —le preguntó entonces para sacar un poco de conversación mientras pasaba el peso de su cuerpo de un pie a otro, aguardando pues el hombre estaba más que callado. —Si quiere le invito el café y así lo compenso por esa mano que le amanecerá hinchada mañana. Él sonrió y metió las manos en los bolsillos de su pantalón. —Un café estaría bien, gracias por ofrecerlo. Acabo de llegar de bastante lejos y aún no he tomado una buena taza de café. —él volvió a sonreírle y Nala por un momento se quedó sin respiración, su corazón dejó de latir, sus ojos se dilataron, su boca se resecó y pasó suavemente la lengua por sus labios intentando que ésta no se partiera en pedazos y cayera al piso delante del hombre. —Sí, creo que hay un café cerca de aqu
Nala salió acelerada de su casa iba. Iba a llegar tarde. No podía darse el lujo de llegar tarde el primer día. Llevaba un bulto de mano pequeño de color negro y franjas naranjas. No era para nada profesional, pero era el único bolso decente que tenía para viajar. Cubierta con un minivestido que le había servido de su amiga Ghita y unos zapatos de tacón de la misma, se sintió expuesta, incomoda y llena de ansiedad.¿Cómo era posible que hubiera aceptado tal propuesta? se preguntó mientras caminaba hasta la avenida principal para intentar conseguir un taxi.En el afán de llegar más rápidamente, uno de sus pies decidió no caminar y casi la hace que se tropezar, pero logró controlar la caída y no llegó a tocar el suelo.—¡Esto sólo me pasa a mí! —exclamó enderezándose y arreglándose