—
—Señor, lo he confirmado. La mujer que tiene a su presunto hijo es Nala Prescok. Delgada, ojos verdes, mide 1,52…
—No me jodas la paciencia. Esa m*****a desgraciada sabía quién era yo desde un principio. —Asumió Grenor sintiendo la ira correr por sus venas.
—Existe la posibilidad de que la mujer no sepa de…
—¿Quién demonios crees que soy? ¡Todos saben quien soy! — Gritó enfurecido. —Por supuesto que esa mujer sabe quien soy.
Lo que más le incomodaba a Grenor en aquel momento, era el hecho de sentirse un idiota por haberle dado un puñetazo al supuesto ladrón.
Supuesto ladrón, ahora todo debía ponerlo en duda.
Conociendo a Dara, era muy probable que todo fuera una farsa y que aquella mujer que se le mostró tan inocente, no fuera más que una treta, un medio para hacerlo caer en las redes.
Tan débil que era con las mujeres. Se daba cuenta que tenía muy mal ojo para juzgar cuando de féminas se trataba.
—Ella cuida a mi hijo..
Eso era algo que su hermana jamás se había detenido a pensar.
Egoísta por todos los poros de su piel.
Nala subió los ojos girándolos de forma extravagante.
Las idioteces que debía de soportar.
La puerta de la casa de al lado se abrió de repente y salió la señora Lorena Show, la cual era quién cuidaba de Peter cuando ella debía de ir a trabajar, cosa que normalmente se llevaba a su sobrino con ella a menos que tuviera muy congestionada con papeleo y cuidados de infantes, pues en la ONG le aceptaron su presencia. Nala estaba involucrada de lleno con niños huérfanos que no tenían quien velara por su bienestar. Ella desde los 18 había estado en ese lugar, y antes de eso, era voluntaria en hogares de acogida.
–Buenos días, señora Lorena. — Saludó efusivamente con la mano y Peter hizo lo mismo.
—¡Hola, Lore! —gritó su sobrino.
—¡Hola, Peter! ¡qué bueno que estás bien hoy! — gritó la mujer con el mismo ánimo. —¿no has tenido ningún ataque últimamente?
aba pues Peter era bastante alto para su edad, tenía el peso y el tamaño de un niño de siete años.
Su hermana no era tan corpulenta ni tampoco tan alta, eran prácticamente del mismo tamaño, pero Dara tenía ese típico cuerpo de modelo y rostro angelical que lograba hacer que las personas hicieran lo que ella quisiese.
—¡Por favor! ¡Ayúdenme! ¡Es un asaltante! ¡me ha atracado! ¡Es un ladrón! —gritó con más fuerza, hasta que sintió como su garganta se cortó por el llanto y el grito de dolor. Le ardía un poco donde la navaja o el cuchillo, — ¡A saber qué era pues no lo había visto! — le había cortado.
Se quedó a mitad de la acera viendo como los carros cruzaban, cada uno más rápido que el anterior, y esperó hasta que el semáforo cambiara pero el hombre ya había cruzado la avenida y se giró a verla.
—Por favor... —dijo con la voz queda y sin aliento. Su corazón martillandole en el pecho con fuerza.
Un hombre la observó desde la otra acera, tenía el celular en la mano y vio como el ladrón cruzó la calle.
Ella sin poder hablar, pues se ha quedado sin aliento, levantó la mano intentando que el hombre entendiera, pero solamente siendo obra de los mismos ángeles el desconocido comprendería la situación.
¡Sorpresa!
El hombre lo entendió a la perfección y de un solo golpe derribó al ladrón con un puñetazo en la cara, haciendo que éste cayera de trasero en la acera y soltó la navaja que aún llevaba en su mano.
El semáforo cambió en ese momento y Nala logró cruzar, se acercó con Peter en brazos y murmuró:
—Me acaba de asaltar... —con voz entrecortada.
El seguridad del edificio salió en ese momento y colocó una pistola en el rostro del ladrón:
— Ni se te ocurra moverte. —le dijo y el hombre observó a la mujer fijamente a los ojos.
Nala se sintió analizada por completo como si fuese un escáner viviente la estuviera revisando de pies a cabeza.
—¿Está usted bien? —le preguntó el hombre con un acento bastante marcado.
—Lo estoy... —respondió ella bajando a su sobrino y dando varios pasos lejos del ladrón. Su sobrino estaba con la frente sudada y ella sacó un pañito de la cartera que tenía colgada, le secó el sudor a Peter y tiró en una papelera la servilleta desechable.
—¿Estás bien, cariño? —le preguntó al niño y éste sonrío.
—No me dijiste que era un ladrón. — se quejó.
—Perdóname, amor. No he tenido tiempo de reaccionar. Gracias a este señor... —Nala señaló al desconocido y le sonrió tímidamente—... él lo ha detenido. ¿Podría quitarle mi teléfono móvil? No puedo perderlo.
Era lo único que le faltaba, perder la comunicación con las personas de su trabajo, con su amiga y quizás el posible contacto de su hermana después de tantos años sin saber nada de ella.
—¿Segura que está bien? Está temblando. ¿Quiere sentarse? —le preguntó el hombre.
—Estoy bien, gracias a usted... Gracias por detenerlo, en verdad no puedo darme el lujo de perder mi móvil.
—No se disculpe, a las plagas hay que eliminarlas. —él sonrió aunque la sonrisa no le llegó a los ojos. Nala se sintió de inmediato atraída por el desconocido, sus ojos eran de un azul como las aguas del mar, su cabello negro estaba peinado hacia atrás y una nariz Aguilera le daba un toque estilizado y masculino, sus labios eran gruesos y fuertes y su barbilla ligeramente cuadrada, con un hoyuelo de los más atractivo en el centro de esta.
Lleevaba una camisa de color blanco y una gabardina por encima de un color marrón oscuro, sus pantalones eran del mismo tono de la gabardina y sus zapatos estaban lustrados. Se notaba a kilómetros de distancia que el hombre estaba forrado en dinero.
Lana vio entonces la mano del hombre que éste la aflojaba y apretaba en un movimiento constante, ella se acercó a él y actuando por impulso, la agarró.
Sintió de inmediato una corriente eléctrica que la dejó súbitamente inquieta, soltó la mano del hombre como si se quemaste.
—Yo... Disculpe... ¿Está usted bien? ¿necesita un poco de hielo? —miró al seguridad y le dijo—: ¿puede conseguirle un poco de hielo?
—Sí, claro. En un momento. Señor, si gusta puede entrar al Lobby, en la recepción alguien le asistirá con una bolsa de hielo. No puedo moverme de aquí. — El hombre habló entonces por la radio— tengo a un ladrón en la acera. Está sentado, si, entiendo, pero necesito que me manden a la policía de inmediato. —Soltó la radio y le enganchó nuevamente en su pantalón.
Nala se disculpó nuevamente con los dos hombres por el desastre que estaba ocasionando, ella le encantaba pasar desapercibida, era introvertida por naturaleza.
—No se disculpe, señorita. Este hombre ha intentado aprovecharse de usted cuando tiene a un niño en brazos. ¡Es un malnacido que no merece su perdón!
Nala guardó silencio para no expresar lo que pensaba, no se disculpaba con el ladrón, se disculpaba con el pobre hombre que tenía los nudillos enrojecidos y que probablemente esa misma noche tendría la mano hinchada por intentar detener al ladrón.
Intento que dio resultado y que gracias a ello ahora tenía el celular en la mano.
—Encárguese de que ese hombre quede en la cárcel. —le dijo entonces el extranjero a la seguridad.
Fue entonces cuando el hombre de uniforme se quedó pálido momentáneamente.
—Señor... ¿es usted...? —guardó silencio intentando recordar el nombre. Nala se dio cuenta y también se sintió curiosa de saber quién era el desconocido.
¿Alguna persona famosa? ¿un artista extranjero? ¿algún multimillonario dueño de empresas petroleras?
Sonrió ante lo descabellado de sus pensamientos.
—Disculpe, señor. ¿Puedo invitarle un café? Es lo mínimo que puedo hacer...hacer....después de semejante ayuda. —ella tartamudeó pero logró decir lo que su cerebro quiso sin pensarlo y sin darle tiempo a analizar la propuesta.
Pues Nala nunca en su vida había invitado a un hombre, ni siquiera a tomar un vaso de agua en su casa.
El hombre sonrió y miró a su sobrino fijamente que se escondió detrás de las piernas delgadas de Nala. Ella levantó las cejas y se preguntó en silencio qué demonios le miraba su sobrino. —¿Tiene usted hijos? —le preguntó entonces para sacar un poco de conversación mientras pasaba el peso de su cuerpo de un pie a otro, aguardando pues el hombre estaba más que callado. —Si quiere le invito el café y así lo compenso por esa mano que le amanecerá hinchada mañana. Él sonrió y metió las manos en los bolsillos de su pantalón. —Un café estaría bien, gracias por ofrecerlo. Acabo de llegar de bastante lejos y aún no he tomado una buena taza de café. —él volvió a sonreírle y Nala por un momento se quedó sin respiración, su corazón dejó de latir, sus ojos se dilataron, su boca se resecó y pasó suavemente la lengua por sus labios intentando que ésta no se partiera en pedazos y cayera al piso delante del hombre. —Sí, creo que hay un café cerca de aqu
Nala salió acelerada de su casa iba. Iba a llegar tarde. No podía darse el lujo de llegar tarde el primer día. Llevaba un bulto de mano pequeño de color negro y franjas naranjas. No era para nada profesional, pero era el único bolso decente que tenía para viajar. Cubierta con un minivestido que le había servido de su amiga Ghita y unos zapatos de tacón de la misma, se sintió expuesta, incomoda y llena de ansiedad.¿Cómo era posible que hubiera aceptado tal propuesta? se preguntó mientras caminaba hasta la avenida principal para intentar conseguir un taxi.En el afán de llegar más rápidamente, uno de sus pies decidió no caminar y casi la hace que se tropezar, pero logró controlar la caída y no llegó a tocar el suelo.—¡Esto sólo me pasa a mí! —exclamó enderezándose y arreglándose
Cuatro horas exactamente habían pasado desde que habló con su detective privado y le solicitó que investigase todo lo concerniente a la mujer que cuidaba de su hijo.—Necesito averiguar todo sobre ella. Situación financiera, estados de cuenta, busca si es propietaria de la casa. ¿A qué se dedica? ¿En que pasaba el tiempo? ¿Hay algún hombre en su vida?—Si, señor.—Necesito todo. Busca hasta el nombre de sus abuelos y quienes están vivos.Grenor dio la orden y se sintió nervioso por lo que pudiera descubrir. Aunque era necesario, jamás se había sentido tan entrometido al hurgar en
—¿Estás seguro? —preguntó sin poder creerlo.—Señor, lo he confirmado. La mujer que tiene a su presunto hijo es Nala Prescok. Delgada, ojos verdes, mide 1,52…—No me jodas la paciencia. Esa m*****a desgraciada sabía quién era yo desde un principio. —Asumió Grenor sintiendo la ira correr por sus venas.—Existe la posibilidad de que la mujer no sepa de…—¿Quién demonios crees que soy? ¡Todos saben quien soy! — Gritó enfurecido. —Por supuesto que esa mujer sabe quien soy.Lo que más le incomodaba a Grenor en aquel momento, era el hecho de sentirse un idiota por haberle dado un puñetazo al supuesto ladrón.Supuesto ladrón, ahora todo debía ponerlo en duda.Conociendo a Dara, era muy probable que todo fuera una farsa y que aquella mujer que se le mostró tan inocente, no fuera más que una treta, un medio para hacerlo caer en las redes.Tan débil que era con las mujeres. Se daba cuenta que tenía muy mal ojo para juzgar cuando de féminas se trataba.—Ella cuida a mi hijo..—Señor, lo he confir
Nala se quedó petrificada mientras sintió los brazos del desconocido apuesto que había ocupado sus sueños ese día. Se sintió como una colegiala y no como una mujer de veinticinco años.—Tu... —dijo ella mientras su cerebro hacía cortocircuito y buscaba todas las formas de concretar una oración con sentido.—Qué casualidad.. —dijo él y ella pudo jurar que el hombre le sonrió.El corazón de Nala comenzó a palpitar tan deprisa, pasando de un frío congelador a fuego ardiente que amenazó con consumirla y volverla una papilla.Nala se alejó del hombre como si este tuviera la peste, o más bien como si su piel fuera a quemarse en cualquier momento bajo el tacto de Grenor.Nala recogió la bandeja de metal que había hecho escándalo al caer pero ella sólo tuvo ojos y sentidos para el hombre de traje que evitó que cayera de espalda al suelo en frente de todos los invitados que estaban allí presentes para ese compromiso de uno de los hombres más ricos de Chicago.Ella no era una tonta, sabía muy bi
¿Grenor le estaba ordenando subirse al auto con él?Ese hombre tan atractivo y misterioso estaba intentando ayudarla.No pudo creérselo.Con el móvil aun en la mano, marcó el número de su amiga bajó la mirada intensa de Grenor.—¿Qué pasa tesoro? — respondió Ghita de inmediato. —¿Todo bien?—Te aviso que voy a casa con un…amigo. — murmuró sintiéndose sonrojada de repente. —Se llama Grenor. Estaba en la actividad…y me llevara a casa ahora. —No tenía lógica contarle a su mejor amiga que había perdido el empleo. Al otro día le contaría con lujos de d
Diez horas después.—Nala, ¿Estás segura de querer hacer esto? Mira que a Grecia precisamente…— Ghita no estaba muy convencida de su decisión, y ella lo entendió.Era arriesgado. Incluso una locura. Pero, aun así, lo haría. Ya había tomado la decisión y no iba a arrepentirse.—Pásame los pantalones de Peter. —Le pidió a Ghita mientras doblaba apresuradamente la ropa de su sobrino.—No sé, este hombre no me gusta. Nadie ayuda a una mujer, así como así. — Mascullando, Ghita busco los pantalones de la gaveta y se los paso. —No me gusta nada. —Añadió. —¿Lo pensaste bien? —preguntó mirándola a los ojos y deteniendo sus movimientos al colocar las manos sobre las de ella. —Mírame, Nala. Sabes que te quiero como a una herman
Nala llegó esa noche a Grecia, su cuerpo le dolía demasiadas horas de vuelo. Jamás había viajado tanto, es más ni siquiera había salido del país a vacacionar. Como a muy temprana edad quedó huérfana y tuvo un padre ausente que ni siquiera conoció, Nala no tuvo la oportunidad de poder conocer el mundo como muchos jóvenes. No obstante, cuando tuvo la capacidad monetaria para hacerlo, en viajes universitarios con amigos de la carrera, su hermana desapareció dejándola sola con Peter.No, definitivamente vacacionar no entraba en sus planes.Llegaron directo del aeropuerto a una casa en la playa, una mansión de dos niveles de color blanco. La estructura se alzaba delante de ellos mientras el carro era estacionado en la entrada. Desde lejos la casa no se veía t