—¿Estás seguro? —preguntó sin poder creerlo.
—Señor, lo he confirmado. La mujer que tiene a su presunto hijo es Nala Prescok. Delgada, ojos verdes, mide 1,52…
—No me jodas la paciencia. Esa maldita desgraciada sabía quién era yo desde un principio. —Asumió Grenor sintiendo la ira correr por sus venas.
—Existe la posibilidad de que la mujer no sepa de…
—¿Quién demonios crees que soy? ¡Todos saben quien soy! — Gritó enfurecido. —Por supuesto que esa mujer sabe quien soy.
Lo que más le incomodaba a Grenor en aquel momento, era el hecho de sentirse un idiota por haberle dado un puñetazo al supuesto ladrón.
Supuesto ladrón, ahora todo debía ponerlo en duda.
Conociendo a Dara, era muy probable que todo fuera una farsa y que aquella mujer que se le mostró tan inocente, no fuera más que una treta, un medio para hacerlo caer en las redes.
Tan débil que era con las mujeres. Se daba cuenta que tenía muy mal ojo para juzgar cuando de féminas se trataba.
—Ella cuida a mi hijo..
—Su presunto hijo lleva por nombre…
—Te ordeno que dejes de decirle presunto si deseas seguir trabajando para mi.
—Pero señor Grenor, aún no lo hace...
—Ni lo menciones. Ese niño es mi hijo. Mio. —Murmuró para que nadie lo escuchase. No deseaba dar a conocer la noticia de que había descuidado a su hijo durante cinco años.
Grenor siempre iba a arrepentirse por los años que había estado lejos de su hijo.
El, que había crecido una familia unida, que sus padres siempre lo habían protegido, que le habían dado todo lo que él había pedido en la vida y que se habían encargado de llevarlo por buen camino, estaba siendo un hombre desgraciado al no estar para su primogénito sus primeros cinco años.
—¿Buscará a la mujer?
Grenor sonrió, no solo la buscaría, se encargaría de sacarle la verdad y de que ella le contara todo sobre su maléfico plan.
Que le dijera donde estaba Dara.
Él se encargaría de que la rubia cantara como un perico en navidad.
—Yo me haré cargo.
Grenor maldijo en voz baja y cerró la llamada.
Con ira, miró entre los invitados y un camarero se acercó a él con una bandeja llena de copas de champagne, le ofreció una, pero Grenor se negó.
Necesitaba algo mucho más fuerte que un simple champagne.
Caminó hacia el bar del salón, donde habían tres jóvenes con camisa blanca mangas largas y peinados exóticos, se sentó en una de las butacas con asiento en piel y miró a uno de los chicos, que de inmediato, sintió la mala vibra que exudaba, o quizá el dinero que tenía, y se acercó en un segundo.
—Señor, bienvenido. ¿Qué puedo ofrecerle?
—Algo fuerte. Lo mejor que tengas. —realmente no tenía deseos de tomar, pero lo necesitaba.
—¿Whisky? ¿Vodka? ¿Un bourbon quizá? —el joven que no debía de pasar de veintidós años lo observaba con los brazos extendidos en la barra. —Tenemos una selección premium disponible para usted…
—Bourbon está bien.
—En seguida. — el joven buscó una botella Evan Williams y la sirvió. Grenor puso mala cara, pero le dio un trago largo y con el dedo índice, hizo señas para otro más.
La noche era larga y su deseo de acabar con las Prescok iba en aumento.
Pero Grenor no tomaba ninguna decisión a la ligera, debía analizar todo y consultar con la almohada. Así había sido desde que era tan solo un niño, siempre tomaba las decisiones que pudieran ser para su conveniencia o la de sus padres. No iba a fallar esta vez.
—¿Viene desde lejos?
—Grecia. — murmuró dando un sorbo al trago nuevo, esta vez con más calma.
Justo en ese momento, su celular sonó y él tomó la llamada sin ver la pantalla.
—Dime que ya vienes a Grecia, Greg. —Su madre.
—Mamá…
—¿Qué demonios te pasa? — preguntó ella en griego. —¿Qué diablos está mal con tu cabeza? ¿Anastassia? ¿Es en serio?
—Supongo que ya te enteraste…
—¡Oh, no, Greg! No me vengas con ese tono burlón. ¡Ten algo de respeto! —Gritó su madre y Grenor se despegó el móvil de la oreja. — Espero que ya estés de regreso a casa. Tu y esa mujercita deben sentarse a hablar antes de que acabe con tu reputación y la de la familia. Esa mujer no va a mancillar nuestro apellido con sus mentiras.
—¿Entonces me crees a mi y no a ella?
—Se la clase de hijo que eduque. Por supuesto que te creo a ti aun sin haber escuchado la historia de tus labios. No eres un depredador abusivo. Al menos no con las mujeres. Eres un desgraciado en los negocios al igual que tu padre. Pero te eduque para no hacerle daño a los indefensos.
—Mamá…—Grenor casi sonríe y llora de alegría. Su madre sabía cómo cambiar su humor con tan solo hablarle dos minutos.
Hasta que se enterara de la existencia de un hijo bastardo. Uno que no estaba declarado con su apellido. Uno que ya tenía cinco años y una vida hecha en Chicago, lejos de él y su familia.
—Escucha, Greg. Esa arpía acaba de venir a mi casa…—Oh no. Anastassia estaba loca si creía que podía tener a Anker y Anielly Constantine de su parte. Su padre podía ser más crédulo, pero Anielly sabía muy bien cuando alguien le mentía.
De niño él decía que era una maldición pues ella siempre descubría cuando no le contaba la verdad.
Pero de adulto, comprendió que el sexto sentido de su madre, lo había salvado de muchas tragedias.
Por eso escuchaba con tan buena actitud sus consejos.
—Lamento esto, mamá. Hablaré con Anastassia tan pronto regrese, pero de momento…— La voz de Grenor se perdió cuando a su nariz llegó un perfume de jazmín que él reconoció de inmediato.
Nala Prescok estaba cerca.
—¿Greg? —Habló su madre. — ¿Sigues ahí, hijo?
—Si... — murmuró mientras giraba su rostro y le daba un sorbo a su trago. No la veía.
La rubia debía de estar allí. Ese olor era solo de ella.
O quizá su cerebro le estaba jugando una mala pasada.
Buscó entre la multitud que charlaba animada, mientras los novios contaban cómo se conocieron y los deleitaban con chismes que nada le importaban a Grenor.
Él, en ese momento, solo tenía cabeza para una sola mujer.
El motivo de su ira.
La causante de sus desgracias.
Grenor no creía ni por un segundo que la hermana menor de Dara no estuviera enterada de sus planes.
Quedarse embarazada del jefe multimillonario, era una de las tretas más antiguas que existían en la tierra. Una manera fácil de conseguir dinero. Y el, por estar de calenturiento, había caído fácilmente en las redes de la americana de ojos de sirena.
Dara lo embrujo casi seis años atrás.
Y ahora su hermana pagaría las consecuencias.
—Greg, no te me quedes callado. ¡Odio cuando haces eso! —La voz de su madre lo devolvió a la realidad. Se tomó el resto de la copa y pidió otra más.
—Lo siento madre, luego te llamo. Tengo algo urgente que resolver.
Grenor cerró la llamada y sonrió al encontrar entre los invitados, un cuerpo esbelto, con las piernas más bonitas y delicadas que había visto, la cola estaba suelta, caía suavemente sobre su espalda y sus rizos revoloteaban a medida que caminaba y movía la cabeza sonriendo con delicadeza a cada invitado.
Era ella.
Nala Prescok estaba en la fiesta.
Grenor sonrió y se tomó el Bourbon de dos tragos, dejo la copa vacía en la barra y se levantó con las venas encendidas y los ojos ardiendo de rabia.
Iba a estallar en cualquier momento.
—Regreso en breve. — Murmuró y sacó un billete de cincuenta dólares y lo dejó sobre la barra. —El bartender le agradeció con efusividad y le aseguro que le guardaría el lugar.
Grenor miró cada movimiento de Nala, analizándola, absorbiendo cada detalle. La joven llevaba una bandeja pequeña con canapés y canastitas de mariscos. Su cuerpo estaba relajado, como si trabajara en aquello desde siempre.
Entonces recordó a Dara diciéndole que su hermana era insípida y tonta por ayudar a los demás.
¿Así ayudaba a los demás?
¿Cómo una simple camarera?
Iba a enterarse.
Grenor se colocó en la puerta que conducía a la cocina y aguardo por ella con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón, para intentar abrir y cerrar los puños por la desesperación.
Esa mujer se había metido con el hombre equivocado.
Poco tiempo después, Grenor vio como Nala Prescok se dirigía hacia la cocina, justo donde estaba él, agachó la cabeza y ocultó su rostro para no ser visto de inmediato, pero justo cuando la mujer se acercó lo suficiente, Grenor hizo un movimiento con su brazo, haciéndola tropezar y casi caerse de espalda.
Pero él la detuvo, sosteniéndola y haciéndose el héroe sin capa. Tuvo el lujo de ver como la mujer abrió los ojos de par en par.
—Tu…—murmuro Nala con los ojos asustados.
—Vaya casualidad. — Susurró con voz ronca. —Una interesante casualidad.
Nala se quedó petrificada mientras sintió los brazos del desconocido apuesto que había ocupado sus sueños ese día. Se sintió como una colegiala y no como una mujer de veinticinco años.—Tu... —dijo ella mientras su cerebro hacía cortocircuito y buscaba todas las formas de concretar una oración con sentido.—Qué casualidad.. —dijo él y ella pudo jurar que el hombre le sonrió.El corazón de Nala comenzó a palpitar tan deprisa, pasando de un frío congelador a fuego ardiente que amenazó con consumirla y volverla una papilla.Nala se alejó del hombre como si este tuvier
¿Grenor le estaba ordenando subirse al auto con él?Ese hombre tan atractivo y misterioso estaba intentando ayudarla.No pudo creérselo.Con el móvil aun en la mano, marcó el número de su amiga bajó la mirada intensa de Grenor.—¿Qué pasa tesoro? — respondió Ghita de inmediato. —¿Todo bien?—Te aviso que voy a casa con un…amigo. — murmuró sintiéndose sonrojada de repente. —Se llama Grenor. Estaba en la actividad…y me llevara a casa ahora. —No tenía lógica contarle a su mejor amiga que había perdido el empleo. Al otro día le contaría con lujos de d
Diez horas después.—Nala, ¿Estás segura de querer hacer esto? Mira que a Grecia precisamente…— Ghita no estaba muy convencida de su decisión, y ella lo entendió.Era arriesgado. Incluso una locura. Pero, aun así, lo haría. Ya había tomado la decisión y no iba a arrepentirse.—Pásame los pantalones de Peter. —Le pidió a Ghita mientras doblaba apresuradamente la ropa de su sobrino.—No sé, este hombre no me gusta. Nadie ayuda a una mujer, así como así. — Mascullando, Ghita busco los pantalones de la gaveta y se los paso. —No me gusta nada. —Añadió. —¿Lo pensaste bien? —preguntó mirándola a los ojos y deteniendo sus movimientos al colocar las manos sobre las de ella. —Mírame, Nala. Sabes que te quiero como a una herman
Nala llegó esa noche a Grecia, su cuerpo le dolía demasiadas horas de vuelo. Jamás había viajado tanto, es más ni siquiera había salido del país a vacacionar. Como a muy temprana edad quedó huérfana y tuvo un padre ausente que ni siquiera conoció, Nala no tuvo la oportunidad de poder conocer el mundo como muchos jóvenes. No obstante, cuando tuvo la capacidad monetaria para hacerlo, en viajes universitarios con amigos de la carrera, su hermana desapareció dejándola sola con Peter.No, definitivamente vacacionar no entraba en sus planes.Llegaron directo del aeropuerto a una casa en la playa, una mansión de dos niveles de color blanco. La estructura se alzaba delante de ellos mientras el carro era estacionado en la entrada. Desde lejos la casa no se veía t
Grenor lograba sacar su mal genio sin siquiera estar cerca de ella.Nala esperaría a que él regresara de la oficina y pondría los puntos claros. No podía tenerla allí, así como así. Se sintió inestable y a punto de echarse a llorar.Nala tenía la mala costumbre de llorar si estaba triste, si se enojaba o si estaba feliz, lo cual le dificulta relacionarse como un adulto responsable.Así que no cuestionaría más a la ama de llaves, ella no tenía la culpa de que su jefe fuera un arrogante bipolar.Nala se fue a su habitac
Nala sintió que el piso se abría y el fuego del infierno se la tragaba.—¿Qué diablos has dicho? — pregunto abriendo los ojos de par en par.No podía creer lo que él había dicho.¿El padre de Grenor?¿Cómo podría ser aquello posible?—No puede ser…— susurró muerta de miedo, pánico, ira. Tuvo demasiadas emociones aglomeradas y a punto de estallar.Vio por el rabillo del ojo la puerta y quiso marcharse, pero Grenor se atravesó en su camino.—Ni se te ocurra. Ahora más vas a escuchar. — dijo él con voz profunda.—¿Qué es lo que quieres de mí?¡Dios mío! ¡Su mejor amiga tenía razón!Aquel hombre era un desgraciado. Un manipulador que la había engañado.—Siénta
Capitulo CatorceOdiaba ver las cosas tiradas. Por eso pagaba a personas para que limpiasen su espacio. El mismo no tiraba nada, pero cuando tenía actividad con sus padres, prefería pagar a un equipo de limpieza.—Eres tan desagradable, toda tirada ahí. Levántate. — le ordenó pateando las sábanas.Nala lo miró como si él fuera el mismo diablo.No pudo evitar sonreír.Perfecto, la mujer lo odiaba, así era mejor. No le dolía nada lo que ella estuviera sufriendo o pasando.—Eres un maldito idiota. — dijo ella con la mandíbula apretada y los ojos verdes centelleantes.
Nala escuchó las voces y quiso salir de inmediato, pero pensó en todo lo que Grenor le había gritado y ofendido, así que prefirió quedarse bajo la seguridad que le ofrecía la habitación de invitados en la que la había colocado.Nala no podía evitar sentirse como una muñeca de trapo, una muñeca que podían usar y desechar.¡Y pensar que había creído que él era un ángel caído del cielo!—Vete a la mierda Grenor . — murmuró.Busco entre sus cosas, se dio una ducha rápida y prendió una vela aromática que Sanda le había llevado esa misma mañana. La mujer sabía de todo, sabía sobre la existencia de Peter y sobre los planes de Grenor para ellos, para ella más bien. Dejarla sin su niño era lo más desgraciado que él podía hacer. ¿Acas