Lucas parpadeó, desconcertado.«¿Acaso ya estoy tan ebrio… o es que estoy tan vulnerable que empiezo a alucinar?»La sombra de Marfil, caminando frente a él como un espejismo, lo había sacudido hasta los huesos. Se llevó la copa a los labios, tembloroso. No, no era normal.«Esto no está bien» pensó, apretando la copa entre sus dedos. «Si he comenzado a verla donde no está, significa que no estoy en buen estado.»Marisa —atenta, sensible a cualquier variación en él— notó el cambio inmediato en su expresión.—¿Te sientes bien? —preguntó con preocupación, inclinándose hacia él.Lucas tardó unos segundos en reaccionar, como si la voz de Marissa viniera de muy lejos.—¿Eh? ¿Por qué? —musitó, forzando una sonrisa.—Te pusiste muy serio de repente —señaló ella, entre angustiada y confundida.—Lo siento… no es nada. Solo recordé la prueba en Eronex Industries el siguiente lunes… y me puse algo nervioso.Marissa soltó una risita breve, aliviada de que fuera algo tan sencillo.—Sí, tienes razón
Nuevamente, Lucas no dijo nada. Simplemente observó, inmóvil, cómo Richard se lavaba las manos con lentitud, como si ese gesto pudiera lavar también la incomodidad del momento.Cuando terminó, Richard le lanzó una mirada breve.—Espero que tengas una buena noche.Ya se disponía a marcharse, cuando la voz de Lucas lo detuvo.—¿En verdad crees que Marfil te quiere?Richard frenó en seco, de espaldas a él. Por un momento pareció que no respondería, pero lentamente giró sobre sus talones, con el ceño fruncido.—¿Qué? —soltó, desconcertado.—Te pregunto... si estás completamente seguro de que Marfil se ha enamorado de ti —resaltó Lucas.Era consciente de que su cuestionamiento estaba fuera de lugar. Quizá si estuviera sobrio habría guardado silencio, habría dejado pasar el momento, pero el vino ya había corroído su autocontrol, y la herida de Marfil palpitaba demasiado viva como para seguir fingiendo indiferencia.Richard no supo cómo reaccionar en ese momento. El tono de Lucas no era el d
Era un día soleado cuando Kisa caminaba por la calle en dirección a la parada de autobús, intentando calmar los nervios que le retumbaban en el pecho. Llevaba puesta una falda elegante y una camisa blanca de vestir, buscando proyectar un aire profesional pero cómodo. En sus manos llevaba una carpeta, con todos sus documentos importantes apretados con fuerza contra su pecho. Cada tanto, sus dedos tamborileaban sobre la cubierta, como si la presión de sostenerla la ayudara a mantenerse enfocada."Mi nombre es Kisa Maidana, tengo 23 años…" murmuraba en voz baja, repasando en su cabeza cómo iba a presentarse. Se repetía una y otra vez sus respuestas, practicando cómo sonaría todo: desde la presentación hasta la explicación de sus habilidades y de por qué creía que podía aportar algo a esa empresa tan distinguida.No se había hecho muchas ilusiones cuando envió su solicitud en el área de "gestión de llamadas" en la prestigiosa empresa automotriz "Fankhauser Aether Motors". Honestamente, pe
Kisa extrajo su celular de su pequeña cartera y sus dedos temblaron un poco mientras marcaba el número de emergencias. Sabía que no podía hacer más por su cuenta, pero tenía claro que no dejaría sola a esa niña ni por un segundo.La mujer se agachó de nuevo y tomó el rostro de la pequeña entre sus manos, secándole las lágrimas con la delicadeza de quien sostiene algo frágil. La niña seguía llorando, su carita estaba roja y húmeda, y los mocos se mezclaban con sus lágrimas.—Hiciste muy bien en pedir ayuda, eres una chica valiente —manifestó Kisa, con una voz suave y tranquilizadora, aunque su pecho aún estaba apretado por la preocupación.La niña sollozó, pero asintió débilmente mientras Kisa seguía limpiándole la cara con cuidado.—Ahora llamaré a alguien para que lleve a tu papá al hospital, ¿está bien? —agregó, acariciándole el cabello para calmarla un poco más.La niña asintió de nuevo con la respiración aún temblorosa, pero empezando a regularse. Kisa finalmente marcó al número y
Los paramédicos comenzaron a trabajar en Royal con rapidez y precisión. Uno de ellos colocó un pulsioxímetro en su dedo para medir la saturación de oxígeno y la frecuencia cardíaca, mientras el otro palpaba la arteria carótida en su cuello para confirmar la presencia de pulso.—Tiene pulso, pero es extremadamente débil. No supera los 40 latidos por minuto —dijo el primero.—Respira, pero la ventilación es superficial. Vamos a colocar oxígeno.Con movimientos rápidos, ajustaron una mascarilla de oxígeno en el rostro de Royal. Mientras tanto, el otro paramédico preparaba un monitor cardíaco. Le colocaron electrodos adhesivos en el pecho, conectando los cables para obtener un electrocardiograma.—Bradicardia severa, podría entrar en paro si no se estabiliza —expuso uno de ellos.Mientras tanto, Kisa observaba todo con nerviosismo. No entendía términos médicos, pero escuchando que su pulso era débil y que podía entrar en paro, era fácil deducir que su situación no era nada buena. Por for
El equipo médico comenzó su trabajo de inmediato, pero las condiciones del paciente parecían cada vez más desconcertantes. La enfermera conectó rápidamente el monitor de signos vitales, esperando al menos ver alguna señal mínima de vida. Pero la pantalla permaneció en blanco, mostrando una línea plana, sin actividad cardíaca. El médico, un hombre experimentado con años de práctica en emergencias, se acercó al paciente con calma, pero su rostro reflejaba la seriedad del momento.—No hay signos vitales —dijo, mientras comenzaba a revisar manualmente las pulsaciones en el cuello y la muñeca del hombre, buscando alguna señal de vida en las arterias principales. Sin embargo, las dos pruebas fueron negativas. Ningún pulso detectable. Por lo tanto, procedió a la reanimación, realizando compresiones torácicas. Sin embargo, no hubo respuesta favorable.El médico suspiró, no sorprendido, pero preocupado por la inusitada rapidez con que el hombre había colapsado. Miró al equipo con una mirada de
Kisa se volvió hacia Coral, que seguía dormida en su regazo, ajena a todo lo que había sucedido. Kisa abrazó más fuerte a la niña, susurrándole palabras de consuelo mientras trataba de encontrar una forma de enfrentar lo que venía.La mujer, aún abrazando a Coral, miró al médico con un aire de incertidumbre mientras trataba de procesar la noticia. Después de un silencio incómodo, en el que solo se oían los suaves suspiros de la niña dormida, el médico habló.—Hemos revisado sus pertenencias. Está identificado, tenemos su documento de identidad y todo está en orden. El problema es que no encontramos ningún número de contacto de emergencia. Su teléfono está bloqueado, no podemos acceder a él, y no hay ningún registro que nos ayude a contactarlos.Kisa asintió, sintiendo un nudo en el estómago. El pensamiento de que el hombre estuviera allí, solo, sin que nadie supiera qué había sucedido, le causaba un profundo malestar. Además, la niña en sus brazos, tan vulnerable, no merecía pasar por
Kisa la tomó de la mano y juntas salieron del hospital, con paso lento pero decidido. Al poco tiempo, llegaron a un pequeño local de comida rápida. El lugar era cálido y era como un respiro de normalidad en medio de toda la confusión que las rodeaba.Se sentaron en una mesa y Kisa pidió un par de hamburguesas. Coral, al principio, pareció no querer comer, observando la comida con una ligera expresión de duda en su rostro. —¿Por qué no comes? ¿No te gusta la hamburguesa? —preguntó Kisa.—Sí, me encanta… pero es que no me dejan comer esto en mi casa.Kisa, sorprendida, frunció el ceño mientras tomaba un bocado de su propia comida.—¿Por qué no puedes comerte una hamburguesa?Coral miró a su alrededor, asegurándose de que nadie prestara demasiada atención, y luego susurró, como si fuera un secreto.—Bueno, la novia de mi papá no quiere que coma estas cosas. Solo quiere darme pescado y verduras que no son para nada deliciosas... —dijo, haciendo una cara de disgusto.Kisa se quedó en sile