El hermano de Sarah, Ian, en compañía del príncipe alfa caminaban por el bosque, en busca de la pequeña Luna, gritaban su nombre tras cada paso, con la esperanza de encontrarla pero sus intentos, han sido fallidos. Lyam, con el corazón lleno de tristeza y el conocimiento de que aquel señor es un ser malvado y sin alma, lo desbordaba de preocupación, sin saber si su princesa destinada seguiría o no con vida. Había estado buscando a su amada princesa Luna durante días, pero no había logrado encontrarla, ni siquiera con la ayuda de los hombres que trabajan para su padre. Por su parte, la luna llena brillaba en lo alto del oscuro cielo, iluminando el camino del príncipe mientras continuaba su búsqueda.—¡Sarah! ¡Sarah! —gritaba una y otra vez, Ian, quien no desistiría hasta encontrarla.—¡Sarah, ¿me escuchas? —preguntaba Lyam, con esperanza de escuchar su voz melodiosa.Los muchachos intentaron varias veces llamar a la pequeña Sarah, quien no respondía y a quien los lobos de la manada Lun
Los jovencitos volvieron a la aldea, un tanto decepcionados, tal vez, por no alcanzar el objetivo, por no haber encontrado a la pequeña Sarah, a pesar de su intuición, o lo que ellos veían como tal. Ian, al llegar, entró rápidamente con dirección a su habitación, necesitaba estar solo y así pensar, qué podría hacer para hallar a su hermana, pero antes... necesitaba descargar toda esa rabia y esa tristeza que llevaba a cuestas. Su vida había dado un vuelco muy fuerte, algo que no se esperaba. En cuestión de solo días, había perdido su felicidad, a sus padres, su hogar, su vida y, por si fuera poco, a su hermana, su pequeña hermana a quien había prometido cuidar y proteger del mundo entero, si así fuera necesario. No era fácil, la verdad, no lo era. —¡Esta no es la vida que yo quería vivir! ¡Me siento muy mal, muy mal! ¡Mamita, ¿por qué no nos llevaste contigo? Tal vez, en el cielo... seríamos felices como lo fuimos aqui en la tierra. —susurraba Ian entre sollozos, acostado boca abajo
De un verano feliz a un invierno de pérdida y dolor.(12 años atrás)La familia Gold Myerston estaba de vacaciones de verano en las playas de Brighton, habían alquilado una cabaña pequeña pero muy cálida y acogedora, para pasar una semana diferente a las que acostumbraban cada vez que podían echarse una escapada con los niños, de manera que compartían y disfrutaban de ese mágico espacio. Por las mañanas tomaban el sol, los niños jugaban en la arena y a la orilla de la playa, recibiendo la energía de las palmeras, contemplando la inmensidad del mar y las bellezas que ofrecía aquel hermoso lugar.Sarah era una niña de cinco años, mientras que su hermano Ian, era un poco más grande, ambos eran muy apegados a sus padres, quienes siempre les profesaban su amor y sus cuidados a cada momento, así como fomentar los valores para ser siempre unos buenos niños. La última noche que pernoctarían en la cabaña que alquilaron durante las vacaciones, mientras los padres estaban en la sala de estar,
A la mañana siguiente, luego de haber pasado unos días mágicos y felices, había llegado el momento de volver a casa para continuar con la rutina de escuela y trabajo.La noche fue un poco larga, por lo que entre el cansancio y las pesadillas de Sarah, no lograron levantarse temprano para terminar de acomodar el equipaje, desayunar y finiquitar algunas cosas para emprender el viaje. Ya el reloj marcaba un poco más de mediodía.―Sarah es hora de levantarse, ―le dice su mamá mientras abre las cortinas ―¿Cómo dormiste mi pequeña? ―pregunta al ver que la niña se estira un poco y abre los ojos.Enseguida, recuerda las imágenes de los destellos de la luz de la luna, pero pensando que fue solo un sueño, no le dio mucha importancia y no le cuenta a su mamá.―Bien mamita, pero tengo mucha hambre.―Bueno ve a asearte y bajas a desayunar, que en un rato partimos a casa, ¿de acuerdo?―Está bien mami.La niña se levanta de la cama, se dirige al baño, recordando el susto de la noche anterior y aquel
La madre de los niños, hizo lo que prácticamente le ordenó el esposo, buscó atuendos que abrigaran bien a los niños y a ella misma, les dio medicamento para evitar que por alguna razón, se les subiera la temperatura después de haber estado mucho tiempo debajo de la lluvia torrencial, estrechándolos a ambos entre sus brazos, agradeciéndole a Dios que habían encontrado a Sarah con bien y que tenía a sus hijos sanos y salvos, pues ellos eran el regalo más preciado que le había dado la vida, eran su tesoro de incalculable valor. Los acomodó en el asiento trasero del auto, les colocó el cinturón de seguridad a cada uno, les dio la bendición, los besó con todo el amor que le recorría en las venas, y los miraba como si quisiera grabar sus caritas en su memoria para siempre.Ian, que aún no se dormía, le llamó la atención a su madre, tomándola de la mano.―Mamita, ¿estás bien? ―Sí, mi pequeño, todo está bien, solo estoy un poco cansada, pero no deberías preocuparte por eso, por cierto, tú d
La lluvia fue cesando poco a poco, mostrando el satélite lunar en el firmamento tras aquella fatídica noche de tormenta. Por un lado, se llenaba de luminosidad mientras que por el otro, solo se llenaba de sombra y bruma.Desde lejos se escuchaban los lobos aullar una y otra vez, anunciando la llegada de la luna esperada a su manada.Habían transcurrido muchas noches para que la luna destinada, encontrara su camino. El camino con el que salvaría el futuro de una manada de lobos a punto de desaparecer a causa de una profecía.―Dorys, por fin ha llegado el momento, la compañera destinada para Lyam está aquí―dice el rey Alfa a su ama de llaves, quien ha trabajado para la familia desde hace más de doscientos años y por lo tanto, pertenecido a la manada desde entonces.―Sí amo, lo he visto. Pero ha de llegar muy asustada, sus padres perecieron en el accidente en el pozo de los desdichados, aparte, no sabemos como vaya a reaccionar..―No te preocupes por eso, estará bien, aún es una niña y l
El niño salió corriendo del salón, tratando de escapar de esa familia que él no conocía y que por lo visto, no iba a aceptar. Quería huir de todo lo que le estaba pasando, pues no entendía como su vida había cambiado en cuestión de segundos. Pensaba que tan solo unas horas antes, su vida era de ensueño, tenía una familia feliz, una casa donde reinaba la unión, un padre muy trabajador y una madre muy amorosa, así como una hermanita tan dulce como la miel, aunque algo miedosa y a quien él tenía que cuidar y proteger en todo momento, tal como se lo había dicho su progenitora y de la misma forma, hacerlo prometer que lo haría siempre. Lo que no se explicaba, era como su pequeña hermanita estaba tan tranquila, luego de todo lo que estaban pasando y, basado en lo que decían los demás, la desgracia que los embargaba.«Tengo que escapar de aquí, buscar a mi madre hasta encontrarla, ella no puede estar muerta como dice Sarah», pensaba Ian mientras buscaba la salida.El niño corre en dirección
Sarah despierta sobresaltada, sudando frío y sentándose en la cama, con el nombre de su hermano en los labios. Mira hacia los lados aún en la penumbra de la habitación que ocupaba, en busca de alguna respuesta del paradero de Ian entre las premoniciones que llegaban a ella durante su sueño.―¡Sarah! Estoy aquí ―le dice Ian entrando a la habitación.―¡Ian! Gracias a Dios, has vuelto. No sabes lo asustada que estaba. ―expresa la jovencita abrazando a su hermano. ―No vuelvas a alejarte de mí, por favor, pensé que te perdía así como perdimos a nuestros padres.―Perdóname Sarah, eso no va a volver a pasar. Estuve muy asustado, esas raíces querían llevarme, me sentí como en una pesadilla, solo pensaba en volver, aunque no es esta casa ni con estas personas con quienes quisiera estar pero...―Pero gracias a ellos, es que estás aquí y deberías ser más agradecido, ellos son las únicas personas que nos pueden socorrer en estos momentos en los que estamos tan solos.―Sarah, papá y mamá deben est