El niño salió corriendo del salón, tratando de escapar de esa familia que él no conocía y que por lo visto, no iba a aceptar. Quería huir de todo lo que le estaba pasando, pues no entendía como su vida había cambiado en cuestión de segundos. Pensaba que tan solo unas horas antes, su vida era de ensueño, tenía una familia feliz, una casa donde reinaba la unión, un padre muy trabajador y una madre muy amorosa, así como una hermanita tan dulce como la miel, aunque algo miedosa y a quien él tenía que cuidar y proteger en todo momento, tal como se lo había dicho su progenitora y de la misma forma, hacerlo prometer que lo haría siempre. Lo que no se explicaba, era como su pequeña hermanita estaba tan tranquila, luego de todo lo que estaban pasando y, basado en lo que decían los demás, la desgracia que los embargaba.
«Tengo que escapar de aquí, buscar a mi madre hasta encontrarla, ella no puede estar muerta como dice Sarah», pensaba Ian mientras buscaba la salida.
El niño corre en dirección a las afueras de la casa, internándose en el bosque espeso donde a cada paso que daba, el cielo se tornaba cada vez más oscuro y los árboles se entrelazaban entre sí hasta desaparecer el camino de retorno.
«No puedo quedarme en esa casa, pero… no debería dejar tampoco a Sarah allí. Me iré lejos de aquí y en lo que encuentre a mis padres, me devolveré con ellos a buscarla», continuaba pensando el joven, sin darse cuenta de que cada vez que daba un paso adelante, se hallaba en un callejón sin salida y vagos recuerdos.
Mientras tanto, en el caserón de la familia Black, la pequeña Sarah se encontraba muy nerviosa, debido a la desaparición de su hermano.
―Señora Dorys, perdone pero ¿podría ayudarme a buscar a mi hermano? Él se ha ido y no quiero que me deje aquí sola. Mamá le dijo que debía protegerme siempre y él no lo está haciendo, se fué y me dejó ―le pide la niña a la ama de llaves, entre sollozos.
―No mi niña, no te preocupes, tu hermanito va a volver. Cuando se vea solo, va a regresar aquí y no se separará nunca más de ti. ―le dice Dorys muy convencida.
―Él está molesto y siempre es así, se va para huir de la situación que lo hiere pero cuando estábamos en casa, él volvía, solo que aquí no conoce el lugar y sé que no va a encontrar el camino de regreso, porque salió y desde aquí no lo veo ¡Ayúdeme a buscarlo, por favor! ―le suplica la niña mirando por la ventana como la oscuridad se va adueñando del lugar.
―No tienes que preocuparte pequeña Sarah, si en una hora Ian no vuelve, lo mandaré a buscar, por lo pronto, creo que lo ideal sería que comieras y descansaras un poco. Es tarde y no está bien que una niña tan pequeña, no duerma sus horas completas. ―acota el viejo Rey, interrumpiendo la conversación entre Dorys y Sarah.
―Pero señor, afuera mi hermano corre mucho peligro, se lo pido, ¡Búsquelo! Yo no podré dormir bien si él no está cerca de mí, estamos acostumbrados a estar siempre juntos y, ya mi mami no está para arrullarme. ―pide Sarah rompiendo en llanto.
―¡No llores mi muchachita! Nosotros nos encargaremos de todo, ahora te pido que comas algo y luego te llevaré a tu habitación, es muy tarde ya. ―le dice Dorys acercándose a abrazarla y a consolarla.
Mientras tanto en la profundidad del bosque, Ian se encuentra perdido, no solo en su pensamientos sino también entre árboles y caminos que no tienen salida, camina en círculos, lo que lo hace asustarse cada vez más, pidiendo ayuda a gritos, creyendo que alguien podría escucharlo, sin saber que nadie podía, ni siquiera las buenas personas que los socorrieron a él y a su hermana, luego del fatal accidente.
«¿Dónde estaré? Me parece que he caminado en el mismo lugar durante mucho rato, así no he de encontrar a mis padres», pensaba Ian, comenzando a preocuparse.
«Creo que no debí tomar ese camino hacia este bosque, que ni siquiera conozco, ¿Dónde estará la casa de la que salí? ¡Dios mío! ¡Ángel de mi guarda! Me siento perdido».
Ian se encontraba inmerso en una cueva formada por los mismos árboles.
―¡Auxiliooo! ¿Alguien me escucha? ¡Sarah! ¿Me escuchas? ¡Ayúdenme a salir de aquí! ¡Mamá, ven por favor! ¡Papá! ¡Vengan, se los ruego! ―gritaba el jovencito muy asustado, desde el hoyo donde se encontraba.
«Tengo mucho miedo. ¿Quién me mandó a mí a irme de esa casa? Tal vez si no hubiera sido tan rebelde, estaría más tranquilo. Quizás debí esperar a que amaneciera para irme de ee lugar con mi hermana, a buscar ayuda y encontrar a mis padres»
«¿Se habrán dado cuenta, que salí de la casa? Y, si no se han fijado de mi ausencia, es posible que no me vengan a buscar. ¡Ay, mamita! ¡Te necesito! ¡Me haces falta! Estoy muy asustado», los pensamientos de Ian, lo acorralaban cada vez más.
El bosque oscuro, absorbía a todo aquel que se internara en él, sobre todo si quien lo hacía se encontraba viviendo una pena, un dolor intenso y profundo o mostraba incredulidad ante la magia de la luna en los seres de la noche, claro que este, no era el caso de Ian, sin embargo, aún siendo un niño, podría ser la carnada perfecta de los enemigos para llegar hasta el punto exacto, donde se encontraba la única persona que podría salvarlos o hundirlos, según fuera el caso, de la maldición de aquella profecía que tanto esperaban algunos, que se cumpliera.
Para los habitantes de la región, el bosque espeso estaba maldito, igual que la carretera que lo atravesaba, por lo que este, estaba plagado y saturado de almas malignas y oscuras, así como de hombres lobos enfermos de ambición, codicia y maldad, que solo buscaban la desolación para la humanidad y la perdición de la manada del Norte, ya que aquellos eran los más interesados en que la profecía se cumpliera pero en su Reino, de esa forma no solo se salvarían ellos y los de su especie, sino también al resto de la humanidad.
Los hombres lobos de la manada del Norte, eran personas de buen corazón que debían mantener incluso una doble vida para buscar la manera de encontrar a la luna que los llevaría a la gran victoria ante los lobos de la manada oscura, y ella estaba muy cerca, tanto, que solo Ian podría llevarlos a su encuentro, por esta razón, estos tenían al jovencito cautivo en sus trampas.
―¡Necesito que alguien me ayude a salir de aquí! ¡Por favor! ¡Sarah! ¡Señoraaa! ¡Ayúdenme! ―gritaba el muchacho con todas las pocas fuerzas que le quedaban, pues cada minuto que pasaba se sentía más débil que el anterior.
Por otra parte, Sarah, no podía dormir, volvían las pesadillas recurrentes pero esta vez con más fuerza, ya no con los hombres lobos que la cuidaban y defendían, sino con lobos sanguinarios, de grandes y afilados colmillos, que buscaban la forma de robarle el alma a su rebelde pero amado hermano.
―Ian, ¡Noo!, ¡No por favor! ¡No le hagan daño! ¡Ian! ¡Protégete! ¡Sal de ahí, Ian! ―gritaba la niña mientras daba muchas vueltas en la cama y sudaba a mares.
―¡Despierta, Sarah! Todo estará bien, ¡Despierta, por favor! ―le repetía el ama de llaves una y otra vez, moviéndola para que saliera de esa horrible pesadilla.
«Amo, es necesario buscar al niño Ian, está corriendo peligro, lo dice Sarah en sus delirios y al acercarme a ella, lo presiento aún más», le expresa el ama de llaves al viejo Rey, a través del pensamiento.
«Descuida Dorys, ya he enviado a varios de mis hombres a buscarlo, solo que no dan con su rastro, es muy probable que se haya internado en le bosque espeso y así es más difícil hallarlo, recuerda que pierden el olor», responde el viejo Rey, buscando alternativas.
«Amo, tienen que encontrarlo, de lo contrario, la niña Sarah no va a estar tranquila, no va a estar bien. Tres pérdidas la misma noche, la marcaría para toda su vida. No podría sobrevivir a tanto dolor», acota el ama de llaves, mientras intenta despertar a la niña quien sigue moviéndose, pidiendo que a su hermano no lo hieran.
«Lo encontrarán, Dorys, solo es cuestión de tiempo», finalizando la comunicación mental.
Mientras tanto, Ian buscaba la manera de escapar de las raíces de los árboles que cada vez más lo ataban, era como si los troncos de ellos tuvieran bocas gigantes a punto de tragárselo.
Ya el jovencito no resistía…
Solo transcurrieron unos cuantos segundos cuando se escucha la voz de Sarah…
―¡Ian!
Sarah despierta sobresaltada, sudando frío y sentándose en la cama, con el nombre de su hermano en los labios. Mira hacia los lados aún en la penumbra de la habitación que ocupaba, en busca de alguna respuesta del paradero de Ian entre las premoniciones que llegaban a ella durante su sueño.―¡Sarah! Estoy aquí ―le dice Ian entrando a la habitación.―¡Ian! Gracias a Dios, has vuelto. No sabes lo asustada que estaba. ―expresa la jovencita abrazando a su hermano. ―No vuelvas a alejarte de mí, por favor, pensé que te perdía así como perdimos a nuestros padres.―Perdóname Sarah, eso no va a volver a pasar. Estuve muy asustado, esas raíces querían llevarme, me sentí como en una pesadilla, solo pensaba en volver, aunque no es esta casa ni con estas personas con quienes quisiera estar pero...―Pero gracias a ellos, es que estás aquí y deberías ser más agradecido, ellos son las únicas personas que nos pueden socorrer en estos momentos en los que estamos tan solos.―Sarah, papá y mamá deben est
El príncipe Lyam, estaba muy emocionado al saber que su Luna destinada, estaba en casa, aunque no esperaba que llegara de esa manera tan trágica, sabía que en cualquier momento estaría ahí, muy cerca de él. Estaba al tanto de ello, pues por las noches soñaba con ella, sentía su aroma dulce a pesar de la gran distancia que los separaba, aún siendo un niño, conocía de la profecía. Su madre antes de morir, se lo había anunciado en un sueño, a decir verdad, muy parecido a los que solía tener con Sarah. Esa noche, aunque hizo muchas preguntas que su nana Dorys no le contestó, durmió con una sonrisa dibujada en los labios, al punto de olvidarse de la existencia del otro niño que habia llegado con su esperada Luna. Por su parte, Ian y Sarah, dormían en la habitación de la otra ala de la casa, aunque al principio el cansancio los venció, durante la madrugada, ninguno de los dos podía dormir, pues las pesadillas, se apoderaron de su tranquilidad. «Mamita, no por favor no me sueltes, no me
Sus manos temblaron un poco. Él sabía que en cualquier momento, ella llegaría, solo que no estaba del todo seguro para cuando sería. De pronto, el rastro de su olor lo hubo perdido, por lo que no sabía, cuando la vería de frente. Los nervios casi lo traicionaban, sus palabras no terminaban de salir, siquiera para saludarla o para invitarla a que probara el atol que les había hecho su nana para desayunar.Todo era muy confuso para Lyam, mientras que para Sarah todo parecía ser más sencillo de lo que parecía.―¡Hola! Yo soy Sarah ―le dice mirándolo mientras sonríe ―Y él, es mi hermanito Ian.―¡Ho.. Ho.. Hola! Sa... Sarah, ehh, sí, ya saludé a tu hermano, Yo soy, Lyam ―le dice titubeando un poco.―¡Hola, Lyam! Es un gusto conocerte, espero que podamos ser buenos amigos ―comenta Ian antes de probar bocado. ―Por cierto, esto está delicioso señora, muchas gracias.―A la orden mi muchachito, veo que te ha gustado el atol acanelado ―responde Dorys, sonrojada.―Espero que sí, es más, estoy seg
Los niños aprovecharon que el día estaba claro, alegre y hasta parecía mágico, para salir a dar una vuelta por los alrededores, tal y como Dorys y el Rey Alfa, lo habían dispuesto. Era una buena idea, buscar todas las formas posibles para que los hermanitos Gold Myerston, se distrajeran, al fin y al cabo, tenían que olvidar un poco, todo lo que les había ocurrido unas pocas horas antes, para poder continuar su vida, pues ya tenían, de hecho, una segunda oportunidad para hacerlo.Afuera el espacio estaba cubierto de árboles, el sol se derramaba en las colinas, las flores adornaban todo el lugar, mientras que algunas frutas caídas alfombraban los jardines y parte del bosque, El lugar era hermoso y acogedor.Por su parte, los otros miembros de la manada, ya estaban al tanto de la llegada de los nuevos integrantes, sabían que estaban destinados a seguir con ellos por el transitar de la vida, tanto humana como lobuna.Conocían, aunque no a fondo, que Sarah era la luna esperada por el viejo
―Buenos días amo, con permiso. Dorys nos dijo que quería vernos.―Sí muchachos, necesito mucho de su apoyo. ―Usted dirá amo, estamos para servirle.―Como ya deben saber, los niños que han llegado a nuestra manada han sido aquellos del accidente de la otra noche de tormenta. Entre esos niños, está la luna destinada para mi pequeño Lyam, lo que necesito es que los cuiden muy bien, pero que sobre todo, protejan a la pequeña Sarah, pues ella es la única persona que puede salvar a nuestra manada de aquella terrible profecía.―Sí señor, estaremos al pendiente de la pequeña luna.―Nadie en lo absoluto, debe enterarse que es ella la luna que esperábamos con tanto anhelo, pues el Rey de la manada oscura, ha de estar muy pendiente de ello.―Descuide señor, nosotros estamos para eso y para cuidar de nuestra gente como lo hicieron nuestros antepasados.―Confío en ustedes. Traten que los niños, no se alejen tanto de los alrededores, aunque Lyam conoce la situación, es probable que como niños, tie
Los niños jugaban tranquilamente en las inmediaciones del caserón del Alfa de la manada Luna Plateada, compartían la inocencia y la imaginación con otros niños contemporáneos con ellos. Jugaban y reían sin parar.Por un lado, los cuidaban los hombres que el Rey había dispuesto para ello pero, al otro extremo, Julio los miraba detenidamente, guardando todo lo que hacían los niños en su memoria, para ir luego a contarle las buenas nuevas al malvado Rey y, de esa manera, él decidiera qué iba a hacer con los niños, o... en realidad con la pequeña niña que desprendía suaves y duraderos olores.Así pasaron varios días, entre la seguridad y la inseguridad, que le generaba aquel hombre malvado.Por las noches, Sarah, comenzó a tener nuevamente aquellas pesadillas que la acorralaban cuando vivía con sus padres en la ciudad. Luego de la partida física de estos, Sarah creyó que ya esos malos sueños, no se apoderarían de ella, pues estaba consciente, que estaba en el lugar al que fue llamada desd
Sarah sentía cierto temor, debido a esa figura extraña y malvada que se le apareció en uno de los ventanales de la habitación, aunque era pequeña, sabía y presentía muchas cosas, pero su miedo no podía enfocarse en esa criatura, sino en alguien más poderoso entre los lobos, que le podría hacer mucho daño. ¿Lobos? Sí, tal cuál. La niña sabía que en el sitio donde estaban viviendo ahora y, los que ahora serían su nueva familia, eran hombres lobos, solo que no podía revelarlo, ya que muchos están detrás de la llamada Luna, tema del que también tenía conocimiento, pues, sus pesadillas y premoniciones, desde siempre le habían mostrado su pasado, su presente y su destino. Sarah soñaba con un lobo blanco, diría que sería un cachorro, muy amable y que podría ser capaz de cuidarla y protegerla de todo y de todos, de cualquier peligro que pudiera acecharla, en su vida humana y, en su ahora vida entre lobos.Ella caminaba tranquilamente hacia la habitación donde dormiría con Dorys, en compañía
La nana Dorys, se quedó mirando a Sarah, patidifusa. No podía creer que la niña supiera tanto de ese tema que estaba tan guardado en las memorias de los Reyes de las manadas, o al menos, de parte de su Rey. «Esta muchachita sabe más de lo que mi Rey se imagina, lo que no comprendo es por qué me habló de esa manera... ¿Quién será quien nos vigila? Sobre todo a los niños... ¿Será que el Rey Oscuro tiene que ver con todo esto?», pensó la nana tratando de consolar a la niña, sin embargo, había algo en ella, que no le permitía acercarse demasiado.Por su parte, el viejo rey, buscaba la manera de cuidar de su pequeña Luna, para que en el futuro, las cosas se dieran como se esperaban, sin embargo, no encontraba la mejor forma de hacerlo. «Le he dado mil vueltas a esta situación y no sé como lidiar con todo esto, los años me están pesando ya. Creo que lo mejor es ir a hablar con mi hermano, tal vez, deje de hacer tanta maldad, él cree que no me doy cuenta, pero el lobo pierde el pelo, mas n