La lluvia fue cesando poco a poco, mostrando el satélite lunar en el firmamento tras aquella fatídica noche de tormenta. Por un lado, se llenaba de luminosidad mientras que por el otro, solo se llenaba de sombra y bruma.
Desde lejos se escuchaban los lobos aullar una y otra vez, anunciando la llegada de la luna esperada a su manada.
Habían transcurrido muchas noches para que la luna destinada, encontrara su camino. El camino con el que salvaría el futuro de una manada de lobos a punto de desaparecer a causa de una profecía.
―Dorys, por fin ha llegado el momento, la compañera destinada para Lyam está aquí―dice el rey Alfa a su ama de llaves, quien ha trabajado para la familia desde hace más de doscientos años y por lo tanto, pertenecido a la manada desde entonces.
―Sí amo, lo he visto. Pero ha de llegar muy asustada, sus padres perecieron en el accidente en el pozo de los desdichados, aparte, no sabemos como vaya a reaccionar..
―No te preocupes por eso, estará bien, aún es una niña y los niños se pueden amoldar, de hecho, tú me ayudarás, la trataremos como una más de la manada, a ella y a su hermano les daremos un lugar en nuestra familia.
―Está bien amo, como usted ordene. ―asiente Dorys, encaminándose hacia la ventana del salón.
―¡Ahora, ve! No perdamos más tiempo. Es momento de ir a buscarlos, sobre todo, antes de que lleguen los paramédicos o los rescatistas. Nadie puede verlos, o de lo contrario, se nos haría más difícil traerlos con nosotros. Llama a dos de nuestros hombres para que nos colaboren, yo estoy muy viejo para hacer ese trabajo. ―ordena el Rey Alfa, sentándose en su sillón.
―Enseguida amo, pero cuando despierten y pregunten por sus padres, ¿qué haremos? ¿Qué le vamos a decir a esas dos criaturas? ―pregunta el ama de llaves, con un ápice de preocupación en su mirada.
―No te atormentes con eso Dorys, ya veremos como le hacemos, pero por los momentos, tenemos que actuar rápidamente o de lo contrario, perderemos la oportunidad que nos ha traído o el destino o los ancestros, quienes saben que la profecía está por cumplirse y esa niña, será quien salve a nuestra manada de caer en la desgracia.
El ama de llaves asintió una vez más, a lo que le decía el viejo rey, mientras se encaminaba a buscar a los hombres que la acompañarían a buscar a la pequeña luna y a su hermano, para llevarlos al caserón internado en el bosque espeso.
Por otro lado, los niños habían caído en un lugar lejano y baldío, lo que los salvó de morir en la explosión, ambos permanecían desmayados a causa del fuerte golpe que recibieron al salir del auto en el que viajaban.
Dorys, con apariencia de loba, se acercó al lugar olfateando a los niños, en compañía de los dos hombres lobos asignados para su ayuda.
―Están muy cerca, percibo el olor a fruta fresca de la niña, sigamos buscando. Tenemos órdenes de no abandonar el lugar hasta que los hallamos encontrado. ―comunica Dorys a sus acompañantes, a través del pensamiento.
―Entendido, doña Dorys. Así será. ―responde uno de los acompañantes.
Unos minutos después, se escucharon las sirenas de la ambulancia y algunas voces de los paramédicos, en busca de algún sobreviviente de la tragedia, sin embargo, no hallaron a ninguno.
Las personas que se encontraban cerca del lugar del hallazgo, lamentaron mucho la pérdida de esa familia bajo la tormenta y en la carretera, de la que según, muchos argumentaban que estaba m*****a.
Al cabo de un largo rato.
―¿Quién es usted? ¿Dónde estoy? ¿Dónde está mi hermana? Y ¿Mis padres? ―pregunta Ian al despertar de repente, sobándose la cabeza, tratando de levantarse del sofá donde se encontraba inconsciente.
Dorys quien ya lo había visto moverse, se sitúa cerca del niño, a la espera de su reacción.
―Por favor, mi niño. Tranquilízate, todo estará bien. Mira, tu hermana está acostada en aquel sillón, ¿la ves? ―le dice el ama de llaves, señalando hacia la izquierda ―Estás en un lugar seguro, donde te vamos a proteger y a cuidar, así como a tu hermana.
―¡No! Yo no quiero que me proteja nadie más que mi mamá, dígame señora, ¿dónde está mi mamá? ¿Por qué no está aquí junto a mí? Junto a nosotros, como cada vez que nos caemos o nos hacemos daño ―preguntaba Ian, un tanto confundido ―¿Mamá? ¿Dónde estás mami? ¡Mamá! ¡Por favor ven aquí! Me duele la cabeza, mamá.
El niño miraba a todos lados un poco aturdido, mientras llamaba a su progenitora a gritos, claro que sin recibir respuesta alguna, a excepción de Sarah, que despertó a causa de los gritos de su hermano.
El ama de llaves no encontraba la forma de calmarlo, pero al ver que la niña se había despertado, se acercó a ella.
―Sarah, ¿estás bien? ¿te duele algo? ―le preguntó a la niña quien se sobaba la cabeza.
―Sí señora, estoy bien, solo me duele un poco aquí, ―le respondió, mostrándole el sitio donde sentía dolor. ―¿Qué le pasa a Ian? ¿Por qué llama a mamá a gritos?
―Lo que pasa es que está buscándola pero ella…
La niña la interrumpe diciéndole algo que la dejó totalmente sorprendida.
―Pero es que mamá no va a venir, ella se ha ido al cielo, así como lo hizo papá, estaba escrito, él debería entenderlo así como yo. ¡Ian! ―llamó a su hermano, mientras se bajaba del sofá donde descansaba y acercándose a su lado.
Dorys, se quedó perpleja cuando escuchó esas palabras de la boca de la niña, volteaba hacia los lados, buscando con los ojos al viejo Rey, con la esperanza de encontrarlo cerca, sin embargo, escucha en su pensamiento, que el Rey le dice que Sarah lo sabía y que por esa razón, estaba tan tranquila.
«Lo sé Dorys, me encuentro en el despacho pero estoy escuchando a Sarah, lo soñó muchas veces, sabía lo que se avecinaba»
«Amo pero el niño, ¿cómo haremos con él? No sabemos de qué manera irá a reaccionar, es más grande y los niños de esa edad tienden a actuar por rebeldía»
«Descuida, la misma hermana lo hará entrar en razón, no sé hasta qué punto pero sé que lo hará. Te preocupas demasiado, Dorys»
―Ian, ¿por qué gritas? Me duele mucho la cabeza y tus gritos son molestos.
―Hermanita, estás bien, estás aquí. No sé quién es esta señora pero yo te voy a cuidar y a proteger como le prometí a mamá cuando estábamos en el auto, ¿recuerdas? te voy a cuidar mucho y te defenderé de ella y de quien sea, hasta que vuelvan mamá y papá ―le dice el niño mientras la abraza.
―Hermanito, yo estoy bien y feliz porque tú estás conmigo, no te fuiste, no volaste al cielo como lo hicieron mamá y papá ―le dice la niña, recostando la cabecita a su pecho.
―¡No, Sarah! Nuestros padres no volaron al cielo, eso seguro te lo dijo esa señora, ―le dice, señalando a Dorys ―Mi mamá y mi papá, al darse cuenta que no estamos con ellos, vendrán a buscarnos, ya verás, y volveremos a casa, a la escuela y a nuestra vida.
―Eso no va a ser posible si volaron al cielo, pero eso no me lo dijo esa señora, lo sé, porque… eh, pues, lo soñé.
―¿Cómo vas a soñar eso, Sarah? Seguro estabas imaginándote cosas por ver las películas esas que a mi mamá no le gusta que veamos. Ella va a venir a rescatarnos de esta gente que solo nos quiere hacer daño.
―¡Ian! ¡Eso no pasará! Tú que eres más grande que yo, deberías comprenderlo y aceptarlo. Lo que está pasando, yo lo había visto en un sueño de esos que tanto he tenido. Mamá y papá ahora nos cuidarán desde el piso azul, ahora son ángeles que nos guiarán y cuidarán para siempre ―le refutó la niña a su hermano quien no entendía la razón por la que su hermana se expresaba de esa forma.
―¿Qué dices? Estás equivocada, además, yo quiero que mi mamá regrese, la necesitamos, yo la necesito. ¡Mamá! ¡Mamá, ¡sal de donde estás! Ven con nosotros, te prometo que no vuelvo a ver películas de hombres lobo ni de misterio, pero regresa por favor, mamita, regresa. ―decía Ian mientras rompía en llanto.
La pequeña Sarah lo abrazó con todas las fuerzas que pudo y aunque ella también deseaba que lo que estaban viviendo no fuera cierto, sabía en el fondo de su corazón, que nada podían hacer, era el destino, estaba escrito. Lloró aferrada a su hermano.
Por otro lado, el ama de llaves los miraba desde una esquina del salón, pensando que era un momento muy fuerte que tenían que aceptar y con el tiempo, sanar entre ellos, como lo que son, por lo que temía acercarse por la reacción que pudiera tener el niño con ella, sabiéndola una extraña en sus vidas.
El ama de llaves se ausenta unos minutos, para buscarles algo de cenar, ya que seguramente, llevaban muchas horas sin comer. Al regresar al salón, los niños seguían abrazados, intentando entender la desgracia que los cubría en ese instante.
Sin embargo, decide acercarse, para ofrecerles pan tostado y un vaso de yogurt a cada uno.
―Niños, deben comer algo, aquí les traje…
―No quiero nada, señora ―le dice Ian de mala manera, dándole un manotón a la bandeja, cayendo esta en el piso.
―Ian, no hagas eso. Está mal lo que haces. ―le dice Sarah al ver la reacción de su hermano.
―¡No quiero nada de esa señora ni de nadie de aquí!
―Pero yo sí quería, tengo mucha hambre.
―Mi niño, perdóname pero solo quería tener un detalle, y que comieran, pues sé que no es fácil para ustedes, no obstante, tienen que alimentarse, de no hacerlo, se pueden enfermar.
―¡No me importa! Y no me diga: “Mi niño”, yo no soy nada suyo señora, déjeme tranquilo, no se me acerque o no respondo por lo que pueda hacer ―grita Ian al ama de llaves.
El viejo Rey, quien se encontraba entrando al salón, visualiza la escena y pregunta con voz de mando.
―¿Qué está pasando aquí?
―Amo, es que…
―¡Calla, Dorys! Quiero que me responda Ian. A ver, estoy esperando. ¡Responde!
El niño lo mira con rabia, mientras que Sarah, se le acerca a Dorys, buscando refugio en sus brazos, pues le dio un poco de miedo la reacción del Rey, de manera que, esta la sienta en sus piernas, consolándola.
―¿No piensas responder? Aquí todos deben ser tratados con el debido respeto, por lo que debes contestar cuando se te hace alguna pregunta y, por supuesto, pedir disculpas por tu errada acción―le dice al niño, mirándolo fijamente, sin siquiera pestañear.
―¡No! ¡No quiero! ¡Déjeme en paz! ―le gritó el niño mientras corría fuera del salón.
―¡Ian! Vuelve aquí, ¡Ian!
El niño salió corriendo del salón, tratando de escapar de esa familia que él no conocía y que por lo visto, no iba a aceptar. Quería huir de todo lo que le estaba pasando, pues no entendía como su vida había cambiado en cuestión de segundos. Pensaba que tan solo unas horas antes, su vida era de ensueño, tenía una familia feliz, una casa donde reinaba la unión, un padre muy trabajador y una madre muy amorosa, así como una hermanita tan dulce como la miel, aunque algo miedosa y a quien él tenía que cuidar y proteger en todo momento, tal como se lo había dicho su progenitora y de la misma forma, hacerlo prometer que lo haría siempre. Lo que no se explicaba, era como su pequeña hermanita estaba tan tranquila, luego de todo lo que estaban pasando y, basado en lo que decían los demás, la desgracia que los embargaba.«Tengo que escapar de aquí, buscar a mi madre hasta encontrarla, ella no puede estar muerta como dice Sarah», pensaba Ian mientras buscaba la salida.El niño corre en dirección
Sarah despierta sobresaltada, sudando frío y sentándose en la cama, con el nombre de su hermano en los labios. Mira hacia los lados aún en la penumbra de la habitación que ocupaba, en busca de alguna respuesta del paradero de Ian entre las premoniciones que llegaban a ella durante su sueño.―¡Sarah! Estoy aquí ―le dice Ian entrando a la habitación.―¡Ian! Gracias a Dios, has vuelto. No sabes lo asustada que estaba. ―expresa la jovencita abrazando a su hermano. ―No vuelvas a alejarte de mí, por favor, pensé que te perdía así como perdimos a nuestros padres.―Perdóname Sarah, eso no va a volver a pasar. Estuve muy asustado, esas raíces querían llevarme, me sentí como en una pesadilla, solo pensaba en volver, aunque no es esta casa ni con estas personas con quienes quisiera estar pero...―Pero gracias a ellos, es que estás aquí y deberías ser más agradecido, ellos son las únicas personas que nos pueden socorrer en estos momentos en los que estamos tan solos.―Sarah, papá y mamá deben est
El príncipe Lyam, estaba muy emocionado al saber que su Luna destinada, estaba en casa, aunque no esperaba que llegara de esa manera tan trágica, sabía que en cualquier momento estaría ahí, muy cerca de él. Estaba al tanto de ello, pues por las noches soñaba con ella, sentía su aroma dulce a pesar de la gran distancia que los separaba, aún siendo un niño, conocía de la profecía. Su madre antes de morir, se lo había anunciado en un sueño, a decir verdad, muy parecido a los que solía tener con Sarah. Esa noche, aunque hizo muchas preguntas que su nana Dorys no le contestó, durmió con una sonrisa dibujada en los labios, al punto de olvidarse de la existencia del otro niño que habia llegado con su esperada Luna. Por su parte, Ian y Sarah, dormían en la habitación de la otra ala de la casa, aunque al principio el cansancio los venció, durante la madrugada, ninguno de los dos podía dormir, pues las pesadillas, se apoderaron de su tranquilidad. «Mamita, no por favor no me sueltes, no me
Sus manos temblaron un poco. Él sabía que en cualquier momento, ella llegaría, solo que no estaba del todo seguro para cuando sería. De pronto, el rastro de su olor lo hubo perdido, por lo que no sabía, cuando la vería de frente. Los nervios casi lo traicionaban, sus palabras no terminaban de salir, siquiera para saludarla o para invitarla a que probara el atol que les había hecho su nana para desayunar.Todo era muy confuso para Lyam, mientras que para Sarah todo parecía ser más sencillo de lo que parecía.―¡Hola! Yo soy Sarah ―le dice mirándolo mientras sonríe ―Y él, es mi hermanito Ian.―¡Ho.. Ho.. Hola! Sa... Sarah, ehh, sí, ya saludé a tu hermano, Yo soy, Lyam ―le dice titubeando un poco.―¡Hola, Lyam! Es un gusto conocerte, espero que podamos ser buenos amigos ―comenta Ian antes de probar bocado. ―Por cierto, esto está delicioso señora, muchas gracias.―A la orden mi muchachito, veo que te ha gustado el atol acanelado ―responde Dorys, sonrojada.―Espero que sí, es más, estoy seg
Los niños aprovecharon que el día estaba claro, alegre y hasta parecía mágico, para salir a dar una vuelta por los alrededores, tal y como Dorys y el Rey Alfa, lo habían dispuesto. Era una buena idea, buscar todas las formas posibles para que los hermanitos Gold Myerston, se distrajeran, al fin y al cabo, tenían que olvidar un poco, todo lo que les había ocurrido unas pocas horas antes, para poder continuar su vida, pues ya tenían, de hecho, una segunda oportunidad para hacerlo.Afuera el espacio estaba cubierto de árboles, el sol se derramaba en las colinas, las flores adornaban todo el lugar, mientras que algunas frutas caídas alfombraban los jardines y parte del bosque, El lugar era hermoso y acogedor.Por su parte, los otros miembros de la manada, ya estaban al tanto de la llegada de los nuevos integrantes, sabían que estaban destinados a seguir con ellos por el transitar de la vida, tanto humana como lobuna.Conocían, aunque no a fondo, que Sarah era la luna esperada por el viejo
―Buenos días amo, con permiso. Dorys nos dijo que quería vernos.―Sí muchachos, necesito mucho de su apoyo. ―Usted dirá amo, estamos para servirle.―Como ya deben saber, los niños que han llegado a nuestra manada han sido aquellos del accidente de la otra noche de tormenta. Entre esos niños, está la luna destinada para mi pequeño Lyam, lo que necesito es que los cuiden muy bien, pero que sobre todo, protejan a la pequeña Sarah, pues ella es la única persona que puede salvar a nuestra manada de aquella terrible profecía.―Sí señor, estaremos al pendiente de la pequeña luna.―Nadie en lo absoluto, debe enterarse que es ella la luna que esperábamos con tanto anhelo, pues el Rey de la manada oscura, ha de estar muy pendiente de ello.―Descuide señor, nosotros estamos para eso y para cuidar de nuestra gente como lo hicieron nuestros antepasados.―Confío en ustedes. Traten que los niños, no se alejen tanto de los alrededores, aunque Lyam conoce la situación, es probable que como niños, tie
Los niños jugaban tranquilamente en las inmediaciones del caserón del Alfa de la manada Luna Plateada, compartían la inocencia y la imaginación con otros niños contemporáneos con ellos. Jugaban y reían sin parar.Por un lado, los cuidaban los hombres que el Rey había dispuesto para ello pero, al otro extremo, Julio los miraba detenidamente, guardando todo lo que hacían los niños en su memoria, para ir luego a contarle las buenas nuevas al malvado Rey y, de esa manera, él decidiera qué iba a hacer con los niños, o... en realidad con la pequeña niña que desprendía suaves y duraderos olores.Así pasaron varios días, entre la seguridad y la inseguridad, que le generaba aquel hombre malvado.Por las noches, Sarah, comenzó a tener nuevamente aquellas pesadillas que la acorralaban cuando vivía con sus padres en la ciudad. Luego de la partida física de estos, Sarah creyó que ya esos malos sueños, no se apoderarían de ella, pues estaba consciente, que estaba en el lugar al que fue llamada desd
Sarah sentía cierto temor, debido a esa figura extraña y malvada que se le apareció en uno de los ventanales de la habitación, aunque era pequeña, sabía y presentía muchas cosas, pero su miedo no podía enfocarse en esa criatura, sino en alguien más poderoso entre los lobos, que le podría hacer mucho daño. ¿Lobos? Sí, tal cuál. La niña sabía que en el sitio donde estaban viviendo ahora y, los que ahora serían su nueva familia, eran hombres lobos, solo que no podía revelarlo, ya que muchos están detrás de la llamada Luna, tema del que también tenía conocimiento, pues, sus pesadillas y premoniciones, desde siempre le habían mostrado su pasado, su presente y su destino. Sarah soñaba con un lobo blanco, diría que sería un cachorro, muy amable y que podría ser capaz de cuidarla y protegerla de todo y de todos, de cualquier peligro que pudiera acecharla, en su vida humana y, en su ahora vida entre lobos.Ella caminaba tranquilamente hacia la habitación donde dormiría con Dorys, en compañía