Para Alana fue fácil ubicar a Maddox en el hotel porque su vínculo la dirigía. Él también pudo captar su cercanía mucho antes de que ella llegara a la oficina donde estaba reunido con Kyle, así que se alejó del computador donde el lobo le explicaba lo que habían hallado para reunirse con loba junto a la puerta.Ella miró con recelo a los lobos que se encontraban dentro de la oficina y quienes la vieron con curiosidad aunque no le mantuvieron la mirada. Bajaron el rostro con sumisión.Desde que se había unido a Maddox, su energía de hembra alfa había aumentado.—¿Estás bien? —quiso saber él acariciándole el rostro y viéndola con adoración.Le quitó la bufanda del cuello para que todos notaran la marca que le había dejado antes de que esta desapareciera, un signo de orgullo en la raza. Bajó el rostro y dio un beso en la herida que rápido cicatrizaba.—Mi papá está enfermando de forma acelerada.Él apretó el ceño.—¿Le sucede lo mismo que había sufrido en Sutton?—No, antes estuvo aqueja
El mirador de los Tulipanes era un sitio ubicado en las afueras de la ciudad, donde la inmensidad de los campos reinaba. Era posible reunirse a hablar allí sin la preocupación de que alguien estuviese en las cercanías para escucharlos o acecharlos.Como lobos podían vigilar el horizonte divisando a algún enemigo y sorprenderlo antes de que llegara a ellos.—Vaya, te vinculaste —respondió Eric con una sonrisa al ver a su hermano salir del auto y aproximarse a él. Pudo captar el aroma de su unión.Eric también había ido solo y esperaba sentado en la carrocería trasera de su camioneta. Maddox se ubicó a su lado en medio de un suspiro, se quitó los lentes de sol y oteó los alrededores con precaución.—No hay nadie, ya me aseguré de eso —respondió el beta.—¿Cómo están las cosas en la mansión?—Mal. Papá está rodeado de sus alfas secuaces y de los Leblane, es imposible acercarse a él.—¿Ni siquiera tú puedes acercarte?—Siempre dice que está ocupado, que no puede atenderme. Revisé las comu
Maddox se llegó solo a la mansión Prescott. Los miembros de la seguridad lo saludaron con una venia, apartándose para dejarlo entrar.Nadie se interponía en su camino, ninguno de veía con advertencia. Bajaron el rostro con sumisión porque eran capaces de sentir que su energía alfa se había duplicado gracias a su vínculo.Ahora era un alfa en toda regla. Ninguno podía ponerlo en duda. Y uno que se notaba bastante enfadado.Él no preguntó nada, conocía las costumbres de su padre. Se llegó hasta su salón privado donde sabía que se encontraría reunido con los Leblane y con sus socios Klaus, Lucian y Gianfranco.Los guardias de los otros alfas, que el día anterior lo había mirado con irritación y hasta se atrevieron a amenazarlo, ahora se mantenían a una distancia prudencial. Solo lo veían con precaución.Entró sin anunciarse y sin que nadie lo detuviera. Quienes se hallaban dentro se sobresaltaron por su repentina aparición y por la perturbadora energía que irradiaba.—Señores, buenas tar
Luego de mantener la comunicación con Aaron y con el resto de los lobos que formarían parte del ejército que conformaba, Eric regresó a la mansión Prescott.Su abuela Margaret lo abordó en el vestíbulo.—Al fin llegas, hijo.—¿Qué sucede?—Los ánimos están muy caldeados por aquí.—¿Qué pasa? —preguntó ceñudo, hasta ese momento no se había percatado que los guardias de los otros alfas no se hallaban a la vista. ¿Se habrían marchado todos?Margaret se aproximó a él para hablarle de forma confidencial.—Dicen que habrá una revuelta, que la raza peligra.—La raza peligra desde hace mucho tiempo y los líderes actuales, aun sabiendo lo que sucede, no actúan.—Oí que Lucian y Gianfranto se irán a Europa. Dejarán a sus manadas con el mínimo de protección, solo se llevaran a sus lobos y lobas más fuertes.—Cobardes —mascó con la mandíbula prieta.—Klaus es el único que parece dispuesto a lo que sea y acordó con Armand reunirse con los aliados fuera de Maine, y prepararse para una posible batal
Maddox Prescott era el segundo hijo del macho alfa de su manada. El rebelde, el desordenado, el de carácter difícil y actitud arrogante.«La oveja negra de la familia», le querían endosar algunos, pero él de oveja no tenía nada.Aunque su padre era el alfa y Eric, su hermano mayor, el beta, él era el lobo más peligroso y astuto de su grupo.Al igual que su hermano había heredado la fuerza y el poder de autoridad de su padre, pero, a diferencia de Eric, quien era un sujeto calmado, de mentalidad estratega y calculadora, Maddox había nacido con la fiereza interior de su madre: una hembra alfa altiva, valiente, inteligente y decidida, aunque también, algo impulsiva y despiadada.En la manada Prescott, o lo que quedaba de ella, se le respetaba tanto como a su padre o a su hermano. Tenía sangre alfa corriendo por sus venas, lo demostraba con su mirada oscura y fría y con su postura desafiante.En una manada de lobos tradicional, en tiempos de paz, un lobo con esas características era echad
Alana O’Hara se sentó en una silla junto a la cama de su padre, de esa forma vigilaba su respiración. Tenía miedo de que dejara de hacerlo.Desde hacía varios años el hombre sufría de una seria enfermedad pulmonar, pero hacía pocos días empeoró de manera considerable y sin motivo aparente.Su familia no tenía los recursos para darle el tratamiento que requería. Estaban en la quiebra y la isla Sutton, su hogar, no poseía hospitales especializados para que él recibiera la atención necesaria.Para eso tendrían que viajar a Augusta, la capital de Maine, o a cualquier otra ciudad cercana, pero ahora no podían concederse ese lujo.El dinero que conseguían solo alcanzaba para la comida diaria y si dejaban la granja, aunque fuese por unas horas, se las destruirían dejándolos en la calle.Hacía un tiempo les ofrecieron dinero por su granja, pero tan solo eran pocas monedas que no representaban ni la mitad del valor real de esas tierras.Se negaron a vender, pero ahora delincuentes despiadados
Maddox odiaba viajar en barco, pero la única forma de llegar a la isla de Sutton era de esa manera.Por los fuertes vientos que se producían en la zona las avionetas o helicópteros sufrían problemas en el vuelo, ya habían surgido algunas tragedias que obligaron a las autoridades a impedir ese tipo de traslado en esa zona.Una vez que sus pies tocaron tierra se alejó con rapidez de la embarcación, irritado porque en uno o dos días tendría que subir de nuevo para volver.El mal humor lo dominó. Se había puesto unos lentes oscuros para ocultar su mirada severa, pero su postura era tan intimidante que los humanos que pasaban por su lado lo esquivaban y bajaban la cabeza para no provocarlo.—No sabía que los Prescott le temían tanto al agua —se burló Aaron Miller, el representante de la manada de Freddy Browner.Aaron era un tipo alto y de piel tostada, con los cabellos largos hasta los hombros, el cuerpo ejercitado y habitualmente callado. Por eso Maddox lo observó con una ceja arqueada a
Alana había logrado abrir la cueva, cerrada al público hacía tantas décadas atrás con unas grandes y gruesas puertas de hierro.Ni los propios habitantes de la zona recordaban cuando habían sido construidas esas puertas, que resultaban tan pesadas que además instalaron un mecanismo automático que ayudaba a moverlas.Pero las bisagras y los engranajes estaban tan oxidados por culpa del tiempo y del clima que hacían un ruido horrible.Ella agradeció estar lejos del pueblo. Aquel sonido alertaría a los humanos que vigilaban el lugar para el clan Barrett. La delatarían, metiéndola en problemas.Una vez pudo tener el acceso despejado fue azotada por un olor desagradable.—Qué asco —exclamó, y se cubrió la nariz con un brazo antes de caminar al interior.Aquella cueva había sido usada en el pasado como entrada a una mina de carbón construida por los colonos asentados en la isla siglos atrás, quienes instalaron el astillero.La abandonaron al toparse con cientos de cadáveres que se hallaban