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Una hembra para el Alfa
Una hembra para el Alfa
Por: Johana Connor
Capítulo 1. La oveja negra de la familia.

Maddox Prescott era el segundo hijo del macho alfa de su manada. El rebelde, el desordenado, el de carácter difícil y actitud arrogante.

«La oveja negra de la familia», le querían endosar algunos, pero él de oveja no tenía nada.

Aunque su padre era el alfa y Eric, su hermano mayor, el beta, él era el lobo más peligroso y astuto de su grupo.

Al igual que su hermano había heredado la fuerza y el poder de autoridad de su padre, pero, a diferencia de Eric, quien era un sujeto calmado, de mentalidad estratega y calculadora, Maddox había nacido con la fiereza interior de su madre: una hembra alfa altiva, valiente, inteligente y decidida, aunque también, algo impulsiva y despiadada.

En la manada Prescott, o lo que quedaba de ella, se le respetaba tanto como a su padre o a su hermano. Tenía sangre alfa corriendo por sus venas, lo demostraba con su mirada oscura y fría y con su postura desafiante.

En una manada de lobos tradicional, en tiempos de paz, un lobo con esas características era echado del grupo o él se iba por su cuenta para formar su propia manada, ya que su autoridad chocaba con la de sus superiores.

El problema era que Armand Prescott, su padre, no podía darse el lujo de perder a más machos. Mucho menos, a uno con la fortaleza de su hijo.

Cuando la amenaza no los acechaba lo enviaba a Augusta, la capital de Maine, a trabajar para la manada en asuntos del gobierno, pero ahora, allí en Portland, sufrían serios ataques.

—Padre, enviar a Maddox a Sutton nos traerá problemas —aseguró Eric—. Deja que yo vaya. Mi representación demostrará más autoridad. Soy el beta.

—Eso lo sé, hijo, pero te necesito aquí, junto a la manada. Si los causantes del incendio a nuestra fábrica de muebles se atreven a invadir la mansión, necesitaré de machos capaces y obedientes para enfrentarlos. Maddox es muy capaz, pero no escucha a nadie, siempre actúa por su cuenta. No puedo poner en riesgo la seguridad de la familia, tenemos a cuatro hembras fértiles qué cuidar. Por eso prefiero que él esté afuera, haciendo trabajo de investigación y que tú te quedes a mi lado.

Eric gruñó, inconforme con esa decisión. Maddox, con su personalidad indolente y despreocupada, se ganaba fácil el aprecio y la lealtad de otros lobos.

Tenía miedo de que su hermano, al convertirse en representante de la manada fuera de casa, sintiera la tentación de establecer alianzas y vínculos con otros lobos con intención de enfrentarlo en un futuro.

Cuando Armand dejara de liderar la manada, a él le correspondía ocupar su puesto, pero Maddox también poseía espíritu de alfa. Si se le antojaba enfrentarlo y pelear por el cargo teniendo apoyo, estaría en serios problemas.

Por eso quería que se mantuviera cerca, para vigilarlo e impedir que trenzara acuerdos a sus espaldas.

Lo que Eric no sabía, era que Maddox no aspiraba liderar esa manada. Él ansiaba marcharse lejos de su familia y construir una propia.

La manada Prescott estaba asentada sobre ideas antiguas que él no apoyaba y los pocos miembros que la conformaban no estaban animados a probar algo diferente. Habían pasado por tantas desgracias que se volvieron recelosos y precavidos.

Maddox prefería tomar riesgos. Por eso se encontraba escondido tras la puerta de entrada del despacho de su padre.

Quería escuchar la discusión que mantenía con su hermano y así saber con anticipación los planes que tenían para él. De esa forma prepararía estrategias para evitarlos.

—Envía a William —insistió Eric, mencionando a su primo—. Si es solo para buscar información, él puede servir.

—Sé que podrá hacerlo, pero yo sospecho de Freddy Browner y de esa alianza que de pronto quiere establecer conmigo —rebatió Armand, refiriéndose al líder de la manda vecina, quien le había hecho llegar información sobre una posible amenazaba en contra de las manadas de lobos de Maine que podía provenir de la isla Sutton.

Ambos sufrían de ataques despiadados. Por eso Freddy le propuso unir fuerzas para investigar enviando a Sutton a un representante de cada uno.

Entre manadas había rencillas desde hacía mucho tiempo por el control del territorio y de las hembras fértiles. Algunos alfas intentaban resolver las discordias formando parte de una Consejo de lobos, como lo hacía Armand, pero otros, como Freddy, preferían ir por su cuenta.

Por eso Armand sospechaba que ahora Freddy quisiera trabajar en equipo.

—Maddox es desconfiado y malicioso —continuó el alfa—, él sabrá manejar al representante de Freddy y conseguirnos la información que necesitamos. Si es una trampa, lo hará pedazos. Sabe muy bien cómo actuar frente a traidores.

Eric resopló, sin poder contradecir su teoría. Su hermano era muy bueno desentramando secretos y descubriendo a soplones.

Estaban desapareciendo lobos machos. En lo que iba de año ya habían perdido a cuatro. Dos de la manada Browner, uno de su manada y un lobo solitario que no solía salir de las fronteras del estado.

A ese último, Terry Jordan, lo encontraron desmembrado en una plantación propiedad de los Browner en la ciudad de Ashland, con marcas extrañas en su cuerpo.

—¿Rogers confirmó que las marcas que Terry tenía en su piel eran de la antigua alianza antilicantropos? —preguntó Eric.

Armand respiró hondo y se recostó en su butaca con actitud cansada. Rogers Phillips era el miembro de más edad en su manada, un antiguo beta que había trabajado para su padre y ahora era su asesor.

Rogers conocía las antiguas historias sobre el cruel exterminio que sufrían los lobos desde hacía cientos de años, cuando grupos de fanáticos religiosos descubrieron su existencia y se organizaron para eliminarlos.

—Es la marca del escudo de armas de los antiguos cazadores de lobos —reconoció Armand—: la silueta de un lobo con dos espadas encima formando una X. Tiene exactamente la misma forma. Lo sellaron a fuego en la piel de Terry antes de desmembrarlo.

Eric gruñó con enfado.

—De ser así, en Sutton podríamos encontrar una nueva célula de esa agrupación.

—No sabemos si serán verdaderos seguidores de esa gente o un puñado de tontos imitadores.

—Con todo respeto, mi señor, un puñado de tontos no torturaría ni cortaría en pedazos a un macho. Aunque Terry era un lobo solitario y ellos pierden parte de su fortaleza al estar lejos de una manada, él era mucho más fuerte que cualquier humano promedio. Además, tenía las garras brotadas, tuvo que haberse transformado en lobo mientras lo maltrataban. Los asesinos debieron ser gente preparada que nos conoce y están entrenados para enfrentarnos.

—Lo que menos necesitamos ahora es soportar la sombra de unos exterminadores, desde hace veinte años no sabíamos nada de ellos —se quejó el alfa—. Ya se viene la gala de las hembras, Nancy está preparando a tu hermana Casey para intercambiarla con la hembra fértil de otra manada y así conseguir a una esposa para ti. Ese encuentro es base para nuestra supervivencia.

Eric se irguió, algo inquieto. La gala de las hembras era un evento organizado por el Consejo de lobos para intercambiar hembras fértiles. Los líderes de las manadas más poderosas, como la de ellos, habían acordado esa estrategia nueve años atrás.

Las entregaban al alfa o al beta que necesitara compañera para casarse y procrear.

Tener hijos con una loba aseguraba la conservación de la manada, ya que con las humanas era imposible reproducirse.

Eric sabía que pronto le llegaría su hora de tener a su propia hembra. Como futuro alfa era su deber asegurar la multiplicación de la raza, pero… ¿eso era lo que deseaba?

Maddox, al escuchar que su hermano ya no haría más preguntas, se alejó de la puerta con el sigilo de un depredador.

La tarea que pretendían imponerle le agradaba y molestaba en la misma proporción.

Por un lado sería una oportunidad perfecta para salir de la mansión, estar lejos de su familia y hacer lo que se le viniera en gana, pero por otro, significaba una responsabilidad demasiado pesada.

Tendría que compartir viaje con un lobo de otra manada al que no soportaba. Además, el asunto de la desaparición y muerte de otros lobos lo ponía de muy mal humor.

Si llegaba a encontrar en Sutton al culpable de esos hechos actuaría sin pensarlo.

Aunque le incomodara vivir con su familia, no los quería muertos. Si alguien amenazaba a los Prescott, se las vería con él.

No quiso seguir pensando en esa posibilidad para no alterar su carácter y fue a su habitación a preparar lo necesario para el viaje.

Anhelaba encontrar en esa misión la libertad que necesitaba. En caso contrario, iba a enloquecer.

La presión que recibía al ser el segundo hijo del alfa estaba a punto de estallarle en la cabeza. De esa forma se volvería un peligro para todos.

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