Gabriel no podía alejar la mirada de la mujer enfrente de él, nunca antes se había sentido tan atraído por una humana y ahora simplemente no podía sacarla de su mente, razón por la cuál la había seguido hasta ahí. Pero es que debía admitir que la mujer con su cabello castaño, su piel de porcelana y esos ojos oscuros y profundos lo tenía cautivado.
Sin embargo, eso no era lo que lo tenía paralizado en estos momentos, no, lo que lo tenía alucinando era que él había intentado utilizar su poder de hipnosis con ella para hacer que se largara del pueblo y dejara de meterse en su camino, pero su sorpresa fue absoluta cuando nada pasó.
Ella era totalmente inmune a él y eso era algo que en sus más de ciento cincuenta años nunca antes le había pasado.
Joder, él era no solo el Alfa más poderoso de todos los tiempos, sino que además era el Rey de los alfas, lider de todas las especies, entonces ¿Cómo demonios esto era posible?
La voz suave y sedosa de la humana llenó sus oídos haciendo que sus ojos fueran nuevamente a su rostro.
—No voy a ir a ninguna parte, por si no lo sabe a veces los riesgos valen la pena.—Le dijo y levantó su barbilla y fue ese simple gesto de rebeldía, lo que terminó de joder su cabeza.
Sin poder controlar sus propios impulsos, sostuvo el cuello de la mujer con una mano y con la otra acercó su cuerpo al suyo, mientras que llevaba sus labios a los de ella y susurraba en un gruñido bajo:
—Tiene toda la razón, doctora y es justo por eso que voy a arriesgarme.
Entonces la besó. Y joder, él sabía que no estaba bien, que su especie no debería mezclarse con los humanos y que él era el primero que hacía respetar las reglas, pero en esos momentos el deseo y la necesidad eran algo que no podía controlar.
Los labios de la mujer eran suaves y carnosos con un sabor a melocotones que estaba a punto de ponerlo de rodillas. Su mano se apretó con más fuerza de su cintura y con un gruñido capturó su labio inferior con los dientes consiguiendo que la chica deje salir un gemido antes de decirle las palabras que lo enloquecerían:
—Mi casa… Vamos a mi casa.
Gabriel ni siquiera sabía en qué momento habían llegado a la casita donde la chica se estaba quedando, lo único de lo que él era consciente era que estaban atrapados en el éxtasis de la pasión y el deseo, ninguno de los dos pudo evitar ceder ante la intensa atracción que sentían el uno por el otro.
Sus manos recorrían cada centímetro del cuerpo menudo, pero con curvas de la chica viendo como todo en ella reaccionaba a su toque, como temblaba por él.
—¿No quiere hacerme un nuevo interrogatorio, doctora?— preguntó con voz grave, viendo como las mejillas de la chica se encendían en un rubor que lo único que hacía era incrementar su deseo.
—Estoy… Estoy segura de que ya tendré tiempo para eso— contestó ella con la respiración agitada y las pupilas dilatadas, la sola visión por poco hizo que se transformara ahí delante de ella.
Con todo el autocontrol que pudo emplear, se encargó de sacar cada prenda del cuerpo de la mujer hasta tenerla desnuda enfrente de él. Su piel de porcelana, sus senos firmes y su rostro lleno de inocencia lo estaban enloqueciendo.
—Voy a devorarte, pequeña—le dijo, segundos antes de sacar su propia ropa y lanzar de un solo movimiento a la chica sobre la cama.
Sus cuerpos se fundieron en un apasionado abrazo, parecía que estaban hechos para encajar, sus manos explorando cada centímetro de piel mientras sus labios se buscaban con hambre y en el momento en que él entró en ella, su lobo interior rugió con fuerza, de una manera que nunca antes de había pasado.
Nada de lo que estaba pasando ahí, era algo que hubiese sentido antes.
La luna brillaba en el cielo, testigo silencioso de su encuentro y haciendo que la bestia que guardaba en su interior rugiera con intensidad.
Cuando finalmente el deseo que llevaba dentro se calmó, vio como Sofía se acomodó en la cama, exhausta y soñolienta, pero satisfecha mientras que poco a poco iba cediendo ante el sueño. Entonces, cuando estaba a punto de levantarse, lo sintió: empezó como un cosquilleo, luego pasó a ser un ronroneo y finalmente sintió el tirón de su alma impulsandolo hacía la pequeña y frágil humana acostada a su lado.
—No…No, esto no puede estar pasando— se dijo, porque nada de aquello tenía sentido, no era posible que aquella fragil y debil mujer fuera su mate.
La mate del lobo más poderoso de todos los tiempos. Eso tenía que ser una m*****a broma. Gabriel, sintiendo la lucha interna entre su instinto y su razón, se incorporó y comenzó a vestirse en silencio.
Antes de que la mujer en la cama pudiera despertar, él dejó una nota en la mesita de noche y se deslizó de la habitación sin hacer ruido, esperando no volver a ver a aquella mujer más nunca en su vida..
La alarma de su celular fue lo que la hizo despertarse. Y al intentar moverle el dolor placentero que estalló en su cuerpo le hizo recordar todo lo que había hecho la noche anterior y con quien. Sin embargo, al abrir los ojos y levantarse de la cama se sintió abrumada por la soledad que la rodeaba. El hombre que la había llevado al éxtasis la noche anterior se había ido mientras ella dormía.
Con un nudo en el estómago, que ni siquiera comprendía, pues no era como si estuvieran en una relación, Sofía se sentó en la cama y miró a su alrededor, preguntándose si todo había sido un sueño.
Pero no, las sábanas revueltas y el olor a su perfume en la habitación confirmaban que no había sido una ilusión.
Entonces, cuando estaba decidida a meterse en la ducha encontró una nota en la mesita de noche, escrita con una caligrafía elegante. La nota decía:
“Sofia, esto no debería haber ocurrido. Necesitas alejarte de mí por tu propio bien. Vete del pueblo lo antes posible, Gabriel."
—Maldito hijo de puta— susurró, mientras sentía como la decepción y otro sentimiento que no conseguía identificar se apoderaba de su cuerpo—No pienso ir a ninguna parte, voy a buscarte y meterte tras las rejas.
Bañada y cambiada estaba decidida a llegar a la comisaría y decirle a Collin que tenían que volver a revisar todos los expedientes, cuando su teléfono sonó con insistencia y al verlo se dio cuenta que era efectivamente una llamada de la morgue local.
Con el corazón acelerado, Sofía contestó y escuchó la voz de Collin del otro lado.
—Lo siento por llamarte tan temprano, Sofía, pero ha habido un nuevo asesinato—, dijo el hombre con voz cansada—Necesitamos tu experiencia en la morgue lo antes posible.
—En cinco minutos estoy allá.
Al llegar a la morgue, se encontró con una escena espeluznante. Había otro cuerpo sin vida en una de las mesas de autopsia y los patrones eran exactamente los mismos que los anteriores.
Sofía examinó el cuerpo con precisión, tomando muestras y anotando sus observaciones. Pero cuando revisó la hora de la muerte estimada, se dio cuenta de algo impactante. Gabriel no podía ser el asesino, ya que estaba con ella en ese momento.
Sofía sintió un alivio momentáneo, pero también una sensación de desconcierto. El misterio de quién era el asesino y la verdadera naturaleza de Gabriel la tenían atrapada en un torbellino de emociones y preguntas sin respuesta.
—¿Qué demonios es lo que está pasando en este pueblo?
Un mes, un maldito mes ha pasado y Sofía no volvió a saber absolutamente más nada de Gabriel, fue como si literalmente la tierra se lo hubiese tragado. Y es que aunque era el principal sospechoso en su caso, ningún juez estaba dispuesto a volver a efectuar un citatorio para un nuevo interrogatorio.No sabía qué poder tenía ese hombre en el pueblo, pero parecía que nadie podía contra él.Los asesinatos, aunque pareció por un momento que habían cesado, habían vuelto a tomar fuerza en las últimas semanas cuando se encontraron dos hombres sin vida con las mismas características que los pasados y cada vez que la policía creía tener alguna pista que ella les daba, esto sólo los llevaba a un laberinto sin salida.Sin embargo, por primera vez tenía el presentimiento de que estaba acercándose a algo, pues había decidido escanear las imágenes de las símbolos marcados en los cuerpos y su sorpresa fue inmensa cuando descubrió que se trataba de un idioma antiguo de una tribu de lo que habían llama
El dolor en su cuerpo fue lo que la hizo despertar. Sentía como si el abdomen lo tuviera prendido en fuego y la cabeza le dolía horrores. Con lentitud sintió como sus pestañas comenzaban a revolotear y sus párpados luchaban por abrirse. La luz que se filtró entre sus párpados la hizo volver a cerrar los ojos, pero la oscuridad era peor, pues en la oscuridad lo único que podía ver era la cara quemada del hombre que la había atacado. Con desesperación terminó de abrir los ojos y se encontró en un lugar totalmente desconocido. No era su casa, ni tampoco era una habitación de hospital. Intentó incorporarse pero un latigazo de dolor la hizo soltar un quejido y fue ahí que sus ojos se dirigieron hacia su abdomen, donde una venda la cubría y debajo de este una pequeña mancha de sangre sobresalía. —Si te sigues moviendo vas a abrirte los puntos. La cabeza de Sofía se alzó como un resorte al escuchar esa voz grave y aterciopelada y entonces su respiración se atascó y los latidos se le acel
Esto no podía estar pasando. Gabriel había salido de la habitación en que estaba Sofía hecho una furia, dejando a la chica encerrada dentro, mientras que él, sintiendo todo el cuerpo vibrar y su bestia interna retorcerse en su interior.Salió de la mansión directo hacia el bosque, el único lugar donde podía dejar salir todo lo que estaba quemándolo sin lastimar a nadie.A lo lejos se escuchaban los gritos de su beta mientras lo seguía, pero él no pensaba detenerse.La transformación fue instantánea, en menos de un segundo ya estaba en cuatro patas, su tamaño se había triplicado, así como su fuerza, y estaba corriendo con intensidad por el bosque que bordeaba el pueblo, mientras que la revelación de lo que acababa de descubrir quemaba en su mente.En esos momentos estaba muy, pero muy cerca de explotar, nada tenía sentido, parecía una maldita broma pesada de parte de la madre luna como castigo a lo que él era. Lo que había hecho.—¡Alfa deténgase!— el grito de Blake hizo que regresara
Gabriel no había conseguido conciliar el sueño por más que lo había intentado y era justo por eso que había decidido mantener la mente ocupada y se había ido a meter de lleno en su oficina tratando de ver si había pasado algo por alto en sus apuntes de los asesinatos. Estaba más que claro que habían lobos, vampiros y brujas involucrados, pero lo que no lograba descubrir era qué es lo que querían conseguir con todo eso, más allá de incriminarlo a él con la policía humana. Estaba dándole vuelta a un informe por tercera vez seguida cuando una opresión en el pecho lo hizo doblarse. Era una sensación como nunca antes había tenido era… Miedo. No entendía qué demonios era lo que pasaba, dónde estaba la amenaza, hasta que el sonido de un grito aterrado atravesó el silencio que se cernía en la mansión y entonces lo supo: Sofía. El miedo que estaba sintiendo no venía de él, era de ella y sentirlo fue como una bofetada de parte de la diosa luna recordando que por más que él quiera ignorarlo
La oscuridad en la que había caído poco a poco se fue despejando. La cabeza le estaba palpitando y el cuerpo entero le dolía como si un camión le hubiese pasado por encima. Mientras abría los ojos, los recuerdos fueron apareciendo uno a uno en su mente: Primero los hombres del callejón que querían hacerle daño, luego Gabriel mostrándose como un monstruo, el encierro y finalmente la bestia que la había atacado. ¡LA BESTIA! Ese solo pensamiento consiguió que abriera sus ojos de golpe y fue ahí que se dio cuenta que ya no estaba en suelo, por el contrario estaba siendo llevada en brazos y de inmediato se imaginó esos colmillos y ese rostro de bestia llevándola a quién sabe dónde y eso fue suficiente para que el dolor pasara a segundo plano y comenzara a retorcerse como loca. —¡Suéltame! NO VAS A COMERME, ¡suéltaaame!! Sofía estaba a punto de que le diera un infarto podía sentir el corazón latiendo desaforado en su pecho mientras intentaba por todos los medios librarse del agarre del
Gabriel salió hecho una furia de la habitación, no sabía si la rabia era por ver a Sofía sangrando, asustada y herida con el malnacido de Sven encima de ella. El gruñido que salió de él fue inmediato, es que de solo recordarlo sentía la rabia fluir por sus venas y las ganas de matar a su segundo volvían a crecer. Sin embargo, su rabia también podía venir por las palabras que le dijo la forense. No podía creer que esa condenada mujer todavía insistiera en querer irse, o por el maldito hecho que acababan de invadir su casa en la madrugada y nadie le tenga una explicación al respecto. —Tienes tres minutos para explicarme qué demonios es lo que está pasando.— Su voz no fue más que un gruñido bajo y animal, que hizo que su beta tragara en seco mientras lo miraba con nervios. Blake miró a su alfa sabiendo que lo que estaba a punto de decirle no iba a hacerle ninguna gracia y que lo más probable era que se molestara tanto que los mismos cimientos de la mansión se verían afectados. —Han de
Gabriel entró a paso decidido en la sala del consejo seguido de Blake. Con cada paso que daba su poder titilaba con fuerza desde adentro de él y la furia era más que palpable en cada paso. Los cinco ancianos, representantes de su manada, y los líderes de las otras dos razas, vampiros y brujas, ya estaban ocupando sus lugares. Los ojos oscuros y fríos del alfa miraron a cada una de las personas que estaban presentes mientras que tomaba asiento en la cabecera de la mesa, sus garras fuera de sus uñas sonándose con parsimonia sobre la mesa. Sobraba decir que la tensión en la sala era palpable, y los murmullos se apagaron cuando él se inclinó hacía adelante desde su lugar. Sus ojos grises se clavaron en Gideon, el líder vampiro, con una intensidad que podría congelar el mismísimo infierno. —Casi medio siglo ha pasado desde la última vez que pusiste un pie en mi casa, Gideon, puedo saber ¿A qué se debe esta reunión inesperada? —gruñó Gabriel, sin preocuparse por las formalidades. Gideo
Gabriel se quedó de piedra al escuchar las palabras de su madre. La idea de un compromiso forzado lo llenó de desesperación, y lo primero en lo que pensó fue en Sofía. Su rostro apareció en su mente, y su corazón se aceleró. No quería revelar la existencia de su compañera, pero algo en él se negaba a aceptar el compromiso. Él ya tenía una luna. Una que además le daría un hijo, su heredero. Frustrado, Gabriel preguntó: —¿Compromiso? ¿De qué estás hablando? Su madre, lo miró con suspicacia, como si sospechara que había algo en él que le estaba ocultando y luego dejando salir la risa respondió: —Lo que oyes. Todo está arreglado, hijo. Estoy buscando lo mejor para nuestra manada, nos hemos debilitado más que nunca en el último año y según tengo entendido has estado buscando la manera de remediar eso. Pensé que era lo que querías. “SI SI, SI, JODER, PERO NO ASÍ” Las ganas de gritar a los cuatro vientos sus pensamientos se estaban apoderando de él al igual que la desesperación, pero sab