Una semana, una m*****a semana entera fue el tiempo que le tomó a los oficiales de este pueblo conseguir una orden de interrogatorio para el enigmático Gabriel Nightshade, aún cuando todas las víctimas habían sido encontradas en la frontera que daba con su territorio.
Sin embargo, el día finalmente había llegado y por alguna razón se sentía nerviosa y ansiosa, pero quería achacar eso al hecho de que finalmente podría encontrar al responsable de los asesinatos.
Tomando un respiro caminó directo hacia la salita de interrogatorios en donde el detective Collin ya se encontraba, seguramente muerto de los nervios, y tomó un respiro antes de abrir. Sin embargo, nada la preparó para lo que estaba a punto de ver pues las fotografías no le hicieron ni pizca de justicia al hombre sentado frente a ella.
Era imposible no notar lo atractivo que era, a pesar de su apariencia amenazante. Su mirada intensa y su cabello oscuro agregaban un aire de misterio que la hizo sentir una atracción instantánea.
El misterioso sospechoso la miraba con una sonrisa burlona al tiempo que sus ojos de un gris tormentoso la recorrían de pies a cabeza, mientras permanecía sentado en la sala de interrogatorios, por lo que ella, aclarándose la garganta, caminó hasta la mesa y se sentó enfrente de él, justo al lado de Collins.
—Esta es la criminóloga y forense Sofia Banner, ella va ser parte de este interrogatorio.— dijo Collin y ella agradeció que no se escuchara aterrado.
En el momento en que los ojos de Sofía se fijaron en los de Gabriel, el corazón le dio un brinco indescriptible en el pecho, antes de aclararse la garganta y comenzar:
—Señor... Gabriel, ¿tiene alguna idea de por qué está aquí?
El mencionado, elevando una ceja oscura y regalandole una media sonrisa burlona, le respondió:
—Oh, doctora Sofía, estoy seguro de que tengo una idea, pero quiero escucharlo de su propia boca.
Tratando de mantener la calma y no caer en sus provocaciones, usó el tono más profesional antes de decir:
—Han habido una serie de asesinatos en el pueblo, mi objetivo es resolver estos crímenes y encontrar al responsable.
—Eso está muy bien— dijo el hombre apoyando los brazos de la mesa y santo Dios, Sofía solo podía ver lo marcados que están sus bíceps debajo de la tela—Sin embargo, ¿Qué tengo que ver yo con eso?
La pregunta del hombre la trajo de nuevo a la realidad, por lo que sacudiendo los pensamientos indecorosos, respondió:
—Todas las víctimas fueron encontradas cerca de su territorio. Eso, al menos, justifica mi interés. ¿No cree?
Gabriel dándole una nueva sonrisa, que estaba empezando a desesperarla, le dijo:
— Interesante. Pero, ¿qué si te dijera que hay muchos otros en este pueblo que podrían ser responsables?
—Puede, pero mis investigaciones apuntan a que hay algo más detrás de estos crímenes.
Por primera vez sus palabras parecieron haber despertado verdaderamente el interés del hombre que, entrecerrando los ojos, se acercó más a ella, antes de preguntar:
—¿Y qué podría ser eso?
—Eso es lo que estoy tratando de averiguar, señor Gabriel.
Al final, no pudo hacer más que dejar salir al hombre, pues tal como Collin había dicho no tenían pruebas contundentes contra él, pero no por eso había dejado de ser su único sospechoso.
Esa misma noche, Sofía decidió salir a recorrer el pueblo y terminó entrando a un bar para distraerse después de un día agotador. Se sentía frustrada por no haber conseguido nada en el interrogatorio.
Sentada en la barra se pidió un cóctel y a pequeños sorbos comenzó a tomarlo, sin embargo no podía evitar sentirse observado, por lo llevando sus ojos alrededor comenzó a buscar hasta que se quedó paralizada al encontrarse ese par de joyas color humo fijas en ella.
Gabriel, el hombre al que había interrogado unas horas antes, estaba a solo unos metros de distancia y no dejaba de verla.
Por alguna razón, ella no se atrevió a alejar la mirada, era casi como si estuviera hechizada por esos ojos, lo que hizo que esa media sonrisa arrogante se formara en los labios de Gabriel, antes de que con una seguridad impactante, comenzará a caminar hacia ella.
Al llegar a su lado, el pelinegro la saludó con una sonrisa ligeramente altanera y preguntó:
— ¿Ya encontraste a tu asesino, doctora Sofía?
La burla no pasó pro alto para Sofía, que apretando la quijada le contestó:
— Estoy muy cerca, y estoy segura de que lo descubriré pronto.
Por unos segundos le pareció ver que los ojos del hombre brillaron con intensidad, pero al segundo siguiente todo estaba como antes, lo que le hizo pensar que debió ser parte de su imaginación y de la tensión en el aire que era palpable mientras se miraban fijamente.
La atracción que sentían el uno por el otro parecía imposible de ignorar y ella se odiaba por eso. ¡ÉL ERA EL SOSPECHOSO!
Tomándola por sorpresa, Gabriel estiró la mano y sostuvo entre sus dedos uno de sus mechones caoba y jugueteó con ellos, haciendo que la respiración se le cortara y sus latidos se aceleraron, antes de que él hablara:
—Eres valiente, doctora, pero también te arriesgas. —Le dijo y entonces su mirada penetrante quedó fija en ella antes de decirle—Deja todo este caso, recoge tus cosas y vete del pueblo.
Por un segundos Sofía sintio un escalofrío recordarle todo el cuerpo, antes de que su ceño se frunciera y con voz enojada le dijera:
—No voy a ir a ninguna parte, por si no lo sabe a veces los riesgos valen la pena.
Gabriel la estaba viendo como si le hubiese salido una segunda cabeza o como si ella fuera algo que tenía que descifrar, lo cuál era irónico teniendo en cuenta que el sospechoso era él.
Entonces, con una velocidad alarmante, el hombre se inclinó más cerca de ella, y antes de que pudiera pensar con claridad, sus labios susurraban sobre los suyos:
—Tiene toda la razón, doctora y es justo por eso que voy a arriesgarme.
La besó.
Sus labios se encontraron en un beso apasionado que consiguió erizar cada vello de su piel y despertar emociones y deseos que ella ni siquiera sabía que tenía. Era como si estuviera en un desierto y él fuera el agua para su sed.
Sentía que el mundo desaparecía a su alrededor, y la única cosa que importaba en ese momento era la atracción intensa entre ellos y fue justo por eso que, sin alejarse de los labios del hombre susurró:
—Mi casa… Vamos a mi casa.
Gabriel no podía alejar la mirada de la mujer enfrente de él, nunca antes se había sentido tan atraído por una humana y ahora simplemente no podía sacarla de su mente, razón por la cuál la había seguido hasta ahí. Pero es que debía admitir que la mujer con su cabello castaño, su piel de porcelana y esos ojos oscuros y profundos lo tenía cautivado.Sin embargo, eso no era lo que lo tenía paralizado en estos momentos, no, lo que lo tenía alucinando era que él había intentado utilizar su poder de hipnosis con ella para hacer que se largara del pueblo y dejara de meterse en su camino, pero su sorpresa fue absoluta cuando nada pasó.Ella era totalmente inmune a él y eso era algo que en sus más de ciento cincuenta años nunca antes le había pasado.Joder, él era no solo el Alfa más poderoso de todos los tiempos, sino que además era el Rey de los alfas, lider de todas las especies, entonces ¿Cómo demonios esto era posible? La voz suave y sedosa de la humana llenó sus oídos haciendo que sus o
Un mes, un maldito mes ha pasado y Sofía no volvió a saber absolutamente más nada de Gabriel, fue como si literalmente la tierra se lo hubiese tragado. Y es que aunque era el principal sospechoso en su caso, ningún juez estaba dispuesto a volver a efectuar un citatorio para un nuevo interrogatorio.No sabía qué poder tenía ese hombre en el pueblo, pero parecía que nadie podía contra él.Los asesinatos, aunque pareció por un momento que habían cesado, habían vuelto a tomar fuerza en las últimas semanas cuando se encontraron dos hombres sin vida con las mismas características que los pasados y cada vez que la policía creía tener alguna pista que ella les daba, esto sólo los llevaba a un laberinto sin salida.Sin embargo, por primera vez tenía el presentimiento de que estaba acercándose a algo, pues había decidido escanear las imágenes de las símbolos marcados en los cuerpos y su sorpresa fue inmensa cuando descubrió que se trataba de un idioma antiguo de una tribu de lo que habían llama
El dolor en su cuerpo fue lo que la hizo despertar. Sentía como si el abdomen lo tuviera prendido en fuego y la cabeza le dolía horrores. Con lentitud sintió como sus pestañas comenzaban a revolotear y sus párpados luchaban por abrirse. La luz que se filtró entre sus párpados la hizo volver a cerrar los ojos, pero la oscuridad era peor, pues en la oscuridad lo único que podía ver era la cara quemada del hombre que la había atacado. Con desesperación terminó de abrir los ojos y se encontró en un lugar totalmente desconocido. No era su casa, ni tampoco era una habitación de hospital. Intentó incorporarse pero un latigazo de dolor la hizo soltar un quejido y fue ahí que sus ojos se dirigieron hacia su abdomen, donde una venda la cubría y debajo de este una pequeña mancha de sangre sobresalía. —Si te sigues moviendo vas a abrirte los puntos. La cabeza de Sofía se alzó como un resorte al escuchar esa voz grave y aterciopelada y entonces su respiración se atascó y los latidos se le acel
Esto no podía estar pasando. Gabriel había salido de la habitación en que estaba Sofía hecho una furia, dejando a la chica encerrada dentro, mientras que él, sintiendo todo el cuerpo vibrar y su bestia interna retorcerse en su interior.Salió de la mansión directo hacia el bosque, el único lugar donde podía dejar salir todo lo que estaba quemándolo sin lastimar a nadie.A lo lejos se escuchaban los gritos de su beta mientras lo seguía, pero él no pensaba detenerse.La transformación fue instantánea, en menos de un segundo ya estaba en cuatro patas, su tamaño se había triplicado, así como su fuerza, y estaba corriendo con intensidad por el bosque que bordeaba el pueblo, mientras que la revelación de lo que acababa de descubrir quemaba en su mente.En esos momentos estaba muy, pero muy cerca de explotar, nada tenía sentido, parecía una maldita broma pesada de parte de la madre luna como castigo a lo que él era. Lo que había hecho.—¡Alfa deténgase!— el grito de Blake hizo que regresara
Gabriel no había conseguido conciliar el sueño por más que lo había intentado y era justo por eso que había decidido mantener la mente ocupada y se había ido a meter de lleno en su oficina tratando de ver si había pasado algo por alto en sus apuntes de los asesinatos. Estaba más que claro que habían lobos, vampiros y brujas involucrados, pero lo que no lograba descubrir era qué es lo que querían conseguir con todo eso, más allá de incriminarlo a él con la policía humana. Estaba dándole vuelta a un informe por tercera vez seguida cuando una opresión en el pecho lo hizo doblarse. Era una sensación como nunca antes había tenido era… Miedo. No entendía qué demonios era lo que pasaba, dónde estaba la amenaza, hasta que el sonido de un grito aterrado atravesó el silencio que se cernía en la mansión y entonces lo supo: Sofía. El miedo que estaba sintiendo no venía de él, era de ella y sentirlo fue como una bofetada de parte de la diosa luna recordando que por más que él quiera ignorarlo
La oscuridad en la que había caído poco a poco se fue despejando. La cabeza le estaba palpitando y el cuerpo entero le dolía como si un camión le hubiese pasado por encima. Mientras abría los ojos, los recuerdos fueron apareciendo uno a uno en su mente: Primero los hombres del callejón que querían hacerle daño, luego Gabriel mostrándose como un monstruo, el encierro y finalmente la bestia que la había atacado. ¡LA BESTIA! Ese solo pensamiento consiguió que abriera sus ojos de golpe y fue ahí que se dio cuenta que ya no estaba en suelo, por el contrario estaba siendo llevada en brazos y de inmediato se imaginó esos colmillos y ese rostro de bestia llevándola a quién sabe dónde y eso fue suficiente para que el dolor pasara a segundo plano y comenzara a retorcerse como loca. —¡Suéltame! NO VAS A COMERME, ¡suéltaaame!! Sofía estaba a punto de que le diera un infarto podía sentir el corazón latiendo desaforado en su pecho mientras intentaba por todos los medios librarse del agarre del
Gabriel salió hecho una furia de la habitación, no sabía si la rabia era por ver a Sofía sangrando, asustada y herida con el malnacido de Sven encima de ella. El gruñido que salió de él fue inmediato, es que de solo recordarlo sentía la rabia fluir por sus venas y las ganas de matar a su segundo volvían a crecer. Sin embargo, su rabia también podía venir por las palabras que le dijo la forense. No podía creer que esa condenada mujer todavía insistiera en querer irse, o por el maldito hecho que acababan de invadir su casa en la madrugada y nadie le tenga una explicación al respecto. —Tienes tres minutos para explicarme qué demonios es lo que está pasando.— Su voz no fue más que un gruñido bajo y animal, que hizo que su beta tragara en seco mientras lo miraba con nervios. Blake miró a su alfa sabiendo que lo que estaba a punto de decirle no iba a hacerle ninguna gracia y que lo más probable era que se molestara tanto que los mismos cimientos de la mansión se verían afectados. —Han de
Gabriel entró a paso decidido en la sala del consejo seguido de Blake. Con cada paso que daba su poder titilaba con fuerza desde adentro de él y la furia era más que palpable en cada paso. Los cinco ancianos, representantes de su manada, y los líderes de las otras dos razas, vampiros y brujas, ya estaban ocupando sus lugares. Los ojos oscuros y fríos del alfa miraron a cada una de las personas que estaban presentes mientras que tomaba asiento en la cabecera de la mesa, sus garras fuera de sus uñas sonándose con parsimonia sobre la mesa. Sobraba decir que la tensión en la sala era palpable, y los murmullos se apagaron cuando él se inclinó hacía adelante desde su lugar. Sus ojos grises se clavaron en Gideon, el líder vampiro, con una intensidad que podría congelar el mismísimo infierno. —Casi medio siglo ha pasado desde la última vez que pusiste un pie en mi casa, Gideon, puedo saber ¿A qué se debe esta reunión inesperada? —gruñó Gabriel, sin preocuparse por las formalidades. Gideo