El dolor en su cuerpo fue lo que la hizo despertar. Sentía como si el abdomen lo tuviera prendido en fuego y la cabeza le dolía horrores. Con lentitud sintió como sus pestañas comenzaban a revolotear y sus párpados luchaban por abrirse.
La luz que se filtró entre sus párpados la hizo volver a cerrar los ojos, pero la oscuridad era peor, pues en la oscuridad lo único que podía ver era la cara quemada del hombre que la había atacado.
Con desesperación terminó de abrir los ojos y se encontró en un lugar totalmente desconocido. No era su casa, ni tampoco era una habitación de hospital. Intentó incorporarse pero un latigazo de dolor la hizo soltar un quejido y fue ahí que sus ojos se dirigieron hacia su abdomen, donde una venda la cubría y debajo de este una pequeña mancha de sangre sobresalía.
—Si te sigues moviendo vas a abrirte los puntos.
La cabeza de Sofía se alzó como un resorte al escuchar esa voz grave y aterciopelada y entonces su respiración se atascó y los latidos se le aceleraron al ver la imponente figura de Gabriel a un lado de la habitación.
Su rostro no demostraba ningún tipo de expresión, era como si no le importara en absoluto que ella estuviera ahí, sin embargo ella lo recordaba. Recordaba la mirada aterradora que le había dado a los hombres que la atacaron, lo que le hacía saber que el pelinegro no era tan indiferente a ella como quería hacerle ver.
—¿Dónd…—su voz estaba totalmente ronca y rasposa, por lo que tuvo que toser al menos dos veces para poder hablar.—¿Dónde estoy? ¿Por qué no me han llevado a un hospital?
Los ojos de tormenta del hombre la estaban viendo con intensidad, antes de separarse de la pared y comenzar a caminar hacía ella y con cada paso que el hombre daba su corazón incrementaba sus latidos.
No podía entender qué era lo que le pasaba con él, pues por más atractivo que el tipo fuera, nada de lo que sentía parecía normal, mucho menos la manera en que lo había extrañado, pero eso era algo que no pensaba decirle.
—Te lo advertí— le dijo entonces él, sus palabras vibrando dentro de su cuerpo—Te dije que recogieras tus cosas y te largaras de aquí, pero no hiciste caso.
Al escucharlo no pudo evitar que esa chispa de rabia e indignación se encendiera dentro de ella. No podía creer que después de lo que acababa de pasar, él estuviera diciendo aquello.
—¿Me estás culpando?— le dijo, su voz era susurro ahogado e incrédulo mientras lo veía con todo el dolor y la rabia que podía—¿Estás diciendo que me merecía esto por haber decidido hacer mi trabajo?!
El gruñido que salió de Gabriel no tuvo nada de humano, pareció más bien el rugido de un animal herido y furioso y eso fue suficiente para poner a temblar todo su cuerpo. Sus instintos le estaban gritando que se pusiera en pie y se largara de ahí. Pues había algo muy, pero muy malo pasando con el hombre frente a él.
Con todo el cuerpo tembloroso y el corazón a punto de estallar, llevó sus ojos a los de Gabriel antes de preguntar:
—¿Quién eres tú? ¿Por qué me has traído aquí?
Él viéndose totalmente desesperado y fuera de sí, avanzó hacía ella, sus ojos brillando de manera extraña mientras le dice:
—¿Quién soy? ¡PUES SOY EL QUE HA SALVADO TU VIDA! Tú no eres más que una tonta que no escucha— le gritó mientras seguía avanzando hacía ella— Y si estás aquí es por…
Entonces se detuvo. Por alguna razón todo el cuerpo de Gabriel pareció haberse quedado paralizado mientras que sus ojos la recorrieron de pies a cabeza como si estuviera viéndola por primera vez.
Su gesto aterrado, mientras que esos ojos de plomo se quedaron fijos en el abdomen de ella y tomándola totalmente por sorpresa, acortó aún más la distancia antes de olfatear como un perro, cerca de ella.
—¿Pero qué demonios estás haciendo?— preguntó, intentando retroceder a pesar del dolor de su herida, pero antes de poder hacerlo, él la sostuvo con fuerza del brazo inmovilizandola, y al inclinar la cabeza, Sofía sintió como el pánico se disparó en su cuerpo al verle los ojos que se habían vuelto tan rojos como la sangre.
El miedo la tenía totalmente paralizada mientras veía, anonadada como el apuesto hombre frente a ella comenzó a convertirse lentamente en el monstruo más aterrador que había visto jamás.
Sus ojos se volvieron rojos, sus colmillos y dientes se agrandaron y sus manos, sus dedos, se convirtieron en garras que en ese momento estaban apretando su brazo con tanta fuerza que temía que pudiera partirlo.
—Oh Dios… Oh Dios….— Nada coherente salió de sus labios mientras que sus latidos iban desaforados—¿Qué es esto… ¿Qué eres?
Gabriel rugiendo y alejándose de ella no alejaba sus ojos de su abdomen, antes de verla brevemente a la cara y decir:
—Soy el monstruo con que los humanos tienen pesadillas, soy la especie superior— le dijo y sus palabras solo la confundían más—Soy el rey de los hombres lobo y tú, a partir de ahora, me perteneces. No vas a salir de aquí.
NO..NO..NO ¡ESO TENÍA QUE SER UNA BROMA!
Su cabeza negaba una y otra vez mientras que sus ojos se iban llenando de lágrimas, debido al miedo y la desesperación que estaba sintiendo. Nada de eso tenía sentido. ¡Los hombres lobo no existían! Y de ser así ella no tenía por qué ser su prisionera.
—No puedes…— dijo en medio de un susurro aterrado—No puedes retenerme, me van a buscar. —agregó esperanzada—La policía, los detectives, todos se darán cuenta que no estoy y vendrán por ti… pero si me dejas ir yo pue…
—¡NO! — su grito la hizo dar un respingo que mandó una corriente de dolor a su abdomen—Ya no puedes irte, es demasiado tarde, ahora tu destino es quedarte aquí hasta que yo decida que hacer contigo y lo que representas Y si alguno de tus amigos policías decide venir aquí, entonces te aseguró que tampoco volverá a salir, jamás.
Las palabras del hombre solo conseguían dejarla más confundida, ¿Qué significaba aquello? ¿Qué era lo que ella representaba? ¿Cómo no se había dado cuenta de lo que el hombre era?
—Eres un monstruo— dijo entonces sin poder contenerse y no se estaba refiriendo a su apariencia—El asesino, el causante de todo, siempre has sido tú.
Negando con la cabeza, Gabriel poco a poco volvió a su forma normal, antes de caminar hasta la puerta de la habitación y decirle:
—En eso tienes razón, si soy un monstruo y además el rey todo este maldito lugar, así que más te vale que te acostumbres o te va a ir muy mal.
Y así, sin decirle nada más salió de la habitación dejándola aterrada y destrozada.
¿En dónde demonios se había metido y qué iba a hacer para salir de ahí?
Esto no podía estar pasando. Gabriel había salido de la habitación en que estaba Sofía hecho una furia, dejando a la chica encerrada dentro, mientras que él, sintiendo todo el cuerpo vibrar y su bestia interna retorcerse en su interior.Salió de la mansión directo hacia el bosque, el único lugar donde podía dejar salir todo lo que estaba quemándolo sin lastimar a nadie.A lo lejos se escuchaban los gritos de su beta mientras lo seguía, pero él no pensaba detenerse.La transformación fue instantánea, en menos de un segundo ya estaba en cuatro patas, su tamaño se había triplicado, así como su fuerza, y estaba corriendo con intensidad por el bosque que bordeaba el pueblo, mientras que la revelación de lo que acababa de descubrir quemaba en su mente.En esos momentos estaba muy, pero muy cerca de explotar, nada tenía sentido, parecía una maldita broma pesada de parte de la madre luna como castigo a lo que él era. Lo que había hecho.—¡Alfa deténgase!— el grito de Blake hizo que regresara
Gabriel no había conseguido conciliar el sueño por más que lo había intentado y era justo por eso que había decidido mantener la mente ocupada y se había ido a meter de lleno en su oficina tratando de ver si había pasado algo por alto en sus apuntes de los asesinatos. Estaba más que claro que habían lobos, vampiros y brujas involucrados, pero lo que no lograba descubrir era qué es lo que querían conseguir con todo eso, más allá de incriminarlo a él con la policía humana. Estaba dándole vuelta a un informe por tercera vez seguida cuando una opresión en el pecho lo hizo doblarse. Era una sensación como nunca antes había tenido era… Miedo. No entendía qué demonios era lo que pasaba, dónde estaba la amenaza, hasta que el sonido de un grito aterrado atravesó el silencio que se cernía en la mansión y entonces lo supo: Sofía. El miedo que estaba sintiendo no venía de él, era de ella y sentirlo fue como una bofetada de parte de la diosa luna recordando que por más que él quiera ignorarlo
La oscuridad en la que había caído poco a poco se fue despejando. La cabeza le estaba palpitando y el cuerpo entero le dolía como si un camión le hubiese pasado por encima. Mientras abría los ojos, los recuerdos fueron apareciendo uno a uno en su mente: Primero los hombres del callejón que querían hacerle daño, luego Gabriel mostrándose como un monstruo, el encierro y finalmente la bestia que la había atacado. ¡LA BESTIA! Ese solo pensamiento consiguió que abriera sus ojos de golpe y fue ahí que se dio cuenta que ya no estaba en suelo, por el contrario estaba siendo llevada en brazos y de inmediato se imaginó esos colmillos y ese rostro de bestia llevándola a quién sabe dónde y eso fue suficiente para que el dolor pasara a segundo plano y comenzara a retorcerse como loca. —¡Suéltame! NO VAS A COMERME, ¡suéltaaame!! Sofía estaba a punto de que le diera un infarto podía sentir el corazón latiendo desaforado en su pecho mientras intentaba por todos los medios librarse del agarre del
Gabriel salió hecho una furia de la habitación, no sabía si la rabia era por ver a Sofía sangrando, asustada y herida con el malnacido de Sven encima de ella. El gruñido que salió de él fue inmediato, es que de solo recordarlo sentía la rabia fluir por sus venas y las ganas de matar a su segundo volvían a crecer. Sin embargo, su rabia también podía venir por las palabras que le dijo la forense. No podía creer que esa condenada mujer todavía insistiera en querer irse, o por el maldito hecho que acababan de invadir su casa en la madrugada y nadie le tenga una explicación al respecto. —Tienes tres minutos para explicarme qué demonios es lo que está pasando.— Su voz no fue más que un gruñido bajo y animal, que hizo que su beta tragara en seco mientras lo miraba con nervios. Blake miró a su alfa sabiendo que lo que estaba a punto de decirle no iba a hacerle ninguna gracia y que lo más probable era que se molestara tanto que los mismos cimientos de la mansión se verían afectados. —Han de
Gabriel entró a paso decidido en la sala del consejo seguido de Blake. Con cada paso que daba su poder titilaba con fuerza desde adentro de él y la furia era más que palpable en cada paso. Los cinco ancianos, representantes de su manada, y los líderes de las otras dos razas, vampiros y brujas, ya estaban ocupando sus lugares. Los ojos oscuros y fríos del alfa miraron a cada una de las personas que estaban presentes mientras que tomaba asiento en la cabecera de la mesa, sus garras fuera de sus uñas sonándose con parsimonia sobre la mesa. Sobraba decir que la tensión en la sala era palpable, y los murmullos se apagaron cuando él se inclinó hacía adelante desde su lugar. Sus ojos grises se clavaron en Gideon, el líder vampiro, con una intensidad que podría congelar el mismísimo infierno. —Casi medio siglo ha pasado desde la última vez que pusiste un pie en mi casa, Gideon, puedo saber ¿A qué se debe esta reunión inesperada? —gruñó Gabriel, sin preocuparse por las formalidades. Gideo
Gabriel se quedó de piedra al escuchar las palabras de su madre. La idea de un compromiso forzado lo llenó de desesperación, y lo primero en lo que pensó fue en Sofía. Su rostro apareció en su mente, y su corazón se aceleró. No quería revelar la existencia de su compañera, pero algo en él se negaba a aceptar el compromiso. Él ya tenía una luna. Una que además le daría un hijo, su heredero. Frustrado, Gabriel preguntó: —¿Compromiso? ¿De qué estás hablando? Su madre, lo miró con suspicacia, como si sospechara que había algo en él que le estaba ocultando y luego dejando salir la risa respondió: —Lo que oyes. Todo está arreglado, hijo. Estoy buscando lo mejor para nuestra manada, nos hemos debilitado más que nunca en el último año y según tengo entendido has estado buscando la manera de remediar eso. Pensé que era lo que querías. “SI SI, SI, JODER, PERO NO ASÍ” Las ganas de gritar a los cuatro vientos sus pensamientos se estaban apoderando de él al igual que la desesperación, pero sab
Sofía no podía creer que había aceptado hacer las paces o lo que fuera con el lobo, sin embargo, sabía que era un mal necesario, pues si quería encontrar una manera de escapar de esa pesadilla iba a necesitar información y aliados. Y fue justo por eso que dejando sus reservas, miedos e inseguridades de lado, le dijo al rubio: —¿Qué propones, entonces para demostrarlo ? Al escucharla, Sven, se acercó lentamente a la cama a la cama y con una sonrisa traviesa le dijo: —Ahora, esa actitud está mucho mejor. Sofía puso los ojos en blanco al escuchar lo descarado que era el hombre, pero no podía negar que su actitud conseguía aligerar gran parte de la tensión que sentía. —Bueno, bueno, pero no me has dicho cómo piensas arreglar el hecho de que casi me matas de un infarto. Sven alejó el rostro de ella dejando salir un suspiro exagerado, antes de dejarse caer a su lado en la cama. Sofía estaba totalmente alucinada con la frescura y la confianza que parecía tenerle el hombre. —Bueno, q
Lo había intentado. Gabriel realmente había intentado mantener sus instintos a raya, pero en esos momentos, viendo a esa endemoniada mujer retarlo de la manera en que lo estaba haciendo, simplemente lo hizo salir de sus cabales y se había lanzado a ella como si fuera el agua en medio del desierto. Sin embargo, lo que lo había dejado verdaderamente sorprendido fue que ella le respondiera el beso con la misma urgencia y necesidad con que la estaba besando él. Sus bocas se movían en completa sincronía y pudo sentir como los latidos del corazón de la mujer se aceleraban hasta igual su propio ritmo, consiguiendo que todo en él se encendiera. Ella era suya. Completa y absolutamente suya y eso simplemente terminaba de confirmar lo que ýa sabía. —Eres mía—le dijo, separando sus labios y dejando pequeños mordiscos desde su clavícula hasta su cuello. Sofía tenía la mente totalmente nublada de deseo. Nunca en su vida se había sentido tan excitada como lo estaba en esos momentos. Era como si t