Gabriel no había conseguido conciliar el sueño por más que lo había intentado y era justo por eso que había decidido mantener la mente ocupada y se había ido a meter de lleno en su oficina tratando de ver si había pasado algo por alto en sus apuntes de los asesinatos. Estaba más que claro que habían lobos, vampiros y brujas involucrados, pero lo que no lograba descubrir era qué es lo que querían conseguir con todo eso, más allá de incriminarlo a él con la policía humana. Estaba dándole vuelta a un informe por tercera vez seguida cuando una opresión en el pecho lo hizo doblarse. Era una sensación como nunca antes había tenido era… Miedo. No entendía qué demonios era lo que pasaba, dónde estaba la amenaza, hasta que el sonido de un grito aterrado atravesó el silencio que se cernía en la mansión y entonces lo supo: Sofía. El miedo que estaba sintiendo no venía de él, era de ella y sentirlo fue como una bofetada de parte de la diosa luna recordando que por más que él quiera ignorarlo
La oscuridad en la que había caído poco a poco se fue despejando. La cabeza le estaba palpitando y el cuerpo entero le dolía como si un camión le hubiese pasado por encima. Mientras abría los ojos, los recuerdos fueron apareciendo uno a uno en su mente: Primero los hombres del callejón que querían hacerle daño, luego Gabriel mostrándose como un monstruo, el encierro y finalmente la bestia que la había atacado. ¡LA BESTIA! Ese solo pensamiento consiguió que abriera sus ojos de golpe y fue ahí que se dio cuenta que ya no estaba en suelo, por el contrario estaba siendo llevada en brazos y de inmediato se imaginó esos colmillos y ese rostro de bestia llevándola a quién sabe dónde y eso fue suficiente para que el dolor pasara a segundo plano y comenzara a retorcerse como loca. —¡Suéltame! NO VAS A COMERME, ¡suéltaaame!! Sofía estaba a punto de que le diera un infarto podía sentir el corazón latiendo desaforado en su pecho mientras intentaba por todos los medios librarse del agarre del
Gabriel salió hecho una furia de la habitación, no sabía si la rabia era por ver a Sofía sangrando, asustada y herida con el malnacido de Sven encima de ella. El gruñido que salió de él fue inmediato, es que de solo recordarlo sentía la rabia fluir por sus venas y las ganas de matar a su segundo volvían a crecer. Sin embargo, su rabia también podía venir por las palabras que le dijo la forense. No podía creer que esa condenada mujer todavía insistiera en querer irse, o por el maldito hecho que acababan de invadir su casa en la madrugada y nadie le tenga una explicación al respecto. —Tienes tres minutos para explicarme qué demonios es lo que está pasando.— Su voz no fue más que un gruñido bajo y animal, que hizo que su beta tragara en seco mientras lo miraba con nervios. Blake miró a su alfa sabiendo que lo que estaba a punto de decirle no iba a hacerle ninguna gracia y que lo más probable era que se molestara tanto que los mismos cimientos de la mansión se verían afectados. —Han de
Gabriel entró a paso decidido en la sala del consejo seguido de Blake. Con cada paso que daba su poder titilaba con fuerza desde adentro de él y la furia era más que palpable en cada paso. Los cinco ancianos, representantes de su manada, y los líderes de las otras dos razas, vampiros y brujas, ya estaban ocupando sus lugares. Los ojos oscuros y fríos del alfa miraron a cada una de las personas que estaban presentes mientras que tomaba asiento en la cabecera de la mesa, sus garras fuera de sus uñas sonándose con parsimonia sobre la mesa. Sobraba decir que la tensión en la sala era palpable, y los murmullos se apagaron cuando él se inclinó hacía adelante desde su lugar. Sus ojos grises se clavaron en Gideon, el líder vampiro, con una intensidad que podría congelar el mismísimo infierno. —Casi medio siglo ha pasado desde la última vez que pusiste un pie en mi casa, Gideon, puedo saber ¿A qué se debe esta reunión inesperada? —gruñó Gabriel, sin preocuparse por las formalidades. Gideo
Gabriel se quedó de piedra al escuchar las palabras de su madre. La idea de un compromiso forzado lo llenó de desesperación, y lo primero en lo que pensó fue en Sofía. Su rostro apareció en su mente, y su corazón se aceleró. No quería revelar la existencia de su compañera, pero algo en él se negaba a aceptar el compromiso. Él ya tenía una luna. Una que además le daría un hijo, su heredero. Frustrado, Gabriel preguntó: —¿Compromiso? ¿De qué estás hablando? Su madre, lo miró con suspicacia, como si sospechara que había algo en él que le estaba ocultando y luego dejando salir la risa respondió: —Lo que oyes. Todo está arreglado, hijo. Estoy buscando lo mejor para nuestra manada, nos hemos debilitado más que nunca en el último año y según tengo entendido has estado buscando la manera de remediar eso. Pensé que era lo que querías. “SI SI, SI, JODER, PERO NO ASÍ” Las ganas de gritar a los cuatro vientos sus pensamientos se estaban apoderando de él al igual que la desesperación, pero sab
Sofía no podía creer que había aceptado hacer las paces o lo que fuera con el lobo, sin embargo, sabía que era un mal necesario, pues si quería encontrar una manera de escapar de esa pesadilla iba a necesitar información y aliados. Y fue justo por eso que dejando sus reservas, miedos e inseguridades de lado, le dijo al rubio: —¿Qué propones, entonces para demostrarlo ? Al escucharla, Sven, se acercó lentamente a la cama a la cama y con una sonrisa traviesa le dijo: —Ahora, esa actitud está mucho mejor. Sofía puso los ojos en blanco al escuchar lo descarado que era el hombre, pero no podía negar que su actitud conseguía aligerar gran parte de la tensión que sentía. —Bueno, bueno, pero no me has dicho cómo piensas arreglar el hecho de que casi me matas de un infarto. Sven alejó el rostro de ella dejando salir un suspiro exagerado, antes de dejarse caer a su lado en la cama. Sofía estaba totalmente alucinada con la frescura y la confianza que parecía tenerle el hombre. —Bueno, q
Lo había intentado. Gabriel realmente había intentado mantener sus instintos a raya, pero en esos momentos, viendo a esa endemoniada mujer retarlo de la manera en que lo estaba haciendo, simplemente lo hizo salir de sus cabales y se había lanzado a ella como si fuera el agua en medio del desierto. Sin embargo, lo que lo había dejado verdaderamente sorprendido fue que ella le respondiera el beso con la misma urgencia y necesidad con que la estaba besando él. Sus bocas se movían en completa sincronía y pudo sentir como los latidos del corazón de la mujer se aceleraban hasta igual su propio ritmo, consiguiendo que todo en él se encendiera. Ella era suya. Completa y absolutamente suya y eso simplemente terminaba de confirmar lo que ýa sabía. —Eres mía—le dijo, separando sus labios y dejando pequeños mordiscos desde su clavícula hasta su cuello. Sofía tenía la mente totalmente nublada de deseo. Nunca en su vida se había sentido tan excitada como lo estaba en esos momentos. Era como si t
Sofía se despertó sintiendo que todo el cuerpo le dolía. Desde la punta de la cabeza hasta el dedo pequeño del pie, sin embargo no era un dolor de los malos, por el contrario era uno que le recordaba silenciosamente todo lo que había hecho la noche anterior y de solo recordar, el rostro entero se le enrojecía. Fue en ese momento que su cuerpo entero se tensó y que su cabeza se movió como un rayo para el lado opuesto de la enorme cama, donde hace solo unas horas se había quedado dormido Gabriel. Sin embargo sintió como un sentimiento amargo la absorbió cuando vio que el espacio estaba vacío, aunque todavía se podía sentir tibio. Por alguna razón que sinceramente se negaba a aceptar, verse sola en la habitación luego de todo lo que habían hecho, la hizo sentir peor que la primera vez. Pues en esta ocasión se suponía que debía ser más inteligente. Que no debía caer. Dejando salir un quejido empezó a ponerse en pie y es ahí cuando se dio cuenta que no estaba llevando nada de ropa, estab