Una esposa por contrato
Una esposa por contrato
Por: Keyra payan
El primer encuentro

Elizabeth.

Papá me estaba llamando a los gritos, se escuchaba muy enojado y a mí me entró el pánico. Desde que murió Mamá, él se volvió muy explosivo; cualquier cosa lo irritaba y hasta el más mínimo detalle era el detonante para que su furia se hiciera presente.

Tristemente, me estaba acostumbrando a esa situación, pero no mi abuela. Ella sufría al verlo en ese estado. Pues, aún con todos sus defectos, se trataba de su hijo, y le dolía ver cómo el odio lo consumía poco a poco, y más aún que quisiera desquitarse con nosotras por ese cúmulo de emociones que llevaba en su interior.

—Elizabeth, ¿hasta cuándo te quedarás en la casa sin hacer nada? Es tiempo de que te busques un trabajo. Sabes que mis ahorros están agotando; ya casi no me queda nada de la liquidación. Bastante tengo con ocuparme de tu abuela. Si no me ayudas, tendré que llevarla a un asilo de ancianos —dijo.

—No puedes hacer eso, papá. Sabes que si la sacas de su casa, la llevarás a la muerte —le dije con lágrimas en los ojos.

—No te apures, mañana comenzaré a buscar empleo para ayudarte con los gastos —le respondí.

Estaba decidida a iniciar desde cero. Desde que mamá murió, las fuerzas me abandonaron por completo, y lo único que me mantenía de pie era cuidar a mi abuelita. No podía permitir que mi padre la recluyera en una casa para adultos mayores. Eso sin duda acabaría con ella. Mi abuela estaba enferma, postrada en esa silla de ruedas, pero aún así jamás perdió el entusiasmo y las ganas de vivir. Sin embargo, si él la alejaba de nosotros, significaría el final para mi viejita.

Llegué a mi habitación, era el único rincón donde me sentía a salvo, donde podía llorar y ser yo, derrumbarme sin necesidad de poner buena cara para no afectar a otros. Me dejé caer sobre la cama, abracé el peluche de mamá que aún conservaba el aroma de su perfume, y eso sin duda me reconfortaba. La extrañaba tanto, me hacían falta sus consejos, sus risas, el chocolate caliente en días lluviosos, toda ella era una necesidad inminente para todos los que formamos parte de aquella casa, ahora tan solitaria y triste.

A papá jamás le importaron mis sentimientos, sólo a mamá y a la abuela. Mi padre nunca fue muy responsable, acostumbrado a que las mujeres de la casa lo resolvieran todo, se pasaba la vida entre cantinas, mujeres y juego, había agotado los recursos que nos quedaban, lo poco que nos dejó mamá y lo que le dieron de la liquidación en su antiguo trabajo, y ahora quería que yo lo resolviera todo para él seguir llevando la vida que tenía.

Me dolía que él no pudiera ser el refugio que cualquier hija necesita, siempre tan ausente, tan frío, un hombre sin escrúpulos, con la única que se comportaba de manera diferente era con mamá, y ahora ya no estaba, y por ende nadie le importaba, ni siquiera su propia madre, y mucho menos yo, él me veía como un estorbo al igual que a la abuela, y no dudaría en sacarnos de su casa y de su vida en la primera oportunidad que se le presentara. Así que no me quedaba otro remedio más que tomar fuerzas y enfrentar todo aquello que el destino me tuviese preparado.

Mi alarma sonó, y decidí levantarme. Me puse en pie y fui a la cocina a preparar el desayuno. Puse café y lo tomé bien cargado y sin azúcar, pues sabía que sólo así lograría espabilarme.

—¿Qué haces levantada tan temprano, mi niña? —dijo la abuela con su singular amabilidad al hablar.

—Hoy voy a buscar trabajo, abue. Quiero ayudar a papá con los gastos —le respondí.

—Tú deberías seguir estudiando, mi amor. Es tu padre quien tendría que hacerse ...cargo de nosotras, no tú. Ya lo conoces, abuelita, cuando estaba mamá, ella lo resolvía todo, y siempre justificaba sus despilfarros y sus acciones, pero ahora ya no está, y supongo que me corresponde a mí asumir esa parte, pero no te preocupes, estaré bien —le dije tratando de tranquilizarla.

Eres tan buena, mi niña —dijo mi abuelita tomándome la mano.

Después de asegurarme de que todo estuviera bien en la casa, subí a mi habitación, quería impregnarme del valor que necesitaba para comenzar a enfrentar la vida después de mi madre y llevando a cuestas la responsabilidad de la familia. Elegí el más hermoso de mis vestidos, algo formal y elegante a la vez, siempre preferí vestir de manera sencilla, pero si quería impresionar, tenía que lucir diferente, radiante y segura de mí misma. Me miré al espejo y no daba crédito a lo que mis ojos presenciaban, era una mujer totalmente distinta, estaba dejando a la niña para aprender a defenderme con mis propios medios, lo cual no era nada fácil y seguramente me encontraría con bastantes tropiezos en el camino, pero no estaba dispuesta a rendirme, las mujeres de mi familia siempre fuimos guerreras, y de ningún modo yo podía ser la excepción.

Salí de casa, los tacones me molestaban, pues no estaba acostumbrada a usarlos y mucho menos caminar tanto, siempre ayudé a mamá con las cuentas y con todo lo concerniente a la difusión y a las redes sociales, ya que se me daba muy bien la creatividad y las matemáticas, hacía un día esplendoroso, se vislumbraba en el ambiente el gran salto que daría y la transformación que se asomaba, pasé por un puesto de periódicos y compré uno, y me detuve al observar un anuncio que llamó particularmente mi atención, Industrias Turner estaba buscando a una persona para el manejo de sus redes sociales y creación de contenido, sin duda ese puesto era perfecto y se ajustaba perfecto a la experiencia que me dejó trabajar con mamá, no había comparación alguna, aquí se trataba de una empresa gigante, mientras que la nuestra era pequeña y el alcance de ningún modo se le parecía, sin embargo, estaba dispuesta a intentarlo, no perdía nada, seguramente asistirían personas calificadas y con mucha experiencia, y muy probablemente me dirían que no, pero me gustaban los retos, así que decidí ir, el lugar estaba cerca, así que tomé mi bolso y me puse en marcha.

A lo lejos se vislumbraba una compañía impresionante, un edificio moderno y de buen gusto, digno del glamour y la elegancia que siempre se dejaba ver en las fotografías de los diarios más importantes o en las páginas de Internet, en el trayecto me di la oportunidad de investigar un poco sobre Industrias Turner, se trataba de un corporativo que tenía a su cargo las tiendas más prestigiosas de ropa y accesorios, en la investigación también salió a relucir Alex, el único hijo y futuro heredero de todo aquel imperio, un chico muy guapo con unos ojos azules que hacían temblar con sólo verlos, una sonrisa de artista de cine, alto, atlético, todo un dios griego que parecía esculpido, lo que se decía de él no era nada alentador, le gustaba andar con muchas mujeres, super estrellas y modelos de marcas exclusivas, claro, que se podía esperar de semejante bombón, sin embargo, eso no tenía por qué importarme, yo solo iba por el trabajo.

El guardia de la entrada abrió la puerta para darme acceso, no podía creer lo que mis ojos estaban presenciando, un vestíbulo impresionante, una recepción de lujo, y hasta el personal lucía en su máximo esplendor, me recibió una rubia esbelta, vestida con una falda que resaltaba sus pronunciadas curvas, una blusa muy elegante a juego con un blazer que le quedaba maravillosamente bien, tacones altísimos, peinada con un recogido que acentuaba sus finos rasgos, y por supuesto, el maquillaje le quedaba fenomenal, todo aquello destilaba perfección, lo cual hacía que me sintiera fuera de lugar. Pero ya estaba allí y no daría marcha atrás, eso sí que no.

La rubia recibió mi solicitud y me pidió que tomara asiento, lo cual me resultó muy extraño porque casi siempre te dicen que después te llamarán, y no es que yo tuviera mucha experiencia al respecto, pero era lo que siempre se escuchaba en todos lados. Me quedé allí por más de una hora, y de pronto la asistente se acercó y me dijo que podía pasar, que el jefe me recibiría en persona, lo cual me dejó sin aliento. Me puse super nerviosa, supuse que se trataba del abuelo de Alex, Harol Turner, también había investigado de él, pero no por eso mi incertidumbre disminuyó.

—Tuviste suerte, señorita Jones, verás al jefe en persona, no es muy frecuente que eso pase, así que aprovecha la oportunidad —dijo la asistente con una sonrisa deslumbrante.

En todo momento se portó muy amable conmigo, creo que le simpaticé, y ella a mí, eso me dio un poco de seguridad. Me condujo a una impresionante oficina decorada con una exquisitez admirable, obras de arte por todos lados, colores vivos que le daban un realce especial a los elegantes muebles, pero eso sí, todo con un toque de modernidad y vanguardia, lo cual me sorprendió tratándose de una persona mayor.

—Espera aquí, Elizabeth, puedes tomar asiento, el jefe vendrá en un momento —dijo la asistente antes de marcharse.

Cuando estaba a solas, mis ojos se posaron en esa impresionante vista de la ciudad que podía percibirse a través de la ventana. Cuando de pronto se escuchó una voz sensual que me hizo salir de mi estupor.

—Buenos días, señorita Jones —dijo Alex Turner, ese dios griego que con solo verlo en fotografías despertaba en mí una serie de sensaciones que jamás había experimentado.

No podía dar crédito a lo que mis ojos estaban presenciando, estaba allí, mirándome con esos ojos azules y esa mirada penetrante que me cortaba la respiración.

—Buenos días —le contesté con la voz entrecortada por la sorpresa de verlo.

—Seré muy claro en lo que tengo que decirle, cuando Ashley me dijo que había llegado una chica con sus características a solicitar empleo, de inmediato quise verla y comprobar con mis propios ojos que usted reúne las características de la mujer que busco —dijo con una sonrisa que me hizo temblar.

—No entiendo, yo solo vine aquí por el anuncio que vi en el diario. Así que no sé de qué me habla —le dije tratando de mantener la calma.

—Escúcheme con atención y le pido que no me interrumpa, al final usted decidirá si lo que tengo que proponerle le conviene o no —contestó muy seguro de sí mismo y mirándome directamente a los ojos.

Se sentó frente a mí y su mirada continuaba examinándome como si quisiera grabar cada rasgo en su memoria.

—Es muy sencillo, usted tiene necesidad de trabajar, vino aquí solicitando un empleo, y el trabajo que yo le ofrezco es que se case conmigo bajo un acuerdo de conveniencia, que dice, ¿acepta? —me preguntó con una sonrisa que me hizo sentir incómoda.

Me soltó todo aquello con total desparpajo, no se veía ni un ápice de conflicto en su rostro, y claro, Alex Turner seguramente estaba acostumbrado a conseguir cualquier cosa, lo que se propusiera, pero yo, no, jamás me prestaría para algo así, así que frustrada y con total indignación me dispuse a encararlo.

—¿Usted es consciente de lo que me está pidiendo? Casarse no es un juego de niños o un acuerdo que se pueda tomar a la ligera, yo ni siquiera lo conozco, solo sé de usted lo que dicen los diarios o las páginas de Internet, además, no creo que usted tenga dificultad para conseguir a alguien para comprometerse en matrimonio —le dije tratando de mantener la calma.

—En efecto, no tengo problema con las mujeres, todas estarían dispuestas a hacer lo que yo les pida, y en el momento que yo quiera, pero por lo general son mujeres frívolas, dispuestas a todo por dinero, y mi abuelo jamás aceptaría a alguien así para que sea mi esposa, por lo que la chica que se case conmigo debe ser muy convincente y representar de maravilla el papel de esposa —me dijo con una sonrisa que me hizo sentir incómoda.

El solo hecho de escucharlo me causó tal indignación, no podía creer que sin conocerme, me estuviese juzgando como una mujer fría y calculadora, ambiciosa y dispuesta a todo por dinero, se me encendieron las mejillas del coraje que sentía, me puse de pie y me paré frente a él.

—Mire, señor Turner, yo no me vendo, no soy de las mujeres sin escrúpulos e interesadas con las que usted está acostumbrado a tratar todos los días, soy una persona que tiene sentimientos, y cuando me case con alguien, será porque lo ame, no por un absurdo acuerdo —le dije tratando de mantener la calma.

—Piénselo bien, señorita Jones, nuestro matrimonio le dejará una suma de dinero inimaginable, sin mencionar que durante el tiempo que estemos casados, usted llevará una vida de reina, llena de lujos y la opulencia que jamás soñó, así que supongo que eso alivia cualquier conciencia —me dijo con una sonrisa que me hizo sentir incómoda.

—Pues se equivoca, señor Turner, mi conciencia no la compra nada ni nadie, siempre actué bajo mis convicciones y los valores que me ha inculcado mi madre, y aún cuando ya no está, no pienso corromperlos, y mucho menos por dinero, así que vaya buscando a alguien más que le ayude con esa farsa —le dije antes de dar media vuelta y dirigirme hacia la puerta.

Abrió los ojos como platos, me miró incrédulo, supuse que no podía imaginar siquiera que alguien pudiera resistirse a sus encantos y a tal proposición, de pronto se levantó y se plantó frente a mí, estaba tan cerca que podía escuchar su respiración agitada, mi corazón dio un vuelco, ese hombre me ponía muy nerviosa, me resultaba tan atractivo, tan imponente, que definitivamente causaba una mezcla de sensaciones dentro de mí, colocó sus manos sobre mis hombros y sonriendo me dijo.

—No estoy acostumbrado al rechazo, señorita Jones, y sé que tarde o temprano cambiará de decisión, le dejo mi tarjeta porque estoy seguro que tarde o temprano me llamará diciéndome que acepta casarse conmigo, y a mí me va a encantar la idea de compartir mi vida aunque sea en forma temporal con una belleza como usted —me dijo acariciándome el rostro y dándome un suave beso en los labios que me dejó sin aliento.

Luego se marchó dejándome con todo ese mar de sensaciones, todo aquello era una locura, pero la realidad es que ese beso había sido una experiencia única, tardé un poco en recomponerme y cuando al fin pude recuperar las fuerzas, salí de aquel lugar, el trayecto era largo y mientras caminaba, solo podía pensar en las palabras de Alex, esa sensación de sus labios sobre los míos, no me abandonaba y hacía que mis piernas flaquearan.

No sé por cuánto tiempo caminé, necesitaba despejarme, en toda mi vida solo había tenido dos novios, y ninguno había conseguido hacerme sentir lo que Alex con ese beso, sin duda se trataba del hombre perfecto, sabía cómo seducir a una mujer, sin embargo, lo que él pretendía era absurdo y yo no estaba dispuesta de ningún modo a prestarme a su juego.

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