A Deanna el embarazo comenzó a complicarle bastante hasta las cosas más rutinarias y sencillas. La espalda la mataba, las piernas se le hinchaban y agacharse había dejado de ser una opción. Hasta algo tan sencillo como ponerse un par de zapatos había quedado en el pasado. Daniel la observaba preocupado; si bien los primeros meses transcurrieron sin problemas, su vientre crecía mucho.Siempre había sido una mujer menuda, de cintura pequeña y apariencia frágil. Una cosa era un embarazo único y otra, uno doble; y aunque ella soportaba con esfuerzo, a veces lo dolores y las molestias la ponían de un humor horrible. Comenzó a sentirse inútil y frustrada.La situación no era fácil. Cada día parecía traer un nuevo desafío con su embarazo, y las complicaciones no se limitaban solo a los aspectos físicos. La sensación de impotencia y frustr
Además de los dolores y las molestias, Deanna se sentía abrumada por algo más: las dudas y los miedos. Ella podía salir a escena en un teatro nuevo cada vez, en la capital europea que sea, mirar un punto fijo y cantar sin detenerse; pero esto era totalmente diferente. Esto, le daba terror.Comenzó a entender la dimensión del embarazo cuando sus hijas se movieron por primera vez, cuando el obstetra le hacía oír ambos corazoncitos y le mostraba las imágenes de sus bebés en la pantalla. Dos pequeñas personitas crecían en su interior, que nacerían y estarían completamente indefensas, dependiendo de ella para vivir.-Me da miedo – Le confesó una tarde a Leonard.Él la miró perplejo.- ¿Qué cosa te da miedo? –- Todo esto – y se señaló la barriga – Siento que me sobrepasa –- ¿De qué hablas? Si alguien puede hacerlo bien eres tú –- No lo sé… Tengo pánico, Leonard –Justamente él no podía darle muchos consejos sobre maternidad, mucho menos sobre criar hijos. Una sola persona podía despejarle
Camila entró a casa de Daniel como solía hacerlo siempre: como si fuera suya. Deanna se sorprendió un poco al verla, si bien la relación entre ambas mujeres había mejorado muchísimo, Camila todavía tenía un poco de vergüenzas por las cosas que había hecho y no sabía a ciencia cierta cómo purgarlas.Por eso cuando Daniel la llamó para pedirle que hablase con su esposa y la ayudara, se sintió feliz y contenta de poder hacer algo por ella. Llegó con muchas bolsas, muchas cosas para las niñas. No era muy demostrativa, pero estaba tan ansiosa como con cualquiera de sus nietos por el arribo de las mellizas. Ansiosa como cualquier abuela.- Querida ¿Cómo estás? –- Hola Camila, bien… ¿Qué hace por aquí? –Camila dejó las bolsas en el piso.-Vine a traerle unos obsequios a mis nietas – se sentó frente a Deanna – y a hablar contigo –Deanna la miró un poco confundida. ¿Hablar de qué? Esperó a que Camila comenzara. Ella solo suspiró y tuvo otro arranque de sinceridad, como el que había tenido c
- Quiero mostrarte algo – Le dijo Daniel, tomándola de la mano.- ¿Qué cosa? –- Es una sorpresa, ven… -Deanna se puso de pie, estaba en la recta final, podía sentirlo. Con algo de dificultad dejó que su esposo la llevara de la mano hasta la puerta de la habitación que sería de sus hijas.-No debes mirar – Le advirtió.Deanna se cubrió los ojos con ambas manos y él se aseguró de que no estuviese espiando. Abrió la puerta y con una mano en su espalda la guío adentro.-Bien, ya puedes mirar –En el centro de la habitación, entre las dos cunas, Daniel había colocado una mesita baja. Sobre ella una lámpara giraba sobre su base, emitiendo luces de colores y por cada luz, la forma de una luciérnaga se reflejaba en el techo, en las paredes y en los muebles. Parecía un cielo estrellado.-Dios… Es hermoso – Le dijo Deanna con una sonrisa.Y él se veía orgulloso de su logro, de su pequeño regalo.-Explícame una cosa… - Le dijo ella.- ¿Qué? –- ¿De dónde saliste? ¿Cómo haces estas cosas tan bo
Llegó el día; el que todos estaban esperando. Su obstetra le había advertido que las posibilidades de enfrentar el parto antes de las 37 semanas eran muy frecuentes en los embarazos múltiples; que si ocurría no debía asustarse, aunque las niñas nacieran algo prematuras, era lo que se esperaba.Y Deanna lo sintió, como una premonición, esa mañana. Algo dentro de ella se lo decía, su cuerpo se lo gritaba. Pero le dijo a Daniel que llevara a los niños al colegio como siempre y que fuera a trabajar, que se sentía bien y debía ser otra molestia más. Se quedó en la cama; tenía una sensación extraña, incomoda en el pecho.Durante esas últimas semanas, rara vez se levantaba, le costaba mucho y su esposo insistía en que permaneciera tranquila; que él se encargaría de todo a su alrededor y que descansara. Aprovechó para terminar de leer esa pila de libros que siempre dejaba por la mitad y en eso estaba cuando sintió humedad mojar las sábanas.Se encontró con un gran charco que le había empapado
Los Crusher eran una familia unida. Cada nacimiento de un nieto los convocaba a todos y nada iba a detenerlos. De a poco fueron ocupando la sala de espera; primo Charles con Camila, luego Harry y Amanda y finalmente llegaron Philippa y la abuela. A Leonard tendrían que sacarlo de ahí a punta de pistola, porque ya le había dicho a Susan que no se movería.- ¿Qué tal si bajamos a tomar algo y nacen? No me lo voy perder por un café – Declaró firme.-No creo que nazcan tan rápido, Leonard. Además, si esperamos aquí o en la cafetería es lo mismo – Trató de convencerlo Susan.Pero no había caso. Cada tanto cruzaban miradas con Camila, aún con un poco de descontento y es que no se quedaba quieto y los estaba enloqueciendo a todos. Para el viejo Reed todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor lo abrumaba y apenas se controlaba. De pronto un día se convirtió en padre de una mujer; luego se la llevó por el mundo para que cantara; después convenció al bobo exmarido de que actuara de una vez o
Susan los esperó con el coche de Leonard, era el último año de Ethan y comenzaría la universidad. Cuando la vieron ahí parada, se extrañaron.- Tía ¿Cómo estás? – La saludó Naomi.- Hola, pequeños… -- ¿Qué haces aquí? – Le preguntó Ethan.- Vine por ustedes porque Daniel y Deanna están en el hospital, van a nacer sus hermanas –¡El grito descontrolado de Naomi! Prácticamente arrastró a todos al coche.- Cálmate, Naomi, aún falta. No te pongas nerviosa – Quiso calmarla Susan.- ¡Vienen mis hermanas! ¡Quiero llegar! –Por algún motivo, de los tres hermanos, ella era la más ansiosa. Y es que finalmente tendría hermanas; si, se llevarían unos cuantos años, pero no estaría sola. Fue quien durante todo el embarazo le hizo gastar una pequeña fortuna a Daniel eligiendo pequeños vestidos, cintas para el cabello, zapatitos diminutos y todo por partida doble. La emoción que ella guardaba era enorme.Ethan, por otro lado, no sabía bien que sentir. Estaba feliz y contento, como cuando habían naci
A medida que las horas pasaban se hacía más difícil. No podía estar de pie, no podía estar sentada, no podía estar acostada. Su cara iba de una sonrisa a una mueca de dolor; Daniel la sostenía, la acariciaba, la masajeaba, hacía cuanto podía, pero sabía que era todo trabajo de Deanna.Hasta que el dolor ya no se pudo soportar más; él médico hizo un último chequeo y les anunció que estaban listos para comenzar.-¡Quiero a mi mamá! – Le gritó a Daniel.Parecía una niña asustada y por supuesto, Daniel se asomó e hizo entrar a Philippa. Ella la tomó de la mano, mientras le acariciaba la cara y le daba palabras de aliento.-Ahí llega la primera, Deanna, puja… - La incitó el médico.Daniel la sostenía de la otra mano, estaba asombrado como poco. La cara de su esposa se contorsionaba y los resoplidos eran fuertes. Intercambiaban miradas, él le besaba la frente; el esfuerzo era tan grande, se le comenzaron a caer las lágrimas a Deanna.-Eres maravillosa, lo estás haciendo genial… Te amo – Le