Un hijo nace y con él renace el mundo

A medida que las horas pasaban se hacía más difícil. No podía estar de pie, no podía estar sentada, no podía estar acostada. Su cara iba de una sonrisa a una mueca de dolor; Daniel la sostenía, la acariciaba, la masajeaba, hacía cuanto podía, pero sabía que era todo trabajo de Deanna.

Hasta que el dolor ya no se pudo soportar más; él médico hizo un último chequeo y les anunció que estaban listos para comenzar.

-¡Quiero a mi mamá! – Le gritó a Daniel.

Parecía una niña asustada y por supuesto, Daniel se asomó e hizo entrar a Philippa. Ella la tomó de la mano, mientras le acariciaba la cara y le daba palabras de aliento.

-Ahí llega la primera, Deanna, puja… - La incitó el médico.

Daniel la sostenía de la otra mano, estaba asombrado como poco. La cara de su esposa se contorsionaba y los resoplidos eran fuertes. Intercambiaban miradas, él le besaba la frente; el esfuerzo era tan grande, se le comenzaron a caer las lágrimas a Deanna.

-Eres maravillosa, lo estás haciendo genial… Te amo – Le
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