Cada hijo es un poema que nace del corazón de los padres

Llegó el día; el que todos estaban esperando. Su obstetra le había advertido que las posibilidades de enfrentar el parto antes de las 37 semanas eran muy frecuentes en los embarazos múltiples; que si ocurría no debía asustarse, aunque las niñas nacieran algo prematuras, era lo que se esperaba.

Y Deanna lo sintió, como una premonición, esa mañana. Algo dentro de ella se lo decía, su cuerpo se lo gritaba. Pero le dijo a Daniel que llevara a los niños al colegio como siempre y que fuera a trabajar, que se sentía bien y debía ser otra molestia más. Se quedó en la cama; tenía una sensación extraña, incomoda en el pecho.

Durante esas últimas semanas, rara vez se levantaba, le costaba mucho y su esposo insistía en que permaneciera tranquila; que él se encargaría de todo a su alrededor y que descansara. Aprovechó para terminar de leer esa pila de libros que siempre dejaba por la mitad y en eso estaba cuando sintió humedad mojar las sábanas.

Se encontró con un gran charco que le había empapado
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