El corazón de una madre es el único lugar en el mundo donde siempre encontraremos refugio.

Camila entró a casa de Daniel como solía hacerlo siempre: como si fuera suya. Deanna se sorprendió un poco al verla, si bien la relación entre ambas mujeres había mejorado muchísimo, Camila todavía tenía un poco de vergüenzas por las cosas que había hecho y no sabía a ciencia cierta cómo purgarlas.

Por eso cuando Daniel la llamó para pedirle que hablase con su esposa y la ayudara, se sintió feliz y contenta de poder hacer algo por ella. Llegó con muchas bolsas, muchas cosas para las niñas. No era muy demostrativa, pero estaba tan ansiosa como con cualquiera de sus nietos por el arribo de las mellizas. Ansiosa como cualquier abuela.

- Querida ¿Cómo estás? –

- Hola Camila, bien… ¿Qué hace por aquí? –

Camila dejó las bolsas en el piso.

-Vine a traerle unos obsequios a mis nietas – se sentó frente a Deanna – y a hablar contigo –

Deanna la miró un poco confundida. ¿Hablar de qué? Esperó a que Camila comenzara. Ella solo suspiró y tuvo otro arranque de sinceridad, como el que había tenido c
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